Por Kranear
Ya lo habíamos dicho acá. Había motivos para ilusionarse con una derrota de Cambiemos y una victoria del Frente de Todos. Pero nos quedamos cortos. Somos parte de la felicidad y emoción colectiva que por estas horas embriaga a los millones que están comprometidos y comprometidas con la construcción de un país justo, libre y soberano, pero también sabemos que ese quince por ciento del electorado que ayer acompañó la fórmula del peronismo unido (que se suma al 30 duro que supo acumular el kirchnerismo), cuatro años antes le dio un cheque en blanco al macrismo. No hay que confundirse ni creerse los campeones del mundo. Y ayer a la noche, para nuestra tranquilidad, en búnker del Frente de Todos, los y las candidatas, fueron muy cautos en la elección del tono y las palabras seleccionadas para celebrar.
Alivio quizá sea una de las palabras que mejor resumen el estado de ánimo generalizado, porque ese quince por ciento de votos condensa un hartazgo y rechazo a las políticas de hambre de Cambiemos. Tuvieron que pasar casi cuatro años y una acumulación insoportable de frustraciones y dolor para que esa parte de la sociedad lo viera, como muchos preveíamos que iba a pasar a partir de 2015. Pero ya está. Más vale tarde que nunca. Nos agarrábamos la cabeza al pensar en la posibilidad de que la mayoría de nuestros compatriotas volviese a darle a Macri un voto de confianza. No podía ser, decíamos.
No sirvió de nada el cerco mediático que levantaron las grandes empresas periodísticas a favor del Gobierno nacional. Fue obsceno, criminal, pero no alcanzó. Tampoco alcanzó la campaña de estigmatización contra las organizaciones sindicales, políticas, los movimientos sociales, y todo aquel que fuese kirchnerista, siguiendo el manual que propone la creación de un enemigo interno para cerrar filas con el electorado propio. No les sirvió, tampoco, la permanente persecución contra Cristina Kirchner de parte de un sector del Poder Judicial, que es probable que en algún momento tenga que rendir cuentas por el posible delito de incumplimiento de deberes de funcionarios públicos. El marketing político, el uso sistemático de los estudios de televisión, la retórica del empredurismo, las falsas promesas y el lenguaje lavado, hueco, no fueron suficientes para conseguir el acompañamiento de las mayorías.
La gestión de la Alianza Cambiemos será recordada por siempre como el peor gobierno desde la recuperación de la democracia a la fecha. El rechazo se podía palpar en la calle. La figura popular del Gato, asociada al presidente, caló muy hondo, y emergía hasta por debajo de las baldosas, en todo tipo de circunstancias. Al presidente se lo insultaba en las canchas de fútbol, los recitales, los cumpleaños. Ser insensibles en lo social, no tomar una sola decisión a favor de los trabajadores, los jubilados, los jóvenes, las mujeres, las personas con discapacidad, tiene que tener un costo. Y lo tuvo. No se le puede sacar la comida del plato a la gente.
El pueblo argentino tiene una larga y noble historia de lucha. Con avances, victorias, pero también con durísimas derrotas que incluyen un genocidio. El capítulo que comenzó a escribirse ayer forma parte de ese bagaje, esa acumulación, admirada por una parte del mundo, porque fueron las organizaciones políticas, sindicales, sociales y culturales que forman parte del campo nacional y popular las que resistieron la implementación del programa económico del gobierno, como así también la persecución política y su intento por instalar un relato de la realidad delirante y perversa. Sin ese bastión de resistencia, es muy probable que el noeliberalismo de Macri y Vidal hoy hubiese hecho mucho más daño que el que hizo.
También es justo mencionar a los medios de comunicación populares (medianos, chicos y autogestivos), y a sus hacedores, que con escasos recursos, suscripciones y convicciones de fierro, lograron darle pelea al discurso hegemónico del gobierno y las grandes empresas periodísticas serviles.
Por otro lado, sin ese quince por ciento que ayer dijo basta, no había derrota oficialista ni caras largas en Costa Salguero (en lugar de ese espantoso baile de millonarios debajo de una lluvia de globos). Los votos del quince por ciento no son ideológicos, pero sí podemos arriesgar que son consecuencia, en parte, de nuestra historia de lucha, conquistas, en materia política y de derechos humanos, el piso de derechos laborales y sociales que creó el peronismo, algunos hitos del radicalismo alfonsinista de la primavera democrática del 83, los doce años de kirchnerismo. Ojalá así sea. En 2015, Cambiemos no había gobernado. Ahora sí. Basta. Se abre un nuevo período de esperanza y futuro para todos y todas.
Por último, la gran hacedora de la victoria del peronismo es Cristina. Lo saben propios y ajenos. Es la más lúcida y generosa de toda la dirigencia política nacional, y el panorama político que se abre en la Argentina, de cara al futuro, tiene incidencia también en la región y el mundo, para enfrentar el avance neoliberal que impulsa Donald Trump.
El Gobierno, por su lado, a través de las conferencias de prensa de Vidal y Macri, al otro día de las elecciones, insiste con una fórmula que no hace más que hundirlos todavía más: le echan la culpa de la derrota a los votantes –para los que nunca tuvieron un gesto-, por no darse cuenta de que ellos son quienes los están llevando hacia un estado de felicidad, y aparte los siguen queriendo asustar con el cuco kirchnerista. Ya está. No hay manual que valga. Vuelvan al sector privado y sigan dedicando sus vidas a hacer dinero. Dejen el país para la dirigencia con vocación de servicio y amor por la Patria.
