Por Marina Mariasch. Ilustraciones: Kitsch.
En el corazón de la Casa Rosada late la voz de una guerrera frente a un jardín de millones de flores que florecen. Ya no son de Mao, son de ella, son nuestras. En uno de los últimos discursos en el Patio de las Palmeras, Cristina se despide y nos recuerda la política de inclusión de este proyecto, la batalla que se libra desde el amor, la idea lúcida y cierta de que la Patria es el otro, la otra, l*s otr*s. La vamos a extrañar.
En un canal de cable dan una película fácil, de esas chica-conoce-chico; en una parte dicen: a ellos les gustan los hechos, los resultados, a nosotras nos gusta la historia, cada detalle de cómo sucedieron las cosas, cómo fueron pasando para que llegaran a ser como ahora. Están llenas de estereotipos esas pelis. No creo que haya cosas que les gusten a todos los varones, cosas que les gusten a todas las mujeres. Por ejemplo a mí, que me considero mujer, me gustan las dos cosas: el camino y el hecho, el proceso y el resultado. Por otra parte, me considero mujer en tanto eso se entienda como una construcción que no predetermine la heterosexualidad, y que contemple que la gran mayoría de los temas que nos afectan como minoría afectan también y peor a lesbianas gays y trans.
Por eso, porque me considero parte de un colectivo no heterosexista y me interesa cómo pasaron las cosas y también los logros obtenidos, puedo ver a todas luces -las luces de todos colores que el último 15 de julio (a cinco años de la promulgación de la Ley de Matrimonio Igualitario) iluminaron la Rosada y la hicieron verde, azul, naranja, violeta, rojo…- cómo cambió la situación en materia de diversidad y género en los años kirchneristas. Está claro que desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia en 2003, este proyecto de gobierno lleva a cabo una política en la que los Derechos Humanos ocupan un lugar central en la agenda. Los derechos humanos son los derechos de tod*s, del otr*.
Derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción de sexo, nacionalidad, lugar de residencia, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, edad, partido político o condición social, cultural o económica. Tod*s tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna, y el Estado los garantiza y promueve (pueden encontrarse completos en la Constitución Nacional y en los instrumentos jurídicos internacionales sobre derechos humanos vigentes en la República Argentina).
Esta década fue la ganada por tod*s l*s argentin*s. Porque reconquistamos derechos que habíamos perdido. Sobre todas las cosas, hemos ampliado los derechos de las minorías. La Unidad Latinoamericana, los juicios a los genocidas, la Asignación Universal por Hijo, la ley de matrimonio igualitario, la reestatización de las AFJP, la circular 125, la extensión de la asignación universal a las embarazadas, el aumento a l*s jubilad*s, las jubilaciones de amas de casa, la ley de Medios, son hechos concretos que evidencian el rumbo de estos años.
Esas medidas, más la ley de identidad de género, la ley de fertilización asistida, la tipificación de los delitos de trata y femicidios, entre otras, son logros históricos y, ojalá, irreversibles.
No son logros feministas ni LGBT. Son avances de y para la sociedad entera. Su aplicación no depende de que una mujer haya llegado al poder, responden a mociones que en muchos casos empezaron a gestarse antes. Pero muchos se concretaron bajo el mando de Cristina, la primera mujer que llega electa a la presidencia (y luego reelecta). ¿Cómo llegó? La vemos en esa foto ya legendaria, joven, agarrada al alambrado, con un proyecto germinal, pensamos en una carrera forjada en militancia e ideales. ¿Qué estará pensando con la mirada al pasto? ¿Qué pensamos con la mirada perdida o cuando posteamos un estado en facebook? Nos hace pensar que su camino pudo ser el nuestro.
Con Cristina nos hicimos presidentas. Llegó al poder traccionando la voz con pensamientos, sin tener que convertirse en varón. Desde su primer discurso, feminista consciente o no, no barrió bajo la alfombra el hecho de pensarse mujer en el mundo. Ser mujer es una condición de posibilidad. Lo dicen los números que relevan las diferencias de sueldo por el mismo puesto, las diferencias en la repartición parcial de tareas, las diferencias de oportunidades.
