Por Rocío Bilbao
Ya no quedan dudas: el movimiento de mujeres es un actor político, y de los más disruptivos de la historia contemporánea de nuestro país. Y si el feminismo (o mejor dicho, los feminismos) son capaces, como ninguna otra fuerza, de ir a fondo en el cuestionamiento de las estructuras sobre las que se sostiene el status quo patriarcal, la discusión del aborto puso en jaque muchos de los clivajes clásicos sobre los que se edificó la política nacional en el último siglo.
En efecto, el debate sobre la ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE) parece echar por tierra viejos y paradójicos alineamientos. Así, conservadurismo-liberal es un sintagma de por sí contradictorio, al menos para los cánones decimonónicos. Pero sin dudas resultó efectivo para caracterizar el sistema de alianzas de las elites políticas nacionales. Conservadores en lo político-cultural, liberales en lo económico, los sectores dominantes locales se constituyeron de un lado de la grieta opuesto a todo proyecto que, con sus marchas y contramarchas, desde el radicalismo yrigoyenista hasta la indeleble marca del peronismo, podrían caracterizarse de nacional-popular.
Y como una interminable sucesión de mamushkas, esta primera división abre la puerta a otro clivaje estructural: el de los regionalismos. Buenos Aires y el interior. El norte y el sur. La Argentina que le presta atención al afuera, cosmopolita y europeizante, y que mira de soslayo al provincialismo y a las expresiones de la cultura popular, a las que reduce como un folklore pintoresco para turistas.
En parte, eso fue lo que estalló por los aires en las históricas jornadas del 13 y 14 de junio pasado. Y si hace algunos años ya que ciertos ismos (liberalismo, conservadursimo, progresismo, izquierda o derecha) no son suficientes para explicar los acontecimientos sociales y políticos de estas latitudes; las lágrimas y el puño en alto de Lospenato y las coincidencias entre Ginés y Rubinstein; las referencias a Alem y a Yrigoyen tanto para defender la dignidad de la vida como la clandestinidad del aborto; o la citas a Evita para la conquista de los derechos de la mujer o mantenerla como ciudadana de segunda, terminaron por eclosionar lo que ya resultaba vetusto.
La imagen y la iniciativa parlamentaria que se votará en el Senado pertenecen a la Campaña Nacional por el Aborto Legal.
¿Y entonces?
El inminente debate en el Senado refuerza todas estas contradicciones, y entonces la política desborda. Fascinante, necesaria, imprevisible.
Dice Gabriel Vomaro que la explicación de las alianzas parlamentarias en torno a la IVE no debe buscarse en clave partidaria, sino más bien en torno al tándem progresismo laico/conservadurismo clerical. Y es aquí donde aparece este gran actor político de la vida nacional, que se mantuvo en relativa pasividad durante el debate en diputados, pero que ante la posible y no lejana la sanción en senadores, emergió como una sombra que arrasa contra toda laicidad democrática constitucionalmente consagrada: la Iglesia Católica.
“Iglesia y Estado, asunto separado”, parece más un anhelo o el lema de la próxima batalla, que un dato necesario de la democracia moderna nacional. La iglesia se aferró a las bancas de los senadores con crucifijos y dientes y, Santa Sede nodriza mediante, amenazó con excomunión, denunció y expuso en homilías a los legisladores, despidió docentes de sus escuelas y sancionó y expulsó alumnxs de sus aulas por pronunciarse a favor de la legalización del aborto. Hasta se vio un desfile militar de niños y niñas de una escuela confesional en Santiago del Estero, con su paso marcial y sus respectivos pañuelos celestes. No hay que perder el tiempo en metáforas.
Al interior de la alianza gobernante, la heterogeneidad (hasta ahora) bien llevada y electoralmente efectiva de Cambiemos, pareció encontrar su tensión más notoria. El PRO junto a sus aliados fue el bloque que más votos aportó para el no a la legalización del aborto, pero también fue desde sus bancas y en nombre de la República y la defensa de las libertades individuales, que más se chicaneó a los antiderechos de las filas propias que las ajenas.
Los antiderechos se auto adjudican el derecho a la vida.
En esta clave se lee el accionar del único hombre de “Las Sororas”, el diputado nacional del PRO por la CABA, Daniel Lipovetzky. Pero en esta tensión también se explica la bochornosa intervención de Elisa Carrió, diputada nacional por el mismo distrito, quien casi al final de la maratónica sesión, entre anteojos negros y dicción errática, amenazaba con la ruptura del bloque. ¿Teatro? Sí. Una clara puesta en escena para el electorado más reaccionario de Cambiemos que, ya extraviado por el envío presidencial de la ley al recinto, ahora encontraba entre sus filas diputados que promueven su media sanción. “Tranquilo chicos, yo me ocupo”, dijo. Y se fue, cual vedette en decadencia.
