Los militantes y simpatizantes del campo nacional, popular, democrático y feminista tenemos el derecho de sospechar de cualquier tipo de hecho que sacuda la realidad de nuestro país, de acá hasta el final de nuestros días, porque la historia, y también el presente, demuestran una y otra vez que el antiperonismo ha sido capaz de todo tipo de atrocidades con tal de enterrar al único movimiento que dio y sigue dando pelea para construir un país con menos privilegios y más justicia social.

Proscripciones, prohibiciones, bombardeos, golpes de Estado, torturas, cárcel, asesinatos, desapariciones, robo de bebés, exilio, persecuciones con causas judiciales, estigmatización, condena social, discursos de odio e incluso el reciente intento de asesinato contra Cristina, forman parte de una larguísima saga de hechos que tienen siempre a una víctima predilecta: el peronismo, su militancia, dirigencia, obra de gobierno y símbolos.

Si el hecho delictivo que terminó con la vida del chofer Barrientos fue premeditado en el marco de una interna sindical del gremio macrista de la UTA (Unión Tranviario Automotor), o si el robo fue parte de una disputa narco entre bandas del territorio, o más inverosímil todavía: si el hombre fue ejecutado por un sicario, pagado por una amante despechada, se dilucidará con el paso de los días y el trabajo de los investigadores.

Si el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, fue emboscado por los choferes de colectivos, ya sea porque lo planificaron, de pura bronca, o porque son parte del oficialismo de la UTA, y quisieron asestarle una trompada no solo al ministro, sino al gobierno de Kicillof, lo veremos en unos días. Quizá, como también parece, se trató de una ira genuina, nacida de las tripas, por la muerte evitable de un compañero.

Veremos.

Pero dudamos, tenemos el derecho a hacerlo, porque el macrismo, expresado en sus dirigentes de primera línea, y la línea editorial y el veneno de los periodistas de los medios masivos de comunicación, todos alineados en la prédica y acción militante antiperonista, juegan fuerte, todos los días, las veinticuatros horas, de manera irresponsable y hasta criminal, y más aún con este tipo de hechos, sangrientos, muy dolorosos, que prenden, que encienden la ira colectiva, ligados al eje de la agenda informativa que más vende y mete miedo: la inseguridad.

Como muestra alcanza un botón: sin información oficial, al voleo, sobreactuando indignación ciudadana, Diego Santilli, un porteño al que le debe dar asco caminar el barro de las calles de La Matanza, ahora precandidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, unas horas después del ataque contra Berni, dijo que el gobierno de Kicillof no llega a diciembre.

La violencia contra el kirchnerismo está naturalizada desde hace mucho tiempo. En los medios hegemónicos, en el discurso público de la dirigencia opositora, y también en los fallos del fuero federal del Poder Judicial, un ariete fundamental en la campaña de persecución que arrancó con la indagatoria que Bonadío le realizó a Cristina el 13 de abril de 2016, en una jornada histórica, porque a ella la acompañó, pacíficamente, siempre de este lado de la grieta, pacíficamente, una multitud.

Puede que el asesinato de Barrientos haya sido un hecho de inseguridad. Es bastante probable que haya sido así, producto de la locura, desesperación, improvisación o maldad de dos pibes de un barrio humilde, no somos ciegos ni necios, pero que nadie se haga los rulos si un representante de nuestro sector duda, si Berni o Kiciloff dudan, porque las razones para sospechar de los hechos que suceden en la calle y los discursos que emanan de las empresas periodísticas, o desde los atriles republicanos del PRO y sus aliados, son tangibles, palpables, comprobables. No alcanzarían ni cien páginas para nombrar todos los sucesos y palabras cargadas de espanto que llegan desde este sector del arco político de nuestro país, a partir de 2014, cuando el poder real olfateó la posibilidad de hacerse del Estado y sus recursos y posibilidades, de la mano del mayor estafador de la historia de nuestro país, Mauricio Macri,; desde ese momento, no pararon más.

Su estrategia y combustible siempre fue el mismo: el antikircherismo, la división, la persecución y el odio. No tienen ni un resultado o propuesta por la positiva para mostrarle a la sociedad.

El Lawfare no es un invento de Cristina; tampoco el intento de asesinato que sufrió el 1 de septiembre de 2022, como consecuencia del discurso de odio y difamación que le tiraron encima por haberse animado a enfrentar a los dueños de la Argentina, sin traicionar las banderas del peronismo y la plataforma electoral que la puso en la Rosada dos veces.

Vamos a dudar todo lo que haga falta, porque del otro lado de la grieta hay un enemigo voraz, que llegó a romper el pacto democrático que habíamos parido como Nación en 1983, al mirar para otro lado con el intento de magnicidio, y ahora –una vez más- se llenan la boca con ejes como la Seguridad, la gestión del Estado y los derechos ciudadanos.

La campaña electoral comenzó hace rato, y hay que estar preparados para cualquier tipo de operación.