“Aun ante el éxito que los mareaba después de un buen golpe, ante una sucesión de éxitos que los llevaba a vivir como campeones de boxeo recién consagrados, o ante el peor de los fracasos, por nada del mundo se olvidaban de sus madres: en la cultura tumbera, antes que Dios está la madre. Casi no hay presos en las cárceles que no lleve la bendita palabra MADRE grabada siempre en letra imprenta sobre los cuerpos”.
Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (vida de pibes chorros)
Cristian Alarcón
La historia de Manuel Víctor “Frente” Vital la conocí hace unos quince años, luego de leer el libro de Cristian Alarcón “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, vidas de pibes chorros”. Fue tal el impacto que me causo el libro que lo releí otras cuatro veces. Esta novela de no ficción me atrapó primero porque la zona donde se desarrolla la historia me resulta familiar, por la cercanía con mi casa, y segundo porque me apasionan las historias marginales. El mundo de la villa y los pibes churros que Alarcón relata en este libro intenta comprender la esquizofrenia de una sociedad que al mismo tiempo juzga y santifica a sus protagonistas.
Tal fue así el caso de Víctor Vital, quien una vez que fue asesinado por las balas del cabo de la Policía Bonaerense Héctor Eusebio “El Paraguayo” Sosa, el sábado 6 de febrero de 1999, parió la leyenda. La tumba de “El Frente” en el cementerio de San Fernando se convirtió en una parada exclusiva para muchos pibes antes de salir a cometer un robo.
Revista Kranear llegó hasta el barrio de Don Torcuato, en el Conurbano Bonaerense, para hablar con Sabina Sotela, la madre del El Frente Vital, una madre que luchó durante varios años por alejar a su hijo de las drogas y el delito, sin éxito. Tras su muerte peleó como una gladiadora para que la muerte del menor de sus cuatro hijos no quede impune, y además se involucró en decenas de causas de pibes desprotegidos y olvidados por el Estado y la sociedad.
En 2008 Sabina fundó la ONG Organización por la vida, en el mismo living de su casa, y los vecinos tomaban ahí la merienda tres veces por semana. En su jardín construyó un aula para adultos al que bautizó “Víctor Manuel Vital”. Y cada 26 de julio para celebrar el cumpleaños de su hijo, organizaba una gran “chocolatada” para todo el barrio. Todo eso ya quedo en el olvido. Las aulas pasaron a ser casas que Sabina alquila, una ayuda más para su jubilación.
En 2002, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, creó el Consejo Consultivo de Transparencia, del que Sabina formó parte junto a otros referentes sociales de la zona. Eran un enlace entre el Estado y la realidad de los barrios. Tenían facultades para ingresar a las comisarías y cárceles de la provincia.
Apenas llegue a la casa de Sabina, me abrió la puerta su hija Graciana, a quien conocía por haber leído el libro sobre la vida de su hermano (un rato más tarde, ambas contarían que nunca pudieron terminar de leerlo). Sabina me hizo pasar y enseguida me ofreció tomar mate, y cuando me preguntó si lo tomaba amargo o dulce, no llegué a responder. Ella dijo: “seguro lo tomas amargo, todos los periodistas lo toman así…”.
No me anime a decirle que me gusta el mate con edulcorante.
¿Cómo fue que surgió la idea de que Cristian Alarcón escriba un libro sobre la vida del Frente y los demás pibes de la villa?
¿La verdad? Ni yo sé cómo surgió, él fue quien se enganchó, yo a Cristian lo conocí así como te estoy conociendo a vos, yo trabajaba de seguridad privada en ese momento, sobre la avenida Maipú, estaba en la oficina, el me llamó por teléfono diciendo que me iba a pasar a buscar, yo salía a las cinco de la tarde, vivía en San Fernando donde pasó todo el hecho, pero nunca pensé, ni siquiera, me dijo que iba a hacer un libro, por eso discutimos con Cristian.
