Durante la última dictadura cívico militar (1976-1983), el rock nacional se convirtió en un “enemigo” para la Junta Militar, y la juventud era mal vista por los uniformados.

Usar el pelo largo y escuchar rock era automáticamente considerado un acto subversivo, y la censura estaba a la orden del día. Durante aquellos años se armaron listas negras tanto de artistas, discos y libros, que con el solo hecho de que aparezca la palabra “rojo” en algunas de sus páginas, por ese pánico que los militares le tenían al comunismo y todo aquello que tuviera que ver con Cuba o Rusia, como así también el peronismo, debía formar parte de las hogueras.

Sin embargo para el año 1982 cuando “El héroe del whisky” teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri (presidente entre 1981 y 1982) declara la guerra contra Inglaterra, los jóvenes pasan a ser utilizados para tratar de salvar el gobierno de facto: primero llevando “pibitos” de apenas 18 años a pelear en Malvinas y después usando a los jóvenes para que apoyen la guerra, cediéndoles espacios públicos para que puedan tocar su música que apenas años atrás era prohibidas por los propios militares.

El Festival de la Solidaridad se realizó el 16 de mayo de 1982 y fue organizado por los principales productores del rock argentino de aquellos años: Daniel Grinbank, Pity Irrunigarro, Oscar López y Alberto Ohanian, entre otros. Fue un día de lluvia y asistieron más de 60.000 personas, en su mayoría jóvenes. La entrada era una prenda de abrigo, cigarrillos o alimentos no perecederos, que serían enviados a los soldados que que estaban en las islas. Los recitales duraron cuatro horas y los picos más altos fueron «Sólo le pido a Dios», un tema censurado que León Gieco había compuesto cuatro años antes cuando las dictaduras argentina y chilena casi llevan a ambos países a la guerra, «Rasguña las piedras» de Sui Generis, cantado por Charly García y «Algo de paz», tema de Raúl Porchetto, también censurado.

“Yo creo que no tendríamos que haberlo hecho. Fue una burrada tocar para ellos”, diría unos años después León Gieco sobre su participación en aquel festival.

Si se me permite, entonces, es gracias a la guerra de Malvinas que el rock nacional surge con la toda la fuerza y se instala definitivamente entre la gente, debido a que ahora el enemigo de los militares era todo aquello que tenga que ver con el Reino Unido, se prohíbe que se pasen por las radios canciones en inglés, y no queda otra que pasar música en castellano.

Entre el 76 y el 77 hubo una gran cantidad de conciertos de rock en el Luna Park, que por aquel entonces era el estadio cubierto más grande de Buenos Aires con capacidad para 15.000 personas. La mayoría de estos encuentros funcionan como una plataforma social y política, más que musical, los shows se vuelven una especie de acto político encubierto, ya que las actividades de ese tipo estaban totalmente clausuradas, y los conciertos servían como rituales de la resistencia, y ahí muchas veces se tocaban canciones que habían sido censuradas.

El 28 de julio de 1978, por ejemplo, fue el show debut de Serú Giran en el Luna Park, dentro de un festival organizado por la Fundación de Genética Humana que presidía Alicia Raquel Hartridge. ¿Quién era ella? La esposa de Jorge Rafael Videla. El grupo integrado por Charly García, David Lebón, Pedro Aznar, y Oscar Moro cerró el festival cantando solamente tres temas: “Eiti Leda", "Seminare" y "¿Loco, no te sobra una moneda?". Tocaron últimos, luego de León Gieco, Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre, Horizonte, Pastoral, y los brasileños Casa das Maquinas.

Sin embargo esto no duró mucho, y se les “aconsejó” a los organizadores que dejen de hacer este tipo de recitales. Esto fue para fines de 1977, resultó muy difícil para los músicos y muchos de ellos tuvieron que irse del país para poder seguir trabajando, y salvar sus vidas.

A raíz de todo esto, el rock argentino empieza a formar su propia identidad, que no va para el lado de lo bailable, más bien el rock le puso su acento en las letras, en la libertad, en la ironía para decir cosas difícil de descifrar para el régimen militar. Los músicos encontraron entre las letras una forma de protesta contra una dictadura que había instaurado centros clandestinos de detención y y asesinaría y desaparecería a 30 mil personas.



Sergio Pujol, historiados y autor del libro , de Emece Editores, aporta algunos elementos claves para comprender este fenómeno.

¿De esa lista negra que artistas prohibidos que había, alguno fue desaparecido? ¿O solo se exiliaron?
No hay registro de intérpretes argentinos de rock desaparecidos, pero esto no quiere decir que el terrorismo de Estado no haya afectado las subjetividades de quienes protagonizaban la escena rock argentina en dictadura. Desde Jorge, el hermano de los Moura secuestrado y asesinado, hasta los reiterados aprietes a músicos y productores, la actividad musical argentina fue objeto de presiones y amenazas.

