Por Kranear. Foto portada: Ctera
Ahora sí pareciera que las balas le están entrando a Macri. Durante mucho tiempo nos resignamos ante un escenario desfavorable, dominado por las imágenes y los editoriales de un dispositivo mediático oficialista que con todo tipo de artilugios desleales y deshonestos taparon el descontento social -cada día más generalizado- con acusaciones judiciales y políticas en contra del gobierno anterior. Las movilizaciones que distintos sectores del pueblo encabezaron durante el mes de marzo de 2017 quizá ya esté significando el fin del velo mediático y revanchista. Dos millones de argentinos defendiendo sus derechos en la calle ponen nervioso a cualquiera. A Marcelo Bonelli, por ejemplo, quien montó una nueva operación de prensa que incluyó -sin su consentimiento- a un ex mandatario español. A Marcos Peña, durante su informe de gestión en Diputados. O al matrimonio presidencial, en Olivos, cuando participaron del programa de la retrógrada Mirtha Legrand.
Luego de las multitudinarias manifestaciones del 6 de marzo de la mano de los docentes en la zona del Palacio Pizurno, los trabajadores el 7 -con el copamiento del palco oficial-, y las mujeres el 8, la imponente Marcha Federal Educativa confluyó en la Plaza de Mayo el miércoles 22, para finalizar allí dos días de cese de actividades. Aquel mediodía, antes de que las gruesas columnas que habían partido desde distintos puntos del país llegasen a la zona del acto, en la la avenida de Mayo y las diagonales norte y sur en el aire se respiraba bronca y un espíritu colectivo de lucha que recreaba las la resistencia a la larga noche neoliberal de los noventa. Los maestros y maestras de las escuelas primarias a las que asistimos cuando éramos chicos y los profesores y profesoras de los secundarios en los que nos formamos unos años más tarde, marchaban con paso apretado hacia la plaza junto a sus familias con carteles colgando del cuello o cartulinas en sus manos, en los que se manifestaban a favor de la educación pública y en contra de Macri, que unas horas antes había sincerado una vez su condición de clase dominante, con la idea de que algunos “caen” en la desgracia de vestir guardapolvo blanco. Son los maestros, le tiraría de la oreja un consultor a cualquier gobernante. No los ataquen. Oídos sordos. Los patrones no toleran a los rebeldes y soñadores. Y más aún si son kirchneristas. Hay que aplastarlos.
Los gremios docentes realizaron una notable demostración de fuerza, solo comparable a los otros dos hechos más épicos de la historia de los trabajadores de la educación: la Marcha Blanca (mayo de 1988) y la Carpa Blanca (1997). En ambos casos, la comunidad educativa se manifestó en contra de los retrocesos que estaba sufriendo el sector, pero también por la situación del país y el sufrimiento del pueblo. Son sindicatos combativos, comprometidos con el presente y el futuro. La secretaria general de la Central de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) desde el palco, Sonia Alessa, dijo con la voz rota que era el Gobierno nacional el que tenía la llave para distender el conflicto. Solo deben respetar la ley y llamar a una paritaria federal con los gremios docentes. Y avisó: no se van a rendir. Tienen la paciencia de una maestra que hace patria en el barrio -hace décadas- con sus pibes y sus familias.
Sobre la Diagonal Sur, una directora de una escuela de primaria de Merlo nos contó que a su establecimiento asisten 400 chicos, y que 280 de ese conjunto aprovecha el comedor que allí funciona. Le preguntamos por los padres. “Nos entienden y nos acompañan. Tenemos un grupo de WhattsApp. Saben que los contenidos y las horas de clase se pueden recuperar, y no así los derechos que estamos defendiendo. También les hablamos de la importancia de estar organizados en un gremio”, contó. Tenían puestas pecheras de SUTEBA. La euforia que había en los gestos y palabras de la directora era la misma que invadía los cuerpos cansados de los trabajadores de la educación que copaban la avenida y sus veredas. “Veinte micros llenos de maestras y profesores vinimos desde Merlo”, dijo con orgullo. No hizo falta que lo aclarase, pero allí todos se sentían representados por sus dirigentes gremiales.
