En 1960 los militantes radicales Olga y Luis, hijo de Ricardo, un peronista que resistió la subversión de Eduardo Lonardi contra el general Juan D. Perón, vivían juntos en Libertador General San Martín. Ella es Olga del Valle Márquez de Arédez, tucumana y odontóloga, y su compañero, el promisorio médico Luis Ramón Arédez.
San Martín era una ciudad calurosa y olorienta. El aire huele a bagazo, desecho de la caña de azúcar. El Ingenio Ledesma, empresa productora, residente en Jujuy, y con sucursales en Tucumán, le da nombre al pueblo. Se la conoce más por Ledesma, que por Libertador Gral. San Martín. Arédez fue contratado por la empresa azucarera como médico pediatra. No cobraba demasiado, y su esposa colaboraba para parar la olla, enseñando historia. Por la mañana compartían mates y tortas fritas junto a la rabia por la injusticia que sufrían los trabajadores, los hijos mal alimentados de los zafreros.
Ledesma no pagaba en dinero, sino en papeles, órdenes de compra. Un régimen de trabajo de 12 o 15 horas, casi feudal. Muchos de sus empleados eran descendientes de indígenas coyas. Olga cuidaba a su marido, que era médico de la obra social del Sindicato de obreros y empleados del Ingenio. Luis, por su parte, recibía presiones para no recetar medicamentos.
Luis y Olga formaron una familia, junto a sus cuatro hijos; unidos por el amor, no sólo entre ellos sino imbuidos por el amor al prójimo. Olga siempre le daría fuerza a su marido para seguir. Sus hijos cuentan que los domingos Olga hacía trabajo social, y Luis atendía menores en las villas miserias.
Dictadura y Empresariado
Carlos Pedro Blaquier, nació en 1927, hijo de una francesa y de un padre, cuya familia era terrateniente, y próspera.
Los Blaquier contaban y cuentan con millones de hectáreas, y un patrimonio imponente. Carlos, recientemente fallecido, coleccionista de relojes, dueño de una flota de aviones y siete barcos, y portador del 90% de las acciones de Ledesma, fue procesado en abril de 2012, durante el gobierno de Cristina Fernández, por colaborar con la dictadura, por armar listas, junto a su directorio, para la gendarmería, delatando a los trabajadores. Las víctimas eran pobres, sindicalistas, obreros de la zafra, que luchaban por sus derechos. También estuvo involucrado en la llamada Noche del Apagón, al aportar choferes, nafta y los camiones en los cuáles llevaban a los civiles secuestrados.
Como si esto no alcanzara, Carlos Blaquier era artífice de un régimen brutal de trabajo. Incluso de negarle remedios para los hijos de los zafreros, que solicitaba el médico Arédez, 'porque eran muy caros', y 'acá interesa producir', le decía en la cara un jefe de personal. Cada millón de dólares que obtenía el ingenio era a costa de la sangre y la salud de los zafreros. En un tono más amable, la esposa de Carlos, Nelly Arrieta de Blaquier, se dedicaba al arte en su tiempo libre. Presidenta de la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes.
Blaquier fue acusado de ser cómplice de la desaparición de Luis Arédez, en colaboración con la Gendarmería Nacional. En su defensa el empresario se despachó con un argumento insólito;
'Desde 1966 un decreto presidencial nos obliga a colaborar con la Gendarmería entregando camionetas”.
La obediencia debida, ya no como mera excusa de las fuerzas armadas, sino del parte del empresariado argentino, fue una forma de maximizar las utilidades a partir del disciplinamiento de trabajadores y sindicatos.
1973: Triunfo del peronismo
Corrían tiempos claves, tras 18 años de proscripción del líder Juan Perón, y la fórmula Héctor Cámpora y Solano Lima, ganaba en las urnas y el peronismo volvía al poder, a través del Frejuli.
No está demás decir que el mundo y la Argentina eran otros. El fútbol no era negocio, se formaba el Huracán del 'flaco' Cesar Luis Menotti, lejos de la Capital Federal, y a pedido de la gente, en Ledesma, asumía un Intendente, quien contaba que no era peronista, sino radical.
Era el médico Luis Arédez, que tenía cuenta en la farmacia Muñoz para que sus pacientes, los obreros sacaran a cuenta los remedios que él pagaba a fin de mes. Y que atendía en su consultorio, siendo la paga unas gallinas y verdura, o medio lechón.
Encomiable obra de Arédez, que ganó la Intendencia por el FREJULI- Frente Justicialista de Liberación*- por más del 50% de los votos, para incrementar el presupuesto en salud, y lograr que algunos medicamentos se ofertaran gratis en el hospital de Ledesma. El 2 de junio de 1973 elaboró una ordenanza impositiva, para que la empresa monopólica azucarera pagara los impuestos. Esto fue inédito. Nunca había sucedido algo así en la historia del pueblo. Esta medida le costó el cargo, cuando una patota armada irrumpió en su despacho para llevárselo preso a la cárcel de Gorriti, y de allí a la Unidad N° 9 de La Plata, en febrero de 1976.
No iba a ser fácil. Se metió con la empresa de una familia oligárquica por antonomasia. Eran casi los dueños del pueblo, ¿Cómo ellos iban a pagar impuestos como cualquier hijo de vecino? Preso, sufrió todo tipo de torturas, y vejaciones.
La Noche del Apagón
La dictadura de Videla, Agosti y Massera, lo liberó en marzo de 1977. En la cárcel tuvo un infarto, y cuando salió, 'era otro hombre', relató años más tarde uno de sus hijos. Flaco, y taciturno, Arédez continuaba militando por los pobres. El 13 de mayo de 1977 lo cargaron en una camioneta que tenía el logo del Ingenio Ledesma, y nunca más se lo volvió a ver. El pueblo se inundó de terror, y en la actualidad sigue hablando bajito como si la dictadura continuara. Cuentan que lo mataron de dos tiros en el fondo del Ingenio, ese mismo que produce azúcar, papel y alcohol.
Otro grupo de personas sufriría la misma suerte, cuando un 20 de julio de 1977 en Ledesma y pueblos aledaños se apagó la luz. Un corte eléctrico organizado por la Gendarmería, para entrar a las casas y llevarse a militantes, sindicalistas y obreros. Tiraban a las mujeres al piso y las arrastraban de los pelos para subirlas a las camionetas. Durante una semana se apagó la luz, y los grupos de tareas actuaron para llevarse a 33 personas. Junto con Arédez, otras 30 personas están desaparecidas en este hecho conocido como la Noche del Apagón.
Entrevistado y visibilizado el caso tras la derogación de la leyes de obediencia Debida y Punto Final, durante el gobierno de Néstor Kirchner, su hijo Ricardo Arédez, contó que “él decidió ayudar a los humildes apenas llegó a Jujuy. A nosotros, sus hijos, nos llevaba los domingos a las villas mientras mi mamá hacia trabajo social y él atendía a los más chicos, eso el poder económico jujeño nunca se lo perdonó”.
Por su parte, Olga Márquez, la valiente mujer de Luis, fue la fundadora del grupo Madres en Ledesma. Y se convirtió en una de las tantas que hacía todas las semanas la ronda por los desaparecidos. La dignidad de Arédez en su lucha contra la desigualdad, la dictadura y los dueños opulentos del país, iluminan nuestros días. En la yunga jujeña su apellido no sería olvidado.