Está en boca y a la vista de todos: desde hace un mes y medio hay un cambio en el humor social. Milei perdió apoyo popular. Y esto se evidencia en cualquier ámbito: el trabajo, las relaciones familiares, las amistades, los conocidos con los que uno intercambia una mirada sobre la realidad. Y en la calle. En especial en la calle, donde hay bronca, pero también resentimiento, porque la gente que nos gobierna, en el mejor de los casos miente, hace del cinismo una práctica política y moral, y en el caso de Milei, un pobre hombre, descarnado y brutal, lo que uno percibe es que goza con el dolor ajeno. Entonces sí: hay bronca y resentimiento.

Una muestra de este nuevo clima de época es el episodio de mediados de la semana pasada, cuando en Avenida de Mayo y Perú, pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires, la gente que andaba por la zona se aglomeró frente a un edificio, atraídos por el desmesurado operativo de seguridad presidencial, que incluye media docena de camionetas blindadas (como sucede en las películas yanquis); diez minutos después, ni bien Milei y su hermana pusieron un pie sobre la vereda, la lluvia de insultos, gritos y reprobaciones se escucharon hasta Plaza de Mayo. Las imágenes de los hermanos de ojos celestes y el corazón helado, metiéndose a las corridas en las camionetas, escoltados por sus guardaespaldas, envueltos en el sonido de los gritos enardecidos de unas cien personas, se viralizó en unos minutos, y dio cuenta, como venimos diciendo, que en la calle hay mucho malestar.

Las razones son varias, y obvias: el ajuste económico, la pérdida del empleo, el cierre de fábricas y pymes, las restricciones a las que hubo que adaptarse mes a mes para cuidar los ingresos, la pérdida del poder adquisitivo, la cantidad de gente que uno conoce o se entera de que está buscando trabajo, dispuesta a hacer casi cualquier tarea, los viajes de los hermanos Milei alrededor del mundo para recibir premios y condecoraciones, el discurso de agresión y odio permanente; y a todo eso hay que sumarle la larga serie de escándalos mayúsculos que comprometen al gobierno: las denuncias por la estafa internacional con una criptomoneda, las presuntas coimas en organismos nacionales, pero en especial en la Agencia de Discapacidad, y ahora, la trama narco con el macho de José Luis Espert que terminó llorisqueando victimización en el único lugar al que va a hacer política: un estudio de televisión.

Otra vez: hay bronca y resentimiento.

La bronca también se explica porque ahora, de cara a las elecciones nacionales e intermedias del 26 de octubre, el gobierno apeló a una línea narrativa muy poco novedosa, y clásica de los proyectos neoliberales: pedirle al electorado que realice un nuevo esfuerzo, porque allá adelante, en el horizonte, están los resultados, la luz al fondo del túnel, la gloria. Y mientras piden sacrificio, y balbucean frases hechas, la gran mayoría de la población ve cómo se deteriora su vida todos los días un poco más, y los candidatos del oficialismo son los mismos que hasta seis meses atrás Milei defenestraba con insultos, descalificaciones y denuncias.

La realidad es que la motosierra pasó por la mesa y el bolsillo de los argentinos, y no por la casta. La realidad es que le sacaron los remedios gratis a los jubilados, que les niegan un mísero aumento en sus haberes, y que aparte todos los miércoles los reprimen a ellos y a quienes los acompañan. La realidad es que vienen ajustado a las universidades, el sistema científico y tecnológico, al mismísimo Hospital Garraham, e incluso al sector de la discapacidad, el segmento más vulnerable de la población. La realidad es que millones de compatriotas no llegan a fin de mes, y que si bien la inflación está domesticada, no hay plata en la calle, se desplomó el consumo, cierran las pymes, despiden trabajadores de las fábricas, y el país está paralizado.

Por todo esto, el recital que dio Milei en el Movistar Arena, muestra con crudeza y espasmo, el nivel de disociación que tienen con la realidad que viven y sufren millones de compatriotas. Solo un día antes su principal candidato en la provincia de Buenos Aires, el macho de Espert, se bajaba de la contienda electoral y se pedía licencia en el Congreso por las denuncias en su contra por narcotráfico, y los Estados Unidos anunciaban un nuevo salvataje financiero para que nuestra economía no colapse. En ese marco, Milei se dio el gusto adolescente de cantar en un estadio cerrado.

Pero el dato esperanzador es que la bronca está siendo canalizada hacia la construcción política que el peronismo y otras fuerzas populares decidieron acumular en el sello electoral Fuerza Patria. Una dirigencia coherente, que no se corrió un milímetro de su historia e ideas, y una campaña electoral clara y contudente: frenar el daño de Milei.

Muchos militantes coinciden en un mismo relato, acerca de la campaña: la gente se acerca a nuestra mesa, hay buena predisposición, hay ganas, hay bronca. Y este análisis, este recorte, tiene mucho valor como termómetro de época, porque la militancia popular, en especial en la Ciudad de Buenos Aires, está muy acostumbrada al rechazo y el maltrato de parte del porteño promedio, en especial, de la avenida Rivadavia hacia el norte.

La presencia militante se puede ver en las quince comunas de la Ciudad y los distritos más populosos del Conurbano.

Fue un hallazgo haber impreso y llevado a la calle la boleta única, porque funge como puente para poder iniciar una conversación con el vecino. Ante el cambio en el sistema de votación que impuso el gobierno –tal como pretendió hacerlo en todo momento el macrismo, como si de esa manera fuesen a juntar más votos-, el ingenio de nuestra militancia y dirigencia dio una nueva muestra de superación, y hoy la boleta está en todos los puntos céntricos de las quince comunas, y muchas esquinas de los populosos distritos bonaerenses, para generar así un punto de confluencia con la comunidad que está harta de tolerar la crueldad y el cinismo de un gobierno antipueblo y antipatria, y está dispuesto, a su vez, de volver a darle al peronismo y otras fuerzas populares, la oportunidad, primero de ponerle un freno a Milei y los suyos en el Congreso, y en el 27, de volver a gobernar.