El 24 de Marzo representa quizá la fecha más significativa de la agenda del campo nacional. Por el dolor que allí se condensa, por el compromiso y amor con las madres, abuelas y el resto de los organismos de derechos humanos y por la resignificación que se le introduce año tras año en función de la coyuntura nacional. Sirvió para renovar y multiplicar consignas de resistencia y lucha en épocas oscuras y de franco retroceso, para impulsar la profundización de las políticas de memoria, verdad y justicia en los años que gobernó el kirchnerismo, y ahora, una vez mas, para plantarse frente a un gobierno que golpea los intereses de las mayorías. Y la última marcha, de hace unas horas atrás, por supuesto que contuvo y resumió la bronca e indignación que hoy gana la calle producto de una realidad económica y política que se pone más insoportable a medida que transcurren los días. Desde la Casa Rosada en seguida se apuraron en señalar que se trató de “un acto opositor para los fanáticos”, en una clara señal de debilidad. Como se señala más arriba, ya no se puede tapar el sol con un dedo. No alcanza la Plaza de las Madres, las diagonales, las calles laterales, transversales y la 9 de Julio para contener tanto descontento social.
Crédito: La Cámpora
Un último párrafo se merece la estupenda demostración de fuerza y voluntad que realizó La Cámpora, junto a otras organizaciones como Unidos y Organizados, Kolina y Peronismo Militante, al recorrer catorce kilómetros a pie entre el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex Esma) y la Avenida de Mayo y la 9 de Julio. Miles de vecinos de Núñez, Recoleta y Barrio Norte tuvieron la posibilidad de apreciar con sus propios ojos la vitalidad de una imponente columna de al menos veinte mil militantes que no se retiró de los barrios, villas, universidades, secundarios y la gestión pública, a pesar de haberse quedado sin los contratos del Estado, como predecían los medios de comunicación dominantes. No llama la atención, entonces, que ningún medio le haya contado a sus lectores semejante noticia (nos preguntamos también por qué Página 12 tampoco cubrió el hecho político). Nunca hubo nada igual. Jamas en la historia un espacio político conformado en su mayoría por jóvenes atravesó la ciudad con semejante cantidad de militantes, semejante color y tan festivo folclore argentino. Estamos convencidos de que a cualquier periodista del mundo los ojos se le abrirían como un dos de oro. Pero claro, los gerentes de las empresas del periodismo cloaca priorizan la agenda de Macri, que en pleno 24 de marzo viajó a Holanda para ser recibido por Máxima Zorreguieta, con quien seguramente no conversen sobre el rol que jugó su padre a partir de 1976.
Ahora sí pareciera que las balas le están entrando a Macri. Durante mucho tiempo nos resignamos ante un escenario desfavorable, dominado por las imágenes y los editoriales de un dispositivo mediático oficialista que con todo tipo de artilugios desleales y deshonestos taparon el descontento social -cada día más generalizado- con acusaciones judiciales y políticas en contra del gobierno anterior. Las movilizaciones que distintos sectores del pueblo encabezaron durante el mes de marzo de 2017 quizá ya esté significando el fin del velo mediático y revanchista. Dos millones de argentinos defendiendo sus derechos en la calle ponen nervioso a cualquiera. A Marcelo Bonelli, por ejemplo, quien montó una nueva operación de prensa que incluyó -sin su consentimiento- a un ex mandatario español. A Marcos Peña, durante su informe de gestión en Diputados. O al matrimonio presidencial, en Olivos, cuando participaron del programa de la retrógrada Mirtha Legrand.
Luego de las multitudinarias manifestaciones del 6 de marzo de la mano de los docentes en la zona del Palacio Pizurno, los trabajadores el 7 -con el copamiento del palco oficial-, y las mujeres el 8, la imponente Marcha Federal Educativa confluyó en la Plaza de Mayo el miércoles 22, para finalizar allí dos días de cese de actividades. Aquel mediodía, antes de que las gruesas columnas que habían partido desde distintos puntos del país llegasen a la zona del acto, en la la avenida de Mayo y las diagonales norte y sur en el aire se respiraba bronca y un espíritu colectivo de lucha que recreaba las la resistencia a la larga noche neoliberal de los noventa. Los maestros y maestras de las escuelas primarias a las que asistimos cuando éramos chicos y los profesores y profesoras de los secundarios en los que nos formamos unos años más tarde, marchaban con paso apretado hacia la plaza junto a sus familias con carteles colgando del cuello o cartulinas en sus manos, en los que se manifestaban a favor de la educación pública y en contra de Macri, que unas horas antes había sincerado una vez su condición de clase dominante, con la idea de que algunos “caen” en la desgracia de vestir guardapolvo blanco. Son los maestros, le tiraría de la oreja un consultor a cualquier gobernante. No los ataquen. Oídos sordos. Los patrones no toleran a los rebeldes y soñadores. Y más aún si son kirchneristas. Hay que aplastarlos.
