Crédito foto: Infobae.
Clarín cruzó un nuevo límite en su confrontación con Cristina, al publicar su domicilio particular como uno de los puntos de convocatoria de la concentración opositora al gobierno popular del domingo 12 de octubre. No importa que el punto de la convocatoria sea real, de parte de quienes convocan a la manifestación opositora –y no dan la cara-: el medio tiene una responsabilidad en lo social y no debería publicar esa información.
Se trata de un claro llamado a ejercer la violencia de parte de un sector de la población en contra de la dirigente cuyo pecado fue gobernar para las mayorías y los intereses de la Nación, y perjudicarle los intereses –solo un poco- a los sectores más poderosos del país para poder avanzar con las políticas redistributivas e inclusivas. No importa que las causas por corrupción que le tiraron por la cabeza desde Comodoro Py se estén cayendo a pedazos, una detrás de la otra, ni tampoco que la ex dos veces presidenta sea hoy la número dos de un gobierno que ganó las elecciones en primera vuelta.
Nada importa, porque por lo menos desde 2014, cuando la entonces oposición entendió que las presidenciales del año siguiente podían ser la gran oportunidad para acceder al poder público, encendieron la máquina de la difamación, la mentira y el odio para lograr sus objetivos, como sucedió en otros países de la región, junto a sectores del poder judicial y el sistema de medios masivos. Luego, cuando fueron gobierno, intentaron aniquilar a Cristina, con prácticas mafiosas y no lo lograron.
La fractura social y el discurso del odio sigue siendo la estrategia de estos sectores profundamente antidemocráticos. El mismo Macri, que luego de las marchas, por la noche, apareció en TN junto a Morales Solá para decir, entre otras barbaridades, que Cristina tiene secuestrado al peronismo, con la clara intención de quebrarlo. Se le ven los hilos al hijo de Franco.
La antipolítica es el camino que eligen quienes fracasan en el terreno de la política.
Fue justamente la militancia y dirigencia de los espacios que conforman el Frente de Todos, con el kirchnerismo a la cabeza, quienes recuperaron el gobierno en primera vuelta, luego de hacer política en el territorio, junto a los y las agredidas por el neoliberalismo salvaje encarnado por Cambiemos. Política en la calle y también hacia el interior del movimiento, que se expresó con toda claridad cuando Cristina, en los festejos de la noche que se ganó las elecciones generales, dijo que el peronismo no podía volver a dividirse porque el resultado de aquello era el retroceso atroz de Macri.
La política es la herramienta que utiliza hoy el gobierno para implementar, en el marco de la pandemia, un Estado presente en materia sanitaria y en especial, económica, con asistencia para millones de compatriotas. Es el Estado que interviene en el conflicto de la toma de tierras de Guernica, el que ampila derechos de la población travesti y trans, el que volvió a ofrecer gratis los medicamentos para los y las jubiladas, la administración que trabaja de manera incansable para poner al país de pie, luego del daño que realizó el gobierno de Cambiemos con su política económica especulativa y la macabra creación de un aparato estatal para realizar inteligencia interior, por ejemplo, contra los familiares de las victimas del hundimiento del ARA San Juan.
El eje ordenador de gobierno popular es el fomento de la producción, el trabajo y la inclusión. Por eso la política de desendeudamiento, que ya dejó atrás a los acreedores privados y ahora espera al FMI, el llamado a edificar un pacto social con los distintos sectores del capital y el trabajo, el diálogo constructivo con el Consejo Agroindustrial, que reúne a todos los actores del agro y la industria con capacidad de mover la economía.
El instrumento para seguir avanzando, a pesar de los ataques mafiosos de la oposición y el aliento de los medios, es la política, en los barrios, las universidades, los lugares de trabajo, junto a todos los sectores que lo que quieren es trabajar, ahorrar, mejorar su calidad de vida, como sucedió en gran medida, para una parte mayoritaria de la población, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Es clave, también, pasa por sostener la unidad, que el poder real intenta quebrar por todos los medios. Por eso es tan importante que la dirigencia del frente de todos haga público su repudio a la jugada mafiosa de Clarín y los delirios y mentiras de Macri.
La diputa por el relato, por el sentido común, la subjetividad, por último, se construye con apuestas como la del sindicalista Víctor Santamaría, y su Grupo Octubre, que el 17 de octubre –qué fechita eligió- lanza un nuevo medio de comunicación, ahora en televisión, con algunos nombres resonantes, una buena campaña de marketing y la promesa de un periodismo serio, honesto. Crear medios propios y pensar en un sistema de difusión y propaganda que informen con honestidad pero en defensa de los intereses de las mayorías, debería ser una estrategia a largo plazo, para que Clarín nos importe todos los días un poco menos.
