“Envejecer no es triste porque siempre queda el clítoris”, dijo Emma Barrandéguy a María Moreno mientras tomaban whisky en el Club Social de Gualeguay en el año 2000. María tenía 53 años, Emma 86. Moreno viajó especialmente para conocerla. Quería saber quién era la autora de Salvadora, una mujer de Crítica, la biografía que escribió Emma sobre Salvadora Medina Onrubia.

Cuenta María Moreno que en uno de esos encuentros, Emma le regaló una carpeta con su novela inédita Habitaciones, escrita a fines de la década del 50. Es una novela pero también es un intercambio epistolar, es memoria social, es autobiografía, es manifiesto.

Una manera de sentir es una manera de escribir.

Emma decía que Habitaciones es un libro de memorias en la tradición de Mansilla y Victoria Ocampo pero subrayaba que estaba hecho desde “abajo”. Es decir, desde la provincia, el género femenino, la desobediencia a la heterosexualidad obligatoria y con la consigna de “intentar demoler la sociedad burguesa injusta y llevar la introspección hasta los últimos posibles recovecos”.

Habitaciones se publicó dos años después de ese encuentro. La presentación fue organizada por el Área de Estudios Queer de la Universidad de Buenos Aires. Emma fue con sus 88 años y luego de la ovación y el tremendo revuelo que causó el libro, volvió a su casa de Gualeguay: “Yo no quería difundir el libro acá en Gualeguay. Tengo familiares que si lo leen van a decir 'esta vieja hija de puta mire con lo que nos viene a salir ahora: que le gustan las mujeres'. De todos modos, ya lo publiqué. Y acá, en Gualeguay, lo que provocó no se llama interés sino curiosidad. Curiosidad, supongo, por saber cómo fue mi vida en Buenos Aires, donde yo me fui para vivir sexo, libertad y trabajo, que era lo que acá no había'.

María Moreno escribió en el prólogo: “Escrita mucho antes de que se teorizara sobre las minorías sexuales, Habitaciones puede leerse como algo que está por delante de ellas, en un horizonte más radical en tanto que denuncia los espejismos de toda elección, la multiplicidad de los deseos y de sus formas, el anhelo de una puerta abierta hacia otras habitaciones, hacia nuevas experiencias”.

Diana Bellessi también celebró la publicación: “Bienvenida al fuera del canon, a la línea fronteriza de la gran literatura argentina”.

A 110 años de su nacimiento, las editoriales Camalote y Monte publicaron 'Emma. Poetas argentinxs homenajean a Emma Barrandéguy'.

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Hay que poner las cosas en contexto, primero. Emma nació un 8 de marzo de 1914 en Gualeguay, Entre Ríos, cuando recién empezaba a festejarse esa fecha como Día de la Mujer. De jovencita iba a las bibliotecas populares y así conoció a quienes escribían en su pueblo: Juan L. Ortiz, Juan José Manauta, Carlos Mastronardi, por nombrar a algunos.

Emma fue la única integrante mujer de Claridad, mítica agrupación literaria y de formación política vinculada al comunismo y al anarquismo. La comandaba junto a Juanele. Esa intensa labor política cultural los llevó a vincularse con los principales poetas sociales que hacían base en Buenos Aires. Entre ellos, Raúl González Tuñón.

Claridad también llevaba adelante una revista que formó parte de la batalla cultural contra las instituciones conservadoras de la época. En 1936, Emma publicó allí sus primeros poemas políticos. A sus 20 años escribió:

Tropero,

vengo a decirte que sabemos 

luchar ya por dos cosas:

¡Pan y Tierra!

¡Y es cierto que hacen falta,

gaucho viejo!

“Campesino: ¿con qué apatía está amasada tu sangre para que así te dejes despojar?”, anotó en otro de los muchos poemas en los que agita y pide por los derechos de los peones de campo. “Yo escribía sobre los campesinos, sobre la tierra que tenía que ser para los campesinos, toda una cosa que es el símbolo de una época, ¿no? Y a mí se me atacó mucho acá, los parientes dejaron de saludarme”.

