Fotos: Teatro Cervantes.
Destacada novedad de la variada programación que ofrece el Teatro Nacional Cervantes, arriba a la cartelera del espacio oficial un clásico del teatro argentino: “Un Guapo del 900”, de Samuel Eichelbaum, adaptado por el recientemente fallecido Roberto ‘Tito’ Cossa. La triste coincidencia de la partida física del autor de recordadas piezas como “La Nona”, “Yepeto” y “Tute Cabrero”, el pasado 6 de junio -mismo día del estreno-, agregó una considerable dosis de emoción a la sala María Guerrero. El elenco de intérpretes, colegas, autoridades, allegados y espectadores despidieron al gran referente del nuevo realismo con una cerrada ovación de pie.
Con dirección de Jorge Graciosi, y música en escena de Carla Vianello, la obra -exhibida de jueves a sábados, a las 20 hs.- recrea los conflictos morales que vinculan a un político (Gabriel Fernández), su esposa (Celeste García Satur) y un matón (Juan Manuel Correa), en la Buenos Aires de principios del siglo XX, atravesada por una profunda crisis social, política y económica. Por entonces, nuestra tierra era salpicada de antinomias y corrupción. Una lograda atmósfera literaria nos ubica en coordenadas precisas, en plena época de elecciones, mientras el filo de un cuchillo atraviesa la noche. Preferible es su empuñadura a la de armas de fuego que hieren y matan desde lejana distancia: las reglas obtusas de un tiempo arcaico afirmarán que no son apropiadas para un hombre que se precie de serlo.
El visionario teatro de Samuel Eichelbaum introdujo abordajes y temáticas inexploradas para la escena argentina de su tiempo, siendo “Un Guapo del 900” una de sus indiscutidos textos cumbre. La pieza, estrenada en 1940 -bajo la dirección de Armando Discépolo, en el extinto Teatro Marconi-, llevaría a cabo un prolífico trayecto a nivel cinematográfico, ejemplificando su impacto cultural en más de una expresión artística. Recordamos la versión en blanco y negro dirigida por Lucas Demare, sobre el guion de Ulyses Petit de Murat y protagonizada por Pedro Maratea. También, lo hecho por Leopoldo Torre Nilsson, con estelarización de Alfredo Alcón, hacia 1960; y, una década más tarde, la versión dirigida por Lautaro Murúa, con Jorge Salcedo.
Juan Manuel Correa.
“Un Guapo del 900” conserva intacta su relevancia en nuestro presente: el paisaje que se nos muestra vislumbra una sociedad agrietada por divisiones y facciones. El antagonismo de radicales versus conservadores (antes fueron saavedristas o morenistas, luego unitarios versus federales) aflora como telón de fondo a un relato que aborda la lealtad, el honor y la militancia como lemas primordiales. Con zapatos lustrados, sombrero puesto e impronta intimidante, Ecuménico López, nacido por fuera de las clases oligarcas, ve su inequívoco destino como servidor de un personaje político eminente, encarnando los ideales de un mito porteño al límite de la marginalidad, cuya estirpe ilustra un sinfín de letras de tango. Como engranaje fundamental de esta precisa dramaturgia, la abrupta caída en desgracia del héroe acusado de crimen, será confrontada por su protectora y arrolladora madre (Natividad, Patricia Durán), capaz ‘de hacer también las veces de hombre’, en medio de un contexto claramente inclinado hacia la concepción patriarcal.
Correa, uno de los actores de teatro independiente más respetados de su generación, se muestra capaz de deslumbrarnos sobre los escenarios en una variedad de roles notables. Sus premiadas interpretaciones en “Israfel” y “Severino” han depositado en su persona mayúsculos elogios por parte de la crítica, respaldando los laureles de una trayectoria en continuo crecimiento; también director (actualmente lleva a cabo la puesta de “Escarabajos”, en el Centro Cultural de la Cooperación), su presencia es garantía de indiscutible calidad para cada uno de los proyectos que aborda. Aquí, en enésima prueba de su versatilidad, acomoda su voz y su andar para colarse bajo la piel de un varón a la antigua, hecho de honra y coraje. Una formidable interpretación dimensiona las características de un caudillo cuyo sentimiento de culpa confronta la noción de grandeza. ¿Guapos eran los de antes?