Foto portada: Annemarie Heinrich.
In memorian Aníbal Ameri
Por las calles de Balvanera y Once
Purrete, desgarbado y narigón, camina las calles de Balvanera para refugiarse en la lectura. Una vez más se hizo “la rata” de la escuela para comprarse en una librería de usado alguna obra de teatro. La plata no sobra, por lo tanto, vuelve caminando una veintena de cuadras hasta su casa. Fue una mañana de primavera de 1910, que Armando, su hermano mayor lo encuentra a Enrique en guardapolvo, saliendo de una librería. Enrique se quedó blanco y mudo, Armando lo cacheteó, pero entendió todo en aquella jornada soleada. La educación de su hermano iba por otro lado. Son los hijos de Santos Discépolo y Luisa Deluchi, de un músico y una actriz, ambos fallecidos un año antes en 1909, un cimbronazo para una criatura de nueve años.
Enrique Santos nació en una casa humilde del barrio de once, en marzo de 1901. Con 14 años debuta en el grupo teatral dirigido por Armando. Impresiona su histrionismo y su desfachatez arriba de las tablas. Además escribirá tangos crueles y existenciales, y siendo un artista popular sufrirá el desprecio por su adhesión y militancia política al peronismo.
Dejó la escuela, pateaba la calle, y se hacía de la filosofía de muchachotes antisistema, influenciados por el surrealismo europeo y la pintura. Tiene el influjo de los postulados del anarquismo y la izquierda. Conoce al oriental Fangio Eve y el gran artista plástico del barrio de La Boca, Benito Quinquela Martin. Y finalmente llega a la música, de oído y con ayuda de un compositor da a la luz el primer tango para una obra teatral de su hermano.
Ya culminó la Gran Guerra, y la década del 20´ se caracteriza por cambios y rupturas, irrumpe una juventud más rebelde, y las vanguardias literarias y en las artes plásticas. Estados Unidos vive un boom de consumo y crediticio (muy similar a los créditos e hipotecas subprime, que culmina en la hipercrisis financiera de 2008). Tras las penurias de la guerra hay otro espíritu de época y un nuevo clima cultural, a estos años se los denominó “los años locos”. Surge desde el jazz una música rítmica y alegre, el Charleston.
Boedo, Florida, el clima cultural
La Argentina disfruta de las mieles del campo, con un alto precio de los comoditties, cuyo valor se incrementa tras la abrupta caída por la primera guerra mundial. Y la clase dominante se da la gran vida, a los nenes bien se les acercan las chicas, andan en sus autos Ford; veranean en Europa, o caminan por la Bristol, la rambla marplatense construida con estilo parisino. El modelo agroexportador al que había apostado la generación del 80, retorna a su auge. Es durante el gobierno de ‘los galeritas’, el país gobernado por Marcelo T. de Alvear; el sector más aristocrático de la Unión Cívica Radical, que Discépolo registra su primera composición musical. Un tango cínico y despiadado, cuyo nombre es ¿Que Vachaché?, registrado en 1926.
Discépolo es vecino cultural de algunas expresiones de calidad. Oliverio Girondo publica Veinte poemas para ser leídos en el Tranvía (1922), en ese mismo año surge una obra rupturista y fundamental de la literatura Universal, Ulises de James Joyce, en el país se publica Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, y un tal Roberto Arlt escribe su primera novela, El Juguete Rabioso, ambos textos de 1926.
Discépolo, además, con su existencialismo tanguero está inmerso, aunque sin quererlo en el River - Boca de la literatura Argentina, de las vanguardias literarias. Los “galeritas”, que se juntaban en el Café La Richmond de la calle Florida y Tucumán, y de ahí radica su nombre, el Grupo Florida, que persigue la estética, el refinamiento por la palabra y la influencia de la vanguardia europea. Y por otro lado, el segundo grupo literario es el de Boedo, barrio de bohemia y populacho. Escritores cercanos a los parias del mundo, diría Paulo Freire, a los desahuciados; tienen la vocación de resaltar las penurias de los trabajadores, el realismo es su methié. Su consagración será en 1928 con “Esta noche me emborracho”, el tango de Hugo del Carril.
Tangos nihilistas y desencantados
En Que Vachaché, un tango genial, una mujer le habla a él, y como un varón quiere esgrimir sus verdades y principios de vida, pero no tiene un peso, y ambos la pasan mal. Una de sus estrofas dice “Ya me tenes bien requeteamurada / No puedo más pasarla sin comida / ni oírte decir tanta pavada / ¿No te dás cuenta que sos un engrupido?
Tango cínico, porque lo que importa es ganar y no verdades esgrimidas en la mesa de un bar, con un vermouth que no podés pagar y quedás debiendo.
¿Pero no ves gilito embanderado / que la razón la tiene el de más guita? dice otra de las estrofas, porque la razón es del que viaja a Europa, del que empilcha y come de primera, y pasea de la mano de su amado o amada en la rambla de la Bristol.
Y hay un verso de este tango que quedará para siempre en la memoria tanguera: “No hay verdad que se resista a dos pesos moneda nacional”.
Claro, podés tener todas las ideas, haber leído libros, ser la cultura caminando, pero en la Argentina de las galeritas, de mirada eurocéntrica, y de la alcurnia generada a partir de tener extensiones de tierra en la Pampa húmeda, ¿qué idea puede vencer frente a dos pesos moneda nacional?, y menos si ni siquiera los tenés.
