El primer acierto de la primera novela de Mavi Massaro está en el título, porque ahí uno ya encuentra una tensión: quiénes, con qué motivaciones y resultados. Y algo más: se trata de mujeres. Aparte, Las ladronas cuenta con varios elementos más que garantizan el pacto de lectura: la historia arranca con una muerte, está montada sobre una trama policial, tiene mucho sexo, y por momentos, resultada perturbadora.

Y se sabe: cuando exhibís las partes más oscuras, retorcidas y feroces de nuestro ser, funciona. El texto funciona. Massaro maneja muy bien este asunto, y lo despliega de un modo entretenido, y bien escrito, a lo largo de 240 páginas (divididas en cuatro capítulos).

Las protagonistas son dos hermanas, y la que manda es Manuela, la menor, en parte, porque la mayor, Sarita, necesita asistencia por padecer un aparente retraso mental. La menor, luego de una vida llena de frustraciones, tiene muy claro su objetivo: sacar ventaja; y sí para lograr su objetivo tiene que traspasar un límite, o unos cuantos, lo hará. Las pretensiones de Sarita son más discretas: acceder a un grado mayor de libertad de la que le concede su hermana, y en especial, acceder al goce.

La trama policial, entonces, se desarrolla desde la primera página, cuando las hermanas, en sociedad con un encargado de edificios -un personaje repulsivo pero también muy seductor-, emprenden un raid delictivo que casi enseguida encontrará su primer escollo: una persona muerta. Los familiares harán preguntas, contratarán abogados, y hasta la policía meterá el hocico. A partir de ahí, las decisiones de las hermanas tendrán derivaciones y consecuencias impredecibles.

Kranear conversó con Massaro para profundizar en el análisis de su primera novela, editada por Qeja Ediciones en el 2023.

Al venir de la poesía, ¿qué tal te resultó la experiencia del proceso creativo de la novela, teniendo en cuenta que para escribir ficción hay que poner mucho pensamiento en la trama, los personajes, el registro, el verosímil?

Si bien esta es mi primera novela publicada, antes escribí otras dos que por ahora están inéditas. Creo que siempre me gustaron las historias en general y las novelas en particular. También me gusta mucho el cine, desde chica, y siento que es algo que pongo de manifiesto cuando escribo.

Generalmente imagino una primera escena e intento desarrollar todo lo demás a partir de eso. En algún momento me encuentro con alguna dificultad porque, si bien puede fluir al principio, llega un punto en que tengo que tomar distancia y moldear un poco la estructura. En el caso de Las ladronas me sirvió hacer una cronología en paralelo y un esquema del crimen inicial para mantener el verosímil y no dejar cabos sueltos en la historia.

En relación a los personajes, tomo mucho de la realidad: una persona que conocí que tenía una forma de ser particular y quise plasmar, alguna frase que me quedó resonando y que puede encajar bien con alguna de las protagonistas o una situación que vi en una película o de la vida real. La idea para esta novela surgió a partir de conversaciones en el grupo de WhatsApp del edificio donde vivía en ese momento, por un lado. Por el otro, comencé a escribirla en marzo del 2020 y estar en mi casa me hizo prestar más atención a lo que pasaba en la cercanía, en el barrio. Un episodio puntual fue una pelea entre dos vecinas de una casa lindante a la mía que me llamó la atención por su agresividad y el tono de voz de esas mujeres. Me imaginé cómo sería cada una y que cosas harían para que la otra la considere una rival, por ejemplo, o cómo estarían atravesando el aislamiento.

Las protagonistas del texto son dos hermanas, y aparte también sumás, entre los personajes secundarios, un par de hermanas más. ¿Por qué elegiste ese vínculo para darle forma a la historia?

Es una buena pregunta y realmente no lo sé. Creo que fue esa escena inicial que imaginé y la armé así en mi cabeza: dos hermanas en un departamento; una le dice a la otra “La mataste. No respira”. Hay algo que me quedó grabado del taller de Leticia Martin y es una frase o principio de Hemingway que dice algo como “empezar con una gran verdad”. Esa gran verdad de la muerte de una persona a manos de estas hermanas fue lo primero que pensé para mi novela. Después, dejé que el relato me llevara un poco más adentro.

Quizás la hermandad es simbólica y tiene que ver con pensar a mujeres mayores solas pero hermanadas, viviendo la vida juntas en lugar de lo que tradicionalmente se esperaría de ellas.

En tu prosa hay pasajes de una descripción muy detallada de la peripecia de las hermanas, incluso dentro de un diálogo. ¿Se trata de un estilo, un efecto buscado para generar cercanía o empatía con el lector?

Creo que se trata de mi propia exploración sobre ellas como personajes. Me gusta pensar en el pasado de las personas y si lo que fueron puede determinar lo que son. O mejor dicho: en qué medida lo que fuimos nos predispone o prepara para lo que somos en el presente. Suelo revolver mi propio pasado, a veces demasiado. Pero también me interesa la historia de otras personas, de mi familia, amigas o amigos. Me genera mucha curiosidad y me gusta imaginar las decisiones o los momentos clave como eslabones de una cadena. No me refiero a “un destino” sino a hechos y consecuencias que de cerca parecen estar aislados, pero al tomar distancia es evidente que tienen una correlación.