Pero lo clerical no es solo conservador y de derecha. También es popular. Y desde posiciones muy lejanas al conservadurismo oligarca o al oscurantismo de los príncipes de la Iglesia, se escucharon argumentos que oscilaron entre raras conspiraciones del Fondo Monetario Internacional, y un Humanismo de dudosa interpretación. Y ante el abrazo plural interbloque en favor de la vida y derechos de las mujeres, no faltó el “mansplaining” del campo nacional que quiso deslegitimar la pelea por el aborto legal, seguro y gratuito como una causa del progresismo bobo y el liberalismo entregador. No hay remate.
No obstante, hay que concederle un atisbo de veracidad a una parte de ese argumento. No hay bandera más liberal que la del derecho a decidir. El Sujeto del Liberalismo, el que se opone al oscurantismo medieval, es el individuo racional y autónomo, capaz de ser dueño de sí y de legislar sobre uno mismo. Y esa condición de autonomía, esa capacidad de racionalidad, es lo que lo hace semejante al otro. En la lucha por la legalización del aborto, el planteo mi cuerpo, mi decisión, enraiza en esa tradición. Y no está mal. En el Liberalismo, sin prefijos ni sufijos. Sin neo, ni conservador. Liberalismo, puro, a secas. Clásico. Político. Las mujeres peleamos por nuestra autonomía, por nuestra capacidad de elegir, por ser dueñas de nuestro útero y de nosotras mismas.
Otra imagen de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.
Enraiza, pero brota y se expande. Porque el movimiento de mujeres no se queda meramente en el reclamo por el respeto al derecho a decidir, sino que se apunta a las causas sobre las que se estructura las desigualdades sociales, políticas y culturales que convierten esa acción en una ficción, o en un tipo penal. Y en lo que al aborto respecta, hay un dato insoslayable: las que se mueren como consecuencia de la clandestinidad son las mujeres pobres. En consecuencia, el aborto deja al descubierto la cara más violenta y extrema de las desigualdades: las que ponen el cuerpo son las mujeres, las que se mueren son las pobres. Sacar al aborto de las sombras, despojarlo de la moralidad del catolicismo oficial, de los grilletes de la hipocresía y los negociados de la corporación médica, no sólo es un acto humanitario, de salud pública y una acción política necesaria en la construcción colectiva de una Democracia plena. Es, ante todo, un acto de Justicia. Por eso, las mujeres del campo nacional y popular, en el recinto y en las calles, lo sintetizaron claramente: aborto legal es Justicia Social. Todo lo demás son eufemismos.
El poroteo en el senado
A horas del debate en el Senado, los números favorecen a los celestes antiderechos 37 a 31.
La lógica de la imbricación iglesia/territorio parece partir en dos mitades casi perfectas el mapa de la Argentina. Chubut se pinta toda verde, mientras que Salta, Jujuy, Santiago del Estero, San Juan y La Rioja aportan todos votos celestes. Chaco es la isla verde del norte y la cosmopolita y moderna Ciudad de Buenos Aires se tiñe del color del manto de la virgen, con Pinedo a la cabeza y su intento de proyecto-Estado-macho que “se hace cargo y te acompaña”. Y no hay que olvidar que desde las latitudes laicas del sur (Tierra del Fuego y Neuquén) surgieron otros dos proyectos para frenar el de la IVE que venía de Diputados, basados en la falsa dicotomía adopción/aborto. ¿Qué pasará con Tucumán? Y si el hijo del genocida Antonio Domingo Bussi levanta los palos de las banderas pro clandestinidad ¿Alperovich seguirá la tendencia general del NOA? ¿Y Santa Fe? ¿Terminará por teñirse de verde según la lógica progresista que supo acuñar, o triunfará el sin sentido de los Reuteman?
Aborto no reconoce regiones ni disciplinas partidarias. Las mujeres radicales, pese a haber presentado una carta a su comité nacional para que se pronuncie de cara a la sociedad en favor de la legalización, e inste a sus senadoras y senadores del partido a votar en favor la IVE, ven como sólo tres senadores radicales anticiparon su voto a favor. De la vereda de enfrente, 9 senadores de la UCR, todos ellos pertenecientes al interbloque Cambiemos, votaría en contra del proyecto de ley que cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados.
En el conteo negativo, la UCR es seguida por el PRO, que aportaría 5 votos celestes en favor de la clandestinidad, sin contar a Gabriela Michetti, presidenta de la Cámara Alta, quien fue la portavoz oficial de los antiderechos en el Senado.