Clarín cruzó un nuevo límite en su confrontación con Cristina, al publicar su domicilio particular como uno de los puntos de convocatoria de la concentración opositora al gobierno popular del domingo 12 de octubre. No importa que el punto de la convocatoria sea real, de parte de quienes convocan a la manifestación opositora –y no dan la cara-: el medio tiene una responsabilidad en lo social y no debería publicar esa información.
Se trata de un claro llamado a ejercer la violencia de parte de un sector de la población en contra de la dirigente cuyo pecado fue gobernar para las mayorías y los intereses de la Nación, y perjudicarle los intereses –solo un poco- a los sectores más poderosos del país para poder avanzar con las políticas redistributivas e inclusivas. No importa que las causas por corrupción que le tiraron por la cabeza desde Comodoro Py se estén cayendo a pedazos, una detrás de la otra, ni tampoco que la ex dos veces presidenta sea hoy la número dos de un gobierno que ganó las elecciones en primera vuelta.
Nada importa, porque por lo menos desde 2014, cuando la entonces oposición entendió que las presidenciales del año siguiente podían ser la gran oportunidad para acceder al poder público, encendieron la máquina de la difamación, la mentira y el odio para lograr sus objetivos, como sucedió en otros países de la región, junto a sectores del poder judicial y el sistema de medios masivos. Luego, cuando fueron gobierno, intentaron aniquilar a Cristina, con prácticas mafiosas y no lo lograron.
La fractura social y el discurso del odio sigue siendo la estrategia de estos sectores profundamente antidemocráticos. El mismo Macri, que luego de las marchas, por la noche, apareció en TN junto a Morales Solá para decir, entre otras barbaridades, que Cristina tiene secuestrado al peronismo, con la clara intención de quebrarlo. Se le ven los hilos al hijo de Franco.
La antipolítica es el camino que eligen quienes fracasan en el terreno de la política.
Fue justamente la militancia y dirigencia de los espacios que conforman el Frente de Todos, con el kirchnerismo a la cabeza, quienes recuperaron el gobierno en primera vuelta, luego de hacer política en el territorio, junto a los y las agredidas por el neoliberalismo salvaje encarnado por Cambiemos. Política en la calle y también hacia el interior del movimiento, que se expresó con toda claridad cuando Cristina, en los festejos de la noche que se ganó las elecciones generales, dijo que el peronismo no podía volver a dividirse porque el resultado de aquello era el retroceso atroz de Macri.
La política es la herramienta que utiliza hoy el gobierno para implementar, en el marco de la pandemia, un Estado presente en materia sanitaria y en especial, económica, con asistencia para millones de compatriotas. Es el Estado que interviene en el conflicto de la toma de tierras de Guernica, el que ampila derechos de la población travesti y trans, el que volvió a ofrecer gratis los medicamentos para los y las jubiladas, la administración que trabaja de manera incansable para poner al país de pie, luego del daño que realizó el gobierno de Cambiemos con su política económica especulativa y la macabra creación de un aparato estatal para realizar inteligencia interior, por ejemplo, contra los familiares de las victimas del hundimiento del ARA San Juan.
El eje ordenador de gobierno popular es el fomento de la producción, el trabajo y la inclusión. Por eso la política de desendeudamiento, que ya dejó atrás a los acreedores privados y ahora espera al FMI, el llamado a edificar un pacto social con los distintos sectores del capital y el trabajo, el diálogo constructivo con el Consejo Agroindustrial, que reúne a todos los actores del agro y la industria con capacidad de mover la economía.
El instrumento para seguir avanzando, a pesar de los ataques mafiosos de la oposición y el aliento de los medios, es la política, en los barrios, las universidades, los lugares de trabajo, junto a todos los sectores que lo que quieren es trabajar, ahorrar, mejorar su calidad de vida, como sucedió en gran medida, para una parte mayoritaria de la población, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Es clave, también, pasa por sostener la unidad, que el poder real intenta quebrar por todos los medios. Por eso es tan importante que la dirigencia del frente de todos haga público su repudio a la jugada mafiosa de Clarín y los delirios y mentiras de Macri.
La diputa por el relato, por el sentido común, la subjetividad, por último, se construye con apuestas como la del sindicalista Víctor Santamaría, y su Grupo Octubre, que el 17 de octubre –qué fechita eligió- lanza un nuevo medio de comunicación, ahora en televisión, con algunos nombres resonantes, una buena campaña de marketing y la promesa de un periodismo serio, honesto. Crear medios propios y pensar en un sistema de difusión y propaganda que informen con honestidad pero en defensa de los intereses de las mayorías, debería ser una estrategia a largo plazo, para que Clarín nos importe todos los días un poco menos.