Por Juan Manuel Roma
Ayer miércoles 14/8, a primera hora de la mañana, en una clara iniciativa demagógica, Macri anunció una serie de medidas económicas paliativas con el objetivo de aliviar el bolsillo de la gente. Sin embargo, la inyección de 40 mil millones de pesos en la economía –que no explicaron de dónde sacarán- poco podrá hacer frente a la transferencia de miles de millones de pesos por la devaluación y el aumento de la tasa de interés.
Frente a una inflación que terminará el año por encima del 50%, el alcance de un bono de entre 2 mil y 5 mil pesos, son muy limitados. El aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias beneficia a una minoría de trabajadores (en particular a los de mejores ingresos), mientras que el aumento de planes sociales como la AUH o el Programa Progresar, no llegan ni por milagro a contrarrestar la pésima situación económica de los sectores más postergados de la población.
Por la noche se puso en duda la iniciativa de congelar el precio de las naftas por noventa días, y unas horas antes, en otra muestra de que en Casa Rosada habían tomado nota de la gravedad de los hechos de las últimas horas, le indicaron a Macri que llame a Alberto Fernández, para calmar aunque sea un poco la turbulencia política y económica que generaron a partir de la derrota en las elecciones primarias y abiertas.
De mal en peor
Fue el domingo 11/8, antes de la medianoche, cuando se conocieron los resultados de la elección. El Frente de Todos logró una victoria aplastante, por más de 15 puntos. En la Provincia de Buenos Aires fueron más de 17. En las provincias donde ya en 2015 había ganado Unidad Ciudadana, se vio un aumento del caudal de votos y en las que había perdido, se mostró una fuerte recuperación. Es muy poco probable, casi imposible, que el gobierno, a pesar de sus anuncios y medidas, logre revertir los resultados. En la calle hay mucho enojo e indignación. Y cada vez que habla Macri, la empeora.
La reacción económica del día después de las elecciones fue una devaluación que llegó al 35%. La tasa de interés subió 10 puntos y llegó al 75%, y el Merval (índice que mide la evolución de las acciones de las principales empresas del país) cayó más del 50%. Los bonos y títulos públicos perdieron casi el 60% de su valor y el riesgo país y los seguros contra default (CDS) se duplicaron. La respuesta del presidente fue culpar a los votantes, a la formula victoriosa de las PASO y no hacer ninguna autocrítica. Por eso lo mandaron a hacer los anuncios de hoy miércoles. Con cara de circunstancia para la tele.
Una pregunta que se hicieron muchos: En calidad de qué Pichetto participó de la bochornosa conferencia de prensa del lunes.
¿Miedo al peronismo o fin de la fiesta macrista?
Los grandes beneficiarios de las políticas públicas de los últimos tres años y medio son fundamentalmente dos sectores: el financiero y los grandes consorcios agroexportadores. Por un lado, por los amplios beneficios que conlleva la bicicleta financiera para los bancos, Fondos de Inversión y otros actores especulativos, entre los que se destacan una gran cantidad de funcionarios de gobierno (tanto los que continúan en funciones como los que ya no). Por el otro, por el valor del dólar, que cubrió lo que demandaban las principales agroexportadoras en 2015, sumado a la quita temporal de las retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Sin embargo, como gran parte de la oposición venía advirtiendo, el proyecto económico del macrismo no puede sostenerse en el tiempo. La bicicleta financiera funciona en tanto y en cuanto no haya expectativas de una fuerte devaluación, y es sabido que el gobierno intentó a toda costa mantener subvaluado el valor del dólar en los últimos meses para llegar competitivo a las elecciones. Para eso no hizo más que incentivar al máximo la especulación financiera con tasas de intereses únicas en el mundo.
Esto supuso un nuevo aumento de la vulnerabilidad financiera del país, más aún si consideramos que en el 2018 muchos de los capitales golondrinas ya habían retirado sus dólares por la devaluación. En este momento, en el país hay aproximadamente 50.000 millones de dólares invertidos en LELIQ (Bancos), LETES y LECAPS (personas físicas e inversores institucionales como empresas y fondos de inversión). Es decir, más de 2 billones y medio de pesos factibles de retirarse a dólares.
Entonces, ¿cuál fue el principal causante de la desastrosa jornada financiera del lunes? Poco tiene que ver con el “temor” de los mercados a un eventual gobierno peronista (un espacio caracterizado por cumplir religiosamente los vencimientos de deuda), sino más bien con el presumible fin de un período de extraordinarios beneficios para la elite financiera local e internacional.