Ya lo habíamos dicho acá. Había motivos para ilusionarse con una derrota de Cambiemos y una victoria del Frente de Todos. Pero nos quedamos cortos. Somos parte de la felicidad y emoción colectiva que por estas horas embriaga a los millones que están comprometidos y comprometidas con la construcción de un país justo, libre y soberano, pero también sabemos que ese quince por ciento del electorado que ayer acompañó la fórmula del peronismo unido (que se suma al 30 duro que supo acumular el kirchnerismo), cuatro años antes le dio un cheque en blanco al macrismo. No hay que confundirse ni creerse los campeones del mundo. Y ayer a la noche, para nuestra tranquilidad, en búnker del Frente de Todos, los y las candidatas, fueron muy cautos en la elección del tono y las palabras seleccionadas para celebrar.
Alivio quizá sea una de las palabras que mejor resumen el estado de ánimo generalizado, porque ese quince por ciento de votos condensa un hartazgo y rechazo a las políticas de hambre de Cambiemos. Tuvieron que pasar casi cuatro años y una acumulación insoportable de frustraciones y dolor para que esa parte de la sociedad lo viera, como muchos preveíamos que iba a pasar a partir de 2015. Pero ya está. Más vale tarde que nunca. Nos agarrábamos la cabeza al pensar en la posibilidad de que la mayoría de nuestros compatriotas volviese a darle a Macri un voto de confianza. No podía ser, decíamos.
No sirvió de nada el cerco mediático que levantaron las grandes empresas periodísticas a favor del Gobierno nacional. Fue obsceno, criminal, pero no alcanzó. Tampoco alcanzó la campaña de estigmatización contra las organizaciones sindicales, políticas, los movimientos sociales, y todo aquel que fuese kirchnerista, siguiendo el manual que propone la creación de un enemigo interno para cerrar filas con el electorado propio. No les sirvió, tampoco, la permanente persecución contra Cristina Kirchner de parte de un sector del Poder Judicial, que es probable que en algún momento tenga que rendir cuentas por el posible delito de incumplimiento de deberes de funcionarios públicos. El marketing político, el uso sistemático de los estudios de televisión, la retórica del empredurismo, las falsas promesas y el lenguaje lavado, hueco, no fueron suficientes para conseguir el acompañamiento de las mayorías.
La gestión de la Alianza Cambiemos será recordada por siempre como el peor gobierno desde la recuperación de la democracia a la fecha. El rechazo se podía palpar en la calle. La figura popular del Gato, asociada al presidente, caló muy hondo, y emergía hasta por debajo de las baldosas, en todo tipo de circunstancias. Al presidente se lo insultaba en las canchas de fútbol, los recitales, los cumpleaños. Ser insensibles en lo social, no tomar una sola decisión a favor de los trabajadores, los jubilados, los jóvenes, las mujeres, las personas con discapacidad, tiene que tener un costo. Y lo tuvo. No se le puede sacar la comida del plato a la gente.
El pueblo argentino tiene una larga y noble historia de lucha. Con avances, victorias, pero también con durísimas derrotas que incluyen un genocidio. El capítulo que comenzó a escribirse ayer forma parte de ese bagaje, esa acumulación, admirada por una parte del mundo, porque fueron las organizaciones políticas, sindicales, sociales y culturales que forman parte del campo nacional y popular las que resistieron la implementación del programa económico del gobierno, como así también la persecución política y su intento por instalar un relato de la realidad delirante y perversa. Sin ese bastión de resistencia, es muy probable que el noeliberalismo de Macri y Vidal hoy hubiese hecho mucho más daño que el que hizo.
También es justo mencionar a los medios de comunicación populares (medianos, chicos y autogestivos), y a sus hacedores, que con escasos recursos, suscripciones y convicciones de fierro, lograron darle pelea al discurso hegemónico del gobierno y las grandes empresas periodísticas serviles.
Por otro lado, sin ese quince por ciento que ayer dijo basta, no había derrota oficialista ni caras largas en Costa Salguero (en lugar de ese espantoso baile de millonarios debajo de una lluvia de globos). Los votos del quince por ciento no son ideológicos, pero sí podemos arriesgar que son consecuencia, en parte, de nuestra historia de lucha, conquistas, en materia política y de derechos humanos, el piso de derechos laborales y sociales que creó el peronismo, algunos hitos del radicalismo alfonsinista de la primavera democrática del 83, los doce años de kirchnerismo. Ojalá así sea. En 2015, Cambiemos no había gobernado. Ahora sí. Basta. Se abre un nuevo período de esperanza y futuro para todos y todas.
Por último, la gran hacedora de la victoria del peronismo es Cristina. Lo saben propios y ajenos. Es la más lúcida y generosa de toda la dirigencia política nacional, y el panorama político que se abre en la Argentina, de cara al futuro, tiene incidencia también en la región y el mundo, para enfrentar el avance neoliberal que impulsa Donald Trump.
El Gobierno, por su lado, a través de las conferencias de prensa de Vidal y Macri, al otro día de las elecciones, insiste con una fórmula que no hace más que hundirlos todavía más: le echan la culpa de la derrota a los votantes –para los que nunca tuvieron un gesto-, por no darse cuenta de que ellos son quienes los están llevando hacia un estado de felicidad, y aparte los siguen queriendo asustar con el cuco kirchnerista. Ya está. No hay manual que valga. Vuelvan al sector privado y sigan dedicando sus vidas a hacer dinero. Dejen el país para la dirigencia con vocación de servicio y amor por la Patria.