El Flaco está parado y observa, a través del amplio ventanal de la Casa Rosada, la Plaza de Mayo, la misma que en 1810 cruzaron Castelli, Moreno, Martín Rodríguez y un grupo de exaltados para exigirle al Virrey Cisneros que llame a Cabildo Abierto. También es la Plaza de las Madres que con valentía comenzaron sus rondas en 1977, plena dictadura cívico-militar, para pedir por sus hijos desaparecidos por el brutal Terrorismo de Estado, impuesto desde marzo de 1976.

 Y el Flaco no lo sabía, pero era la misma plaza histórica en la que el pueblo argentino, una década más adelante, sería escenario de la despedida que multitud le ofrecería de manera emocionada, el 9 de diciembre de 2015, a  su compañera de vida, Cristina Fernández, tras dos gobiernos, odiados por el establishment económico financiero, por el buitrismo argentino, y por una parte rancia y antiperonista de la sociedad argentina.

El Flaco es Néstor Carlos Kirchner, el gobernador patagónico que, por una carambola de la historia política de este país, asumió la presidencia de la Nación el 25 de mayo de 2003. Y ahí estaba una tarde de mayo de 2004, pensando en no defraudar al pueblo argentino.

Esta columna cuenta de una de las grandes gestas del gobierno de Néstor Kirchner.

Durante aquel iniciático 2003 el establishment local le presentó un pliego de medidas y el gran diario argentino comenzó a divulgar que sería un presidente de transición, que duraría solo un año; buscaban como siempre condicionarlo. En su discurso de asunción, el Flaco diría que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, que daría pelea; sería, entonces, coherente con sus palabras.

Los muertos no pagan

En los últimos meses de 2004 Néstor Kirchner madura una idea que venía elaborando y en conversaciones permanentes con su ministro de economía: un pragmático, un peronista paladar negro. Porteño de nacimiento, pero con mucha calle, su infancia está marcada por su mudanza a Morón, que lo hace crecer en otro ambiente, más salvaje y conurbanero. Roberto Lavagna había sido secretario de Industria de Raúl Alfonsín y también será clave en esta gesta nestorista.

“Los muertos no pagan” habría dicho Kirchner, para que escuche Bush hijo, el Fondo y su buitrismo financiero. La idea a los acreedores internacionales tras el default tras el quiebre argentino de 2001- porque hay que contar sin eufemismos que la Argentina de 2002 y los años siguientes es el de un país quebrado, con fábricas cerradas, asambleas callejeras, provincias en la que las escuelas no abrían, y con índices de desocupación y miseria que ofendían la historia del país-, la posición política era “no vamos a prestarnos a un mayor ajuste que caiga sobre las espaldas de los argentinos y argentinas, y para ello primero tenemos que desendeudarnos”.

Moreno y Álvarez Thomas contra el coloniaje

Creemos desde este espacio y quien escribe, que la historia argentina merece ser revisada, no por jactancia intelectual, sino para generar una conciencia histórica nacional, aún en tiempos de trasnacionalización y fagocitación, de la cultura y los colores locales.

Haciendo memoria, en 1810 surgió el primer proyecto de Nación, en aquellos tiempos de las Provincias Unidas del Sur, el vocal y más jacobino de nuestra junta, Mariano Moreno redactó el Plan de Operaciones, el documento político más importante de los revolucionarios de mayo. Está en discusión si la parte económica la escribió el propio Moreno o Manuel Belgrano, pero más allá de la autoría, hay que prestarle atención a estas líneas:

“Todas las naciones que en los apuros de sus rentas han probado el arbitrio de los empréstitos y todas han conocido a su propia costa que es un recurso miserable con que se consuman los males que se intentaban remediar”. Luego se aclama que “guardese de cree que con este medio (empréstitos) pueda salir de los apuros que lo aflijan”, y para cerrar la idea, se dispara que “el país será feliz contando con recursos efectivos y propios que aseguren interior y exteriormente su tranquilidad”.

