Fotos: Smw Press
El pasado 12 de marzo fue estrenada en calle Corrientes y con rotundo éxito, la obra “Druk”, con dramaturgia y dirección de Javier Daulte, adaptando la versión teatral de Thomas Vinterberg y Claus Flygare, sobre la película ganadora del Premio Oscar al Mejor Film Extranjero, en 2021, autoría del propio Vinterberg junto a Tobias Lindholm.
La presente pieza nos relata el día a día de cuatro profesores de escuela (interpretados con gracia y desparpajo por Pablo Echarri, Osqui Guzmán, Carlos Portaluppi y Juan Gil Navarro), quienes atraviesan una profunda crisis de la mediana edad. La monotonía de sus vínculos familiares y la insatisfacción en torno a sus rutinas personales se convierten en inmediata señal de alerta. Ante ello, deciden poner en marcha un plan de experimentación e investigación científica, promulgado por un tratado que indica como hipótesis que el ser humano nació con un déficit de alcohol en la sangre (un exacto 0, 5%), explorando la idea de los efectos beneficiosos que puede tener el consumo controlado, a modo de compensación.
El ensayo psico-fisiológico que los docentes emprenden intenta probar que el equilibrio -sorbos más, sorbos menos- puede hacerlos felices, despojándolos de todo código de apariencia habido y por haber. Con inteligencia y copa en mano, cuatro excepcionales actores -en registros muy distintos entre sí, que logran complementarse con absoluta química- nos plantean una serie de interrogantes, poniendo de manifiesto el deseo y las debilidades propias de la condición humana, igualando a personas comunes y corrientes con notorias figuras del deporte, el arte y la política a nivel mundial. Es hora de comenzar a embriagarse: el trabajo de campo realizado no tarda en perder su enfoque y desde la platea es mejor despojarse de ciertos prejuicios.
Hay bebidas que invocan la espiritualidad perdida y es motivo de brindis, parte de lo ritual, y por ende sagrado. El dios del vino invita otra ronda, ¡a probar la teoría se ha dicho! Las mínimas dosis ingeridas para volverse más agradable ante la mirada ajena escalan proporcionalmente rumbo al apagón total: los muchachos adquieren cultura alcohólica rumbo al encuentro de una segunda oportunidad. Entre otros aciertos, “Druk” rompe a menudo la cuarta pared dando la bienvenida a la participación del público, mediante tramos lúdicos de ocurrente interacción, añadiendo atractivo a una propuesta desopilante de principio a fin.
Más allá de la virtud de deshinibir que un ‘cero coma cinco’ extra posea, se intenta desentrañar qué le ocurre a cada uno de los involucrados una vez sobrepasado el límite. Las consecuencias deberán ser enfrentadas, y a veces, queda demostrado, no es sencillo frenar a tiempo. Sobre su desenlace, una tragedia producto del riesgoso experimento orienta a la obra hacia un lugar más dramático y reflexivo, haciendo prevalecer valores como la amistad y poniendo de manifiesto el efecto en cadena sufrido en el entorno íntimo.
Ante el riesgo de perder y la desesperada búsqueda de un renovador impulso, el cuarteto de amigos y colegas emprenden más de una actitud éticamente cuestionable. Es virtud de “Druk” no intentar moralizar, sino preferir empatizar con el prójimo y tener siempre a mano el remate humorístico apropiado. Mediante pinceladas de genialidad, esta producción de Pablo Kompel y Ricardo Hornos posee el sello distintivo del prolífico Daulte, conformándose como una propuesta que aborda problemáticas existenciales para hablarnos, en definitiva, de una prevaleciente pulsión de vida.