Gremiales Derechos Humanos

La dignidad robada

Una trabajadora del Espacio Memoria comparte sensaciones y definiciones luego de haber sido testigo de la prepotencia y violencia que los máximos funcionarios de una gestión tan insensible como cínica ejercieron sobre los trabajadores que están exigiendo un sueldo digno.

18 de Junio de 2017

Por Violeta Azurduy

Hace diez años que trabajo en la ex ESMA y el viernes 16 de junio pasado, durante la apertura que encabezó el ministro de Justicia y Derechos Humanos de Cambiemos, Germán Garavano, del Programa Justicia 2020, fue la primera vez que me temblaron las manos, al ser testigo de los niveles de violencia que maneja y genera el Gobierno nacional. Nunca creí que adentro del predio que supo ser emblema del terrorismo de Estado, golpearían a mis compañeros.

“¡La cana nos está golpeando! ¡Adentro de la ex Esma!”, se escuchó el grito desde adentro del Salón Frondizi, cuidadosamente decorado para la ocasión. Una gigantografía de la histórica foto en la que el escritor Ernesto Sábato le entrega el informe del Nunca Más al entonces Presidente Raúl Alfonsín, cubría la pared central. Por delante, sentados en una larga mesa, Garavano estaba ladeado por el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj, y el jurista radical Ricardo Gil Laavedra.

Todo un símbolo de época, pensé. La imagen elegida para sintetizar un evento en el que se expondrían los ejes de Justicia y Derechos Humanos que la cartera nacional desarrollará a lo largo de su gestión de gobierno, rememoraba el momento en el que desde el Estado se institucionalizaba la Teoría de los dos Demonios, una construcción que proclama que no hubo genocidio de parte del Estado sino víctimas inocentes que quedaron en el medio de una guerra absurda entre militares monstruosos y guerrilleros terroristas. Los tufillos de esa construcción política e histórica vuelven a asomar hoy de la mano de un gobierno negacionista que insiste en confundir los términos de nuestra historia.

La foto emblema de la Teoría de los Dos Demonios fue elegida para sintetizar el espíritu del acto.

Precisamente, cuando los delegados de ATE Capital irrumpieron en el salón, el ministro estaba destacando los “matices” que tiene con el periodista Horacio Verbitzky acerca de la historia nacional reciente, más allá algunos consensos.

Ahí estaban los matices, latentes, a punto de explotar después de seis meses de conflicto con los trabajadores y las trabajadoras del área de maestranza del Ministerio, cuyo sueldo no supera en ningún caso los 10.000 pesos. Un salario de hambre, de miseria. Ellos decidieron en asamblea realizar un quite de actividades, y muchos de los trabajadores de la cartera la acompañamos, convencidos de que había que visibilizar el conflicto.

Hace tiempo que en la Secretaría de Derechos Humanos veníamos conviviendo con basura acumulada en la cocina, los baños sucios, mal olor, moscas y pisos con polvo y mugre, expuestos a distintas infecciones y enfermedades, en un escenario que comenzaba a naturalizarse, surcando un piso de dignidad necesario para cualquier trabajador, en especial para los de maestranza. Mientras tanto la gestión permanecía pasiva, sin ni siquiera recibir a los delegados gremiales e intentar negociar un acuerdo.

Lo del viernes pasado fue un intento por hacernos respetar, por recuperar esa dignidad robada. La respuesta fueron provocaciones, empujones y golpes de los custodios del ministro. Violencia desde arriba que empujó para abajo, en un escenario de conflictividad creciente y en el marco de una campaña que promete ser caliente.

“A La Cámpora le importan un pito los Derechos Humanos, levantaron esa bandera para hacer política y afanar, porque se afanaron el país. A ver si me escuchan, en la ESMA torturaron gente inocente, eso mismo le hicieron ustedes a Garavano”, planteó el operador mediático Eduardo Feinmann en su programa televisivo, en una burda analogía que falta el respeto a nuestra historia y a nuestros muertos, y que lo empuja a los límites de la imbecilidad.

El ministro y sus custodios rompieron el protocolo.

La maniobra de reducir un sindicato como ATE Capital, que tuvo un crecimiento exponencial desde el inicio de la gestión macrista, a La Cámpora y al ex secretario de Justicia Julián Álvarez no sólo muestra un total desconocimiento de la estructura del gremio, sino que además expresa el intento desesperado por querer ligar la figura de Cristina Kirchner a una situación que conmueve el humor social, con claros objetivos proselitistas a favor del gobierno actual.

El resto, se vio en la televisión, en los portales de noticias, en las redes sociales, esa escena lamentable de un ministro que le grita a trabajadores que ganan un salario que se encuentra por debajo de la línea de pobreza, o la secretaria del titular del Archivo Nacional de la Memoria escupe odio hacia los mismos trabajadores, con términos como “villeros”, “negros de mierda” y “mogólicos”, mostrando así la veta clasista de un gobierno que los ve como un costo y no como sujetos de derechos.

En el medio de los empujones y las agresiones, Garvano, desencajado, gritó: “¡El lunes nos reunimos, pero quiero todo limpio, todo limpio!”, e inmediatamente después, con la marca indeleble del patrón de estancia, amenazó: “El sábado voy a venir a revisar todo con mis propios ojos”.

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El ministro habla del predio -al que se mudó hace un tiempo desde la sede central de la calle Sarmiento- en el que como bien señaló Feinmann, un Estado terrorista ejerció un genocidio, y que hoy es escenario de una disputa de sentido. Un predio en el que hace más de diez años, un Presidente acompañaba a quienes habían sido vejados en sus salas de tortura, a recorrer nuevamente esos muros del horror, en un acto reparatorio de inmensa envergadura. Un predio donde hace no tanto se diseñaban políticas públicas para acompañar a los sectores más vulnerados. Un Espacio para la Memoria de un pueblo que necesita volver a pararse sobre un piso de derechos.

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