Llegó al poder y no se hizo -como Dilma, Bachelet o Merkel, y más allá de las afinidades con cada una- el corte a lo garçón, ni se puso un traje sastre. Se calzó la calza y mostró la pezuña nacarada al mundo. Los ataques nunca faltan; contra ella tienen perspectiva de género. Le dicen la yegua, la mostraron pelada -el cerebro taladrado literal-, amante de Chávez, Milanesa de Kiosco, puro nervio, qué CrisPada, Sanguchito de miga, fiestera, Sobras de ayer, te hace la croqueta, con su éxtasis en tapas de noticias. ¿Sabés qué, Federico Deacon? Somos un pedacito de la historia de la Patria. ¿Exagero? Hagamos un recuento.
Desde que asumió Néstor, y desde la Ratificación del Protocolo Facultativo de la CEDAW (Convención Sobre La Eliminación De Todas Las Formas De Discriminación Contra La Mujer), se delineó un camino a seguir. Se firmaron la Convencio?n de Bele?m do Para? (Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar Y Erradicar La Violencia Contra La Mujer) y la Convención sobre los Derechos del Nin?o. Siguieron, a nivel nacional, la ley de Educación Sexual Integral, la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas, que llevó a un promedio de 5 rescates diarios durante el último año, la Ley de Erradicación, Sanción y Prevención de Violencia contra las Mujeres, la Ley de Imprescriptibilidad de Delitos de Abuso Sexual, la nueva Ley Nacional de Protección integral de las Mujeres, la conformación de la Unidad de Registro, Sistematización y Seguimiento de femicidios y de homicidios agravados por el género.
Por decisión política, y gracias al impulso colectivo de las organizaciones civiles y gubernamentales, la cuestión de género pasó al centro de la agenda. Se generó debate en torno a las violencias contra las mujeres, física, simbólica, psicológica, económica, sexual. Cambiaron leyes, salimos a la calle. Sin embargo, y esto nos dice que hay que seguir andando, el cambio cultural no está afianzado. Parece que no hay cadena nacional de oraciones bellas y fuertes que sacuda la cabeza patriarcal e impida que una chica termine en la basura, en una zanja.
En materia de diversidad sexual, somos un país de referencia a nivel mundial. A partir de la sanción de las Leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género, en Argentina los derechos de las personas LGBT avanzaron en todos los ámbitos del derecho, incluyendo el laboral. Entre otras reformas transversales, la Ley Nacional de Salud Mental prohíbe expresamente diagnosticar una enfermedad psiquiátrica basándose en la “elección o identidad sexual” de la persona.
El nuevo Código Civil y Comercial reconoce para las “uniones convivenciales” (de cualquier orientación sexual) derechos a la seguridad social, patrimoniales, familiares (copaternidad, comaternidad, adopción conjunta, etc.) y laborales (como licencias por enfermedad). Como voluntad de filiación, si se usan técnicas de reproducción asistida, se firmará un consentimiento: serán padres y/o madres quienes hayan prestado su voluntad para serlo, independientemente de que hayan aportado o no su material genético, y más allá de su orientación sexual y/o su estado civil. Así se reconocen las diversas formas de constitución familiar.
Las de género y diversidad sexual no son agendas compartidas, no siempre, y es una pena. Pero en algunos puntos se articulan y suman fuerza, como en la Ley Programa Nacional de Educación Sexual Integral, en la Ley de Marco Regulatorio de Medicina Prepaga, en la Ley de Femicidio - porque modifica el Código Penal en cuanto al agravamiento de las penas por homicidio, lesiones y abuso de armas cuando el delito cometido sea motivado por la orientación sexual, identidad o expresión de género de la víctima-, en la Ley de Reproducción Medicamente Asistida, y en muchas de las modificaciones al Código Civil.