Una imagen que recorrió el país y que pone de relieve el poder que ostenta la Iglesia Católica.
No obstante, es del universo de lo que se conoce como el panperonismo, desde donde llegan la mayor cantidad de votos en contra de la legalización del aborto: 14 senadores se habrían pronunciado por el no. Pero también aporta la mayor cantidad de votos verdes: 19 parlamentarios de este grupo darían impulso al sí, 8 de los cuales pertenecerían al FPV-PJ. Hasta el domingo, era unánime el voto de este interbloque en favor de del derecho a la mujer a decidir. Pero a último momento, la senadora rionegrina García Larraburu adujo cuestiones personales y se cruzó hacia la vereda de enfrente.
Cuestiones personales, objeciones de conciencia, creencias individuales, dogmas religiosos, son los refugios más comunes de los antiderechos para justificar sus votos. No versan respecto de agendas públicas o el bien común. No se nombra lo colectivo, sino la posición personal. Y es que las feministas lo vienen diciendo, pero no lo quisieron escuchar: ¡lo personal es -descarnadamente- político, estúpidos!
El 8A se acerca y solo resta saber si las instituciones legalizan lo que la sociedad despenalizó. Cuando las categorías no alcanzan y el orden se subvierte, cuando lo nuevo emerge desafiante, sobre clivajes diferentes, no hay diques de contención que resistan. Sólo es cuestión de tiempo. ¿Se animará la mayoría de los senadores a legislar en contra de la voluntad de las y los millones que se están convocando a las afueras del Congreso? ¿Será un nuevo triunfo de los poderes fácticos sobre la Democracia? ¿Será más fuerte la oración que el debate? ¿La sanción del pecado que la potencia del deseo? ¿La moralidad al Derecho? ¿La vida digna a la muerte en la clandestinidad?
Si no es en actitud reflexiva, los pasos hacia atrás sólo son reacción. Y cuanto más incontenible pareciera la marcha, más virulentas las reacciones. A estas alturas no hay camino que pueda ser desandado, sólo es futuro. Y la pregunta es por el cuándo. Porque, más temprano que tarde, bajo la etiqueta que fuera y el nombre que gusten, el aborto legal, seguro y gratuito #SeráLey
Ya no quedan dudas: el movimiento de mujeres es un actor político, y de los más disruptivos de la historia contemporánea de nuestro país. Y si el feminismo (o mejor dicho, los feminismos) son capaces, como ninguna otra fuerza, de ir a fondo en el cuestionamiento de las estructuras sobre las que se sostiene el status quo patriarcal, la discusión del aborto puso en jaque muchos de los clivajes clásicos sobre los que se edificó la política nacional en el último siglo.
En efecto, el debate sobre la ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE) parece echar por tierra viejos y paradójicos alineamientos. Así, conservadurismo-liberal es un sintagma de por sí contradictorio, al menos para los cánones decimonónicos. Pero sin dudas resultó efectivo para caracterizar el sistema de alianzas de las elites políticas nacionales. Conservadores en lo político-cultural, liberales en lo económico, los sectores dominantes locales se constituyeron de un lado de la grieta opuesto a todo proyecto que, con sus marchas y contramarchas, desde el radicalismo yrigoyenista hasta la indeleble marca del peronismo, podrían caracterizarse de nacional-popular.
Y como una interminable sucesión de mamushkas, esta primera división abre la puerta a otro clivaje estructural: el de los regionalismos. Buenos Aires y el interior. El norte y el sur. La Argentina que le presta atención al afuera, cosmopolita y europeizante, y que mira de soslayo al provincialismo y a las expresiones de la cultura popular, a las que reduce como un folklore pintoresco para turistas.
En parte, eso fue lo que estalló por los aires en las históricas jornadas del 13 y 14 de junio pasado. Y si hace algunos años ya que ciertos ismos (liberalismo, conservadursimo, progresismo, izquierda o derecha) no son suficientes para explicar los acontecimientos sociales y políticos de estas latitudes; las lágrimas y el puño en alto de Lospenato y las coincidencias entre Ginés y Rubinstein; las referencias a Alem y a Yrigoyen tanto para defender la dignidad de la vida como la clandestinidad del aborto; o la citas a Evita para la conquista de los derechos de la mujer o mantenerla como ciudadana de segunda, terminaron por eclosionar lo que ya resultaba vetusto.
La imagen y la iniciativa parlamentaria que se votará en el Senado pertenecen a la Campaña Nacional por el Aborto Legal.
¿Y entonces?
