Aramburu, Perón y un coronel sin tropa

- A Lonardi le voy a dar una paliza por pelotudo- dijo Pedro Eugenio Aramburu, tras un escupitajo, en el monte correntino. Estaban en los movimientos finales para derrocar al “demagogo”, al “tirano” Juan Perón, y el general no había podido sublevar al coronelato y la oficialidad de Curuzú Cuatiá.  

Eduardo Lonardi, el otro protagonista de esta historia, había realizado su carrera militar en Córdoba, y ya había tenido un desencuentro con Juan Domingo Perón. Enviado por el Ejército a una misión clandestina a Chile en 1938, para reemplazar al propio Perón, cuando pisó Santiago, Perón ya no estaba, e inmediatamente Lonardi caería preso. El resquemor, entonces, quedaría a flor de piel.

Como cuenta Alejandro Horowicz en su libro “Los cuatro peronismos”, que Lonardi era un oficial sin tropa ni programa, tibiamente apoyado por camaradas de armas que lo fueron a buscar, y también por los partidos golpistas, que dos semanas antes del golpe del 55 se encontraba en la Escuela de Artillería de Córdoba con una sola ambición: retirarse.

Cuando oyó la propuesta tal vez decidió tomarse revancha tras lo sucedido en tierras trasandinas.

La última cena

El sábado 12 de noviembre de 1955, Lonardi cenaba apaciblemente con su familia y una pareja amiga en la quinta de Olivos. Era el presidente de facto de la llamada Revolución Libertadora, el movimiento militar que había bombardeado, que el 16 junio de aquel año, la Plaza de Mayo, con un saldo de 300 muertos y 700 heridos, y que el 16 de septiembre también de ese año había derrocado al presidente electo Juan Domingo Perón.

De libertad no tenía nada, igual que de libertario el gobierno de Javier Milei.

Lonardi no alcanzó a apurar el fondo de una copa de Malbec porque fue interrumpido por un grupo de uniformados que rodearon la mesa para exigirle una reunión. La charla se extendió hasta altas horas de la madrugada. Le dejaron claro que el objetivo era desperonizar el país. Lonardi no sólo contestó con evasivas, sino que esbozó un argumento que a luz de los futuros hechos históricos no serían tan errados; les dijo que sería bastante torpe desde el punto de vista democrático poner al movimiento peronista en la clandestinidad y robustecerlo con su persecución. Después de tratar de convencerlo, sin éxito, los militares abandonaron la Quinta de Olivos. Horas más tarde, alrededor de las 7 de la mañana, tras dormir y prepararse para ir a la Casa Rosada, en el pie de la escalera Lonardi se encontró con el coronel Ossorio Arana, quien le comunicó que las Fuerzas Armadas le exigían su renuncia.

Fue soleado el domingo 13 de noviembre que terminó con las intenciones del general sin tropa que había esbozado aquella  proclama de “ni vencedores, ni vencidos”. Pedro Eugenio Aramburu tenía un fuerte revanchismo contra el ahora ex presidente de facto, y con gusto lo desplazaba para siempre. El General pondría en práctica aquella frase del presidente del Partido Comunista (PC) Américo Ghioldi: “se acabó la leche de la clemencia”.

Así fue que el 24 de noviembre nueva la dupla castrense gobernante, Pedro Aramburu e Isaac Rojas, mediante el decreto 3.855, disolvieron el Partido Peronista, tanto la rama Masculina y como la Femenina. Y fueron más allá: el 5 de marzo de 1956, mediante el decreto Ley 4.161 prohibieron las imágenes, los símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas vinculadas al peronismo. Tampoco se podía cantar la marcha “Los muchachos peronistas” ni “Evita Capitana”. Además, la Fusiladora se peleó con el diccionario: no se podía nombrar la palabra “justicialista”, o “tercera posición”, “peronismo” y “peronista”.

Desperonizar la vida pública

La Fusiladora no sólo quiso desterrar del diccionario y la vida política al peronismo, sino también de la vida pública. Las Fuerzas Armadas iniciaron una avanzada para rebautizar de manera generalizada cuanto lugar público tuviera el nombre de Eva Perón, o Juan Domingo Perón. Sería parte de otra nota la rebautización de cientos de escuelas, pero para brindar algunas precisiones, la actual terminar de Retiro pasó a llamarse así tras el cambio de nombre, ya que se llamaba Estación Perón. Las actuales provincias del Chaco y La Pampa cambiaron su nombre porque tenían el de Eva Perón; a la Ciudad Evita se la renombró como Ciudad General Belgrano.

La obsesión de la Fusiladora por desperonizar el país y borrar todo vestigio del movimiento popular argentino hizo que renombraran puentes, rutas, caminos y barcos.

