Por Cinthia Picun

Me despierto a las cinco de este sábado 17, me dormí esperando alguna llamada de mi hijo. "Ya te vas a acostumbrar a no dormir nunca más tranquila cuando tengas hijos" me djieron una vez, y era verdad. Llegó justo en ese momento, lo abracé, lo olí y miré como caminaba hacia su cama. Esas cosas que hacemos todas las mamás... Prendí la televisión, y la noticia más esperada estaba ahí:¡Encontraron el submarino!

Mil imágenes pasaron por mi cabeza, los reclamos, a los oídos sordos de Mauricio Macri y su cúpula. La ayuda internacional que mostró más interés y preocupación, el Call Center de Marcos Peña mancillando el nombre de los cuarenta y cuatro tripulantes y sus familias. La mujer del tripulante embarazada que ya no pudo seguir cobrando el sueldo de su marido a poco de su desaparición, porque "No era viuda".

El encadenamiento en Plaza de Mayo. Las lágrimas que compartí con sus familias aquel 9 de julio. Las manos temblorosas de Luis Tagliapietra que sostenía mientras pedía apoyo a quienes nos acercamos allí. El pequeño acto realizado a sus espaldas en la imponente Casa Rosada y los militares que los ignoraron pasando por al lado... El abrazo a los demás padres y a una de las hijas pequeña de un tripulante. No puedo dejar de llorar por las impotencias sufridas. Mi hijo duerme tranquilo en una cama, los hijos de la patria, abandonados por el Estado a ochocientos metros debajo del mar...

¡Gloria y honor a todos ellos!