Va un testimonio en primera persona de un joven que como tantos otros miles asistió al evento que el gobierno porteño promocionó como una gran oportunidad para conseguir empleo, pero que terminó siendo una nueva puesta en escena. No lo entrevistó ni una empresa y ni siquiera le dejaron usar la red inalámbrica del predio.
Los piquetes nacieron a mediados de la década del noventa para visibilizar el derrumbe social que se cristalizaría a finales de 2001. Durante el kircherismo, disminuyeron, pero ahora vuelven a irrumpir con la fuerza de un descontento social ascendente. El autor habla de un síntoma de nuestra sociedad, y problematiza el rol del Estado. ¿Descomprime el conflicto o lo reprime?