Aunque nos parezca extraño, en sus cortos 208 años de vida independiente, la República Argentina ha entrado en guerra al menos una vez con todos sus vecinos limítrofes: Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia. Pero hay una excepción: Chile.

Nuestro país nunca ha entrado en guerra con Chile. Es más: han sido aliados dos veces; la primera vez contra el Reino de España, durante las guerras que siguieron a las declaraciones de independencia de ambos países. Y la segunda fue en 1839, cuando ambos países se unieron para derrotar (nobleza obliga, la victoria fue exclusivamente chilena) a la Confederación peruano-boliviana del Mariscal Santa Cruz.

Es obligatorio decir que en el siglo XX hubo escaramuzas entre ambos países. En 1965 el teniente de carabineros Merino moriría por un disparo realizado por un gendarme argentino en el territorio (argentino) entre ambos países conocido como Laguna del Desierto. En 1978 la Argentina y Chile otra vez estuvieron al punto de ir a una guerra, pero los buenos oficios del Papa Juan Pablo II evitaron la guerra; se sabe que hubo escaramuzas y cruce de disparos en el sur, pero finalmente, y por suerte para todos los involucrados, no hubo guerra. Pero a pesar de que estos dos hechos son quizás los más conocidos, la Argentina y Chile quizás nunca estuvieron tan cerca de ir a la guerra como en la Navidad de 1901.

A fines del siglo XIX, la República Argentina debió enfrentar un conflicto internacional que fue de talo importancia que se estuvo a punto de entrar en guerra más de una vez[1]. La cuestión de límites con Chile no era una situación nueva, este asunto tenía por lo menos ya cincuenta años, pero por lo general el tema no pasaba del ámbito diplomático. Más aún, en 1881 se había firmado un tratado entre ambas naciones que había sido caracterizado como un gran paso hacia la solución definitiva[2], ya que había demarcado, aunque de forma bastante general, la línea de frontera entre los dos países.

Sin embargo, para la Navidad de 1901 el por entonces coronel Pablo Richieri le pedía al presidente Roca la orden de movilizar discretamente tropas a la frontera con el fin de realizar un ataque preventivo y sorpresivo[3]. ¿Cómo habíamos llegado a este punto? Lo que había sucedido era que en la Argentina definitivamente había triunfado un proyecto que implicaba crear una Argentina moderna y esto atentaba contra cualquier intento de integración con el resto de América. Esto sucedía porque para la élite gobernante, crecer como Estado implicaba emular a Europa y vincularse lo más íntimamente posible a Gran Bretaña.

Este modelo de país fue acompañado por una visión ideológica que afirmaba la superioridad de la Nación Argentina por sobre las demás latinoamericanas en términos raciales. Y esta superioridad supuesta, la élite argentina la afirmaba en cierta prosperidad en termino de comercio exterior, y que esta bonanza económica le daba el pie a la Argentina para tener un papel de relevancia en América del Sur[4].

Este discurso fue creciendo en popularidad y llevo a agudizar los conflictos entre Chile y la Argentina, que de un conflicto limítrofe pasó a generar un desarrollo militar y territorial que se terminó transformando en una carrera armamentista en pos de guardar y mantener la paz entre ambos países, pero que, sin embargo, estuvo a punto de generar una guerra entre las dos naciones.

Desde la historiografía se analizan diferentes causas para el agravamiento del conflicto, el tema límites era la menor de ellas. Muchos autores (Braun Menéndez[5], Lacoste[6], Portela[7] y otros) perciben el prestigio y el tema de la hegemonía continental como claves en el conflicto. Recordemos que a finales del siglo XIX las aspiraciones imperiales todavía podían mencionarse en voz alta.

El conflicto con Chile tuvo una gran incidencia en la política argentina. Fue clave en hechos políticos muy importantes de la política doméstica. Uno fue la reelección de Roca, y  de forma indirecta, gracias a la crisis financiera generada por la paz armada, fue la causa de   una grieta que nunca se cerraría entre las propias filas conservadoras que gobernaban al país, división que terminaría llevando a un sector conservador a la ley Sáenz Peña y con ella a la pérdida del poder político en el país. Veamos cómo se desarrolló el conflicto.

El 12 de octubre de 1880 el General Roca asumía como presidente de la Nación, y  al mismo tiempo, Bernardo de Irigoyen era designado como ministro de Relaciones Exteriores. A Roca lo catapultó a la presidencia su gran campaña que incorporó más de 75.000 kilómetros cuadrados al territorio nacional, y el peligro de una guerra con Chile[8].