Los gremios docentes realizaron una notable demostración de fuerza, solo comparable a los otros dos hechos más épicos de la historia de los trabajadores de la educación: la Marcha Blanca (mayo de 1988) y la Carpa Blanca (1997). En ambos casos, la comunidad educativa se manifestó en contra de los retrocesos que estaba sufriendo el sector, pero también por la situación del país y el sufrimiento del pueblo. Son sindicatos combativos, comprometidos con el presente y el futuro. La secretaria general de la Central de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) desde el palco, Sonia Alessa, dijo con la voz rota que era el Gobierno nacional el que tenía la llave para distender el conflicto. Solo deben respetar la ley y llamar a una paritaria federal con los gremios docentes. Y avisó: no se van a rendir. Tienen la paciencia de una maestra que hace patria en el barrio -hace décadas- con sus pibes y sus familias.
Sobre la Diagonal Sur, una directora de una escuela de primaria de Merlo nos contó que a su establecimiento asisten 400 chicos, y que 280 de ese conjunto aprovecha el comedor que allí funciona. Le preguntamos por los padres. “Nos entienden y nos acompañan. Tenemos un grupo de WhattsApp. Saben que los contenidos y las horas de clase se pueden recuperar, y no así los derechos que estamos defendiendo. También les hablamos de la importancia de estar organizados en un gremio”, contó. Tenían puestas pecheras de SUTEBA. La euforia que había en los gestos y palabras de la directora era la misma que invadía los cuerpos cansados de los trabajadores de la educación que copaban la avenida y sus veredas. “Veinte micros llenos de maestras y profesores vinimos desde Merlo”, dijo con orgullo. No hizo falta que lo aclarase, pero allí todos se sentían representados por sus dirigentes gremiales.
El 24 de Marzo representa quizá la fecha más significativa de la agenda del campo nacional. Por el dolor que allí se condensa, por el compromiso y amor con las madres, abuelas y el resto de los organismos de derechos humanos y por la resignificación que se le introduce año tras año en función de la coyuntura nacional. Sirvió para renovar y multiplicar consignas de resistencia y lucha en épocas oscuras y de franco retroceso, para impulsar la profundización de las políticas de memoria, verdad y justicia en los años que gobernó el kirchnerismo, y ahora, una vez mas, para plantarse frente a un gobierno que golpea los intereses de las mayorías. Y la última marcha, de hace unas horas atrás, por supuesto que contuvo y resumió la bronca e indignación que hoy gana la calle producto de una realidad económica y política que se pone más insoportable a medida que transcurren los días. Desde la Casa Rosada en seguida se apuraron en señalar que se trató de “un acto opositor para los fanáticos”, en una clara señal de debilidad. Como se señala más arriba, ya no se puede tapar el sol con un dedo. No alcanza la Plaza de las Madres, las diagonales, las calles laterales, transversales y la 9 de Julio para contener tanto descontento social.
Crédito: La Cámpora
Un último párrafo se merece la estupenda demostración de fuerza y voluntad que realizó La Cámpora, junto a otras organizaciones como Unidos y Organizados, Kolina y Peronismo Militante, al recorrer catorce kilómetros a pie entre el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex Esma) y la Avenida de Mayo y la 9 de Julio. Miles de vecinos de Núñez, Recoleta y Barrio Norte tuvieron la posibilidad de apreciar con sus propios ojos la vitalidad de una imponente columna de al menos veinte mil militantes que no se retiró de los barrios, villas, universidades, secundarios y la gestión pública, a pesar de haberse quedado sin los contratos del Estado, como predecían los medios de comunicación dominantes. No llama la atención, entonces, que ningún medio le haya contado a sus lectores semejante noticia (nos preguntamos también por qué Página 12 tampoco cubrió el hecho político). Nunca hubo nada igual. Jamas en la historia un espacio político conformado en su mayoría por jóvenes atravesó la ciudad con semejante cantidad de militantes, semejante color y tan festivo folclore argentino. Estamos convencidos de que a cualquier periodista del mundo los ojos se le abrirían como un dos de oro. Pero claro, los gerentes de las empresas del periodismo cloaca priorizan la agenda de Macri, que en pleno 24 de marzo viajó a Holanda para ser recibido por Máxima Zorreguieta, con quien seguramente no conversen sobre el rol que jugó su padre a partir de 1976.