Los servidores de la patria
La historia es retornar al pasado y encontrar matices en relación al presente. Desconfiamos de las premisas que rezan que “el país siempre fue igual”, ya que precisamente esa concepción no tendría perspectiva histórica. Sin embargo, hay una continuidad de discursos y prácticas de la Sociedad Rural Argentina (SRA), institución que congregó desde sus inicios a los grandes ganaderos de la pampa húmeda.
Ya a finales del siglo XIX, y principios del 900´, la tierra estaba fuera del alcance del agricultor, del pequeño y mediano productor, y el latifundio quedó consolidado, grandes extensiones de tierra, en unos pocos propietarios. La conquista del sur argentino- mal llamada Conquista al desierto, tierra ocupada por pueblos originarios- de Julio A. Roca, aseguró unos 40.000.000 de hectáreas para un grupo, de un poco más de mil familias.
De esta manera, en 1866, durante el gobierno de Bartolomé Mitre, y en el contexto de la Guerra del Paraguay, un grupo de terratenientes comenzó a preocuparse por el mercado externo. Era necesario para estos grandes propietarios de la tierra, que sus productos lleguen a la mesa de los europeos. Como puede verse, ya nacieron pensando en la exportación, y no las necesidades locales.
Asi fue que los latifundistas se nuclearon en la SRA, una asociación civil patronal. Por supuesto que desde sus inicios constituyó un ámbito de defensa de los intereses de los dueños de grandes extensiones de tierra. Entre los nombres fundadores, se destaca el de José Toribio Martínez de Hoz, familiar directo del ministro de Economía de la última dictadura cívico militar, José Alfredo Martínez de Hoz. Ricardo Black Newton, Eduardo Madero, y Jorge Temperley, entre otros, están en la lista de los catornce apellidos fundadores, siendo la primera mesa directiva.
En su acta fundacional se proponen cultivar la tierra y servir la patria.
Ayer Nomás
13 de agosto de 1988, mientras en la city porteña se promovía una corrida cambiaria, y fracasaba el Plan Primavera que justamente evitaría dicha corrida, el presidente Raúl Alfonsín era abucheado en la tradicional inauguración de la exposición rural, en el predio de La Rural, en Palermo, en un claro acto antidemocrático. Se cumplen 34 años de aquel acontecimiento.
Por su parte el Presidente de la SRA, Guillermo Achouron, unos minutos antes, acusaba al gobierno radical de “confiscar una parte sustancial del ingreso de la producción agropecuaria para cubrir el déficit de la ineficiencia estatal”. Con una narrativa de un anclaje notable con la actualidad, también afirmó: “es que la inflación no se baja con controles de precios. Se baja eliminando el mal gasto del Estado”.
Frente a la distancia de contexto, años y circunstancias, los discursos, tienen relación y línea argumental.
El último sábado 30 de julio, el actual presidente de la SRA, Nicolás Pino, también disparó munición gruesa contra el Estado nacional a cargo del gobierno del Frente de Todos, y sostuvo la línea crítica e histórica del sector para con los gobiernos populares: “Necesitamos disminuir el gasto público, equilibrar las cuentas, sacar al país del déficit, eliminar impuestos artificiales y distorsivos”. Se preguntó: ¿Qué han hecho el gobierno con el dinero de nuestras retenciones?”, y también: “¿Han invertido en caminos, hospitales, escuelas, administración de justicia, atención a la población? No. Han dilapidado el dinero en reparto de subsidios…”.
Aquí el mal gasto y la ineficiencia se suman a una crítica que atraviesa la retórica del establishment agrario, el intervencionismo estatal. En una mirada claramente promercado, neoliberal, el arbitraje del estado impide su desarrollo. Más cuando esa intervención se da en favor de las mayorías, y no de sus intereses corporativos.
El macrismo, aliado de la SRA, este año estuvo representado por su candidato presidencial.
Los estancieros y las botas
Otro momento que marcó la postura de la institución fundada en 1866 por los grandes terratenientes, fue en marzo de 1967. Durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, con los partidos políticos proscriptos y la constitución suspendida, la SRA, aquel año, recibió en su exposición con aplausos al militar golpista Onganía, mientras lo paseó en carroza. Su ministro de economía Krieger Vasena, impuso una devaluación de un 25% del peso argentino, licuando los salarios, y congeló los aumentos en paritarias durante un año, para los trabajadoras y trabajadores. Al mismo tiempo, se perseguía la actividad política y sindical.
La SRA fue un claro opositor del gobierno anterior al golpe de 1966, el del radical, Arturo Humberto Illía (1963-1966). Ante el contro de precios máximos y del mercado cambiario, en noviembre de 1963, la SRA expresó, “ante la posible fijación de precios máximos (…) reitera su total oposición al establecimiento de los mismos”.• Y una vez más, su discurso cae en una retórica conocida, responsabiliza al gobierno del déficit y el agobiante intervencionismo estatal. Tras el golpe militar, el sector, más allá de las retenciones impuestas, percibió que se resguardaban sus intereses corporativos. Ya no había control cambiario, y como en otros momentos históricos, frente al ajuste de Krieger Vasena, los latifundistas resguardaron su rentabilidad en moneda extranjera.
El apoyo a la dictadura genocida de Videla y compañía fue explícito.
Enemigos íntimos
En nuestra historia reciente, la Ley 125, y la disputa sobre la renta agraria en 2008, puso una vez más en evidencia, el papel corporativo del sector rural dominante. En aquel gobierno de Cristina Fernández, parecía que el Estado no tenía la potestad de establecer un aumento impositivo a estos agentes económicos que alta rentabilidad. Por supuesto que estaban en condiciones de realizar ese aporte. Además, lejos de perjudicarlos, el agro había crecido considerablemente desde el año 2003. El final de los 90, había significado la quiebra de medianos productores y el remate de los campos.
¿Cuál fue la respuesta de este sector? Corte de ruta y desabastecimiento, durante diez días, atentando así contra la mesa de los argentinos.
La disputa por la baja de retenciones parece ser el mascarón de proa de esta cadena de agroexportadores, que a lo largo de los años, y más aún si en la Rosada hay un gobierno popular, logra amplificar su discurso gracias al sistema de grandes medios de comunicación y el apoyo de la oposición conservadora, o neoliberal.
Finalmente podemos comprender que el enfrentamiento no es sólo por lo económico, sino por lo ideológico. La representación de las mayorías que asumieron en la historia reciente los gobiernos populares, contrasta con la vocación corporativa de esta clase agraria dominante, favorecida en sus privilegios por administraciones militares, y democracias neoliberales. El Kirchnerismo, el espacio nacional y popular deberá repensar en cómo incentivar a nuevos actores para disputar el tablero a la patria agraria, siempre teniendo en cuenta que esta derecha rural es adversaria histórica de los proyectos transformadores, tanto en Argentina como América Latina.
Sus discursos con matices y cambios, tienen una dirección única, y como vimos, se remontan al fondo de los tiempos.