Cristian venía a casa, se quedaba a dormir, salía a bailar con los chicos, se hizo muy de la familia. Cuando Damián (en el Libro de Alarcón figura con el nombre de Daniel), mi ahijado, hijo de Matilde, tuvo el accidente en el famoso “Tren blanco” y estuvo seis meses en coma, hasta que murió, con Cristian nos hablábamos por teléfono todos los días, sino era para una cosa, era para la otra, sino me llamaba él, lo llamaba yo, un afecto terrible.
Una vez dijiste que ni vos ni Víctor tuvieron ayuda del Estado. ¿Qué quisiste decir con eso?
Lo dije porque vos pedís que los chicos vayan al Instituto de Menores, y el Instituto no sirve de nada, pasan un número, le bajan plata por ese número, y no hay ayuda, no hay psicólogos, lo mismo pasa en las cárceles, cada vez están más llenas, cada vez más negocios, un abandono de los abogados, del Estado.
¿Nadie sale bien de la cárcel?
Claro, a mi me pasaba con Víctor, yo lo dejaba en el Instituto, recorrí todos, que era un sistema abierto, entonces te decían, si te queres curar de las drogas quédate. ¿Y quién se iba a querer quedar? Él se quedaba solo para conformarme, llegaba a mi casa y a las tres horas ya estaba de vuelta. No tengo idea cómo lo hacía, porque sin plata no podía viajar, pero lo hacía igual. Y adentro se hacía conocido de uno de Campana, de Lujan, salía y los veía, ¿Cómo haces para controlar eso?
Vos nunca reivindicaste ni abalaste los robos de Víctor.
A ver, yo nunca lo abandoné, ni tampoco nunca dije: “Pobrecito mi hijo…”, no, era un hijo de puta, qué querés que te diga. No conocía lo que era el miedo. Pero está la otra parte, que a chicos así, a la policía les sirve, los buscan para que roben para ellos, y Víctor no negociaba con nadie, entonces era carne de cañón.
¿Por qué crees que “El Paraguayo” Sosa, el asesino de Víctor, siempre tuvo protección de parte de la institución policial?
Mira, yo creo que nadie se anima a condenar a un policía. No me voy a olvidar el día que, estaba cocinando, y la tele estaba puesta en “Crónica TV”, y desde el noticiero dicen: “El asesino del Frente Vital…, quede, te juro… (coloca sus dos manos en su pecho) después de eso empezó a sonar el teléfono. El cura de Benavidez me dijo que José quería hablar conmigo, y ahí me entero que Sosa era chofer del COT (Centro de Operaciones de Tigre). A cualquiera que sale de la cárcel no le dan trabajo y a este asesino, sí. Además Sosa la violó a su hijastra, y mató y siguió haciendo cosas. ¿Y el municipio lo toma como empleado? No sabes, mil personas juntamos para escracharlo y lo sacamos del COT.
Nota del redactor: en 2016: José Ojeda llega a las 17:30 a trabajar. Es repartidor de harina y tiene 57 años. El estacionamiento que él debía utilizar para descargar mercadería estaba ocupado por un móvil del COT, por lo que Ojeda se acerca a pedirle si podían correrlo. Ante esta solicitud el personal reacciona de manera muy violenta. Sosa le pega un culatazo a Ojeda, le rompe la cabeza y lo agarra del cuello para mantenerlo en el piso. Ojeda fue demorado en la comisaría, y Sosa se sacó fotos en un hospital, para mostrar supuestas heridas que nadie vio.
Sosa también se hizo pastor.
¡Sí! Fuimos todos al templo, era toda una mentira que era pastor, que hacia milagros, estábamos todos esperando que aparezca. Yo levanto la mano, para dar mi testimonio, para que el pastor me atienda, pero me negó la palabra. Ahí sacamos los carteles que decían: “Sosa, Asesino”, tuvo que salir corriendo del miedo, por primera vez arreglé con el comisario para que no mande los móviles.