Las negociaciones con el país trasandino estaban suspendidas por el rechazo de las convenciones Fierro-Sarratea y Montes de Oca-Balmaceda. El status quo se rompería debido a la mediación del gobierno de los Estados Unidos, por medio de la intervención de sus ministros plenipotenciarios en Buenos Aires y Santiago (Thomas Osborn y Thomas A. Osborn). Luego de estos esfuerzos diplomáticos, el gobierno chileno, en junio de 1881, envió al gobierno argentino, las bases de lo que pasó a la historia como el Tratado de Límites de 1881 (ratificado en Buenos Aires el 23 de julio de 1881). En este tratado, Chile reconocía el límite de la Cordillera de los Andes hasta el paralelo 52°S., “por las cumbres más elevadas de dichas cordilleras que dividan las aguas”15. Argentina, cumpliendo el tratado, renunció a la casi totalidad del Estrecho de Magallanes, salvo por la pequeña costa de casi diez kilómetros entre Cabo Vírgenes y Punta Dungeness, así como a los territorios adyacentes a las márgenes de esta ruta marítima. Chile por su parte, reconoció la soberanía argentina sobre la mitad aproximada de Tierra del Fuego, y la mayor parte de la Patagonia[9].

El tratado de 1881 señaló una valiosa conquista en el historial de la disputa sobre los límites. Pero se estaba aún a medio camino de la solución definitiva. Básicamente porque dejaba pendiente la delimitación de la Cordillera de los Andes librado a los peritos, quienes tomaron posiciones diametralmente opuestas: los argentinos (Octavio Pico, Valentín Virasoro, Norberto Quirno Costa y Francisco P. Moreno) se apoyaron en la línea de altas cumbres, lo que los acercaba al Pacífico, mientras que el chileno Barros Arana se sostenía en la divisoria de aguas, que llevaba la línea bien adentro de las llanuras orientales de la Cordillera, dónde nacen los ríos que desembocan en el Pacífico. Ambas interpretaciones tan opuestas darán lugar a discusiones e intensos debates diplomáticos durante los años siguientes, hasta que, en 1893, se suscribe un nuevo pacto o protocolo, entre los ministros Quirno Costa e Isidoro Errázuriz. En este pacto se sostiene lo que algunos autores sostienen fue la piedra angular de la convivencia[10]: se declara que la República Argentina conserva su dominio y soberanía sobre todo el territorio que se extiende al oriente del encadenamiento principal de los Andes, hasta las costas del Atlántico; como Chile el territorio occidental hasta las costas del Pacífico. Así, Chile no podría pretender punto alguno en el Atlántico a la vez que la Argentina no puede efectuar reclamos sobre las costas del Pacífico. Aun cuando el Protocolo de 1893 era explícito[11], se necesitaron otros tres protocolos más, los de 1895, 1896 y 1898 para constituir el arbitraje del gobierno británico y elevar al árbitro la demostración del trabajo de los peritos y el detalle de los puntos en los cuales no había coincidencia y que el árbitro tenía que resolver.

Pero se estaba lejos de una paz definitiva, Tantas idas y vueltas había agotado la paciencia de un sector político y popular en ambos países más orientados a las soluciones drásticas que a las diplomáticas. La presión de la opinión pública había aconsejado, por otra parte, a los gobernantes de ambos Estados que no descuidaran sus medios de ataque y defensa, especialmente en el mar, y, que, a partir de 1898 habría de agudizarse[12].

Es a fines de este mismo año, cuando Julio A. Roca, vuelve a asumir como presidente de la Nación por segunda vez, y, poco antes de asumir Roca afirma que prefiere  la paz, pero que está preparado para la guerra: “Se quiere iniciar para la América el sistema  de la paz armada, que consume a las Naciones europeas, las cuales, como caballeros de la Edad Media, no pueden moverse casi bajo el peso de sus armas (…) soy partidario de la paz, pero que, si contra nuestra voluntad y nuestros propósitos, la guerra viniese, ella no nos tomaría desprevenidos, porque estamos preparados para resistir con éxito toda agresión[13].

En esta búsqueda de la paz, después de vencer escepticismos propios y chilenos, Roca logró reunirse el 15 de febrero de 1899 con el presidente chileno Errázuriz, en el territorio chileno de Punta Arenas, en lo que se denominó el “Abrazo del Estrecho”. Esto sirvió momentáneamente para alejar el fantasma de la guerra.

Es necesario mencionar también en este año la solución lograda sobre el conflicto  limítrofe en la Puna.  

