Foto Portada: Laura Gallo. Fotos cuerpo nota: Focco Producciones y Tute De la Croix.
El eterno David Lebón se presentó, en doble función y con localidades agotadas, los días 11 y 12 noviembre, en el Teatro Ópera de Calle Corrientes. Lo hizo junto a su banda estable y con motivo de recorrer cincuenta años de trayectoria. Diversas generaciones se congregaron para celebrar al histórico guitarrista y cantante, de regreso a los escenarios bajo el concepto de “Herencia Lebón”, la gira con la que está presentando el material audiovisual de dos volúmenes estrenado en agosto y septiembre pasado.
Registrado en un estudio del barrio de Almagro, “Herencia Lebón” fue lanzado en plataformas digitales, con motivo de repasar clásicos inoxidables dentro del profuso repertorio de un artista clave en la historia de nuestro rock. Con la participación de invitados de lujo (el guitarrista Baltasar Comotto, el violinista ruso Alexey Musatov y la arpista Sonia Álvarez), la pieza autoral fue conformada por dos sets, uno acústico y otro eléctrico, ejes de un concepto musical que el querido Ruso resumió en pocas palabras: ‘Hay música que se hereda y hay música que es herencia’.
Pionero y leyenda viva de nuestro rock, el Rey David destila su inagotable amor por la música, como experiencia transformadora y habitante de sus días desde que su madre, siendo muy pequeño, lo llevó a conocer “Rubber Soul”, ese big-bang que lo cambió todo, para siempre. Toda una vida después, la huella imborrable continúa trazando a su paso influencias; el músico viaja liviano y busca profundo dentro suyo un diamante de mayúscula verdad. Sabe que solo así encontrará su divinidad. Y vino a ofrecérnosla sobre las tablas del Teatro Ópera. Porque su corazón es el motor que lo lleva a seguir compartiendo la inextinguible pasión por el oficio.
A través de dos horas de show en completo éxtasis, poderosas reversiones de joyas de propia cosecha -y de todas las épocas- ponen de relevancia la vigencia de un Lebón en estado de gracia. De esta forma, “Herencia Lebón” se conforma como una conmovedora y emotiva travesía por un repertorio de postales rockeras imprescindibles. Con fuerte presencia dentro del repertorio, David entrega logrados homenajes a composiciones de su adorado Charly García para la etapa de Serú Girán. De lo contundente a lo intimista, suenan “Desarma y Sangra”, “Perro Andaluz” y “Noche de Perros”, conformando lo más destacado de la noche. En la velada, también habrá lugar para baladas de tradición blusera, y, mención aparte, merece especial elogio la brillante y arrolladora performance del extraordinario Dhani Ferrón en “No Llores por Mí, Argentina”, una canción insignia de Serú, que cobra evidente notoriedad en los días previos al balotaje electoral. A su conclusión, pícaro como sabe ser, David pregunta a quién vamos a votar. En la pullman, la popular se anima: ‘¡a vos, Ruso!’.
‘La música es el perfume de Dios’, acota el músico, entre canción y canción, y la platea lo ovaciona. No es para menos. El tiempo es veloz, pero a veces se detiene y es hora de recordar a otra banda querida como Pescado Rabioso. Parece que fue ayer, cuando David se ganaba el respeto y la confianza de su entrañable referente Luis Alberto. Hoy, el sentimiento sigue igual de ardiente, siempre que hablemos de rock and roll del fuerte. Suena “Despiértate Nena”. David canta como los dioses y deja cuerpo y alma enteros en cada uno de los solos de guitarra que nos regala. Incendiarios. Detrás suyo, las pantallas gigantes refrendan una propuesta estética notable, acorde con la presentación.
Tramo a tramo, David interactúa con su público. Saluda a su hija Nayla, sentada en una de las butacas, y luego, con notable cariz espiritual, se asume como la voz de la sabiduría: ‘Yo creo que adentro nuestro hay alguien que sabe más de nosotros. La mente te va a joder, pero el corazón no’, señala. Inmerso en su mundo agradable, es consciente de su finitud: dice que lo que más vas a extrañar cuando no esté entre nosotros es cantar para su público. Conmovedor. A sus flamantes setenta y uno, hay mucha cuerda por delante y somos afortunados de estar allí, viéndolo hacer lo que más ama. Lejanas quedaron aquellas tormentas; en su alma habita una casa confortable, porque la auténtica herencia es haber encontrado un lugar donde sentirse a gusto, cómodo y seguro de sí. Ya calló el murmullo del ruido de afuera, lo que suena ahora es esa melodía que escuchamos, en incontables rostros y señales.