Por supuesto que “Verás que todo es mentira/verás que nada es amor/que al mundo nada le importa/ Yira-Yira”, es otro golpe al escepticismo, al nihilismo existencial en pleno crack de 1929, con miles de desocupados y con dictadores tomando el poder por asalto en Europa.
“Cuando no tengas ni fe/ ni yerba de ayer/ secándose al sol”, forma parte de un tango cargado de dramatismo, tal vez testimonio de un momento histórico argentino y mundial.
Yira-Yira (1929), un año antes que se produzca el primer golpe de Estado de la historia argentina, cuando el Ejército derroque al gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen, el 6 de Septiembre de 1930.
Culmina la Década Infame, entre la dictadura uriburista, y el Fraude Patriótico de Agustín Justo, con desocupación y la clase trabajadora en un azul de frío y la ñata contra el vidrio.
Discépolo scribe otra gran obra, con una letra descarnada: el tango Uno (1943), con música del gran compositor Mariano Mores. Antes, frente a un mundo en crisis política, y económica, tras el crack de la bolsa de Wall Street en 1929. Con al auge de los fascismos europeos, del nazismo alemán, y con una democracia ficticia en el país, escribe el canto a la desesperanza, Cambalache (1934). No hay esperanza, mañana no es mejor, porque el mundo será una porquería, y ya lo fue, en el 506 y en el 2000 tambien.
“No hay aplazados, ni escalafón / lo mismo un burro que un gran profesor”, dice esta letra sumun del escepticismo. El mundo es un despliegue de maldad insolente, y en la vidriera irrespetuosa mezcla a Don Chicho, apodo de Juan Galuffi un mafioso rosarino de los años 30`, junto al boxeador italiano Primo Carnera, La Migñon que era el seudónimo de una prostituta de un cabaret porteño, junto a Napoleón y San Martín.
Mordisquito y un odio visceral
Luego de protagonizar la película “El Hincha” (1951), Enrique ya optó por adherir a la causa peronista, creía que aquellos sueños de que los trabajadores tuvieran derechos y vivieran mejor en lo económico y con acceso a un nuevo consumo debía ser apoyado, como así también al líder y protagonista de esas transformaciones al general Juan Perón y Evita. Enrique decidió rubricar su última gran obra apoyando abiertamente la reelección de Perón en el segmento “Pienso y digo lo que pienso” de las 20:30 en Radio del Estado. Conjugaba varios recursos, la verborragia, la diversidad de tonos apostando a lo teatral, una buena letra a través del guion, y una reflexión ideológica a favor del peronismo.
“Mordisquito” era otro, era el “gorila” que Discépolo interpelaba, invitaba a debatir. Los guiones están publicados, y hay hasta extractos que se pueden aplicar a muchas cuestiones que se endilgaron a los gobiernos populares, incluso el Kirchnerismo.
¡Sí, no lo niegues!, ¡Te oí!, ¿Ahora también los chicos hacen política?, te peguntas vos. ¿A qué le llamas política? ¿A gente que da las gracias? Porque los chicos de hoy fueron a devolver con su presencia lo que han recibido en privilegio. ¿O no sabes que en tu patria primero están los niños? (…) ¿Porque decís que fueron a hacer política? Si los chicos no votan. Sí, ya se, antes votaban hasta los muertos (alusión al gobierno de Agustín Justo), pero aquí los chicos de hoy no votan”.
Los diálogos en los que Mordisquito es el interlocutor antiperonista, fueron su última gran obra. Lo pagó caro y afectó su salud a punto de morir en diciembre de 1951, de angustia, estaba muy flaco y falleció antes de la noche buena del 51, de un paro cardíaco.
Al expresarse en este ciclo a favor del peronismo, cuando actuaba en un teatro, le compraban todas las entradas y la sala quedaba vacía. Le llegaban cajas a su casa con los discos rotos. Cuando cenaba en algún restaurante de Buenos Aires, llegaba y la gente se levantaba y se iba, dejándolo solo. Las expresiones de odio del público a este artista sensible lo lastimaron anímicamente y en su salud física.
Si te lo dije todo, y no entendiste nada
Damos el cierre con parte de otro texto de “Mordisquito”, Enrique Santos Discépolo, alguien que hizo letras para los hombres, que escribió grandes tangos, y que creyó necesario subirse al tren de la historia popular y colectiva.
“Si te lo dije todo. Treinta y siete noches te hablé, treinta y siete noches en que te lo dije todo y vos no entendiste nada. Mejor dicho, no es que no me entendiste. No quisiste entender, que eso es peor. Pero te hablé treinta y siete noches y creo que esa fue la embarrada. Yo debía haberte hablado treinta y siete días, siempre de día. La almohada es un elemento muy valioso en la vida de la gente, pero la almohada sola, entendés, sin la noche. La almohada y la noche juntas son un peligro tremendo para la gente que como vos acuña desesperanzada la idea de una rehabilitación que no puede llegarle, que no debe llegarle porque sería la desgracia de todos. ¿Entendés? Porque la noche es terrible. Porque a muchos como vos les da una idea deforme de la realidad”.
Extracto del programa radial nº 38 de Mordisquito. Radio del Estado. 1951.