Fotos: Guido Limardo.
Un diálogo
Son pasadas las 18.30 hs, y el auditorio Alberto Williams, en el segundo piso del Centro Cultural Borges, está colmado. Mientras los expositores comienzan a dialogar, se escuchan los pasos atolondrados sobre la alfombra gris del lugar. El que balbucea, y deambula por la sala, es un niño que seguro va a joder con la pelota, en el pecho lleva la camiseta de River, y su padre alega que “está cargado de futuro, porque es poesía pura”.
El niño se llama Vito, y su padre es Hernán Leandro Brienza, que junto al colega Pedro Saborido presenta la reedición del libro Éxodo Jujeño (Planeta), a diez años de su primera edición, en 2012-, en el que se cuenta, a partir de la emblemática figura de Manuel Belgrano, la patriada, la gesta de los pueblos del Norte, en su lucha contra los españoles. Pero no sólo eso: es una historia que echa luz sobre una región olvidada por el centralismo porteño y que también pondera la épica de los sectores populares.
Mientras Vito hace de las suyas, Saborido, en un tono jocoso, pero no menos agudo, comienza la charla mencionando la necesidad de divulgar nuestra historia, que llegue a amplios sectores y que no termine siendo una cuestión de asuntos catastrales (la historia a partir de los nombres de las calles y las plazas).
Aporta Brienza: “La divulgación es el arte más prohibido de todos, porque la academia se permite reproducirse a sí misma, en sus elites intelectuales”. Y agrega: “En cambio bajar el fuego de los dioses a los hombres, es la tarea prometeica de la divulgación (…) es quizás la iluminación, las idea, la racionalidad, el mundo del saber para el pueblo, es quizás lo que las elites no te perdonan”.
El éxodo y Belgrano
En cuanto al tema central del libro, Brienza apunta que “el éxodo jujeño es una pueblada, una patriada donde aparecen los derrotados de la historia, los pobres, las mujeres, y los pueblos olvidados”.
El politólogo y periodista tiene una vocación por la historia federal, por salirse del relato de Buenos Aires, para contar que ocurre con los sectores populares del interior profundo. Acerca del norte, entonces, expresa que es “una región donde pusieron la sangre, la carne en el asador los norteños- desde Jujuy hasta el Desaguadero-actual Bolivia-, Buenos Aires hizo la revolución, pero los muertos los puso el Norte”. Y no solo eso: la historia fue contada por una elite criolla y blanca que después construyó la república oligárquica.
Hasta la publicación de su primera edición, hace diez años, no había ningún libro escrito, ni siquiera en Jujuy, sobre la gestas del éxodo. Se trata sin dudas de un acontecimiento ignorado por la historia oficial.
En cuanto a la figura del General Manuel Belgrano, Brienza sostuvo que “el mejor es el subversivo, el que Rivadavia le dice que no cree la bandera y el tipo va y crea la bandera, que luego llega a Jujuy la entroniza y le dice al pueblo estos son los colores que lo van a distinguir de las demás naciones”.
De esta manera, para el autor del libro, no solo se está creando un símbolo, sino también construyendo una Nación.
El héroe
Si la épica que involucró a Belgrano y la gesta del pueblo podría encuadrarse en la primera parte de la charla, hubo una segunda en la que pasó por la reflexión de asuntos más actuales. Frente a tiempos de moderaciones y posibilismo político, -cuestión que permite en este diálogo varias humoradas de Saborido- el Belgrano subversivo que dará batalla en Tucumán desoyendo al Triunvirato- que lo obligaba bajar hasta Córdoba-, es el que menos se narra, tal vez porque tiene épica.
Una temática- la épica- que atraviesa otro de sus libros Valientes (2010), donde el autor realiza una crónica de personajes que realizaron combates y patriadas en el violento siglo XIX argentino.
Para Brienza, la valentía y la épica son cuestiones de fanfarria, por eso “a los argentinos no nos tienen permitido la épica”, dice.
Y a colación surge un tema que preocupó al mismo Borges- ya que estamos en el centro cultural porteño que lleva su nombre: el tema del héroe, mostrar un Belgrano zonzo en términos políticos, o no demasiado adiestrado en asuntos militares, es mostrar un tipo normal, que va a asumir un compromiso sin estar del todo preparado, y eso lo convierte en héroe que no era un prócer de nacimiento, ni un superhéroe de la cuna.
Para el escritor de Éxodo Jujeño, allí, hay un general y un pueblo con épica, que se despoja de lo material, y huye, para después enfrentar en Tucumán, a un ejército más profesional y poderoso: el español.
Narrar la Argentina que no fue
Pregunta Saborido: ¿Qué Argentina te gusta contar?
Brienza responde: “A mi me gusta contar la Argentina que no es, ésa es la Argentina que yo amo, la que no tiene el poder, la Argentina de los que perdieron”. Y agrega el padre de Vito, que va y viene son su camiseta de River: “apuesto por la Argentina dorreguista fusilada, por la otra, traicionada por Urquiza, la otra fusilada por los Mitre, La Argentina de Alem que se suicidó, la de Evita que murió con un tumor ahí donde nacen los chicos; y la Argentina peronista que fue proscripta y perseguida”.
En definitiva, suelta el autor, “para qué seguir escribiendo, ¿cuál es el sentido?”, y apunta que “el país siempre está ahí para prometernos el futuro, y allí está el sentido de la vida, porqué la Nación Argentina no está en el pasado, está en el futuro, y esa es mi fe” (en términos borgeanos, sería el tamaño de la esperanza de Hernán).
La sala se llena de calurosos aplausos, y un ratito después se forma una larga fila de lectores, compañeros, para saludar a Brienza, y llevarse a casa el ejemplar firmado. Dijeron presentes, entre otros, el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, y la ministra de Mujeres, Género y Diversidades de la provincia de Buenos Aires, Estela Díaz.
Escuchar, leer, participar de algún encuentro con Hernán Brienza, significa disfrutar de un compañero de sólida formación y honestidad intelectual. Un hombre que nunca se muestra como el historiador, aséptico, independiente y objetivo, si no cómo aquel, que cuenta desde un lugar determinado. Que, además desarrolla una historia en clave nacional, popular y federal, escrita y pensada desde el presente, porque para él, siempre la historia se escribe desde el tiempo presente.
En un pasaje de la charla con el enorme Saborido, Brienza prometió terminar su libro sobre el peronismo, tal como le aseguró a su padre, recientemente fallecido.
Desde acá, y a través de estas líneas, sugerimos que Hernán le siga robando el fuego a los dioses del olimpo académico, y que nos ilumine, que continúe alumbrando, haciéndonos pensar, indignarnos con los traidores, y hasta enternecernos con los gestos cándidos por momentos, de personajes como Manuel Belgrano. Y por supuesto, que termine ese libro sobre peronismo. Aquellos y aquellas que lo leen y siguen querrán tenerlo entre sus manos. Ansiosos, lo estaremos esperando.