Por Kranear

Hace unas horas se cumplieron cinco años de uno de los acontecimientos políticos y sociales más importantes de las últimas décadas, de esos que forjan la historia, y que constituyó un punto de inflexión para el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans, ya que por un lado sus demandas cobraron mayor visibilidad y potencia, y por el otro, se produjo una explosión de nuevos sentidos en torno a la lucha de los feminismos.

La antesala de este hecho fundante fue una maratón de lectura feminista en la explanada de la Biblioteca Nacional, convocada por la entonces titular del Museo de la Lengua, María Pía López, y de la que participaron escritoras y periodistas.

La consigna de aquel encuentro fue Ni Una Menos. También estuvieron presentes familiares de víctimas de femicidios como Wanda Taddei, y la adolescente asesinada en Uruguay, Lola Chomnalez, ambos casos de mucha repercusión mediática.

Pocos días después de la actividad, en Rufino, Provincia de Santa Fe, se produjo el femicidio de la adolescente de 14 años Chiara Páez. La indignación colectiva se expresaría de modo condenatorio y multitudinario, el 3 de junio de 2015, frente al Congreso de la Nación.

Luego de la Biblioteca Nacional, y para el 3/6, el grupo de periodistas y escritoras se propuso encontrar una forma de visibilizar la violencia machista. Pensaron en una convocatoria en la Plaza de los Dos Congresos, para leer un documento, bajo la misma consigna: Ni una menos. Nunca pensaron que la jornada terminaría siendo tan disruptiva y masiva. Era un reclamo muy amplio, insoslayable: “paren de matarnos”, no había matices, nadie se podía oponer.

Tiempo después, un asunto que aquel colectivo inicial de escritoras y periodistas dejó en claro, fue que la movilización por el “Ni una Menos” no nació en las redes sociales, como sostenían algunos medios de comunicación, sino que fue creada e impulsada a partir de la construcción de redes entre feminismos. Eso sí: las plataformas digitales sirvieron para que la convocatoria ganara espesor y masividad.

En una nota publicada en Kranear algunas horas después de la masiva concentración frente al Congreso, la columnista Celeste Abrevaya contaba que en el viaje hacia el centro de la Ciudad, ya se notaba la dimensión que tendría la convocatoria. Cientos de mujeres de todas las edades desbordaban los vagones de subte. Las más jóvenes tenían las caras pintadas y carteles hechos a mano, improvisados. “Vivas nos queremos” era una de las frases que más se repetía por todos lados. En la calle los celulares no funcionaban, los alrededores de la plaza estaban intransitables, miles de mujeres yendo y viniendo en un circuito sin destino, convocadas por la indignación, el deseo de contar padecimientos individuales, ahora convertidos en colectivos, que estuvieron guardados durante toda una vida. Fue un momento fundante, una explosión de conciencia y despertar de saberes todavía desarticulados y enredados.

Para la segunda convocatoria, ya en 2016, la organización del acto se dio a partir de un proceso asambleario que tuvo lugar en la Facultad de Sociales de la UBA. Se armaron comisiones y se redactó un documento consensuado de manera de modo colectivo.

Unos meses después se produjo otro hecho histórico: el paro nacional de mujeres. Fue el 19/10/16, convocado por el colectivo Ni Una Menos para repudiar el femicidio de Lucía Pérez, un hecho que conmovió a la opinión pública por su brutalidad y saña. El gobierno ya estaba avanzando con su modelo de exclusión, y en la calle, un clamor crecía desde la boca del estómago: paro general. Pero la conducción de la CGT miraba para otro lado. El colectivo sintetizó su nueva demostración de fuerza con la frase “Mientras la CGT toma el té, nosotras le hicimos un paro a Macri”.

El Ni una menos era ahora una organización con una agenda de posicionamientos y actividades, inserta en la vida pública del país, con muy buena prensa. La consigna central del espacio ya se había propagado del otro lado de las fronteras, y la demanda por el aborto legal, seguro y gratuito, se sumaba como reivindicación.

Más allá de los vaivenes de ese grupo inicial que conformó Ni Una Menos, lo destacable de aquel proceso asambleario, horizontal, es que abonó al encuentro entre identidades políticas heterogéneas que hoy conforman el movimiento feminista. La consigna principal, Ni una Menos, sobrevoló eso, convirtiéndose en un símbolo de lucha, un grito colectivo, popular y comunitario, que es de todas y no es de nadie.

En paralelo a la escalada organizativa que vivenciaron los feminismos, como así también las organizaciones populares con la creación de frentes, direcciones, secretarias y áreas de género, la mayor parte del movimiento feminista comenzó a darle pelea al plan de ajuste económico y miseria planificada que impulsaba Cambiemos. El movimiento feminista se inscribió entonces de manera contundente dentro del marco del feminismo popular. Ahora se enfrentaba, con claros niveles de enunciación, a un modelo neoliberal que generaba pobreza, desempleo, deuda y tristeza.

Esto originó que algunos sectores de la vida pública comenzaran a estigmatizar al movimiento, porque la disputa de fondo también se ve atravesada por qué modelo de país va a prevalecer, por cómo se distribuye la riqueza, cómo se concibe el rol del Estado, si se amplían o quitan derechos. Los medios masivos comenzaron a estigmatizar al movimiento.

En el presente, la creación de un Ministerio por y para las mujeres y diversidades es una victoria de dos pliegues. Por un lado, se cuenta con un gobierno popular que decide institucionalizar una buena parte de las demandas del movimiento feminista, y designar en la conducción de la cartera a algunas de sus referentes, y por el otro, la acumulación política y organizativa del movimiento, en el contexto histórico de que las fuerzas populares una más vez se hacen cargo de un gobierno, habilitó que hoy se sean sus militantes quienes estén diseñando políticas públicas, desde el Estado nacional, para avanzar hacia ese país con mayor igualdad y sin violencias por razones de género.

Fue así que en los días previos a la quinta edición del Ni una menos que finalizó hace unas horas, las organizaciones y espacios del feminismo popular realizaron una asamblea virtual, en la que se consensuó que la consigna para la nueva jornada de lucha sería “Nos sostienen las redes feministas, ni una menos, vivas, libres y desendeudadas nos queremos”, como así también tres actividades, adaptadas a la nueva normalidad que impone al aislamiento social y obligatorio: a las 18 horas se realizó una lectura colectiva de un documento, a las 19 hubo un ruidazo federal en puertas, balcones, ventanas y barrios, y a las 21, un proyectorazo.

De las actividades y pronunciamientos, por primera vez desde 2015, hubo participación institucional del gobierno argentino.

https://twitter.com/MinGenerosAR/status/1268150441281454080