Derechos Humanos Editoriales

Medio millón de pañuelos blancos

En una gigantesca demostración de poder popular, medio millón de personas se congregaron en Plaza de Mayo para repudiar el fallo de la Corte Suprema de Justicia que otorgó el beneficio del 2x1 al represor Luis Muiña. El rechazo, convertido en Ley por ambas cámaras del parlamento, se revela como un indicador potente del consenso de la sociedad, que no está dispuesta a retomar la senda de la impunidad.

Eran las cinco de la tarde y la Plaza y sus alrededores ya eran un hervidero variopinto: setentistas en el clásico London City tomando café con los pañuelos blancos colgando del cuello, algunos oficinistas enojados por el caos vehicular, familias con chicos en los hombros, incipientes columnas de organizaciones políticas y sindicales, mucha gente “suelta”. Un enorme despliegue de puestos humeantes de choris, remeras militantes, prendedores y llaveros.

“No al 2x1 a los genocidas, sí al 2x1 en las bondio!”, gritaba un vendedor ambulante de unos 50 años con su pañuelo al cuello. Me sonrío y le toco el hombro. “Hay que tener estrategias de marketing”, me dice estallado de risa.

El viento todavía se hacía sentir, pero a medida que la Plaza se fue colmando, y ese medio millón de personas se estrechaba en un sólo abrazo, el frío dejó de ser un problema. Dos o tres amigos me hablaron, precisamente, acerca de que esta fue la plaza del amor. Probablemente haya sido una sensación generalizada entre quienes estuvimos ayer ahí. La necesidad de amarnos entre nosotros en esta Argentina que nos desampara desde el Estado. “Ustedes siempre nos cantan -Madres de la Plaza, el pueblo las abraza- , pero quiero decirles que hoy, somos las Madres, Abuelas, los H.I.J.O.S., y los Familiares los que los abrazamos a todos ustedes” dijo Taty Almeida desde el escenario, y la Plaza se cerró en un mismo aplauso.

Una semana atrás, la Corte Suprema de Justicia dictaminaba, a través del voto en mayoría de tres Jueces -Elena Highton de Nolasco, Horacio Rosatti, y Carlos Rosenkrantz-, el otorgamiento del beneficio del 2 x 1 al represor Luis Muiña, condenado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar argentina.

Desde entonces, el repudio recorrió redes sociales, portales de noticias, sindicatos, organismos de Derechos Humanos, todo el arco político nacional y hasta vastos sectores del propio poder judicial. Incluso el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, tuvo que rever su postura después de que el gobierno midiera el humor social que provocó la medida de la Corte. Unas horas antes de la concentración en la Plaza de Mayo –y otras plazas del país y del mundo-, en conferencia de prensa, el presidente Mauricio Macri sostuvo que siempre había estado “en contra del 2 x 1 y de cualquier herramienta a favor de la impunidad".

A pesar de las declaraciones de funcionarios, montados en un discurso impostado, es curioso que esta nueva mayoría automática de la Corte “alineada con el Poder Ejecutivo”, tal como lo denunció ayer Cristina Fernández de Kirchner desde Bruselas, esté integrada por los dos jueces que el gobierno quiso instituir por medio de un Decreto de Necesidad y Urgencia, y por una Jueza que, a partir de que el Poder Ejecutivo desistió de apelar la sentencia, pudo seguir ocupando un cargo en el máximo Tribunal habiendo pasado el límite etario que indica la Constitución.

El consenso generalizado acerca de que no estamos dispuestos como pueblo a tolerar otra vez la impunidad se nos impone como una bocanada de aire en un contexto de negacionismo y retroceso de las conquistas logradas en materia de Memoria, Verdad y Justicia. Esos acuerdos que se mantienen, exceden hoy una determinada ideología o adscripción partidaria. Y eso no vino sólo. La lucha histórica de los organismos de Derechos Humanos, su soledad en los primeros años, pero la insistencia incansable y tenaz como la gota que va horadando la piedra, fueron instalando consignas y banderas que provocaron empatía con la sociedad.

Después, ya sabemos, Néstor y Cristina Kirchner levantaron esas banderas y las convirtieron en políticas de Estado. Esa lucha y esos quince años en los que se trabajó tan fuertemente para desandar y reparar el camino de la impunidad, en los que desde la primera y más alta magistratura, con la investidura que ello conlleva, se abrazó a las Madres, se impulsó los juicios a los genocidas, se alojó a familiares y víctimas, tienen como consecuencia directa la Plaza desbordada de ayer. Al calor de nuevos aires políticos, es una victoria que coincidamos tantos en un mismo reclamo de justicia, y que comunicadores, y dirigentes políticos se hayan visto obligados a tomar una posición crítica ante el fallo de la Corte. Es la calle haciendo política, marcando el límite. ¿La grieta dónde está?, leí por ahí. La grieta se cierra porque hoy hay un pueblo empoderado en materia de Derechos Humanos.

Los oradores del acto fueron los integrantes de H.I.J.O.S., Carlos Pisoni y Amy Rice Cabrera, que fueron mencionando una por una las adhesiones llegaban desde todos los pliegues de la sociedad. El escenario, situado delante de la histórica pirámide, tenía un cartel que rezaba en letras gigantes “Ningún genocida suelto. Señores Jueces: nunca más”. La alusión al Juicio a las Juntas no es ingenua. Algo hay ahí de la regresión que estamos viviendo, de tener que volver sobre nuestros pasos para insistir, como dice el poema de Juan Gelman, una vez más sobre cuestiones que ya creíamos saldadas.


Después llegó el turno de Madres y Abuelas. Taty Almeida, Estela de Carlotto, Lita Boitano y Nora Cortiñas, fueron las encargadas de leer el documento que habían consensuado los organismos. Cada una de ellas, fiel a su estilo, fue mechando la lectura con impresiones personales que las sacudían. “Los organismos de derechos humanos no estamos solos. Acá está el pueblo: un pueblo más sabio para resistir los embates que nos retrotraen a un pasado siniestro”, dijeron. Un pueblo más sabio y más maduro que ayer se plantó en la Plaza para gritar bien alto: “No al 2 x 1”.


En determinado momento, nos pidieron a todos que levantáramos los pañuelos, símbolo de la Memoria, y como dijo Taty ayer, “de nuestros 30.000 desaparecidos”. La Plaza se convirtió entonces en un mar blanco que rechazó de manera contundente y categórica la impunidad –y cuya imagen recorrió el mundo-.


Mientras todo esto ocurría, Milagro Sala seguía presa ilegalmente en el Penal del Alto Comedero en Jujuy, aunque con una sonrisa eterna y un pañuelo blanco en alto que le había hecho llegar la Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Como sociedad, aún nos falta lograr que el mismo consenso generalizado que palpitamos ayer, se extienda a otras situaciones de injusticia que los y las argentinas vivimos cotidianamente hace un año y medio.

author: Celeste Abrevaya

Celeste Abrevaya

Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, especialista en Políticas del Cuidado con perspectiva de género por CLACSO y Diplomada en Género y Movimientos feministas (FFyL).

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