La brutalidad llegó a demoler el Palacio Unzué, una joya arquitectónica que había sido alojamiento de Eva Duarte, toda la vajilla de la Fundación Evita, desechar sábanas, manteles, incluso chaquetas de enfermeras. La sede de Paseo Colón 800 fue intervenida y el edificio cedido a la Facultad de Ingeniería. Además de abandonar la obra que iba a ser el hospital de niños más grande de Latinoamérica, propuesta de Evita en 1951, el edificio se transformó en el viejo Albergue Warnes.

Pedro Eugenio Aramburu sería fusilado por la organización Montoneros, luego de que lo sometiesen a un juicio revolucionario.

El odio, la persecución y el castigo a todo el que adhiriera al “tirano”, sería penado. De 30 días a seis años de prisión el que detentara signos y símbolos peronistas, cantara la marcha, y clausura de negocios entre 15 y 45 días como consecuencia de portar la simbología del partido.

Por último, el decreto 4258/1956, estableció palmariamente la proscripción política, el mismo inhabilitaba para ocupar cargos públicos o políticos a las autoridades del Partido Peronista.

Desperonizar ayer, deskirchnerizar hoy

El 13 de noviembre, a menos de sesenta días del golpe, había ganado la partida el grupo más reaccionario, gorila y antipueblo de las tres fuerzas, que se había propuesto impedir que el peronismo se expresara como fuerza política como corriente nacional.

Llamativamente, hace solo unos días, el miércoles 13 de noviembre pasado, la Cámara de Casación Penal confirmó el fallo del Tribunal Oral Federal Nº 2, y en segunda instancia condenó a Cristina Fernández de Kirchner,  máxima referente del peronismo, y de la oposición, a seis años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos de por vida. Para otra nota, también, quedaría contar como los jueces de Casación comían, jugaban al tenis y visitaban a Mauricio Macri, pero lo que es necesario destacar acá es el intento de deskirchnerizar el país y anular al kirchnerismo como fuerza de la vida política argentina.

Aramburizándose, el gobierno de Javier Milei, en los primeros días de octubre, cambió el nombre del Centro Cultural Kirchner a Palacio Libertad Domingo F. Sarmiento; hace unos días, el viernes 15 de noviembre, retiraron el busto de Néstor Kirchner de la sede de Anses, en Paseo Colón 239. Un día antes fue el anunció de que se le retiraba la jubilación de privilegio a Cristina Fernández, y en un hecho arbitrario, también su pensión por viudez, una decisión muy cuestionable porque se trata de un derecho adquirido. Finalmente también cambiaron el nombre del Gasoducto Néstor Kirchner, inaugurado durante el gobierno de Alberto Fernández, mediante la resolución 326/2024, con la que lo renombraron Francisco Pascasio Moreno. Hace solo unas horas, en Retiro, taparon un mural de Néstor Kirchner que estaba en un edificio del Correo Argentino.

Cristina Fernández: nuestro brazo armado

Milei dijo durante una entrevista televisiva (20-10-24) que “me gustaría meterle el último clavo al cajón del Kirchnerismo, con Cristina adentro”, y así dejó en claro la misma actitud antidemocrática y autoritaria, salvando la distancia y el contexto histórico, que la Fusiladora. Cargadas de violencia, las palabras del presidente, que aparte menciona un cajón mortuorio, son muy graves, teniendo en cuenta el intento de magnicidio sufrido por la ex-presidenta el 1 de setiembre de 2022.

La iniciativa es desterrar del mapa político a la fuerza opositora más importante de la política. No está presente la dictadura de aquel entonces, pero ¿nos estamos en presencia de una democracia débil, el gobierno construye una democracia blanda, con gestos autoritarios basado en un odio visceral a los dirigentes, los símbolos, los militantes del kirchnerismo? ¿Será una fortaleza perseguir al principal partido opositor, o como expresó Lonardi, en aquella madrugada de 1955, una torpeza que le otorgará épica, una vez más al movimiento?

Cristina, flamante presidenta del PJ.

Escribo estas líneas finales el día posterior al 17 de noviembre, al aniversario de aquella jornada cuando el avión de Alitalia aterrizó en Ezeiza y el General Juan Domingo Perón, tras 17 años de exilio, retorno al país. Un presente atravesado también por los dichos de un personaje menor –el Gordo Dan- que realizó un acto con impronta fascistoide y dijo que eran “el brazo armado de la Libertad Avanza”.

Juan Manuel Abal Medina (padre) expresó en un reportaje que “los años duros de proscripción, y los de 1970,1971 y 1972, hicieron invencible al peronismo”. Tal vez la avanzada libertaria, en realidad gorila y antipopular, nos hagan invencibles. Por ahí la avanzada de la fusiladora judicial contra Cristina Fernández nos haga más fuertes, y estos años duros nos hagan invencibles, una vez más. El retorno del odio visceral nos convierta en un brazo armado, porque con Cristina Fernández como conductora, la dirigencia activa, el pueblo consciente y la militancia comprometida y astuta, volvamos a ser autores de nuestra historia, un brazo armado, cargado de emancipación y cargado de futuro.