Es decir, el proyecto económico de los patriotas de mayo ya vislumbró la necesidad de generar recursos propios antes de empréstitos que acrecentarían los males que vienen a solucionar. Si continuáramos podríamos observar que estos recursos internos vendrían de la industrialización, otra materia insoslayable para el verdadero desarrollo argentino.

Como vemos el liberalismo de inicios del siglo XIX, tenía poco que ver con los liberales de siglo XX, y menos con los del XXI. Estaba allí la fórmula que no quisieron leer ni comprender, y menos practicar.

Una más histórica, en septiembre de 1815, a menos de un año de nuestra independencia en Tucumán, Ignacio Álvarez Thomas que desde el Directorio ostentaba el Poder Ejecutivo de aquel entonces; envió un manuscrito al administrador de la Aduana de Buenos Aires para que se forme una Junta de Observación, en función de conciliar medidas que favorezcan el desarrollo de la industria y las cuentas internas. Sin embargo, se encontró con una llamativa respuesta desde la Aduana Taylor. Ya en estos lares del sur estaba forma The British Comercial Room, la sala de comercio británica que se reunían desde 1811 en la casa de Clark la viuda del marino Taylor. Y le respondieron que era prácticamente imposible que se fijaran medidas desde el gobierno central (El Directorio en aquel entonces), “ya que la Aduana tenía economía propia”.

Por supuesto que no había posibilidad de aplicar aranceles a las manufacturas inglesas importadas hacia Buenos Aires. De comienzos de nuestra historia como Nación el liberalismo del siglo XIX, y el neoliberalismo de principios del XXI, ya jugaba sus cartas en favor no de un desarrollo nacional, sino de un estatuto legal del coloniaje, en términos jauretcheanos.

Veamos la respuesta del neoliberalismo vernáculo a Néstor Kirchner.

Lavagna, Néstor y el rol del Banco Central.

Los virreyes del FMI y la “autarquía” del BCRA

Los que narran aquella página iluminada de nuestra historia nacional económica, apuntan que en el 2005 Kirchner estaba convencido, e iba a jugar fuerte con esa idea disruptiva. El país no puede vivir en la deuda eterna, hay que desendeudar a la Argentina. El FMI como prestamista de última instancia pretendía dirigir la economía y condicionar el rumbo, lo hacían personas que por supuesto no habían sido votadas.

Ahí estaba la “misión del FMI”, Teresa Ter-Minassian, italiana que confeccionaba su ropa, y el indio Anoop Singh que empilchaba costoso y elegante, y que venía siempre a comer un buen bife argentino, con un vino. Bife y vino que sus políticas de ajuste y recesión provocaban que un laburante de nuestra patria no pudiera ni pasarle de cerca.

Kirchner era un convencido que había que sacarse de encima la Fondo, y que el país no podía más estar con la ñata contra el vidrio como dice el tango.  Había que terminar con estos virreyes, y el acatamiento de órdenes cotidianas.

Durante todo el año 2000, la dupla Kirchner- Lavagna preparó la jugada junto a Guillermo Nielsen, e inicialmente el Presidente del Banco Central, quien empieza a recular, Alfonso Prat Gay. Otro porteño muy capaz, elegido por Eduardo Duhalde, licenciado en Economía en la Universidad Católica Argentina (UCA), pero con un perfil ideológico diferente. Tal vez sus intereses en la empresa Tilton Capital, con sucursales en Buenos Aires y Londres, y su maestría en la Universidad de Pensilvania, pueden explicar la diferencia.

Kirchner quiere pagar la deuda externa, con la libre disponibilidad de las reservas tras conseguir una de las quitas más grandes de la historia. Las reservas del Banco Central serían utilizadas porque para Kirchner eran parte del trabajo, de lo producido por los y las compatriotas de Ushuaia a la Quiaca. Se pelea con Prat Gay, quien considera que el BCRA era autónomo, independiente; como se dijo unas líneas más arriba, en 1815 consideraban a la Aduana Taylor independiente del poder central.

¿Quién podía creer que este axioma no era ideológico y en función de los intereses particulares de un sector favorecido por ganancias y retorno con el endeudamiento externo? Un Banco Central autárquico de las necesidades y requerimientos de la Nación, la casa que regula la vida monetaria del país, era independiente.