Esta disputa se logró saldar mediante la creación de una conferencia de notables que decidirían sobre el territorio en litigio, y en caso de no ponerse de acuerdo un enviado norteamericano, William Buchanan, quien terminó asignando, de los 75.000 kilómetros cuadrados en disputa, 64.000 a la Argentina y 11.000 a Chile.

Ya para 1900, sin embargo, las relaciones se volvieron a endurecer. En 1901 la cuestión empeoró, se descubrió que el gobierno chileno había estado construyendo caminos en zonas argentinas, a los cuales denominaban “sendas de estudio” [14]. 

Los reclamos hechos por la Cancillería argentina recibieron respuestas dilatorias, hasta que finalmente, el gobierno chileno opuso a las protestas argentinas, la acusación de que un grupo policial argentino había incursionado en territorio chileno. El desacuerdo diplomático se tradujo en la intensificación de la compra de armas, buques y el envío de soldados a la frontera. A medida que pasaba el tiempo, las relaciones con Chile se seguían deteriorando, los caminos chilenos en la Patagonia argentina seguían sin ser explicados, y para peor un cable que se filtró desde Washington, el 3 de noviembre pronosticaba una posible guerra y le agregaba que seguramente, tanto Perú como Bolivia entrarían del lado argentino [15].

Las manifestaciones populares fueron creciendo en ambos países y ambas legaciones sufrieron la rotura de sus vidrios en varias ocasiones y la estatua que en Santiago representaba a Buenos Aires, era mutilada semanalmente[16].

A partir de este momento, diciembre de 1901, las gestiones diplomáticas avanzaban  más lento que los preparativos para la guerra. Se reforzaron las compras de material de guerra por parte de los dos países.. El 30 de noviembre, el diario chileno Nueva República informó la decisión del Parlamento chileno de comprar seis destructores a cualquier precio y a la mayor brevedad[17]. El 7 de diciembre, un decreto movilizaba a la Guardia Nacional Territorial chilena a la vez que en la Argentina, un decreto llamaba a presentarse a las reservas de la Armada de 1878 y 1879 para el 5 de enero de 1902.

El 10 de diciembre, se sancionó la Ley Orgánica del Ejército que establecía por primera vez el servicio militar obligatorio. Esta medida propiciada por el Coronel Pablo Richieri, fue fuertemente criticada por Pellegrini. En el debate en el Senado, el ministro de guerra afirmó que había armamentos para trescientos mil hombres[18].

El 12 de diciembre, el Congreso argentino autoriza, en sesión secreta, al Poder  Ejecutivo a disponer del fondo de conversión para afrontar los gastos de la guerra[19].

Un decreto del 4 de enero de 1902 crea tres divisiones de mar, integradas por acorazados, cruceros, transportes y avisos, y otras cuatro para la defensa del Río de la Plata.

En Italia, se organiza una legión para apoyar a la Argentina. En Estados Unidos se ordena el envío de dos acorazados al Pacífico Sur y uno al Atlántico para salvaguardar los intereses norteamericanos.  

En la Argentina, el desinterés tradicional por la cuestión fronteriza dejó lugar a un movimiento patriótico. La reacción contra Chile se manifiesta en todo el país. Hay voluntarios argentinos y extranjeros que se alistan en todas las provincias existentes en la época y actos públicos en La Plata, Mendoza, Catamarca y Tucumán.

El principal partido opositor, la Unión Cívica Radical, suspende en la emergencia su acción abierta o encubierta contra el gobierno y, el 12 de enero, dirige un manifiesto al pueblo en el que propone deponer las armas y formar una unión sagrada en aras de la seguridad nacional. Los únicos que no acuerdan con el espíritu bélico del momento son los socialistas y anarquistas, que organizan el 15 de enero un mitin pacifista en el cual habló Nicola Repetto[20].

Entretanto, el gobierno chileno no colaboraba con la paz y aunque aceptaba rectificarse sobre esos caminos construidos en territorio argentino, proponía condiciones inaceptables[21] para el gobierno argentino que, ante la insistencia de la Cancillería chilena, se vio obligado a romper las negociaciones, sin que esto implique la ruptura de relaciones.

En Europa tomaron esto como un camino directo hacia la guerra y empezaron a vender los títulos argentinos y poner las letras a oro[22].

Hubo un intento del presidente chileno Riesco, de volver a las negociaciones firmando una propuesta sin las condiciones que la Argentina rechazaba, pero luego de suscribir los borradores el canciller chileno Yáñez, firme defensor de la anterior propuesta, la volvió a agregar al nuevo pacto, la Argentina se terminó retractando y fue acusada por Chile de no cumplir con lo acordado, mientras que el gobierno chileno fue acusado de obrar con mala fe[23].

