Jorge Oscar “El Turco“ Adur nació en Nogoyá, Entre Ríos, el 19 de marzo de 1932. Hijo de un inmigrante sirio y una criolla, tuvo doce hermanos. En su pueblo natal, fue presidente de la Juventud Estudiantil Católica (JEC), y desde 1961, sacerdote de la Congregación de los Asuncionistas Franceses. Para esa época, en la revista D’Alzoniana, escribió sobre la amistad: “Los amigos están de tal manera referidos el uno al otro, que su amistad afecta al núcleo de su ser personal. Los amigos son semejantes, los amigos son iguales. El hombre ha roto el estrecho círculo de su yo y se ha dado a otro como a sí mismo y se ha formado un consorcio cerrado, un nosotros. Para ser positivo afirmo que la amistad es una virtud aun cuando sea un riesgo”.
Como dice el periodista Fabián Domínguez, en un extraordinario trabajo que hizo sobre el cura Adur, “más tarde, tanto él como sus amigos, llevarán ese concepto de amistad al extremo de dar la vida por los demás”.
En 1961, Adur fue ordenado sacerdote por monseñor Silva Henríquez, el arzobispo que enfrentó al genocida Augusto Pinochet Ugarte en los ’70. Su prédica entre pobres, humildes y necesitados en la Parroquia de Nuestra Señora de la Unidad, en Olivos, al norte del conurbano bonaerense, y en el Barrio Manuelita de General Sarmiento, lo mostraron como un hombre comprometido con las causas populares.
Fue uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM) en Capital Federal junto al Padre Carlos Mugica. También fue asesor espiritual del colegio de clase media acomodada, “San Román” del barrio de Belgrano, lo que le permitió, por su intermedio, a varios jóvenes de la zona, desarrollar tareas misionales en un cristianismo comprometido con el cambio de la realidad social, o bien desarrollar cierta influencia en adolescentes como Luis Alberto Spinettay Emilio del Guercio, que luego armaron el grupo musical “Almendra” y con sus canciones llegaron a toda la juventud argentina de entonces, con una fuerza inusitada.
El cura no respetaba la formalidad clerical y andaba siempre de camisa a cuadros, vaqueros y alpargatas, lo que molestaba a cierta jerarquía eclesiástica. Cecilia Aldini, que fuera catequista de Nuestra Señora de la Unidad se refirió a aquellos momentos: “Yo no entendía las homilías de Jorge, pero sentía que él me hablaba con la verdad, que además vivía lo que decía y que él ponía un fervor a sus palabras y a la acción como nunca más volví a ver”.
Jorge Oscar estuvo presente en los funerales de Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus, -septiembre de 1970- concelebrando la misa exequial con el Padre Jorge Vernazza, en toda una demostración de compromiso efectivo y real con esos dos muchachos caídos en la lucha por la liberación nacional. Más de una vez su parroquia fue usada por los jóvenes combatientes, con la excusa de anotarse para los “cursos prematrimoniales”, pero en realidad se transformaban en ámbitos de discusión y organización de la militancia.
Adur fue perseguido por la última dictadura militar. Fiel a su compromiso militante, asume como capellán del Ejército Montonero y grado de capitán, el 1º de julio de 1978, dando una declaración: “como parte de esta Iglesia que dio a Fray Luis Beltrán al ejército popular sanmartiniano, no puedo dejar de recordar las figuras del Padre Carlos Mugica, del obispo Monseñor Angelelli, del padre Pablo Soares, del seminarista Emilio Barletti y de tantos otros que, en tanto cristianos políticamente comprometidos de por vida, sellaron con el martirio su opción y consagración al Pueblo y a la lucha de los trabajadores argentinos. (...) Con el convencimiento de que todo se orienta a la instauración de una paz basada en la justicia y la verdad, quiero saludar a todos los que, de una manera u otra, resisten a la sangrienta dictadura militar. En especial a los prisioneros del régimen, hombres y mujeres responsables de su misión histórica, sin olvidar particularmente a los familiares de los muertos, presos y desaparecidos. Con este abrazo va la certeza de la victoria final”.
Con respecto a esta decisión, las autoridades eclesiásticas con sede en Roma, ni aceptaron ni rechazaron el nombramiento; menos aún sancionaron o amonestaron al cura y su congregación tampoco ejerció medidas disciplinarias en su contra.
“El Turco” entra y sale clandestino de la Argentina un par de veces para dar apoyo espiritual a sus compañeros y organizar la resistencia. Es secuestrado-desaparecido el 28 de junio de 1980 en el Puente Internacional de Paso de los Libres, Corrientes. Llevaba consigo importante documentación sobre las atrocidades cometidas por los militares, para entregársela al Papa de visita en Brasil.