Fotos Archivo: Área de Prensa de la FGB. Fotos Amichetti: Diego Sebriano

Gráficos se los llamó bastante tiempo después, con la irrupción de la modernización tecnológica, pero en 1857, cuando lanzaron la Sociedad Tipográfica Bonaerense (un 25 de mayo), eran los tipógrafos. En 1877 lanzaron la Unión Tipográfica, y un año después, encabezaron la primera huelga obrera de la historia de nuestro país. Eran unos 500, en su mayoría argentinos, pero también inmigrantes europeos, que trabajaban en unos 33 talleres. Por aquellos días también nacían los ferroviarios de La Fraternidad.

La Federación Gráfica Bonaerense (FGB) se creó en 1907, y agrupaba a los trabajadores gráficos de la zona de la actual Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Eran tiempos difíciles. Como respuesta a las huelgas por mejores condiciones de trabajo, la oligarquía avanzó con la sanción de la Ley de Residencia, que permitía la expulsión del país de los inmigrantes “cuya conducta comprometa el orden público”. Tiempo después, los trabajadores sufrieron la Semana Trágica, y los peones rurales, en 1921, los fusilamientos en la Patagonia. Más tarde llegaría la Década Infame y la restauración conservadora. Una buena: también en 1930, se fundó la Confederación General del Trabajo (CGT), que agrupó a todos los trabajadores en una única central obrera. El espacio sería conducido por los socialistas, hasta 1946.

Con Juan Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, los trabajadores lograrían beneficios sociales y laborales, como nunca antes. Los socialistas habían pensado las leyes, y un ignoto coronel, ahora las materializaba. El Estatuto del Peón Rural, por ejemplo, que golpeaba de lleno los intereses de la Sociedad Rural. Por eso lo apresarían, y el 17 de octubre de 1945 el subsuelo de la Patria pondría las patas en la fuente para exigir su liberación.



Con el peronismo la sindicalización fue masiva. De medio millón de afiliados, en 1946, se pasó a más de cuatro millones, luego de que la Marina derrocase a Perón, en 1955. Los gráficos formarían parte de los sectores sindicales que lucharían por la vuelta del líder y la recuperación de la democracia. En 1966, con Juan Carlos Onganía en el poder, y el peronismo proscripto, Raimundo Ongaro asumió la conducción de la FGB, con la Lista Verde. En 1968, el gremio encabezó la combativa CGT de los Argentinos, que funcionaría en su propia sede.

El edificio queda en Paseo Colón al 700, en el bajo del centro porteño. Tiene once pisos, y en la marquesina de la entrada está impresa en grandes letras su consigna central: “Solo el pueblo salvará al pueblo”. El mobiliario, los colores de las paredes, la grifería de los baños y los ascensores remiten a otros tiempos. Hay retratos de Eva, Perón, el Che, Salvador Allende y Raimundo Ongaro, entre otros. Es en la sala de reuniones del último piso, decorada con pesadas cortinas de color verde agua, que nos recibe el secretario general del gremio, Héctor Amichetti (HA), un cuadro político sindical formidable. Habla de la CGT de los Argentinos: “Se trataba de un conjunto de gremios que cuestionaban a otros sectores sindicales, por la actitud que tomaban frente la dictadura de Onganía. A unos se los llamaba participacionistas, porque consideraban que había que negociar con Onganía, y a otros directamente colaboracionistas”.

En aquella CGT no oficial se agrupaban organizaciones gremiales que se identificaban con los primeros programas de la resistencia peronista, en 1958, como el de La Falda, y luego el de Huerta Grande, en los que se hablaba de un sindicalismo de liberación que afirmaba que con el peronismo derrocado la lucha no pasaba solamente por recuperar una paritaria. Hablaban de una convocatoria a todos los sectores nacionales para combatir el imperialismo, los monopolios y el hambre. La confederación nunca sería reconocida por el gobierno de facto de Onganía y desarrollaría sus líneas de acción en la clandestinidad.