En el ámbito financiero, hay una premisa conocida por todos: el primero en retirarse de una apuesta riesgosa habrá obtenido beneficios extraordinarios. El último probablemente pierda todo lo invertido. Por esto mismo, ante la contundente derrota de Cambiemos (principal sostén del negocio financiero) los inversores no dudaron en asegurar su ganancia y retirarse. Es así como lo que comenzó con una devaluación del 5% antes de la apertura del mercado de cambios, terminó en una devaluación del 25%, que al día de hoy ya alcanza un 30%.
¿Mala praxis?
Frente a una corrida cambiaria, el gobierno y el Banco Central cuentan con múltiples instrumentos para frenarla, o al menos moderarla. Esto quedó demostrado en 2018 cuando el gobierno buscó a toda costa controlar el valor del dólar (no sin incurrir en una mala praxis escandalosa, o por lo menos sospechosa). Sin embargo, lo llamativo de las jornadas del lunes y martes fue la ausencia de respuestas oficiales.
El Banco Central apenas intervino en el mercado de cambios y lo hizo a última hora. Tampoco impuso ninguna limitación a los bancos para la renovación de LELIQ diarias, y dejó librados más de 150 mil millones de pesos que probablemente optaron por volcarse al dólar. No hubo anuncios de ningún tipo para intentar calmar el pánico inversor y, lo más peligroso, el presidente anticipó que de confirmarse en octubre los resultados de las primarias, la situación se tornaría aún más inviable. O sea: fomentó todavía más el pánico financiero, y aparte le echó la culpa a los votantes y al kirchnerismo.
¿Qué beneficios y qué perjuicios tiene esto para el oficialismo? Si bien el gobierno mantuvo el dólar planchado durante los meses previos a las PASO (luego de la brutal devaluación del peso durante 2018), no les sirvió en la contienda electoral. Entonces, ¿por qué querrían mantenerlo subvaluado? Quieren cargarle la responsabilidad de la corrida a la oposición, como así también el costo político del ajuste económico pasado y futuro, para tratar de instalar el temor de que de efectivizarse la victoria de Alberto Fernández en primera vuelta en octubre, vamos hacia una disolución nacional.
Sin dudas, la paradoja de este gobierno roza lo irreal. En el inicio de su gestión responsabilizaron de todos los males al gobierno anterior; y en la recta final, responsabilizan al gobierno futuro por los pésimos resultados obtenidos. A esta altura está claro que la máxima oficialista, en vez de “la patria es el otro”, se resume en “la culpa es del otro”. Confiamos en que la historia –y la mayor parte de los ciudadanos y ciudadanas- pongan en su lugar semejante perversión.
Ayer miércoles 14/8, a primera hora de la mañana, en una clara iniciativa demagógica, Macri anunció una serie de medidas económicas paliativas con el objetivo de aliviar el bolsillo de la gente. Sin embargo, la inyección de 40 mil millones de pesos en la economía –que no explicaron de dónde sacarán- poco podrá hacer frente a la transferencia de miles de millones de pesos por la devaluación y el aumento de la tasa de interés.
Frente a una inflación que terminará el año por encima del 50%, el alcance de un bono de entre 2 mil y 5 mil pesos, son muy limitados. El aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias beneficia a una minoría de trabajadores (en particular a los de mejores ingresos), mientras que el aumento de planes sociales como la AUH o el Programa Progresar, no llegan ni por milagro a contrarrestar la pésima situación económica de los sectores más postergados de la población.
Por la noche se puso en duda la iniciativa de congelar el precio de las naftas por noventa días, y unas horas antes, en otra muestra de que en Casa Rosada habían tomado nota de la gravedad de los hechos de las últimas horas, le indicaron a Macri que llame a Alberto Fernández, para calmar aunque sea un poco la turbulencia política y económica que generaron a partir de la derrota en las elecciones primarias y abiertas.
De mal en peor
Fue el domingo 11/8, antes de la medianoche, cuando se conocieron los resultados de la elección. El Frente de Todos logró una victoria aplastante, por más de 15 puntos. En la Provincia de Buenos Aires fueron más de 17. En las provincias donde ya en 2015 había ganado Unidad Ciudadana, se vio un aumento del caudal de votos y en las que había perdido, se mostró una fuerte recuperación. Es muy poco probable, casi imposible, que el gobierno, a pesar de sus anuncios y medidas, logre revertir los resultados. En la calle hay mucho enojo e indignación. Y cada vez que habla Macri, la empeora.
La reacción económica del día después de las elecciones fue una devaluación que llegó al 35%. La tasa de interés subió 10 puntos y llegó al 75%, y el Merval (índice que mide la evolución de las acciones de las principales empresas del país) cayó más del 50%. Los bonos y títulos públicos perdieron casi el 60% de su valor y el riesgo país y los seguros contra default (CDS) se duplicaron. La respuesta del presidente fue culpar a los votantes, a la formula victoriosa de las PASO y no hacer ninguna autocrítica. Por eso lo mandaron a hacer los anuncios de hoy miércoles. Con cara de circunstancia para la tele.
