Cuando un poder se involucra para dirimir un conflicto que no le compete, lo que rifa es su hipotético prestigio. La Corte Suprema de Justicia de la Nación viene jugando a la política, en sintonía con los intereses del poder económico, y con el fallo de hoy, en apoyo a Larreta, dio un paso que no tiene vuelta atrás y pone en jaque el consenso democrático.