En mayo de 1968 lanzaron un periódico, con el aporte, entre otros, de Rodolfo Walsh. Se trató de la publicación política y gremial de mayor circulación del país, que contaba con la novedosa participación de los llamados corresponsales populares. Las banderas que levantaba aquella CGT serían las que luego flamearían obreros y estudiantes durante las grandes puebladas como el Rosariazo, el Tucumanazo, y en especial, el Cordobazo, en los meses de abril, mayo y junio del 69.

“En aquellos programas siempre ha estado marcado como eje prioritario, por ejemplo, la necesidad de que sea la nación quien maneje los recursos naturales, o la necesidad de tener una política de control del comercio exterior”, anota Amichetti. Y refuerza: “En aquel momento decíamos que la tierra era para que la trabajase, y que debíamos apostar a la integración latinoamericana. También era muy marcada la cuestión de los recursos financieros, es decir, quién los controla, si están volcados para sostener un proyecto nacional, o en beneficio de los sectores de privilegio”.



Amichetti, un bonaerense del pueblo de Rojas, gráfico de toda la vida, habla de los tiempos aciagos en los que fueron duramente perseguidos, en la antesala del ‘76. “Raimundo estuvo preso, la Federación fue intervenida, y en un hecho sin precedentes, disuelta; trataron de eliminar la institución y crear una nueva, amañada, a la que le pusieron de nombre Sindicato Gráfico Argentino, y después, por supuesto, toda la acción de la Triple A que en mayo del 75 asesinó a un hijo de Raimundo, y después amenazó con aniquilar a toda su familia. Allí fue que se exilió”. El terrorismo de Estado los pasó por encima. “Tenemos 90 compañeros gráficos que fueron desaparecidos en aquellos años. No se dejó de resistir en ningún momento, pero en situación de suma debilidad”.

Hacia el final de la dictadura, Héctor y sus compañeros comenzaron a reorganizar la lista verde de los gráficos, y a trabajar por el retorno de Raimundo del exilio, hecho que se produjo en marzo del ‘84, cuando el gremio todavía estaba intervenido. El desafío de aquel entonces era promover la reorganización sindical de los talleres. “Raimundo había dejado una marca profunda de liderazgo, de lucha, y las elecciones de diciembre de aquel año la lista arrasó. Así fue que recuperamos la conducción del gremio”, recuerda Amichetti.

“Yo creo que nosotros, como movimiento obrero, hemos tenido dos grandes sacudones. Uno tuvo que ver con la dictadura, cuando atacan fundamentalmente la organización desde los lugares de trabajo, la comisión interna, delegados, activistas, y después, más tarde, en los años 90, con el neoliberalismo, porque intentaron destruir toda la estructura sindical a partir de un aniquilamiento del aparato productivo y la apertura económica”.

Dos proyectos antagónicos
Amichetti viste pulóver, jeans y mocasines. Su relato está perfectamente aceitado. Lo conoce a fondo. Pareciera que le resuena desde el fondo del pecho. Ahora habla de la disputa histórica entre dos proyectos de país. Por un lado, el nacional y popular, con los dos gobiernos de Perón y la Primavera del ‘73, y por el otro, el proyecto antinacional, sostenido a sangre y fuego con las dictaduras cívico-militares. “También debemos reconocer que aún habiendo recuperado la democracia se siguió aplicando un plan económico que atentaba contra el proyecto nacional y popular. Esto lo vivimos con el alfonsinismo, después con Menem, y después con la Alianza, que termina con el estallido del 2001”.

K: "Pero en el 2003 vuelve a darse vuelta la historia".
HA: “Sí, entendemos que ahí se empieza a recuperar esa concepción política del proyecto nacional que había sido golpeada en el 55”, dice Amichetti. Y recupera de los causes de la historia la moratoria de la deuda externa que planteaba el aquel entonces secretario general de la CGT, Saúl Ubaldini, en 1983. “Lo que decía es que no se le podía pagar a los acreedores externos si no había una política de defensa de la economía nacional y generación de empleo. Por eso, para nosotros la política del desendeudamiento debe ser la bandera número uno de un programa del movimiento obrero, ya que es central para poder sostener una reactivación productiva”.