Prat Gay volverá a ser ministro durante el gobierno de Mauricio Macri, practicará el clásico ajuste, renunciará y el propio Macri en 2018 volverá a negociar con el FMI, para contraer deuda. Abrirá una nueva etapa de endeudamiento externo del país. Etapa de endeudamiento que continúa con Javier Milei y el actual ministro de Economía Luis Caputo, quien además trabajó como Presidente del Banco Central con Mauricio Macri. Nombres que se cruzan y quien sabe podrían ser parte de intereses locales aliados al capital extranjero de aquella antigua Sala de Comercio Británica.

“Hay que desintervenir el Banco Central”, dijo una tarde Kirchner, sentado en su despacho frente a algunos miembros de su gabinete. Para el Flaco la institución estaba intervenida por los poderes foráneos, o aquellos locales aliados al capital extranjero.

En septiembre de 2004 por estar en disidencia con una de las medidas fundamentales del primer gobierno kirchnerista, Alfonso Prat Gay dejó la Presidencia del Banco Central.

Como vemos, casi 200 años después, los mismos intereses boicoteaban una salida nacional, en favor de la clase dominante aliada al capital extranjero. Kirchner pareció entender aquello que escribieron productores desde Cochabamba a Tucumán, pasando de Mendoza a Córdoba, desde el interior profundo, en 1816, cuando se pensaban medidas económicas, entre ellas desendeudamiento y proteccionismo para “contener los males que atacan a la prosperidad del país y la fortuna de sus hijos”.

La contracumbre

La Contracumbre en Mar del Plata se transformó en la oposición de mandatarios populares con apoyo de organizaciones sociales y dirigentes de la centroizquierda contra las políticas ya caducas del Consenso de Washington y el neoliberalismo en la región. El acontecimiento fue clave para comprender desde los primeros días de noviembre que la Argentina no estaba sola, y que tal vez habría jefes de Estado dispuesto a jugar en bloque contra los poderes y una parte del capital extranjero.

Chávez y Diego, figuras centrales de la contracumbre de Mar del Plata, en 2005.

El 13 de noviembre de 2005 Lula Da Silva anunciaba el pago de la deuda externa, junto a Kirchner y las posiciones contra hegemónicas de Hugo Chávez comenzaban a levantar voz en América Latina contra lo que había sido una larga década de políticas neoliberales que habían conducido a una crisis sistémica. Es así que, dos días después Kirchner hizo lo suyo en el marco del Plan de desendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, y por mandato popular y comprensión histórica, expresó: “En el día de la fecha, hemos tomado las decisiones institucionales que nos permiten destinar nuestras reservas de libre disponibilidad al pago de la deuda total con el Fondo Monetario Internacional. Hace 50 años que viene siendo motivo de nuestros desvelos”.

Memoria histórica, kirchnerismo y peronismo

El pasado 3 de enero se cumplen, entonces, 19 años de una medida transformadora, el pago de 9.810 millones de dólares, que correspondían a vencimientos del 2006 y 2007, que dejaron abierto el pago ha realizarse en 2008, (que finalmente se realizó durante el gobierno de Cristina Fernández).

Valga hacer memoria histórica, para aquellos de andan exigiendo peronismo y argumentan que el kirchnerismo no fue peronismo. Recordamos esta medida de soberanía política, independencia económica y justicia social, (las tres banderas estratégicas esgrimidas por el mismísimo Juan Domingo Perón), ya que sobre el pueblo trabajador no caería la pesada carga de los ajustes propuestos por el FMI, que ya sabemos que ni antes, ni mucho menos ahora paga la casta.

Aquel primer gobierno kirchnerista y para el autor de esta columna los siguientes de Cristina Fernández, dieron fieles muestras de peronismo. Néstor primero y la continuidad de Cristina, estaban en línea con aquella independencia económica declarada por Juan Domingo Perón en Tucumán el 9 de julio de 1947, también trayendo al fondo de los tiempos aquel escrito de Mariano Moreno, y la necesidad de generar recursos propios y escapar de los empréstitos.