La juventud, y rebelión como clima de época
Canciones de los Beatles, las chicas en minifalda, el pelo largo en los varones, la imaginación al poder del mayo francés, la juventud que toma la Sorbona (la universidad parisina por excelencia), y se rebela frente a las autoridades pacatas y autoritarias. Los Rolling Stones y el movimiento hippie, (anticapitalista y anti guerra de Vietnam), son algunos de los hechos que forjaron la cultura juvenil. El asesinato de Ernesto “Che” Guevara a manos de la CIA y la Revolución Cubana también ejercieron una fuerte influencia en la generación joven latinoamericana de aquella época. Por esos tiempos de ilusiones, la juventud se comprometió a cambiar el mundo; los finales de los 60 fueron una etapa de militancia y compromiso político.
La Argentina de la década del 60 se estaba “degenerando” para las Fuerzas Armadas, y tras el golpe de Estado de 1966, se instaló una junta de comandantes, cuyo presidente era Juan Carlos Onganía. Fue un gobierno reaccionario, clerical y represivo en lo político y social, pero liberal en lo económico, autodenominado “Revolución Argentina”. El ministro de economía Adalbert Krieger Vasena, de la familia que reprimió a sangre y fuego a los obreros por un reclamo laboral en 1919, aplicó un plan ya conocido en la Argentina, y de efectos muy negativos para los y las trabajadores. La derecha argentina tiene ejemplos de ser conservador en lo político y social, pero liberal en lo económico, lo que marca una característica, una expresión liberal-conservadora. Una fórmula de a Dios rogando, y con el maso dando, y como si fuera poco un plan clásico de ajuste.
Un clásico argento, ajuste y represión
Krieger Vasena devaluó la moneda un 40%, incrementó las tarifas públicas, dejó cesante las paritarias y congeló los salarios, un esquema netamente regresivo para las clases populares. A la proscripción del peronismo, se suma la convulsión social, que se profundizó como una olla a presión a partir de estos hechos.
Durante mayo de 1969, las protestas y movilizaciones se hicieron sentir en Corrientes; el 15 de mes la policía reprimió a un grupo de estudiantes y un policía asesinó con un disparo al estudiante Juan José Cabral. Surgió una protesta a partir de este hecho en Rosario, y el uniformado Juan Agustín Lescano disparó y mató a Adolfo Bello, de tan solo 22 años. Esto provocó una nueva manifestación, y el enfrentamiento con la policía que arrojó como saldo la muerte de otro joven, esta vez de 15 años, el aprendiz metalúrgico Luis Norberto Blanco. Una muchedumbre, los días siguientes al 22 de mayo, ganó la calle, y la ciudad de Rosario se convirtió en un polvorín, en lo que se denominó el Rosariazo.
Se trató del antecedente del Cordobazo.
Onganía se negaba a reabrir las paritarias y dar un aumento salarial desde 1967, y la CGT dividida, en una fracción más combativa, denominada CGT de los Argentinos, acordó con el sector más moderado, la CGT Azopardo, y juntas llamaron a un paro general para el 30 de mayo. La importancia de la Confederación General del Trabajo, estaba dada por el marco de un país industrializado, muy diferente a la atomización laboral y precarización del presente, en la que la economía popular fomenta otro tipo de organizaciones, nuecleada, por ejemplo, en la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular).
Córdoba, la rebelde con causa
Es llamativo: la provincia había estado a la vanguardia de la también autodenominada “Revolución Libertadora” (en 1955), la recorría un fuerte sesgo antiperonista, con una clase media ilustrada, “la docta”, y de resquemor antiporteño. Sin embargo desde las automotrices SITRAC y SITRAM, se forjó una clase obrera calificada, movilizada, y guiados también por una nueva clase de dirigentes, de tendencia de izquierda y combativa. Entre mates, galletas, y charlas, muy temprano a la mañana, o de madrugada, surgen las figuras de René Salamanca, Atilio “El Negro” López y “El Gringo” Agustín Tosco del sindicato Luz y Fuerza, quien en declaraciones públicas, así relataba los hechos que forjarían una jornada histórica.
“El día 29 de mayo amanece tenso. Algunos sindicatos comienzan a abandonar las fábricas antes de las 11 horas. A esa hora el gobierno dispone que el transporte abandone el casco céntrico. Los trabajadores de Luz y Fuerza de la Administración Central pretenden organizar un acto a la altura de Rioja y General Paz y son atacados con bombas de gases”.
Durante aquel día el gobierno provincial militarizó las calles, e impidió el avance de las columnas obreras, y esto desembocó en una insurrección popular. La policía en las calles fue desbordada, el gobierno declaró el Estado de Sitio, y la lucha se concentró en el barrio Clínicas, con una ciudad a oscuras, al anochecer, porque el sindicato de luz y fuerza había cortado la luz.
Legado de lucha y un presente con deudas
La historiadora de la Universidad Nacional de Córdoba, Mónica Gordillo, aportó también en declaraciones públicas, que el Cordobazo es un símbolo de la movilización popular y la lucha colectiva frente a las injusticias.
Para quien escribe, en tiempos donde prima el discurso individualista y el “salvate sólo”, “no te metas”, o el “nada va cambiar”, es un buen faro esta rebelión que hoy recordamos. Al principio de esta nota dimos cuenta de un contexto de rebelión y de la juventud participando en política, de un clima de época de ebullición cultural y social. Pero, ¿Qué ocurre en estos tiempos?, ¿Será que la metafísica actual de la cultura juvenil no es la rebeldía?
Además, ¿qué ocurre con nuestros dirigentes sindicales? Aún en tiempos diferentes, vivimos en una democracia, incomparable frente a la represión del Onganiato, pero, ¿cuánto hace que desde las oficinas de Azopardo 826 no se promueve un paro general a la vieja usanza? ¿Cómo recuperar una tradición contestaria en la dirección de algunos sectores del sindicalismo, perdido en la burocracia, en la administración de lo posible?
En el famoso debate televisivo entre José Rucci, y Agustín Tosco, este último decía que “la burocracia sindical es el ejercicio de los cargos sindicales, con el criterio de reducir todo el sindicalismo a la tarea de administrar desde posiciones de poder los beneficios sociales (…) Es decir no asumir la lucha del movimiento obrero como factor para la liberación nacional…”
Tal vez para esto recordamos el Cordobazo, para arrimarnos a algunas certezas, algunas respuestas, pero también para continuar preguntándonos sobre continuidades y rupturas de aquel pasado de lucha obrera y juventud activa.