Cristina, uñas esculpidas, presidenta, mamá, abuela y labial, le baila al Choque urbano, baila un tech trance re grox, hace los pasitos de Vogue. De blanco o de luto eterno, nuestra mujer al poder no será la abanderada del género ni de la diversidad sexual, pero en algo es como Madonna: ídola femme, ícono gay. Todavía antiabortista, como la Madonna de “Papa Don´t Preach”, que defiende su derecho a tener al bebé, no a abortar. Aunque de alguna manera, defiende el derecho a la potestad sobre su cuerpo y a ser una madre soltera, a subvertir el modelo de familia tradicional. Pero más que nada, como Evita, reina de Néstor Perlongher y de los cabecitas.
Durante los años kirchneristas “la movida del diablo” que era para Bergoglio el matrimonio entre personas del mismo sexo, cambió de ritmo y se convirtió en ley. Al menos el diablo ya no mete la cola en eso. Mete la cruz Francisco, aunque sea el Papa bueno. Y aunque en el país ya circule el Protocolo para la Interrupción legal del embarazo, el aborto libre y gratuito es un objetivo que nos debemos. Pero estamos en un país distinto, donde las personas sin distinción de sexo, nacionalidad, lugar de residencia, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, edad, partido político o condición social, cultural o económica, podemos salir en masa a reclamar lo que queremos, a pedir por que no las muertas en manos de varones no sean algo natural; donde una persona trans puede tener un empleo en el Estado o en cualquier lugar, y que prostituirse no sea su única posibilidad; donde las personas pueden elegir llamarse como quieren en función del género con el que opten figurar en el documento nacional de identidad, darse besos donde quieran, tener hij*s o formar familias sin tipos preconcebidos. Cosas que hace unos años eran impensables y que nos hacen, más dueñ*s de nuestr*s propios cuerpos. Nuestros cuerpos, que hoy tienen más opciones, más derechos, y que laten y florecen en el corazón de la Rosada para mantenerse vivos cuando brille su ausencia.
En el corazón de la Casa Rosada late la voz de una guerrera frente a un jardín de millones de flores que florecen. Ya no son de Mao, son de ella, son nuestras. En uno de los últimos discursos en el Patio de las Palmeras, Cristina se despide y nos recuerda la política de inclusión de este proyecto, la batalla que se libra desde el amor, la idea lúcida y cierta de que la Patria es el otro, la otra, l*s otr*s. La vamos a extrañar.
En un canal de cable dan una película fácil, de esas chica-conoce-chico; en una parte dicen: a ellos les gustan los hechos, los resultados, a nosotras nos gusta la historia, cada detalle de cómo sucedieron las cosas, cómo fueron pasando para que llegaran a ser como ahora. Están llenas de estereotipos esas pelis. No creo que haya cosas que les gusten a todos los varones, cosas que les gusten a todas las mujeres. Por ejemplo a mí, que me considero mujer, me gustan las dos cosas: el camino y el hecho, el proceso y el resultado. Por otra parte, me considero mujer en tanto eso se entienda como una construcción que no predetermine la heterosexualidad, y que contemple que la gran mayoría de los temas que nos afectan como minoría afectan también y peor a lesbianas gays y trans.
Por eso, porque me considero parte de un colectivo no heterosexista y me interesa cómo pasaron las cosas y también los logros obtenidos, puedo ver a todas luces -las luces de todos colores que el último 15 de julio (a cinco años de la promulgación de la Ley de Matrimonio Igualitario) iluminaron la Rosada y la hicieron verde, azul, naranja, violeta, rojo…- cómo cambió la situación en materia de diversidad y género en los años kirchneristas. Está claro que desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia en 2003, este proyecto de gobierno lleva a cabo una política en la que los Derechos Humanos ocupan un lugar central en la agenda. Los derechos humanos son los derechos de tod*s, del otr*.
Derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción de sexo, nacionalidad, lugar de residencia, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, edad, partido político o condición social, cultural o económica. Tod*s tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna, y el Estado los garantiza y promueve (pueden encontrarse completos en la Constitución Nacional y en los instrumentos jurídicos internacionales sobre derechos humanos vigentes en la República Argentina).
Esta década fue la ganada por tod*s l*s argentin*s. Porque reconquistamos derechos que habíamos perdido. Sobre todas las cosas, hemos ampliado los derechos de las minorías. La Unidad Latinoamericana, los juicios a los genocidas, la Asignación Universal por Hijo, la ley de matrimonio igualitario, la reestatización de las AFJP, la circular 125, la extensión de la asignación universal a las embarazadas, el aumento a l*s jubilad*s, las jubilaciones de amas de casa, la ley de Medios, son hechos concretos que evidencian el rumbo de estos años.
Esas medidas, más la ley de identidad de género, la ley de fertilización asistida, la tipificación de los delitos de trata y femicidios, entre otras, son logros históricos y, ojalá, irreversibles.
No son logros feministas ni LGBT. Son avances de y para la sociedad entera. Su aplicación no depende de que una mujer haya llegado al poder, responden a mociones que en muchos casos empezaron a gestarse antes. Pero muchos se concretaron bajo el mando de Cristina, la primera mujer que llega electa a la presidencia (y luego reelecta). ¿Cómo llegó? La vemos en esa foto ya legendaria, joven, agarrada al alambrado, con un proyecto germinal, pensamos en una carrera forjada en militancia e ideales. ¿Qué estará pensando con la mirada al pasto? ¿Qué pensamos con la mirada perdida o cuando posteamos un estado en facebook? Nos hace pensar que su camino pudo ser el nuestro.
Con Cristina nos hicimos presidentas. Llegó al poder traccionando la voz con pensamientos, sin tener que convertirse en varón. Desde su primer discurso, feminista consciente o no, no barrió bajo la alfombra el hecho de pensarse mujer en el mundo. Ser mujer es una condición de posibilidad. Lo dicen los números que relevan las diferencias de sueldo por el mismo puesto, las diferencias en la repartición parcial de tareas, las diferencias de oportunidades.
Llegó al poder y no se hizo -como Dilma, Bachelet o Merkel, y más allá de las afinidades con cada una- el corte a lo garçón, ni se puso un traje sastre. Se calzó la calza y mostró la pezuña nacarada al mundo. Los ataques nunca faltan; contra ella tienen perspectiva de género. Le dicen la yegua, la mostraron pelada -el cerebro taladrado literal-, amante de Chávez, Milanesa de Kiosco, puro nervio, qué CrisPada, Sanguchito de miga, fiestera, Sobras de ayer, te hace la croqueta, con su éxtasis en tapas de noticias. ¿Sabés qué, Federico Deacon? Somos un pedacito de la historia de la Patria. ¿Exagero? Hagamos un recuento.
Desde que asumió Néstor, y desde la Ratificación del Protocolo Facultativo de la CEDAW (Convención Sobre La Eliminación De Todas Las Formas De Discriminación Contra La Mujer), se delineó un camino a seguir. Se firmaron la Convencio?n de Bele?m do Para? (Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar Y Erradicar La Violencia Contra La Mujer) y la Convención sobre los Derechos del Nin?o. Siguieron, a nivel nacional, la ley de Educación Sexual Integral, la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas, que llevó a un promedio de 5 rescates diarios durante el último año, la Ley de Erradicación, Sanción y Prevención de Violencia contra las Mujeres, la Ley de Imprescriptibilidad de Delitos de Abuso Sexual, la nueva Ley Nacional de Protección integral de las Mujeres, la conformación de la Unidad de Registro, Sistematización y Seguimiento de femicidios y de homicidios agravados por el género.