La persiguieron, la denunciaron, la señalaron. Agustín Alzari investigó para su libro La internacional entrerriana cómo fue la persecución encabezada por un cura anticomunista. La cruzada eclesiástica también contó con los medios conservadores de la época. En el año 1937, José María Rosa desató una caza de brujas al publicar en La voz de Entre Ríos una serie de artículos para alertar sobre una inminente revolución comunista en suelo entrerriano.

La estrategia fue la narrativa del enemigo a combatir. Rosa difundió una lista señalando pueblo por pueblo quiénes eran las personas que él consideraba perjudiciales. Los denunció con nombre, apellido y lugar de trabajo. Hizo principal hincapié en el “Caso Gualeguay”. Tenía en la mira sobre todo a tres gualeyos: Emma Barrandéguy, Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi. En ese entonces, la militancia comunista se pagaba con la cárcel.

Emma decidió irse de Gualeguay a sus 23 años en 1937. Tenía un contacto. Desde adolescente mantenía correspondencia con Salvadora Medina Onrubia (1894-1972), criada en Entre Ríos, pionera feminista, anarquista, periodista, escritora y esposa de Natalio Botana, dueño del diario Crítica.

¿Y si venís a Buenos Aires a trabajar con nosotros? La propuesta llegó por carta. Emma viajó y trabajó en esa redacción desde 1938 hasta 1956. Cumplió tareas administrativas y luego se convirtió en la secretaria privada de Salvadora. Instalada en Buenos Aires, siguió reclamando por las libertades, sin libertad sexual no hay libertad política.

Después volvió. Emma falleció un 19 de diciembre de 2006 en su ciudad natal.

Emma, una escritora adelantada a su época.

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Envejezco, rabiosa de vida. El paso del tiempo, el amor y el sexo en la adultez son temas de su poesía. Susan Sontag escribió que tanto para Barthes como para Nietzsche, el fin no es alcanzar algo en particular. El fin es hacernos audaces, ágiles, sutiles, inteligentes, escépticos. Y dar placer.

En la obra de Emma, la vejez es territorio para la irreverencia, la exploración, la sensualidad. El goce y la fantasía. En la vejez también podemos preguntarnos quiénes somos y quiénes podemos ser. 

A 110 años de su nacimiento, las editoriales Camalote y Monte publicaron Emma. Poetas argentinxs homenajean a Emma Barrandéguy. Autores de todo el país, principalmente de Entre Ríos, enviaron sus poemas respondiendo a la convocatoria de Ferny Kosiak, editor y escritor, bajo el lema “Aquí nos reúne la poesía”, medio verso del poema El poeta lee: “Aquí nos reúne la poesía y el estar un poco tristes/ tanta prisa y tanto centavo imprescindible”.

En el prólogo, Kosiak resalta aquellos textos de la juventud de Emma en los que defiende los derechos de los peones de campo en la década del 30 en un pueblo agrícola conservador. También enumera una sumatoria de aspectos de su vida como casarse y convivir durante años con un yanqui que hacía acrobacias en moto adentro de un globo, empezar a estudiar filosofía a los 50 años, escribir una novela sobre una relación lésbica o bisexual -que ese libro permanezca inédito durante medio siglo- y luego durante su presentación en la UBA tomar la palabra a sus casi 90 años para denunciar que en Entre Ríos el gobierno estaba pagando con federales.

“Emma es una escritora adelantada a la época e incluso adelantada a sí misma. La vinculación entre vida y obra es notable. Al día de hoy su escritura resulta osada, disruptiva, valiente en todo sentido. Ella era una gran seductora en la vida y en la literatura”, dice Kosiak a Revista Kranear.

El libro cuenta con un epílogo entrañable de Tuky Carboni, escritora gualeya que fue amiga de Emma. Contra toda idealización, Tuky subraya que cuando nos morimos todas las faltas que cometimos son cubiertas por un manto de olvido y cuenta que Emma siempre fue lúcida e imparcial para juzgarse a sí misma. Por esta razón, recuerda una de las frases de cabecera de su amiga: “Yo soy yo cuando me comporto como un mono sabio y también soy yo cuando meto la pata hasta el cuadril”.

El poema más citado de Emma entre los más de 50 textos del homenaje es El apaciguamiento de las cosas, el que lleva ese verso final que tanto compartimos quizás como una contraseña: “Los monstruos, bien peinados, por dentro”.