Una pregunta que se hicieron muchos: En calidad de qué Pichetto participó de la bochornosa conferencia de prensa del lunes.
¿Miedo al peronismo o fin de la fiesta macrista?
Los grandes beneficiarios de las políticas públicas de los últimos tres años y medio son fundamentalmente dos sectores: el financiero y los grandes consorcios agroexportadores. Por un lado, por los amplios beneficios que conlleva la bicicleta financiera para los bancos, Fondos de Inversión y otros actores especulativos, entre los que se destacan una gran cantidad de funcionarios de gobierno (tanto los que continúan en funciones como los que ya no). Por el otro, por el valor del dólar, que cubrió lo que demandaban las principales agroexportadoras en 2015, sumado a la quita temporal de las retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Sin embargo, como gran parte de la oposición venía advirtiendo, el proyecto económico del macrismo no puede sostenerse en el tiempo. La bicicleta financiera funciona en tanto y en cuanto no haya expectativas de una fuerte devaluación, y es sabido que el gobierno intentó a toda costa mantener subvaluado el valor del dólar en los últimos meses para llegar competitivo a las elecciones. Para eso no hizo más que incentivar al máximo la especulación financiera con tasas de intereses únicas en el mundo.
Esto supuso un nuevo aumento de la vulnerabilidad financiera del país, más aún si consideramos que en el 2018 muchos de los capitales golondrinas ya habían retirado sus dólares por la devaluación. En este momento, en el país hay aproximadamente 50.000 millones de dólares invertidos en LELIQ (Bancos), LETES y LECAPS (personas físicas e inversores institucionales como empresas y fondos de inversión). Es decir, más de 2 billones y medio de pesos factibles de retirarse a dólares.
Entonces, ¿cuál fue el principal causante de la desastrosa jornada financiera del lunes? Poco tiene que ver con el “temor” de los mercados a un eventual gobierno peronista (un espacio caracterizado por cumplir religiosamente los vencimientos de deuda), sino más bien con el presumible fin de un período de extraordinarios beneficios para la elite financiera local e internacional.
En el ámbito financiero, hay una premisa conocida por todos: el primero en retirarse de una apuesta riesgosa habrá obtenido beneficios extraordinarios. El último probablemente pierda todo lo invertido. Por esto mismo, ante la contundente derrota de Cambiemos (principal sostén del negocio financiero) los inversores no dudaron en asegurar su ganancia y retirarse. Es así como lo que comenzó con una devaluación del 5% antes de la apertura del mercado de cambios, terminó en una devaluación del 25%, que al día de hoy ya alcanza un 30%.
¿Mala praxis?
Frente a una corrida cambiaria, el gobierno y el Banco Central cuentan con múltiples instrumentos para frenarla, o al menos moderarla. Esto quedó demostrado en 2018 cuando el gobierno buscó a toda costa controlar el valor del dólar (no sin incurrir en una mala praxis escandalosa, o por lo menos sospechosa). Sin embargo, lo llamativo de las jornadas del lunes y martes fue la ausencia de respuestas oficiales.
El Banco Central apenas intervino en el mercado de cambios y lo hizo a última hora. Tampoco impuso ninguna limitación a los bancos para la renovación de LELIQ diarias, y dejó librados más de 150 mil millones de pesos que probablemente optaron por volcarse al dólar. No hubo anuncios de ningún tipo para intentar calmar el pánico inversor y, lo más peligroso, el presidente anticipó que de confirmarse en octubre los resultados de las primarias, la situación se tornaría aún más inviable. O sea: fomentó todavía más el pánico financiero, y aparte le echó la culpa a los votantes y al kirchnerismo.
¿Qué beneficios y qué perjuicios tiene esto para el oficialismo? Si bien el gobierno mantuvo el dólar planchado durante los meses previos a las PASO (luego de la brutal devaluación del peso durante 2018), no les sirvió en la contienda electoral. Entonces, ¿por qué querrían mantenerlo subvaluado? Quieren cargarle la responsabilidad de la corrida a la oposición, como así también el costo político del ajuste económico pasado y futuro, para tratar de instalar el temor de que de efectivizarse la victoria de Alberto Fernández en primera vuelta en octubre, vamos hacia una disolución nacional.
Sin dudas, la paradoja de este gobierno roza lo irreal. En el inicio de su gestión responsabilizaron de todos los males al gobierno anterior; y en la recta final, responsabilizan al gobierno futuro por los pésimos resultados obtenidos. A esta altura está claro que la máxima oficialista, en vez de “la patria es el otro”, se resume en “la culpa es del otro”. Confiamos en que la historia –y la mayor parte de los ciudadanos y ciudadanas- pongan en su lugar semejante perversión.