Por decisión política, y gracias al impulso colectivo de las organizaciones civiles y gubernamentales, la cuestión de género pasó al centro de la agenda. Se generó debate en torno a las violencias contra las mujeres, física, simbólica, psicológica, económica, sexual. Cambiaron leyes, salimos a la calle. Sin embargo, y esto nos dice que hay que seguir andando, el cambio cultural no está afianzado. Parece que no hay cadena nacional de oraciones bellas y fuertes que sacuda la cabeza patriarcal e impida que una chica termine en la basura, en una zanja.
En materia de diversidad sexual, somos un país de referencia a nivel mundial. A partir de la sanción de las Leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género, en Argentina los derechos de las personas LGBT avanzaron en todos los ámbitos del derecho, incluyendo el laboral. Entre otras reformas transversales, la Ley Nacional de Salud Mental prohíbe expresamente diagnosticar una enfermedad psiquiátrica basándose en la “elección o identidad sexual” de la persona.
El nuevo Código Civil y Comercial reconoce para las “uniones convivenciales” (de cualquier orientación sexual) derechos a la seguridad social, patrimoniales, familiares (copaternidad, comaternidad, adopción conjunta, etc.) y laborales (como licencias por enfermedad). Como voluntad de filiación, si se usan técnicas de reproducción asistida, se firmará un consentimiento: serán padres y/o madres quienes hayan prestado su voluntad para serlo, independientemente de que hayan aportado o no su material genético, y más allá de su orientación sexual y/o su estado civil. Así se reconocen las diversas formas de constitución familiar.
Las de género y diversidad sexual no son agendas compartidas, no siempre, y es una pena. Pero en algunos puntos se articulan y suman fuerza, como en la Ley Programa Nacional de Educación Sexual Integral, en la Ley de Marco Regulatorio de Medicina Prepaga, en la Ley de Femicidio - porque modifica el Código Penal en cuanto al agravamiento de las penas por homicidio, lesiones y abuso de armas cuando el delito cometido sea motivado por la orientación sexual, identidad o expresión de género de la víctima-, en la Ley de Reproducción Medicamente Asistida, y en muchas de las modificaciones al Código Civil.
Cristina, uñas esculpidas, presidenta, mamá, abuela y labial, le baila al Choque urbano, baila un tech trance re grox, hace los pasitos de Vogue. De blanco o de luto eterno, nuestra mujer al poder no será la abanderada del género ni de la diversidad sexual, pero en algo es como Madonna: ídola femme, ícono gay. Todavía antiabortista, como la Madonna de “Papa Don´t Preach”, que defiende su derecho a tener al bebé, no a abortar. Aunque de alguna manera, defiende el derecho a la potestad sobre su cuerpo y a ser una madre soltera, a subvertir el modelo de familia tradicional. Pero más que nada, como Evita, reina de Néstor Perlongher y de los cabecitas.
Durante los años kirchneristas “la movida del diablo” que era para Bergoglio el matrimonio entre personas del mismo sexo, cambió de ritmo y se convirtió en ley. Al menos el diablo ya no mete la cola en eso. Mete la cruz Francisco, aunque sea el Papa bueno. Y aunque en el país ya circule el Protocolo para la Interrupción legal del embarazo, el aborto libre y gratuito es un objetivo que nos debemos. Pero estamos en un país distinto, donde las personas sin distinción de sexo, nacionalidad, lugar de residencia, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, edad, partido político o condición social, cultural o económica, podemos salir en masa a reclamar lo que queremos, a pedir por que no las muertas en manos de varones no sean algo natural; donde una persona trans puede tener un empleo en el Estado o en cualquier lugar, y que prostituirse no sea su única posibilidad; donde las personas pueden elegir llamarse como quieren en función del género con el que opten figurar en el documento nacional de identidad, darse besos donde quieran, tener hij*s o formar familias sin tipos preconcebidos. Cosas que hace unos años eran impensables y que nos hacen, más dueñ*s de nuestr*s propios cuerpos. Nuestros cuerpos, que hoy tienen más opciones, más derechos, y que laten y florecen en el corazón de la Rosada para mantenerse vivos cuando brille su ausencia.