Desde nuestro espacio político concebimos a la política sin centro, desde los bordes, desde las periferias, en donde vamos tejiendo, bordeando y construyendo políticas y modos de hacer inclusivos entre todos. Una construcción política, un hacer teórico-practico en donde los propios integrantes de la comunidad organiza, planifican y ejecutan sus propias políticas para dar solución a sus problemáticas.
Este hacer colectivo no es trabajo según la etimología peyorativa que significa “sufrir', sino un hacer desde la falta, esa instancia traumática de donde emerge un sujeto, sujeto-sujetado a algo, al amor.
En este momento de individualismo feroz, tanático, en donde el otro es un enemigo, cada encuentro que realizamos todas las semanas para decidir nuestros modos de hacer, nuestro plan de acción, intento dar inicio, ceder la palabra, para que circule, con un interrogante: ¿Es posible la política sin amor y el amor sin política? ¿Es posible construir sin un otro?
En este sentido, un interrogante funciona como un catalizador de múltiples respuestas, que dan inicio a un pensar colectivo, a un lazo libidinal que nos caracteriza.
En lo personal, no en términos individuales, sino colectivo, porque lo colectivo, lo político, es personal, no a la inversa. Creo que este lazo libidinal colectivo es propio de los sectores más vulnerables, de los barrios, en donde el otro no es un enemigo, es un semejante, un sostén, una palabra que siempre está. Un entrá, pasá que donde comen tres, comen cuatro. Y, en ese andar de palabras que sostienen, se van tejiendo ideas colectivas, es decir, un hacer político.
Un psiquiatra francés, devenido en psicoanalista, Jacques Marie Émile Lacan, que nada tiene que ver con nuestra cultura, decía que cuando uno se hace la pregunta ya sabe la respuesta.
Este pensador francés, que repito, nada tiene que ver con nuestra idiosincrasia, nosotros lo tenemos como premisa universal, junto a Karl Marx y John William Cooke, en este sentido habitamos el otro.
Jacques Lacan en 1972 invierte los términos del discurso del amo y estableció el discurso capitalista. A diferencia de los otros cuatros discursos, el capitalista se reproduce a si mismo y rechaza la imposibilidad, en este no se trata de tener, sino ser la ley.
En este modo social, no hay lazo, no hay posibilidad para el amor, el inconsciente, el sujeto, el parletre, la transferencia, la política.
Los más chicos, sujetos de derecho para toda organización popular.
Esto se reafirma con la caida del muro de Berlín el 9 noviembre de 1989 y el intento constante del fin de la lucha de clases, que sigue vigente, pero no evidente. A partir de este momento hay una gran avanzada de la ideológica liberal como premisa universal, soslayando toda base ideológica, dando lugar al libre comercio y monopolizando toda política en el mercado.
Con esta afirmación de Lacan no se puede sostener que el neoliberalismo es solo un modelo económico, se trata de una economía de goces, una forma de vida social caracterizada por el triunfó de la pulsion de muerte, desintegradora, antisocial, fragmentada.
La pulsion de muerte toma todos los aspectos de la cultura, deshumaniza, destituye todo límite simbólico.
Esta forma de sobrevivir es tanato politico de producción de singularidades, un hacer morir vidas. La hostilidad, el cólera, expresión de tanatos dirigida al otro sin mediación del Otro por su carácter fragmentario, es anti político.
El neoliberalismo extremo no es posible sin la satisfacción en tanatos, el narcisismo y el consumo, maneras de goce que se modifican y se repiten. El amor des-completa, no tiende a ninguna completud, sino a la falta, es el amor que hace comparecer al resto pulsional rebelde que no se gobierna e insiste. El amor como política implica dar lo que no se tiene, no entra en ningún cálculo, no se compra ni se vende.
Lo que resiste a la lógica capitalista, nos hace en falta, nos enlaza y abraza.