El inminente debate en el Senado refuerza todas estas contradicciones, y entonces la política desborda. Fascinante, necesaria, imprevisible.
Dice Gabriel Vomaro que la explicación de las alianzas parlamentarias en torno a la IVE no debe buscarse en clave partidaria, sino más bien en torno al tándem progresismo laico/conservadurismo clerical. Y es aquí donde aparece este gran actor político de la vida nacional, que se mantuvo en relativa pasividad durante el debate en diputados, pero que ante la posible y no lejana la sanción en senadores, emergió como una sombra que arrasa contra toda laicidad democrática constitucionalmente consagrada: la Iglesia Católica.
“Iglesia y Estado, asunto separado”, parece más un anhelo o el lema de la próxima batalla, que un dato necesario de la democracia moderna nacional. La iglesia se aferró a las bancas de los senadores con crucifijos y dientes y, Santa Sede nodriza mediante, amenazó con excomunión, denunció y expuso en homilías a los legisladores, despidió docentes de sus escuelas y sancionó y expulsó alumnxs de sus aulas por pronunciarse a favor de la legalización del aborto. Hasta se vio un desfile militar de niños y niñas de una escuela confesional en Santiago del Estero, con su paso marcial y sus respectivos pañuelos celestes. No hay que perder el tiempo en metáforas.
Al interior de la alianza gobernante, la heterogeneidad (hasta ahora) bien llevada y electoralmente efectiva de Cambiemos, pareció encontrar su tensión más notoria. El PRO junto a sus aliados fue el bloque que más votos aportó para el no a la legalización del aborto, pero también fue desde sus bancas y en nombre de la República y la defensa de las libertades individuales, que más se chicaneó a los antiderechos de las filas propias que las ajenas.
Los antiderechos se auto adjudican el derecho a la vida.
En esta clave se lee el accionar del único hombre de “Las Sororas”, el diputado nacional del PRO por la CABA, Daniel Lipovetzky. Pero en esta tensión también se explica la bochornosa intervención de Elisa Carrió, diputada nacional por el mismo distrito, quien casi al final de la maratónica sesión, entre anteojos negros y dicción errática, amenazaba con la ruptura del bloque. ¿Teatro? Sí. Una clara puesta en escena para el electorado más reaccionario de Cambiemos que, ya extraviado por el envío presidencial de la ley al recinto, ahora encontraba entre sus filas diputados que promueven su media sanción. “Tranquilo chicos, yo me ocupo”, dijo. Y se fue, cual vedette en decadencia.
Pero lo clerical no es solo conservador y de derecha. También es popular. Y desde posiciones muy lejanas al conservadurismo oligarca o al oscurantismo de los príncipes de la Iglesia, se escucharon argumentos que oscilaron entre raras conspiraciones del Fondo Monetario Internacional, y un Humanismo de dudosa interpretación. Y ante el abrazo plural interbloque en favor de la vida y derechos de las mujeres, no faltó el “mansplaining” del campo nacional que quiso deslegitimar la pelea por el aborto legal, seguro y gratuito como una causa del progresismo bobo y el liberalismo entregador. No hay remate.
No obstante, hay que concederle un atisbo de veracidad a una parte de ese argumento. No hay bandera más liberal que la del derecho a decidir. El Sujeto del Liberalismo, el que se opone al oscurantismo medieval, es el individuo racional y autónomo, capaz de ser dueño de sí y de legislar sobre uno mismo. Y esa condición de autonomía, esa capacidad de racionalidad, es lo que lo hace semejante al otro. En la lucha por la legalización del aborto, el planteo mi cuerpo, mi decisión, enraiza en esa tradición. Y no está mal. En el Liberalismo, sin prefijos ni sufijos. Sin neo, ni conservador. Liberalismo, puro, a secas. Clásico. Político. Las mujeres peleamos por nuestra autonomía, por nuestra capacidad de elegir, por ser dueñas de nuestro útero y de nosotras mismas.
Otra imagen de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.
Enraiza, pero brota y se expande. Porque el movimiento de mujeres no se queda meramente en el reclamo por el respeto al derecho a decidir, sino que se apunta a las causas sobre las que se estructura las desigualdades sociales, políticas y culturales que convierten esa acción en una ficción, o en un tipo penal. Y en lo que al aborto respecta, hay un dato insoslayable: las que se mueren como consecuencia de la clandestinidad son las mujeres pobres. En consecuencia, el aborto deja al descubierto la cara más violenta y extrema de las desigualdades: las que ponen el cuerpo son las mujeres, las que se mueren son las pobres. Sacar al aborto de las sombras, despojarlo de la moralidad del catolicismo oficial, de los grilletes de la hipocresía y los negociados de la corporación médica, no sólo es un acto humanitario, de salud pública y una acción política necesaria en la construcción colectiva de una Democracia plena. Es, ante todo, un acto de Justicia. Por eso, las mujeres del campo nacional y popular, en el recinto y en las calles, lo sintetizaron claramente: aborto legal es Justicia Social. Todo lo demás son eufemismos.