Amichetti también habla de implementar una reforma financiera, porque “entendemos que hay una inmensa masa de recursos que se generan con un proyecto de país en crecimiento y que son utilizados especulativamente por el sector financiero para sacarlos del país”. “Si toda esa masa de dinero fuera volcado a la producción nacional”, agrega, “no estaríamos discutiendo cómo generamos inversiones”.

Pero ahora pegamos un salto hacia el presente. Tan picante, y disputado.
K: "¿Qué opinás de las posiciones corporativas de algunos sectores sindicales?".
HA: “Nos parece que el movimiento obrero tiene que acompañar a un Estado como el que se viene construyendo hace doce años, y que no contribuyen sus actitudes. Que un sector se reúna y decida un paro, y que no podamos utilizar los mecanismos que han sido históricos, cuando la medida de fuerza se decidía en un confederal de una central obrera, porque tomar una medida de fuerza contra una política oficial tenía que ver con una cuestión muy de fondo, nos parece mal. Hoy se reúnen cuatro gremios de transporte y deciden una medida de fuerza que perjudican a todos los trabajadores”.

“Nosotros sostenemos que el modelo sindical argentino, que nace con el peronismo (un sindicato único por rama de producción y servicio), y unifica a los trabajadores, y los hace fuertes, sólo tiene sentido en el contexto de un proyecto nacional. El sindicato fue creado para que el trabajador pueda defender sus reivindicaciones dentro de un esquema de explotación. Es decir, que si el modelo sindical argentino le sirve a un proyecto como el de los 90 para que el dirigente se siente a negociar la privatización de un servicio que va en contra de los intereses del pueblo, ese modelo sindical no sirve”.



“¿Por qué hoy vemos que parte de la juventud se suma a la política, y por ahí no tienen espacio de militancia en el sindicato?”, interroga el secretario general. “Hay dirigentes que contribuyen a eso, como si ese espacio fuese un club, donde los afiliados son socios. Te doy los beneficios sociales, te discuto el convenio colectivo de trabajo, pero acá no hay lugar para la militancia”.

K: "¿Qué lectura hacen de la etapa que se viene?".
HA: “Creo que Cristina ha construido un liderazgo muy fuerte e irreemplazable, y ha marcado una dirección que no la puede revertir nadie. Si el sector neoliberal ganara con votos, sí, porque se tendría legitimidad para un camino inverso, pero creo que desde nuestra propia fuerza política el camino es irreversible. Ahora viene una etapa en la que aquel liderazgo no existe, y compromete más a las organizaciones. Tenemos que tener más claras nuestras decisiones porque a un liderazgo no tan fuerte como el de Cristina sólo se lo fortalece con organización popular. Sólo el pueblo salvará al pueblo”.

“El año pasado los sectores devaluacionistas y formadores de precios una metieron presión muy fuerte, y sin embargo el gobierno no tuvo en ningún momento la actitud de condicionar las paritarias. Siempre apostó al verdadero interés de las mayorías, que es el consumo, el mercado interno, y ahí ganamos una batalla importante, porque no se dio lo que querían esos sectores, como la hiperinflación, por ejemplo.”

“Incluso cuando vinieron los fondos buitre, acá hubo una postura ejemplar, y ahora el ejemplo argentino es pionero y precedente en el mundo entero. Hay que tener coraje, decisión política. Cristina fue audaz al abrir otros frentes no tradicionales para el sistema financiero, como las negociaciones con China, y Rusia. Demostró una visión del mundo, de nuestra idea de romper la independencia que en todo caso es una interdependencia, cómo vamos siendo inteligentes en cuanto a nuestras relaciones internacionales”.

La industria gráfica se recuperó de modo notable durante los últimos años. Por eso le pedimos que por favor ponga sobre la mesa algunos números.

