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En los seis años que transcurrieron desde el grito colectivo del Ni una Menos se obtuvieron grandes conquistas nacidas al calor de las luchas feministas. A pesar de las políticas públicas de un Estado presente, todavía falta mucho. Se avecinan nuevas batallas.

Foto portada: Emiliano Palacios.

Desde el primer Ni una Menos en 2015 para acá, el movimiento de mujeres y diversidades creció, se esparció, y sobre todo fortaleció su organización y sus redes de militancia. Esa organización desde abajo y en las calles dio lugar a una nueva institucionalidad que hoy se refleja en la creación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, gracias a la decisión del gobierno del Frente de Todxs que, con una visión del momento político muy atenta, identificó ahí una demanda social insoslayable. Hoy el Ministerio está integrado por compañeras que vienen materializando muchos de los reclamos históricos del movimiento feminista. En este recorrido, la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en diciembre del año pasado es un hito que se explica precisamente gracias a esa combinatoria.

La implementación de la Ley Micaela en todo el territorio nacional es otro avance muy importante para que todos y todas las trabajadoras del Estado nacional y los estados provinciales y municipales, estén capacitadxs en cuestiones relativas a la violencia por razones de género. En algunas provincias y municipios cuesta que esta iniciativa prospere, porque los sectores de privilegio ofrecen mucha resistencia.

Otro avance: el cupo para la población travesti y trans en la administración pública nacional y la posibilidad de que esto se replique en otras instancias estatales.

Nuestra próxima gran batalla es la creación de un sistema igualitario de cuidados que vaya a la raíz de la desigualdad entre los géneros. Hoy los cuidados son sin dudas una de las políticas estratégicas del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. Pero no se trata sólo de una agenda de género, sino también de justicia social. La pandemia dejó al descubierto la vulnerabilidad preexistente en relación a la injusta organización social de los cuidados, y la intensificó.

Fuimos las mujeres quienes garantizamos las medidas de resolución de esta crisis, gracias a nuestra sobrecarga física y mental. Las cifras que arrojan los organismos internacionales en materia de pobreza nos hablan de cómo la crisis económica planetaria que estamos atravesando impacta de manera diferenciada a las mujeres. La feminización e infantilización de la pobreza está íntimamente vinculada con este escenario, y es por eso que hoy los cuidados están en el centro de las políticas públicas. Este cimbronazo nos dio la oportunidad de repensar cómo construir vidas sostenibles, dignas de ser vividas. Los feminismos vienen alertando y visibilizando lo que hoy está a la vista de todxs. Es hoy, es ahora, es el momento para librar nuevas batallas que transformen un paradigma que ya está obsoleto.

Sabemos que todavía falta mucho, los femicidios no paran, los números que vemos tienen atrás historias de vida rotas, la violencia por motivos de género se profundizó con la pandemia. Hoy hay una sociedad que no tolera más esta situación, que sigue gritando Ni una Menos. Hoy nos falta Tehuel. Repito, nos falta Tehuel. Y lo vamos a seguir denunciando, y vamos a seguir reclamando hasta que Ni una menos sea una realidad efectiva.

author: Celeste Abrevaya

Celeste Abrevaya

Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, especialista en Políticas del Cuidado con perspectiva de género por CLACSO y Diplomada en Género y Movimientos feministas (FFyL).

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