Por Luis Gras
Allá por los siglos XVIII y XIX el Ejército Ingles, en la India, por entonces una colonia británica, reclutaba nativos para cumplir distintas funciones. Estos mercenarios a sueldo fueron llamados “Cipayos”, que en idioma persa significa soldado.
Si bien el origen de los Cipayos se remonta al imperio otomano, en el siglo XV. Un dato significativo era el que en este imperio, en épocas de paz, los cipayos eran los encargados de recaudar los impuestos. Pero en la india la función era más política. Los cipayos debían proteger los intereses del reino, a saber, recursos minerales y mano de obra barata para la explotación de las empresas británicas.
Con ese objetivo, eran constituidos como ejército regular en todo el territorio de la colonia, y debían reprimir cualquier intento de sublevación de su propio pueblo. Por extensión, en muchos lugares del mundo se empezó a utilizar el término cipayo para definir al traidor a su patria o mercenario inmoral que no vacila en traicionar a su propio pueblo por dinero o prebendas.
Hasta aquí, hemos hecho un breve análisis histórico del origen del término. En los tiempos modernos que nos toca vivir, se sabe que en la mayoría de los países existen estos ciudadanos execrables y que en mayor o menor cantidad, aportan sus servicios a cualquier potencia o fuerza extranjerizante que les pague sus servicios. Aquí en la argentina, como siempre, hemos resignificado el cipayismo y vaya a saber por qué, rara cuestión de la semántica, lo hemos transformado en sinónimo de patriotismo. En estos momentos aciagos para la política, los intereses de la mayor parte del pueblo el país y la región, muchos de estos cipayos se muestran como verdaderos adalides de la libertad.
Ejemplos tales como Elisa Carrió, que mientras cabalga con su armadura de justicia infinita representando la justicia de los dioses de El Olimpo, es ciega ante el feroz latrocinio y entrega de la Patria de su “ahora” amigo Mauricio Macri. Una señora que llegó a decir que se calla la boca de delitos aberrantes contra el Estado, o sea, todos nosotros, entre otras barbaridades. Y esto sin que ningún fiscal la llame a declarar.
Mientras tanto, los representantes del pueblo de la alianza gobernante, sesionan solo cuando lo ordena el FMI, organización saqueadora a la que le abrieron una oficina en el Banco Central de la República Argentina.
Creo que a esta altura del partido, el termino Cipayo les queda chico. Son, como plantease el pensador Arturo Jauretche, son sus más descarnados representantes.
Allá por los siglos XVIII y XIX el Ejército Ingles, en la India, por entonces una colonia británica, reclutaba nativos para cumplir distintas funciones. Estos mercenarios a sueldo fueron llamados “Cipayos”, que en idioma persa significa soldado.
Si bien el origen de los Cipayos se remonta al imperio otomano, en el siglo XV. Un dato significativo era el que en este imperio, en épocas de paz, los cipayos eran los encargados de recaudar los impuestos. Pero en la india la función era más política. Los cipayos debían proteger los intereses del reino, a saber, recursos minerales y mano de obra barata para la explotación de las empresas británicas.
Con ese objetivo, eran constituidos como ejército regular en todo el territorio de la colonia, y debían reprimir cualquier intento de sublevación de su propio pueblo. Por extensión, en muchos lugares del mundo se empezó a utilizar el término cipayo para definir al traidor a su patria o mercenario inmoral que no vacila en traicionar a su propio pueblo por dinero o prebendas.
Hasta aquí, hemos hecho un breve análisis histórico del origen del término. En los tiempos modernos que nos toca vivir, se sabe que en la mayoría de los países existen estos ciudadanos execrables y que en mayor o menor cantidad, aportan sus servicios a cualquier potencia o fuerza extranjerizante que les pague sus servicios. Aquí en la argentina, como siempre, hemos resignificado el cipayismo y vaya a saber por qué, rara cuestión de la semántica, lo hemos transformado en sinónimo de patriotismo. En estos momentos aciagos para la política, los intereses de la mayor parte del pueblo el país y la región, muchos de estos cipayos se muestran como verdaderos adalides de la libertad.
Ejemplos tales como Elisa Carrió, que mientras cabalga con su armadura de justicia infinita representando la justicia de los dioses de El Olimpo, es ciega ante el feroz latrocinio y entrega de la Patria de su “ahora” amigo Mauricio Macri. Una señora que llegó a decir que se calla la boca de delitos aberrantes contra el Estado, o sea, todos nosotros, entre otras barbaridades. Y esto sin que ningún fiscal la llame a declarar.
Mientras tanto, los representantes del pueblo de la alianza gobernante, sesionan solo cuando lo ordena el FMI, organización saqueadora a la que le abrieron una oficina en el Banco Central de la República Argentina.
Creo que a esta altura del partido, el termino Cipayo les queda chico. Son, como plantease el pensador Arturo Jauretche, son sus más descarnados representantes.