Antecedentes

Para entender cómo se llegó al conflicto bélico es necesario hablar de dos gobiernos anteriores que tuvo el pueblo hermano del Paraguay.

El primero fue el del doctor Gaspar Rodríguez de Francia. Entre 1811 y 1840.

Fueron casi tres décadas en las que, como dice el historiador José María Rosa, “el comercio estuvo regido por un severo proteccionismo económico: en los buques paraguayos –tripulados por hombres de confianza del doctor Francia- salían los productos del país: tabaco, yerbas, maderas, azúcar, cereales, algodón. Eran los excedentes del consumo interno de un pueblo laborioso y austero. Como no se admitieron importaciones, el metálico producido por las ventas externas se acumuló en las arcas del Estado.

Esos recursos monetarios permitieron a Francia mantener en pie de combate un ejército de cinco mil hombres que resguardara las fronteras. Pero era un ejército donde los mismos soldados elegían a sus oficiales, y el grado más alto era el de teniente, de manera que no existía una élite militar.

Tampoco había en Paraguay clases vecinales: no existían ricos ni pobres, porque las tierras –que habían sido patrimonio jesuítico y luego de la corona española- estaban en su mayoría en manos del Estado.

También el Estado manejaba el comercio –en sustitución de los antiguos “contrabandos”, de modo que no existía burguesía mercantil ni fortunas de ese origen.

País raro ese Paraguay si se lo compara con sus vecinos enfrascados en interminables guerras civiles, pero “la única verdad es la realidad” y la misma mostraba un pueblo próspero y dueño de su destino. 

Batalla de Yatay

El gobierno siguiente fue el de Carlos Antonio López, que fue ejercido entre 1840 y 1862. Dotó a su patria de una flota mercante estatal que era primordial para exportar sus productos, en el mismo sentido construyó el primer ferrocarril y el primer telégrafo en Sudamérica sin recurrir a capitales extranjeros o injerencias foráneas.

Agréguese a este modelo de país, la decidida nacionalización del comercio exterior, que para el año 1860 evidenciaba un superávit de setecientos mil patacones anuales. Y como si todo esto fuera poco, en 1840 ya no había analfabetos en la República del Paraguay, debido a un plan nacional del gobierno para erradicar dicho flagelo cultural.

La guerra

El periodista y ajedrecista argentino, Jaime Emma (1938-2005), en una nota publicada en la revista Humor N° 146, correspondiente a marzo 1985, pone al descubierto la jugarreta sangrienta que despliega el colonialismo imperial inglés. “El Imperio británico observaba la evolución de este extraño fenómeno, que desmentía rotundamente las doctrinas ‘liberales’ sustentadas en los principios de Adam Smith (…) y la ‘manzana podrida’ –Paraguay- podía contaminar a las demás, conjeturaban los expertos del Foreing Office”.

Y armaron una guerra sin estar ellos a la vista como gestores de la misma. La Argentina de Bartolomé Mitre, Uruguay y el Imperio del Brasil contra los paraguayos, que finalmente fueron derrotados. Pasó a la historia como la guerra de la “Triple Alianza” y entre 1864 hasta 1870.

Precisamente el 1° de marzo de este último año tuvo lugar la batalla definitiva, la de Cerro Corá, cuando 4.500 soldados brasileños se enfrentaron a 400 hombres, mujeres, niños y ancianos paraguayos en deplorables condiciones, desnutridos, con pocas armas y en su mayoría enfermos. Murió en combate, como un valiente, el presidente y jefe supremo de la República del Paraguay, Francisco Solano López, sobrino nieto de Gaspar Rodríguez de Francia.

No debe quedar en el olvido la bravuconada lanzada por Mitre cuando dijo que “en 24 horas en los cuarteles, en 15 días en Corrientes, en tres meses en Asunción” dando a entender que esa guerra contra un pueblo “bruto” iba a ser un paseo. Tardó 6 años. 

Fue un genocidio. Más del 75% de la población guaraní murió en la contienda bélica. En esa estadística se cuenta que el 99.7% de los hombres mayores de 20 años murió por su patria. Los restos de la misma patria que luego fueron motivo de la voracidad del imperio anglosajón que pasó a comandarla entre bambalinas. 

La reparación histórica

A medida que fue pasando el tiempo y la historia oficial mitrista dejó lugar a la verdadera historia sobre lo ocurrido, no pasó mucho tiempo para que aquella Guerra de la Triple Alianza comenzara a ser reconocida como la “Guerra de la Triple Infamia”.

Y dos gobiernos peronistas obraron en consecuencia.

El 15 de agosto de 1954 el rastreador argentino “Muratore” arribó a Asunción del Paraguay. Abordo estaban el presidente Juan Domingo Perón, el ministro de Relaciones Exteriores Jerónimo Remorino y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé, entre otros funcionarios.

Como relata un medio gráfico de la época: “Las campanas de la ciudad se echan a vuelo y las sirenas y pitos de los barcos empavesados surtos en el puerto se unen a los vítores de la multitud que recibe al huésped, quien llega portador de todos los trofeos de la guerra de la Triple Alianza, para devolverlos a la Nación hermana y sellar así la indestructible amistad de ambas naciones”.

Con motivo de esa visita, la Cámara de Representantes del país vecino otorgó por ley el título de ciudadano honorario paraguayo a Perón. Y también se le concedieron las palmas de general de división del ejército paraguayo.

Luego de 60 años, habría un segundo acto de reparación histórica. Fue cuando nuestra presidente Cristina Fernández viajó a Paraguay el 13 de agosto de 2014 para entregar al país hermano, mobiliario de Solano López que retenido con el fin del conflicto de la Triple Infamia –léase rapiñado-, se guardaba en nuestro país y estaba exhibido en un museo de Entre Ríos que lo había recibido en carácter de donación por manos privadas. Concretamente se trataba de un escritorio perteneciente al mariscal, diez sillas y un dressoir.

Cristina no dudó en definir a aquel conflicto armado como “la masacre y el genocidio del pueblo paraguayo”.