En vista de esto en la noche del 24 de diciembre de 1901, Richieri, a la sazón ministro de Guerra, fue a pedirle al presidente Roca que le autorice a movilizar las tropas para un ataque preventivo sobre el Estrecho de Magallanes, con tal de que cuando empezaran las hostilidades la Argentina no fuera tomada por sorpresa. Desde el punto de vista militar coincidieron en que debían atacar de inmediato, pero desde el punto de vista político la situación era más complicada de decidir[24]. Roca lo mando a Richieri a consultar con Mitre, una eminencia que siempre ponderaba sobre cualquier asunto importante, y Mitre, siempre a favor de la paz, le dijo a Richieri que hiciese lo que considerase conveniente pero que él creía que el por entonces coronel Richieri, nunca llegaría a general  en una guerra con Chile[25]. La decisión fue aplazada veinticuatro horas porque Roca creía que los chilenos volverían a la negociación, y esto mismo ocurrió el día 25. Chile terminó enviando una nota aclaratoria en la cual desestimaba la controversial propuesta de Yáñez.

Finalmente, el presidente chileno Riesco coincidió con Roca en la necesidad de poner fin a esta peligrosa situación, que además representaba un costo económico excesivo para el tamaño de sus economías. Así, se llegó a los Pactos de Mayo, que incluían tres instrumentos referidos al arbitraje, así como otro que establecía el equilibrio militar, especialmente entre las escuadras de ambos países. Este fue el primer acuerdo internacional de este tipo en el mundo. Los Pactos de Mayo no solo evitaron una guerra entre Argentina y Chile, sino que también sirvieron como marco de contención para superar los conflictos limítrofes en las décadas siguientes.

 

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[1] Gustavo Ferrari, Conflicto y paz con Chile (1898-1903), EUDEBA: 1968, pág 54. 

[2] Joaquín V. Gonzalez, Los tratados de paz de 1902 ante el Congreso. Buenos Aires, Impr. Didot, 1904.  

[3] Armando Braun Menéndez, Mitre y la cuestión de límites argentino-chilena. Buenos Aires, Emecé, 1957, pág, 29

[4] Estanislao Zeballos. [1908-1910]. Diplomacia Desarmada. Buenos Aires, EUDEBA. Prólogo de Gustavo Ferrari. 1974, pág. 35.

[5] Ibid.

[6] Pablo Lacoste, Argentina, Chile y los Pactos de Mayo. (En: Diplomacia. Santiago de Chile nº 91 (abr./jun. 2002) p. 107-136 27 cm.).

[7] Epifanio Portela, Argentina-Chile. Madrid, Est. Tip. Moreno, 1903

[8] Alberto Rizzo Romano. La cuestión de límites con Chile en la zona del Beagle. Buenos Aires, Pleamar, 1967, 24.

[9] Alberto Blancas , La cláusula del Pacífico en los Pactos de Mayo. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires. Centro de Estudios de Derecho Internacional Público, 1933

[10] Juan Jorge Gschwind, La cuestión del Pacífico en los Pactos de Mayo. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires. Centro de Estudios de Derecho Internacional Público, 1933.

[11] Alberto Rizzo Romano. Op. Cít. Pág. 105

[12] Gustavo Ferrari, Conflicto y paz con Chile (1898-1903). Buenos Aires, Eudeba, 1968, pág. 18.

[13] Tribuna, 16 de junio de 1898, reproducido en Huneeus, Jorge, La amistad chileno-argentina. Santiago de Chile, 1908, pág. 43.

[14] Jorge Hunneus, La amistad chileno-argentina. Santiago de Chile, 1908, pág. 88.

[15] Editorial La Prensa 3 de diciembre de 1901

[16] Alfredo Rizzo Romano, op. Cít. Pág. 119

[17] Gustavo Ferrari, op. Cít. Pág. 42

[18] Joaquín V González. Política Internacionalop. Cít. Pág. 221.

[19] Alfredo Rizzo Romano, op. Cít. Pág. 123.

[20] Juan Jorge Gschwind, op. Cít. Pág. 46.

[21] Joaquín V González. Política Internacionalop. Cít. Pág. 224.

[22] Natalio Jerónimo Pisano, Joaquín V. González y las relaciones argentino-chilenas. Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación, 1985, 236.

[23] Epifanio Portela, Argentina-Chile. Madrid, Est. Tip. Moreno, 1903, 192.

[24] Joaquín V González. Política Internacionalop. Cít. Pág. 227.

[25] Armando Braun Menéndez, op. Cít. Pág. 49.