El poroteo en el senado
A horas del debate en el Senado, los números favorecen a los celestes antiderechos 37 a 31.
La lógica de la imbricación iglesia/territorio parece partir en dos mitades casi perfectas el mapa de la Argentina. Chubut se pinta toda verde, mientras que Salta, Jujuy, Santiago del Estero, San Juan y La Rioja aportan todos votos celestes. Chaco es la isla verde del norte y la cosmopolita y moderna Ciudad de Buenos Aires se tiñe del color del manto de la virgen, con Pinedo a la cabeza y su intento de proyecto-Estado-macho que “se hace cargo y te acompaña”. Y no hay que olvidar que desde las latitudes laicas del sur (Tierra del Fuego y Neuquén) surgieron otros dos proyectos para frenar el de la IVE que venía de Diputados, basados en la falsa dicotomía adopción/aborto. ¿Qué pasará con Tucumán? Y si el hijo del genocida Antonio Domingo Bussi levanta los palos de las banderas pro clandestinidad ¿Alperovich seguirá la tendencia general del NOA? ¿Y Santa Fe? ¿Terminará por teñirse de verde según la lógica progresista que supo acuñar, o triunfará el sin sentido de los Reuteman?
Aborto no reconoce regiones ni disciplinas partidarias. Las mujeres radicales, pese a haber presentado una carta a su comité nacional para que se pronuncie de cara a la sociedad en favor de la legalización, e inste a sus senadoras y senadores del partido a votar en favor la IVE, ven como sólo tres senadores radicales anticiparon su voto a favor. De la vereda de enfrente, 9 senadores de la UCR, todos ellos pertenecientes al interbloque Cambiemos, votaría en contra del proyecto de ley que cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados.
En el conteo negativo, la UCR es seguida por el PRO, que aportaría 5 votos celestes en favor de la clandestinidad, sin contar a Gabriela Michetti, presidenta de la Cámara Alta, quien fue la portavoz oficial de los antiderechos en el Senado.
Una imagen que recorrió el país y que pone de relieve el poder que ostenta la Iglesia Católica.
No obstante, es del universo de lo que se conoce como el panperonismo, desde donde llegan la mayor cantidad de votos en contra de la legalización del aborto: 14 senadores se habrían pronunciado por el no. Pero también aporta la mayor cantidad de votos verdes: 19 parlamentarios de este grupo darían impulso al sí, 8 de los cuales pertenecerían al FPV-PJ. Hasta el domingo, era unánime el voto de este interbloque en favor de del derecho a la mujer a decidir. Pero a último momento, la senadora rionegrina García Larraburu adujo cuestiones personales y se cruzó hacia la vereda de enfrente.
Cuestiones personales, objeciones de conciencia, creencias individuales, dogmas religiosos, son los refugios más comunes de los antiderechos para justificar sus votos. No versan respecto de agendas públicas o el bien común. No se nombra lo colectivo, sino la posición personal. Y es que las feministas lo vienen diciendo, pero no lo quisieron escuchar: ¡lo personal es -descarnadamente- político, estúpidos!
El 8A se acerca y solo resta saber si las instituciones legalizan lo que la sociedad despenalizó. Cuando las categorías no alcanzan y el orden se subvierte, cuando lo nuevo emerge desafiante, sobre clivajes diferentes, no hay diques de contención que resistan. Sólo es cuestión de tiempo. ¿Se animará la mayoría de los senadores a legislar en contra de la voluntad de las y los millones que se están convocando a las afueras del Congreso? ¿Será un nuevo triunfo de los poderes fácticos sobre la Democracia? ¿Será más fuerte la oración que el debate? ¿La sanción del pecado que la potencia del deseo? ¿La moralidad al Derecho? ¿La vida digna a la muerte en la clandestinidad?
Si no es en actitud reflexiva, los pasos hacia atrás sólo son reacción. Y cuanto más incontenible pareciera la marcha, más virulentas las reacciones. A estas alturas no hay camino que pueda ser desandado, sólo es futuro. Y la pregunta es por el cuándo. Porque, más temprano que tarde, bajo la etiqueta que fuera y el nombre que gusten, el aborto legal, seguro y gratuito #SeráLey