A David se lo ve sonriente, feliz y pleno. Ahora la felicidad es nuestra, porque venimos a cantar esas canciones que se convirtieron en banda sonora de toda una vida. La banda transmite camaradería, complicidad y sinergia absoluta sobre el escenario. Son una maquinaria ultra eficaz y la buena vibra se percibe en todo el recinto. Y contagia, porque el sagrado ritual tribal de un concierto así lo indica. Alrededor del fuego, las almas se congregan y la formación suena afinadísima, combinando precisión, potencia y groove. Con total seguridad, podríamos afirmar que se trata del proyecto solista más sólido en toda la carrera de David. Lo acompañan ilustres músicos: el enorme baterista Daniel Colombres, el virtuoso bajista Roby Seitz, el maestro de las teclas Leandro Bulacio, el versátil Tavo Lozano en guitarras y teclados, y la columna vertebral de este grupo de eximios talentosos, Dhani Ferrón, a cargo de la segunda guitarra, voces y coros.
Rumbo al desenlace, el Ruso confiesa estar trabajando junto a Sony en un próximo disco de estudio con canciones nuevas. ‘Prepárense para lo que viene’, arremete el anfitrión, porque un artista nace para brindar lo mejor de sí. Y porque el derecho a heredar le pertenece, casi sesenta años después de aquella juvenil implosión, el guiño beatle lo encuentra entonando una mágica y sensible versión de “Blackbird” recuerda de dónde venimos todos: sin los cuatro de Liverpool no seríamos nada. Tomando una página del libro sagrado, ‘con las alas rotas aprendimos a volar’, reafirma el sentido de lo que alguna vez firmó Paul. Esta no es la única ocasión en que David cantará en inglés, luego hará lo propio con las líneas estribillo de “Before You Accuse Me', de Bo Diddley, que se enganchará con 'Copado con el Diablo'.
Hace exactos cincuenta años, David Lebón lanzaba su primer álbum solista (“David Lebón”, 1973), luego de haber participado en emblemáticos proyectos como “Pappo´s Blues Vol. 1”, La Pesada del Rock and Roll, Color Humano y Pescado Rabioso. Al poco tiempo llegaría Serú Giran y un segundo tramo solista que incluyó perlas como “El Tiempo es Veloz” (1982) y “Desnuque” (1984). Más adelante, emprendió un resurgir de proporciones míticas, camino a una madurez que legó obras valiosas como “Déjà vu” (2009) y “Encuentro Supremo” (2016), coronando un intachable recorrido con el reciente Premio Gardel de Oro por “Lebón & Co.” (2020). Pocos artistas de nuestro rock pueden presumir de semejante currículum.
El cariño incondicional de su gente se hace sentir, y toda una vida debió pasar delante de los ojos de David durante aquel saludo final. Pero faltaba algo más, y en un instante que condensa tan preciado legado en eterna comunión con el público, los bises se reservaron el momento más emotivo que podíamos esperar. ¡Qué lindo es volver a escuchar “Seminare”, siempre! Y todavía quedaba lugar para más, dejando abierta mente y alma. Ahora sí, nos veremos otra vez.
Lista de temas:
Sin vos voy a estallar
Cuánto tiempo más llevará (Serú Girán)
En la vereda del sol (Serú Girán)
Perro andaluz (Serú Girán)
Dos edificios dorados
Creo que me suelto
Esperando nacer (Serú Girán)
32 macetas
No confíes en tu suerte
Casas de arañas
Despiértate nena (Pescado Rabioso)
Mundo agradable (Serú Girán)
El tiempo es veloz (con Sonia Álvarez)
San Francisco y el lobo (Serú Girán)
Blackbird (The Beatles)
Desarma y sangra (Serú Girán)
Noche de perros (Serú Girán)
No llores por mí, Argentina (Serú Girán)
Copado por el diablo
Seminare (Serú Girán)
Nos veremos otra vez