¿Qué buscabas con ese hecho?
Hacerle pasar vergüenza para que la gente sepa quién era ese “pastor”. La única que me falló fue la señora de él, porque ella también iba a escracharlo en la iglesia, porque él había violado a su hija, esta chica después entró en la fuerza policial y siempre decía que tenía una bala para él, yo le decía que era al pedo ensuciarse por él.
Y un día se realizó el juicio por el asesinato de Víctor.
Sí, y como Sosa siempre presentaba un testigo oculto, mi abogada María del Carmen Verdú (titular de la CORREPI -Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional-), le dijo que no se podía presentar en un juicio un testigo que no se sabía quién era. Cuando el juez abrió el sobre para ver quién era, resultó ser el secretario de Gobierno del Municipio de San Fernando, y me agarró una cosa acá (se toca nuevamente el pecho), terrible, mi hija que es muy miedosa, me decía ¿Que vas a hacer mama, que vas a hacer? Hice miles de volantes y los pegué por todo el municipio, hasta el último huequito… lo re escraché.
Nota del redactor: Sosa fue absuelto, por el asesinato del Frente, primero en un juicio abreviado, en 2001, y luego en un nuevo juicio, en 2002, que se realizó, también en los Tribunales de San Isidro, luego de que se anulase el primero por un recurso judicial presentado por la CORREPI.
Imagino que a lo largo de todos estos años tuviste que aprender un montón de cosas.
Vas aprendiendo de todo, sí. Te enseñan a ser hija de puta, por ejemplo en la fiscalía, si yo iba vestida así nomás, con zapatillas y joggings, ¿vos te pensás que me atendían? Sentate y espera, me decían, y esa espera, nunca sabías de cuanto podía ser. Yo sentía que me estaban humillando, y algo tengo que hacer, pensaba. Entonces la próxima vez iba con unos tacos bien altos, un trajecito, un portafolio, que estaba vacío, y te juro por Dios y el alma de mi hijo, que me decían: Buen día, doctora, ¿cómo le va? Y yo que era la mamá de un delincuente, tenía unas ganas de decirle: ¡quién carajo sos vos! Van a hacer una pasantía a la fiscalía y se suben a un poni, te obligan a que vos actúes mal, en todas las áreas, según tu “pilcha” es lo que vales.
Al leer el libro me indigné mucho al ver como la policía “dibujó” la escena del crimen del Frente, ni me quiero imaginar lo que sentiste vos.
Claro, porque yo nunca dije: “Pobrecito mi hijo...”, no, llévalo preso, querido, pero no lo mates como lo mató, porque Sosa dijo que fue un enfrentamiento, ¡qué va a ser un enfrentamiento!, si el lugar era re chiquito, ahí estaba Luisito y él (Víctor) con las manos en alto, y según el informe del perito, Sosa debía medir tres metros para haber sido un enfrentamiento, y Víctor solo media 1.65, y además lo acusó a Víctor de usar una 22 (calibre) y él nunca usó ese calibre, la 22 tenía una sola bala y disparada en el supuesto enfrentamiento. Si Víctor hubiese tenido una 22, Sosa hoy no existiría, porque Víctor no le tenía miedo a nada.
¿Qué fue lo que a Víctor lo llevé no tenerle miedo a nada?
A él le gustaba, porque si yo te estoy diciendo que te van a matar, vas a terminar mal, yo lloraba y él me preguntaba por qué lloraba, y me decía “deja de exagerar, Sotelo”, nos acostábamos en la cama, lo acariciaba le hablaba y nada. A él le gustaba esa vida. Recuerdo cuando tomó la comunión en un lugar de máxima seguridad, nosotros estábamos todos felices, Víctor va a cambiar, decíamos, y no, nada cambió.