HA: “Lo que se logró en estos años, defendiendo la industria nacional, significó una producción enorme en el país. Había manuales escolares se hacían en China. La protección de la industria gráfica se dio a partir de la contención de las importaciones. Guillermo Moreno, desde la secretaría de Comercio, le dijo a las editoriales que no podían importar un volumen inferior a lo que exportaban, las editoriales tuvieron que empezar a imprimir en el país, y se vino abajo todo ese falso argumento de que no había capacidad productiva. Al contrario”.

“La recuperación de la producción significó una recuperación de 28% de puestos de trabajo, teniendo en cuenta además que hablamos de una industria que se ha tecnificado mucho (tres procesos gráficos están resueltos en uno). El sector empresario importó e invirtió 2500 millones de dólares en maquinaria gráfica. En la producción de libros, pasamos de 34 millones de libros al año, en 2003, a 128 millones en 2015, o sea tres libros por habitantes, producidos casi en su totalidad en el país (el ideal es producir 8 libros por habitante, como en España, aclara). La industria grafica por supuesto que está ligada al consumo, así que si hay mayor consumo, crece el envase de alimentos, de artículos de limpieza. Hablamos de establecimientos grandes que emplean 300 trabajadores.

Raimundo Ongaro, líder histórico de los gráficos.

Cooperativismo
K: "Ustedes siempre alentaron su práctica, ¿no?".
HA: “Sí, porque durante los 90 cerraban empresas todos los días, entonces donde había conciencia de lo que era quedar desocupados, el sindicato siempre fomentó la resistencia de aquellas tomas de fábricas. Muchas de ellas luego se convirtieron en cooperativas”.

“En el tema cooperativo, no consideramos que solamente tenga que ver con una lucha para conservar los puestos de trabajo, sino que intentamos que sea una experiencia que pueda crecer y desarrollarse. Creemos que desde el Estado tiene sentido que se las fortalezca, por cuestiones estratégicas, ya que en algunos sectores de la economía hasta podría ayudar a darle batalla a los formadores precio. Nosotros apostamos a que sea un sector de propiedad social que se potencie, que sea fuerte, y que pueda competir en una economía de mercado”.

“Tenemos que lograr que los bancos den apoyo. No puede ser que le den a empresas, y no a las cooperativas, y por supuesto más apoyo de las distintas áreas del Estado para la capacitación, entre otros. También creemos que en algún momento el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) tendría que estar más ligado a los ministerios de Industria y de Economía, y no a Desarrollo Social, que tiene una política más de asistencia”.

Es hora de terminar. Queremos sacar algunas fotos. Por eso Amichetti nos estrecha la mano, y vuelve a lo suyo. Enseguida entra un asesor de prensa de la FGB, y se pone a nuestra disposición. “Tenemos un archivo bárbaro de fotos”, nos dice, y nos pide que lo acompañemos.

Afiliados
Son 24 mil gráficos en la CABA y el gran Buenos Aires. La afiliación al gremio es voluntaria y alcanza al 60% de los trabajadores del gremio. Suman, también, a unos 600 cooperativistas y a sus familias.



Corriente
En 2014 los gráficos lanzaron una corriente político-sindical-federal, que está compuesta por organizaciones con base en Buenos Aires, cordón industrial de Campana a Rosario, San Lorenzo y Córdoba. Son aceiteros, metalúrgicos, petroleros, curtidores, organizados en unas cincuenta organizaciones, que definieron once puntos de un documento fundacional, con los que plantean retomar la línea histórica del movimiento obrero.

7 de mayo
El primer convenio colectivo de trabajo, a nivel nacional, se logró de la mano de Evita, que tuvo una activa participación en la negociación con la patronal. Por eso, en honor al día nació la Abanderada de los Humildes, que en la Argentina, el 7 de mayo, se celebra el Día del Trabajador Gráfico.

Raimundo
Hoy tiene 90 años, y está replegado en su casa. Para los gráficos siempre será un símbolo de conducción, y motivo de respeto para las nuevas generaciones sindicales.

Comicios
Las elecciones en el gremio son cada cuatro años, y siempre hay por lo menos dos listas. Una de ellas pertenece al Partido Obrero, y su candidato a secretario general, hace varias elecciones, es Néstor Pitrola.