Con enorme sensibilidad a flor de piel, en Alguien como vos, libro de relatos editado por Sudamericana, Mauricio Dayub, exquisito autor e intérprete, nos trae recuerdos de su propia vida. Pequeños cuentos bellamente descriptos, acompañados de imprescindibles y sabias moralejas a su desenlace. Los amigos de la infancia; el patio y el aula de la escuela en donde no siempre encajamos bien; el barrio y sus calles, veredas y alcantarillas; el club y esos ídolos inalcanzables en la radio; la gran ciudad, ese lugar ‘en donde viviría…’, la búsqueda de la vocación, entre trucos de magia, circos ambulantes y noches de pensión; la escasez de dinero casi siempre mal distribuido y abundancia de arroz en la dieta diaria. Son estas algunas de las grandes temáticas que atraviesan un libro escrito con el corazón y el alma.
A lo largo de las páginas, iremos conociendo la curiosidad infinita que habita en este chico que se abre al mundo, conociendo héroes de pueblo vestidos de delantal blanco. También sabiendo enfrentar a esos miedos que, por algún motivo que no desciframos, se instalan en nuestra niñez. Les pondremos condiciones. La infancia se hace de recuerdos imborrables: el torno del dentista, la tortuga gigante de aquel carnaval, la vestimenta que oculta lo más auténtico o muestra modos de camuflarnos. Años después, ya será el joven que luego respira el aire de los libres sixties, mientras sus poros se llenan de libertad y el helado se derrite en una fría noche. Claro, la libertad tiene un precio alto, porque para los jóvenes alcanzarla, en verdad, deben con ello saldar la cuenta pendiente de cambiar el mundo. Allí está Mauricio, legándonos estas postales en primera persona.
De ayer a hoy, casi nada ha cambiado dentro. Aquel chico que nunca perdió la capacidad de asombro, porque creció junto a un amigo encantador de serpientes, en la ciudad más fascinante del mundo. Porque la realidad no es otra que aquella que ven los propios ojos, con los colores que les otorga el deseo. Solo tenemos que estar atentos a nuestro alrededor, porque la vida siempre está hablándonos y reserva para nosotros ese sueño imposible. Oportunidades que no advertimos. Porque para Dayub solo se trata de soñar, y entre sueño y sueño, escuchamos la música que llega desde nuestro interior. Y entre relatos que se acumulan, el reproductor de música que acompaña mi lectura encuentra su playlist predilecta. Suena “Imagine”, de Lennon. Las palabras escritas por Dayub emiten sonidos, surge la resonancia. ¿Se imaginan si ese mundo fuera posible?
Allí está ese corazón de artista sorteando barreras cuando le hablan del destino; la obstinación y la tenacidad hacen posibles a los sueños. Solo porque soñar en un mundo mejor no sea grandilocuente, exagerado ni pretencioso. La lectura de este tesoro de libro nos anima a pensar, creer y confiar, en un gran sueño para todos, en donde convivan, uno al lado del otro, sin estorbarse ni opacarse, los anhelos de cada uno. Y porque a veces, solo se trata de sobrevivir. Entonces, ¿cuál es tu salvavidas? La normalidad es lo que bajo nuestra piel cotejamos. Los zapatos no son de otro. Seguimos leyendo, no queremos ni mirar de cerca el final. Final que puede cobrar tan diversas formas; ese al que no podemos escapar a tiempo, siete años antes de partir. O ese final que desvanece la ficción armada, para dar razón última a las palabras de Shakespeare: “la vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia que nada significan”.
A cada párrafo se abre ante nuestros ojos e intelecto un viaje sensorial por el mundo transitado. Ya no importan las distancias, la memoria está intacta y ese baúl lleno de objetos que nos deslumbran. Hasta que el pase de magia acabe, por razones más o menos misteriosas, y esa mano en el hombro que oprime, y nos dice, ‘todo esto es tuyo, en cuánto lo quieras’. El futuro es incógnito. Sin embargo, hay algunas certezas que asoman. ¿Dónde dejó apoyada su cruz el mundo que está todo tan patas para arriba? Diez pautas que debemos acatar nos impone la iglesia, pero el joven rebelde con sueños de actor que gesticula, solo por zafar, para parecerse ‘al Lole’ y firuletes de estrella de básquet tirando al aro en soledad desde el vértice imposible, se inventó un onceavo mandamiento que cumplirá a rajatabla: intentar hacer lo que brota del corazón.
Entre sus pliegues de sensible autenticidad, el libro dibuja una enternecedora semblanza paternal. La siesta de papá, el desastre de papá, el genio de papá, las cenizas de papá, el reflejo de papá en la puerta de vidrio. Ahí va Mauricio, intentando sorprender a la vida, pero a veces la vida te sorprende. Y los sueños de ser anfitrión de Cortázar cobran forma de invisible embajador. Volamos de vuelta al pasado, a redescubrir los olores de ese club y sus ídolos inmortales. Hay instantes irrepetibles. La vez que vino Balá, la noche que se escapó Sandro. No todo es color de rosa, crecer lleva inscripto su inevitable dolor. La boca del estómago no miente, es un cúmulo de síntomas sin ese remedio que no venden en farmacias. Justo cuando la protección de mamá que siempre se extraña nos recuerda que partimos del nido, porque no quedaba otra.
Relato a relato, descubrimos el amor y la belleza inalcanzable de esa chica que no es para uno. No obstante, combatimos la timidez para hacerla aliada y con gran sabiduría el autor nos ilumina: transforma sus desventajas en instrumentos para evolucionar y crecer. Porque, si bien existe la probabilidad de que no siempre ganaremos, sabemos con convicción que la pelearemos hasta el final. Presto a firmar su manual de supervivencia, el extra que no quería morir es quien escribe y también combate a la maldad, que es inherente está en nosotros, somos falibles y podemos hacer todo mal. La humanidad es un error imparable, para algunos lo que está mal es tan normal. Hacerlo mal tienta, pero se sabe mirar alrededor, porque a punto de mandarnos la macana alguien podría estar mirando. Podría ser Karadagián.
Llegando al desenlace, el autor nos comparte una conmovedora visión de la vida, pisando fuerte en los sesenta, con el horizonte en los setenta y apuntando el timón hacia la ‘máxima de 80’, sin embalajes, ni envoltorios, ni etiquetas. Soltamos la carga más pesada, porque la conciencia recuerdo lo que somos y valemos. Brutal. Mauricio, menor de cinco hermanos, busca hacer de grande lo que soñó que lo hacía feliz de chico. Y yo creo que lo consiguió: sabemos que cada noche, en Murphy o en Calle Corrientes, enciende la llama del teatro de todos. Y también creo que él enseña sin decirlo y lo transmite mejor que nadie. Mezcla del Tostado y de Lerman, como pez en el agua en cualquier teatro, o pluma en mano desgranando estos relatos maravillosos. Debo decir que este libro tiene la hermosa responsabilidad de haberme hecho emocionar. Y es obra del autor que ya ha hecho lo propio, despertado las mismas sensaciones en mí, sobre las tablas de un escenario. Porque la vida elige y casi nunca decidimos nosotros cuándo ocuparemos ese lugar. Y yo con convicción repito: “Fue uno de los Dayub”.