También pienso a veces que ese no miedo Víctor lo trae de la vez que vio a su padre apuntarme con un arma. Él tenía 5 o 6 años, entonces, no soy psicóloga, pero creo que si vez a tu padre apuntarle a tu madre, ¿qué te va a importar a vos apuntarle a otra persona? Nunca mato a nadie, eso sí.
¿Cuál era el rol de los hermanos mayores de Víctor, mientras robaba?
También trataban de aconsejarlo, el mayor de mis hijos es ex combatiente de Malvinas, y vino muy mal de la guerra, y también tenía que alejarlo de los problemas de él. Dormía de día y caminaba toda la noche, tenía sarna en todo el cuerpo, y todo ese quilombo, y yo no sabía para donde iba a agarrar. Yo siempre digo lo mismo: “Al Estado le di dos tipos de seres humanos, uno fue héroe de la Argentina, y otro chorro…”. ¿Y qué voy a hacer, me voy a matar?, ¿Dónde está la solución? Después se llenan la boca, y yo no le creo a ninguna.
¿Cómo se dio el encuentro con Andrés Calamaro y el posterior video clip (de la canción My Mafia) que grabó para recrear el robo del Frente de un camión de La Serenísima, para luego repartir la leche y el yogurt en la villa?
Todo se dio porque Calamaro le dijo a Vicente Linares que quería filmar un video sobre el Frente y como el padre de Vicente, Alberto Linares, me conocía, me hizo llegar la propuesta. Yo a esa altura ya no quería saber más nada, que haga lo que quiera, le dije. Pero una vez que vi el video, no sabes lo que lloré, Calamaro vino acá, fuimos al cementerio y todo fue por Vicente, él filmó el video.
¿En qué momento te diste cuenta de la magnitud que había tomado la muerte de Víctor y de los milagros que se le adjudican?
Los mandaba a la mierda a todos, porque llegué hasta tener un altar acá. Y te venía la que no podía tener hijos, y después quedaba embarazada, venia otro que tenía cáncer y que se curó. No sé lo que tenía como para que la gente crea tanto en él. Si es verdad todo lo que pasó esa vez que hubo un tiroteo en el cementerio y los pibes se escondían detrás de su tumba y las balas no los alcanzaban, ¡es verdad! Por ejemplo una de las novias que Víctor tuvo estuvo presa por transa y salió, y me llamo para venir a verme ¿Y qué voy a hacer, cerrarle la puerta?
Y no sabes lo que fue la noche del velatorio, no se conseguía remís, colectivos llenos de gente, no sabía que era tan querido, solo sabía que era un hijo de puta.
¿Cuándo sentiste que vos tenías que hacer algo para ayudar a los excluidos de siempre?
Más que nada lo hice por él, porque todo lo que robaba lo repartía, se lo daba a los demás. Y entonces pensé, marchas para ir a gritar, no daba porque no todos los policías son iguales, entonces dijimos de hacer una chocolatada para festejar su cumpleaños que es el 26 de julio, yo ni sabía que había que pedir permiso a la municipalidad, nunca le pido permiso a nadie, solo le avise al comisario, por las dudas, venía una de gente impresionante.
¿Cómo vez a los pibes de los barrios hoy, comparados con los pibes que andaban con el Frente?
A mí me sorprende la vida de los pibes de ahora, están peor que antes, cambió todo para peor, porque antes había respeto, sobre las embarazadas, a los chicos, a nadie se le ocurriría tocar a un abuelo, y si lo hacían, los demás pibes lo iban a buscar. Ahora son muy crueles y eso duele. Ahora los chicos ni estudian, ni trabajan, ni hay servicio militar.
¿Crees que finalmente Víctor descansa en paz?
Yo ya lo dejé en paz, no lo molesto, voy al cementerio a limpiar, pero no sé si los demás lo dejan en paz, porque cada vez que voy al cementerio encuentro un gorrito, una cadenita, cerveza, sidra, o sea que alguien va.