Los hechos
La primera alborada del día presagiaba un calor agobiante: a las 6.25 de la mañana del 23 de enero de 1989, 40 hombres y seis mujeres, a bordo de cinco automóviles y dirigidos por un camión Ford 7000 de Coca- Cola (robado minutos antes), arremetió contra la puerta del Regimiento de Infantería Mecanizada III General Manuel Belgrano, para sorpresa de la guardia, al grito de ¡Viva Rico!, ¡Viva Seineldín!, ¡Nuevo Ejército Argentino!
Los gritos de los atacantes era engañosos: no pertenecían a una facción del Ejército Argentino.
Aquel intento de generar una insurrección popular, se transformó en un infierno para los militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP). No sólo se inició el combate con los militares dentro del cuartel, sino que afuera, además comenzaron a rodear el regimiento, policías de la provincia de Buenos Aires. El altercado que podría haberse resuelto en unas horas se extendió hasta la mañana del 24. La toma del cuartel y el asedio militar-policial fue transmitido en vivo y en directo por canales de tv y radio. La respuesta del Poder Ejecutivo fue enérgica: en horas mediodía, arribaron tres mil quinientos efectivos del Ejército, provistos de tanques, morteros y bombas de fósforo blanco.
De los cuarenta y seis militantes que ingresaron, solo trece sobrevivieron y cuatro aún permanecen desaparecidos; cinco fueron ejecutados de manera ilegal. Enrique Gorriarán Merlo, ex integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), desde la clandestinidad, dirigió las acciones.
Un hecho y dos miradas históricas
En primer lugar, no existe mucho material escrito acerca del asunto, y más bien, tuvo preponderancia la historia oficial, que contó un relato de una deriva de la izquierda que intentó desestabilizar al gobierno y finalmente el Ejército repuso el orden en defensa del gobierno de Alfonsín. A nivel historiográfico advertimos dos miradas. La primera traza una línea histórica con el pasado de la lucha armada de los 70, y la segunda intenta comprender el acontecimiento en la coyuntura democrático. Las dos son válidas, y las presentamos para enriquecer la columna.
Análisis bibliográficos y audiovisuales ofrecieron una mirada menos coyuntural, cuando toman el intento de copamiento a La Tablada, como el acto final de la guerrilla de izquierda. Se hace mella en la izquierda setentista, como si Enrique Gorriarán Merlo y los militantes del MTP, hubiesen respondido a motivaciones de aquella década. Muchas de estas investigaciones marcan La Tablada como la última aventura de aquella izquierda revolucionaria surgida al calor de la violencia política de la década del 70.
En esta línea argumental se encuentra la doctora en Ciencias Sociales Claudia Hilb, quien en la introducción de “La Tablada: El último acto de la guerrilla setentista”, se pregunta: “¿Qué lógica, qué confusión o desvarío podían explicar ese hecho a primera vista inentendible, que evocaba inmediatamente reminiscencias del accionar guerrillero de la primera mitad de los '70?”.
Tomando el título y la pregunta, la autora marca un desvarío de los militantes del Movimiento Todos por la Patria. Hay una guerrilla actuando con la racionalidad y la praxis de aquellos años de plomo. Hilb confirma su postura en un artículo de la Revista Lucha Armada en la Argentina, (Revista Nº9-Año III. Bs.As. 2007) cuando une el accionar, la idea de revolución e insurrección, que tenían los integrantes del MTP provenientes en su mayoría del ya vencido Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y de participar en la revolución nicaraguense en 1979.
De esta manera hay un legado revolucionario, subversivo, anclado en el setentismo, que explican parte de la motivación del grupo de izquierda que intenta la toma del regimiento de La Tablada. Los materiales audiovisuales, extractos de las imágenes de la transmisión televisiva, mencionan, “la última aventura guerrillera” o “la última locura de la guerrilla”.
Durante el operativo del Ejército, se cometieron fusilamientos y desapariciones forzadas.
El documental Tablada: El final de los 70. Fabian Agosta. (2013), recoge testimonios con las familias de las víctimas y sobrevivientes, también narra el origen y la historia del MTP, incurre en la misma lógica explicar el hecho desde la izquierda como resabio de la guerrilla del PRT-ERP, y las reminiscencias de la última dictadura cívico militar.
En otra mirada del hecho, la investigadora Lorena Portelli de la Universidad de Rosario, en su trabajo El Intento de copamiento a La Tablada 1989 advierte que “la finalidad del copamiento será enteramente política –producir una acción desestabilizadora que desatara una insurrección popular– y no ya conseguir armas para pertrechar una organización político-militar, que era el principal objeto (aunque no el único) de los copamientos en los años setenta”. Es decir, que a pesar de haber participado en las organizaciones armadas de los 70’, la lógica de los que coparon la Tablada fue otra. Portelli tomará un camino diferente: historizar, complejizar el asunto, pero registrando la coyuntura para comprender el accionar de los y las 46 militantes que coparon el cuartel. Este es el análisis que tomaremos.