¿Realmente se creía que un músico con su instrumento podía también ser un peligro?
Para los regímenes autoritarios los artistas son actores sociales peligrosos en la medida que propician una mirada crítica de la realidad. El aparato represivo del Estado tenía bien en claro quienes militaban en organizaciones armadas y quiénes no. En eso no había confusión alguna. Pero para la consolidación del modelo político-económico de la dictadura no bastaba con la represión y/o desaparición forzosa de personas; era necesario librar una batalla cultural por la hegemonía. Había que crear un consenso conservador, y eso no se podía lograr con voces disidentes dando vueltas por ahí.

¿Cuál era el lugar donde se hacían recitales en esa época?
La agenda de recitales no se discontinuó, si bien hubo momentos dentro del período 1976-1983 más proactivos que otros. Por ejemplo, entre 1976 y 1979 hubo pocos recitales realmente masivos. No casualmente esa merma se dio en el momento más álgido de la represión. Luego, desde el regreso de Almendra en Obras, el rock fue recuperando espacios grandes, con convocatorias masivas más frecuentes. Los festivales de La Falda y Pan Caliente, inmediatamente previos al Festival de la Solidaridad Latinoamericana de mayo de 1982, marcan una bisagra en el tema. De cualquier manera, siempre hubo lugares donde tocar y a dónde ir a escuchar música en vivo.

A Charly lo han prohibido por "incitación al suicidio" por su tema Viernes 3 AM. ¿Su poesía le salvo la vida?
Charly García nunca estuvo prohibido. Más aún, fue posiblemente el músico más activo en aquellos años, primero con La Máquina de Hacer Pájaros y luego con Serú Girán. Sí figuró en el listado de temas prohibidos la canción “Viernes 3 AM”. Se supone – los motivos puntuales de cada obra censurada nunca fueron explicitados, más allá de la advertencia macartista sobre contenidos “disolventes”, “subversivos”, etc. – que el tema fue prohibido porque refiere al suicidio. Pero esa notable canción habla, en realidad, de otras cosas.

Es difícil meterse en la mente de los militares, pero la prohibición tanto de canciones como de libros, por solo aparecer la palabra "rojo", digo: ¿no fue un poco ridículo esa medida?
Si uno mira el tema de la censura bajo regímenes dictatoriales, siempre nos resulta un tanto ridículo. Pero hay que entender que una dictadura se ejerce en todos los planos de la vida social.

Así y todo, en plena dictadura vino a tocar Queen en Vélez, ¿no sabían que Freddy Mercury era homosexual?
No puedo saber qué informados sobre la identidad sexual de Mercury estaban los integrantes de la Junta Militar. En todo caso, no se trató de un recital de reivindicación de derechos de minorías sexuales. Queen era una banda enormemente popular. Su visita fue un hecho artístico, un suceso de espectáculo y un negocio.

El rock como contra cultura, es de rebelión, de ir en contra del sistema. ¿Luego de esa prohibición que sufrió el rock, se hizo más combativo de lo que ya era?
El grado de combatividad de una expresión artística debe medirse en relación a determinados contextos socio-políticos. La recuperación democrática transformó sustancialmente los vínculos entre Estado y sociedad civil. Se conquistaron nuevos derechos y se recuperó la libertad de expresión. Obviamente siempre hubo y siempre habrá situaciones a las cuales oponerse, pero no caben dudas de que tanto en sus años formativos (digamos, de 1966 a 1973) como durante la dictadura de 1976-1983 el rock argentino, en tanto movimiento sociocultural, debió enfrentar situaciones difíciles. Si bien podemos hablar de contracultura en tiempos democráticos, esa tensión límite de los años que mencioné concluyó entre 1982 y 1983.

Tras la guerra de Malvinas, parecería que los militares le dieron el visto bueno al rock, fue algo contradictorio, años antes lo prohibieron y ahora para que en las radios no suenen canciones inglesas, acuden al rock....
Fue una coyuntura bastante extraña. Para poder sostener en el frente interno la aventura de auto rescate llamada guerra de Malvinas, los militares debieron “aflojar” la censura cultural y, en cierto modo, reivindicar al rock argentino o nacional. Su liberalización fue producto de un gesto demagógico, destinado a ganar simpatías y a ampliar el concepto hasta ese momento cerrado de “cultura nacional”. Para el rock, la apertura permitió llegar a nuevas audiencias y pegar así un salto de su etapa contracultural o “progresiva” a un estadio de masividad inédito para el género.