También creo que sí busco la empatía, o la complicidad, con quien está leyendo. Me interesa que se meta tanto como yo en la intimidad de las y los personajes, y que descubra cosas que de otra manera no podría saber.

¿Cómo pensaste o construiste las obsesiones de los personajes?

Algunas obsesiones las tomé prestadas de personas que conocí. Me refiero a frases, expresiones o maneras de hablar. Otras, creo que son reflejo de las mías. Y otras tantas pueden estar relacionadas a estereotipos de personas y lo que imagino que les puede interesar o con lo que podrían obsesionarse.

Pienso que una obsesión puede estar muy relacionada con el pasado. Es decir, con cosas no resueltas o lugares difusos a los que se vuelve una y otra vez, tal vez sólo por no soltar o porque hay cierta satisfacción en obsesionarse con algo. Quiero decir, un goce en la certeza de saberse obsesionada y confirmar la manía como propia.

¿Qué te parece que le aporta al texto, o a tu literatura, el uso del sexo?

En el caso de las dos hermanas protagonistas creo que es una declaración de principios o una obsesión personal, porque son dos mujeres mayores, de 55 y 60 años. El sexo de las mujeres mayores no es algo que se explore mucho, en mi opinión. Entonces, en parte surge de mis propias preguntas sobre el tema, en relación a mi futuro, y en otra parte en la curiosidad sobre la vida de otras mujeres.

En otras partes de la historia el sexo es un juego de poder o una vía de escape, como en el caso de Lidia y Esteban. Me parece que es algo que surge de manera natural en diferentes momentos de la trama, como reafirmación de masculinidad en algunos de los personajes y, en otros, de libertad o descubrimiento en relación a la identidad.

Aparecen, salpicados, en la palabra de la narradora, y en el juicio de algunos personajes, asuntos como la dictadura del 76, el odio antiperonista, y las recetas de saqueo y hambre de los gobiernos neoliberales. ¿Hay ahí una manera de posicionarse en relación al presente?

Sí, totalmente. Pero en lugar de que mis personajes digan las cosas como las pienso yo decidí que fueran lo opuesto a mí y que dejaran al descubierto lo que considero que son miserias en la forma de ser de algunas personas. Esto tiene que ver con el contexto en el que desarrollé la historia. Algunas de esas peleas que escuché desde mi balcón o cosas que leí en ese chat de WhatsApp, basadas en prejuicios, discriminación u odio.

Pienso que estamos en un momento de la humanidad en que la verdad es relativa y la realidad, o lo argumentable, tiene menos valor que el discurso que se construye en los medios masivos de comunicación, en las plataformas o en las redes sociales. Al mismo tiempo, necesitamos respuestas, estrategias o formas de sobrevivir a todo lo oscuro que nos presenta la realidad, ya sea en relación a la política, el medio ambiente, el miedo de que ocurra otra pandemia o que se acabe el mundo como lo conocemos. Tal vez suene fatalista, pero siento que en el fondo tenemos tanto miedo de estas cosas que necesitamos contrarrestarlo con recetas, respuestas o consignas que nos hagan sentir que estamos en control de la situación.

La realidad es que no lo estamos. Sólo podemos controlar o actuar sobre un espacio reducido de cosas y emociones. Entonces, muchas veces la respuesta es violenta o antisistema. En el caso de Las ladronas, eso está bastante presente, junto con la idea de que a las personas mayores, y sobre todo a las mujeres, se las descarta o no se las tiene en cuenta. Y mis personajes no están conformes con eso. Creo que es una de las pocas cosas en las que coincidimos: en la rebeldía y la no conformidad ante las injusticias.

¿Qué destacas de la presentación que hiciste de la novela?

La presentación de la novela fue muy linda. La hicimos en la vereda de Raíz, un café en Villa Crespo, en lugar de puertas adentro. Quería que fuera un intercambio y una celebración en vez de una presentación formal o solemne. Lo pasé muy bien, entre amigas, amigos y familiares sobre todo. También me gusta este proceso de reflexión sobre lo que escribí, tanto en esta entrevista como en la que me hizo Hernán Salcedo para la sección de cultura de Télam, antes de que este gobierno decidiera desmantelarla.

¿Estás escribiendo?

Estoy escribiendo poesía pero todavía no sé bien en qué dirección va lo que escribo. Sólo sé que hay una coherencia entre los poemas y que se relacionan con un proceso de crecimiento o transformación personal. También tengo algunas ideas para relatos sobre relaciones de pareja, pero todavía no las desarrollé.

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María Victoria “Mavi” Massaro (Buenos Aires, 1987) es poeta, narradora y Licenciada en Comunicación Social (UCES). Tiene un posgrado en Gestión Cultural (FLACSO). Publicó los libros de poemas “Lo que hice con tu cepillo de dientes cuando me dejaste y otros poemas de amor” y “Cada vez que alguien se va me replanteo todo lo que creía saber sobre el amor” (2019 y 2020, Halley Ediciones), “Nadie quiso subirse al auto con nosotras” y “El fantástico mundo del home office” (2020, Qeja Ediciones) y también “Me dejaría morir en el sillón” (2022, Qeja Ediciones). Las ladronas fue publicada en 2023, también con Qeja Ediciones.