En 1997 la República del Ecuador tuvo de presidente a Adbala Bucaram, un hombre que a seis meses de haber asumido su cargo, tuvo que renunciar por un estallido social. El ex mandatario, que fue declarado insano para ejercer el poder, no solo obedecía las ordenes de EEUU sino que uno de sus principales asesores era Domingo Cavallo, el ex ministro de economía de Menem y De la Rua. Vale mencionar esto porque si uno repasa las postales de aquellos años tan parecidos a nuestro diciembre del 2001, encontrará similitudes con el presente que se vive en Ecuador, con el pueblo en las calles, tratando de detener a un gobierno que está llevando al país a la ruina, en con una similitud alarmante a lo que está haciendo Mauricio Macri en nuestro país.
Nada de lo que nos está llegando de Ecuador lo estamos viendo por las grandes cadenas de noticias, aquellas que se instalaron en Venezuela para filmar como el 'Régimen de Maduro' reprime a su pueblo. Tardaron diez días en mandar cronistas a Ecuador y el gobierno clausuró radio Pichincha, un medio popular que denunciaba la represión. Las imágenes nos llegan por filmaciones caseras realizadas por celulares y distribuidas vía redes sociales, que llegan con una súplica: 'por favor difundir nos están matando',
Hay que romper el cerco mediático y visibilizar que en Ecuador, por estas horas, hay desaparecidos, muertos, heridos y detenidos.
Lenin Moreno, sabiendo de antemano que sus decisiones iban a tener una fuerte resistencia popular, mudó el gobierno a Guayaquil, pero antes decretó el toque de queda, confiado de que si pueblo se levanta, se lo detiene con estados de sitio. Pero lejos de hacerle caso los movimientos indígenas, que representan el 10% de la población ecuatoriana, llegaron al centro político y económico de su país con los puños en alto, y se les se sumaron estudiantes y trabajadores.
Es una paradoja que el fuego del reclamo popular se haya encendido luego de la firma de otro decreto presidencial, que en este caso estableció que se libere el precio de la gasolina, que llegó a aumentar un 147%. Desde el momento en que se anunció la medida económica, se sublevó el subsuelo de la patria ecuatoriana.
Las fuerzas de seguridad respondieron como ordenó Oswaldo Jarrin, el encargado de las FFAA, formado en las Escuelas de las Américas, que no respetó, ni siquiera las zonas de paz en las que se hallaban los refugiados. En el hospital Eugenio Espejo y en la maternidad Ayora el gas lacrimógeno ingresó por los pasillos, y aunque los enfermeros intentaron cubrir las ventanas con frazadas mojadas, fue inútil; pacientes y personal médico sufrieron por igual.
Si hasta el estallido social que se produjo en las calles de Quito, la imagen del presidente Lenin Moreno estaba desgastada por la implementación de políticas neoliberales, hoy parece muy difícil ver en el horizonte un atisbo de paz. El primer mandatario utilizó el recurso del fantasma del chavismo para tratar de explicar la bronca de su gente, sin siquiera ponerse colorado.
La mayor parte de los ecuatorianos no quieren saber nada con un presidente que llegó al poder con la promesa de darle continuidad a las políticas inclusivas de Rafael Correa, y que desde el primer día de su gestión, aparte de despegarse de quien fuese su referente político, viene haciendo todo lo contrario. Durante su mandato se recortaron políticas de Estado que beneficiaban a los sectores más humildes de la población, todo como lineamiento de las ordenes que imparte el Fondo Monetario y que el presidente cumple al pié de la letra, como lo hace en la Argentina Mauricio Macri.
El resguardo para seguir avanzando con este neoliberalismo explicito Lenin Moreno lo encuentra desde Estados Unidos. En los días más álgidos el secretario de Estado Mike Pompeo dijo: 'Reconocemos las difíciles decisiones tomadas por el gobierno de Ecuador para promover un crecimiento económico duradero, y seguiremos trabajando en colaboración con Quito en apoyo de la democracia, la prosperidad y la seguridad'
Esto demuestra que la situación en Ecuador seguirá agravándose y que no hay en el horizonte posibilidades de mejora mientras los destinos del país sigan en manos de un presidente que está respaldado por el imperialismo estadounidense, aparte de estar en sintonía con los procesos políticos de países como Brasil, Colombia y Argentina.
Solo el triunfo de Alberto Fernández y la posibilidad de comenzar a construir un nuevo bloque latinoamericanista junto con Bolivia, Venezuela, Uruguay y México pueden despertar la ilusión de que vuelvan tiempos mejores para nuestra patria grande.