Un análisis en coyuntura de La Tablada
Distante a considerar, que un grupo subversivo planteó la revolución armada, para la liberación, hay que comprender el copamiento del cuartel de La Tablada en un contexto de inestabilidad económica y política del gobierno de Raúl Alfonsín, y con una sucesión de alzamientos limitares. Las FFAA activas y como factor de poder eran un elemento que no debe soslayarse. Había un programa de autoritarismo militar liderado por la dupla Rico- Seineldín, que entre el 1 y 4 de diciembre de 1988, en el marco de una disputa interna, llevó al “Levantamiento Carapintada” protagonizado por Alí Mohamed Seineldin. Se dió en el cuartel de Villa Martelli.
En abril de 1987, desde el jueves santo hasta el domingo de Pascuas, el gobierno radical estuvo en vilo, por el primer alzamiento carapintada liderado por Aldo Rico en Campo de Mayo. El presidente tuvo que pactar con los amotinados, y el domingo en el balcón de la Casa Rosada expresó aquella frase que quedó en la memoria histórica: “la casa está en orden”. Luego debió promulgar las leyes de Punto Final (fecha límite para presentar denuncias por violación a los derechos humanos) y Obediencia debida, que libraba de responsabilidad penal a los integrantes de las fuerzas armadas y de seguridad que habían participado en torturas y desapariciones en la represión clandestina cometida durante la dictadura cívico-militar (1976-1983).
Ejército, y servicios de inteligencia
En conclusión las Fuerzas Armadas buscaban pactar impunidad frente a la represión ilegal, y el enjuiciamiento tras la avalancha de denuncias de familiares de desaparecidos, o de sobrevivientes a la tortura y represión ilegal, que habían sido reunidas por la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep), y condenados por el Juicio a las Juntas en 1985.
Un elemento más: distintos sectores de inteligencia le hicieron llegar a Jorge Baños, militante del MTP que había un pacto entre Carlos Menem- candidato a presidente del PJ, y Mohamed Seineldín- para derrocar al ya frágil gobierno radical. El líder del MTP, Jorge “Quito” Burgos, también accedió a esa versión, pero esto nunca terminó de corroborarse: para algunos fue una coartada para las acciones de toma del cuartel, y otros la entienden como una operación de inteligencia contra el MTP. La cuestión que, aunque fuese especulativa la versión formó parte de aquel clima, y de la coyuntura.
En aquel contexto el Ejército continuaba teniendo poder para desestabilizar al gobierno o condicionarlo.
Fueron 41 las víctimas fatales.
El otro aditivo para incentivar el ataque, fue que los ciudadanos en los alrededores de Villa Martelli, se habían enfrentado a los carapintadas con piedras y palos en aquel suceso contado líneas arriba. Los ciudadanos se habían movilizado, lo que condujo a pensar a Gorriarán y los suyos, que en el ataque al cuartel, provocarían un acompañamiento popular, logrando así una pueblada, y cierto efecto de insubordinación popular. Es en ese marco, y sumado a una crisis económica, energética e inflacionaria, del año 88, los y las militantes del MTP, plantearon el alzamiento como un golpe de efecto, además era mostrar la debilidad militar en su propio rostro. En realidad, reaccionar frente a un futuro golpe, y si Alfonsín no continuaba que el mando del país no fuese controlado, una vez más por los militares. Esta historicidad es necesaria para entender que el hecho no formó parte de un coletazo de los años 70, en los 80. Más bien una transicionalidad en la crisis democrática, y no de un “retorno al pasado setentista”, había razones específicas y particulares de aquella coyuntura.
Terrorismo de Estado (Una vez más)
El copamiento al cuartel de La Tablada, fue otro hecho trágico de la historia argentina: 33 militantes del MTP muertos, 7 del Ejército y 2 policías, dejan un saldo de 42 víctimas. Sin embrago la versión oficial no dio registro de un ariete más de estos sucesos. Iván Ruiz, José Díaz, Carlos Somojedny y Francisco Provenzano son los cuatro desaparecidos de estos tristes días de enero del 89. Berta Calvo y Pablo Ramos, fueron detenidos el 23. El día 24 aparecieron con 6 y 8 balazos respectivamente: fueron fusilados.
En plena democracia, el Ejército accionó como en la dictadura, fusilando, y desapareciendo, aplicando prácticas del terrorismo de Estado. Una más, hubo una versión falsa sobre Días y Ruiz, al cumplirse 30 años del hecho, el militar César Quiroga que conducía la ambulancia se quebró en el tercer día de juicio, y dijo que firmó cosas que el no vió. La realidad es que nunca subieron a la ambulancia, Quiroga fue obligado a firmar una declaración testimonial falsa. La declaración estaba avalada por un juzgado. El secretario de aquel juzgado de Morón era Alberto Nisman. Finalmente el texto no pretende exculpar la responsabilidad del MTP, la estrategia fallida de su cúpula le costó la vida a sus militantes, si dar a luz, ya que las versiones oficiales lo ocultaron, de la violación a los derechos humanos que incurrió, una vez más, el Ejército.
A 35 años de un hecho por el que también debemos decir, Nunca Más.