Diferencia colosal en el debate. Un amateur y un profesional. Un profesor de tenis que no se movió un paso del centro de la cancha, Sergio Massa, mientras su alumno Javier Milei iba y venía por el polvo de ladrillo raspándose las rodillas. Manejó los tiempos desde el primer segundo con las preguntas que exigían la definición del candidato libertario y tomando de insumo sus abundantes apariciones en las pantallas de televisión. Por sí o por no. Por vos o por yo van a elegir los argentinos.
No te voy a responder, decía el interpelado pero contestaba. ¿Vas a dolarizar? ¿Sí o no? ¿Vas a sacar los subsidios? ¿Vuelven las AFJP? No quería responder el candidato libertario pero terminó siguiendo esas reglas de juego. No supo romper esa matriz ni aprovechar la pretendida honestidad que le da su casi absoluta virginidad en la gestión pública.
Javier Milei agotó rápidamente su tiempo en la sección Economía, donde supuestamente domina más el tema, habida cuenta de sus antecedentes como conferencista o standapero que abunda en grandilocuencias que pegan, ganan audiencias. Pero de gestionar, nada. Y quedó claro, por sus respuestas, que intentará dolarizar, sacar los subsidios y que vuelvan las administradoras de jubilaciones y pensiones que pagan en la actualidad de 5.000 a 20.000 pesos a sus afiliados, habiendo tenido que acudir el Estado en su ayuda para que por lo menos cobren la mínima.
Está la nota sobre este asunto en Clarín: googleenlo, como apuntó Sergio Massa varias veces en el debate.
Pequeño saltamontes, hubiera podido decirle el ministro de Economía como Miyagi en la inolvidable película Karate kid. Al libertario no le salieron ni las analogías futbolísticas poniéndole a Johan Cruyf la camiseta alemana cuando intentaba explicar su admiración por Margaret Thatcher, para aludir a la envergadura de aquél liderazgo y desdeñar cualquier sentir de los héroes de Malvinas. La admira como líder, intentó argumentar trastabillando, que nos haya metido cuatro goles o que su Ejército haya matado cientos de soldados argentinos en guerra de Malvinas es “otra cosa”.
Completamente insensible al sentir patriótico, el candidato libertario apuntaba también que el comercio internacional es obra libre de privados, cuando Sergio Massa lo arrinconaba con la pregunta de si iba a romper relaciones diplomáticas o comerciales con Brasil o China. El otro desconocía completamente la existencia de cupos de importación o políticas sanitarias para el intercambio entre países. Si no podemos exportar o importar de ahí, se hará una triangulación, decía.
El candidato libertario terminó perdido en el Triángulo de las Bermudas, hundido su barco. Quedó como el nene que se porta mal y es interpelado por el director del colegio luego de alguna macana, y le cede la palabra a la autoridad, como ocurrió en el tema de Seguridad, un tema que Milei demostró que tampoco domina.
Uno miraba el debate y se creaba la incomodidad de ese vapuleo concluyente y la desigualdad ostensible entre el funcionario preparado y un hombre que no habría pasado el psicotécnico para continuar la pasantía en Banco Central. Es un afano, suspéndanlo, uno casi que se decía mirando ese zarandeo.
Como Alemania en el 7 a 1 vs Brasil, en la segunda parte del debate Sergio Massa fue menos frontal y tocó un poco para los costados pero sosteniendo siempre la pelota mientras el libertario no la podía agarrar ni con la mano. Cuando yo hablaba, todos tosían, se intentó justificar con Feinmann el día después.
Ahora bien: ¿el debate sirve para sumar votos?
Gran parte de los electores tiene definido su voto, pero si los márgenes son estrechos los pocos votos que se pueden sumar pueden terminar siendo muy importantes. Lo miraron millones de personas, circularon enseguida memes y valoraciones por las redes sociales. Un candidato preparado, con antecedentes en la gestión del Estado y otro que ignora el propio sistema de gestión de expedientes de la administración pública. Trajeron la imagen de un profesional de años de carrera y un estudiante que todavía ni siquiera aprobó el CBC de la universidad que quiere arancelar, volver privada. Las diferencias se volvieron ostensibles, a la vista de todos. Tan evidentes que ni las anteojeras ideológicas impidieron comprobarlas.
Pero ¿cuál es el impacto el 19? ¿Qué factores influirán en la decisión del electorado de forma preponderante? ¿El peso de una coyuntura económica agobiante por la muy mala gestión actual, el resentimiento, la esperanza, el miedo, la templanza, el fetichismo de la dolarización, los precios de la verdulería?
En esa ensalada, se definen el 19 de noviembre los próximos cuatro años. Dejemos a Macri y Cristina, tranquilos, toreó el candidato Sergio Massa, ahora es vos o yo. Y el domingo escucharemos al soberano.