Eleonora Wexler es una de las actrices más talentosas y prolíficas de nuestro teatro, cine y TV. Desde su debut en el musical “Annie” hasta un presente de brillante desempeño en obras de teatro como “El Testamento de María”, “Mary para Mary” y “La Mentira” o en películas como “Algo Incorrecto”, “Historias Invisibles” y “Lo que Quisimos Ser”, su trayectoria es sinónimo de calidad, refinamiento y compromiso en la creación de personajes inolvidables. En un extenso diálogo junto a Kranear, la protagonista de “La Mente del Poder” repasa algunos de sus últimos trabajos, ofrece su mirada respecto al estado de nuestro sector cultural y nos comparte valiosas apreciaciones en relación a su vocación y oficio, las cuales todo intérprete debería de tener muy en cuenta.
“La Mentira” escenifica a dos parejas de amigos envueltas en un enredo sentimental, indagando con gran poder de identificación en el espectador. ¿A veces, preferimos no saber?
Obviamente, el espectador se identifica porque lo que plantea es algo universal y todos nos sentimos interpelados en una situación u otra. A veces preferimos no saber, claramente. Tiene que ver con los momentos y para qué necesitas saber o qué necesitas saber.
¿Considerás que esta obra se inserta en tiempos en donde el valor de la palabra, los lazos vinculares y la fidelidad se resignifican?
Creo que más que nada lo que hace esta obra es echar luz sobre un tema con el cual, de alguna manera, todos nos identificamos, con algún personaje o con alguna situación. No sé si en este momento hay algo en cuanto a la palabra, me parece que esto es inherente al ser humano y lo que le pasa al público es que se identifica profundamente. La obra genera humor, pero lo hace desde lo patético, desde los nervios o desde situaciones en donde el público se reconoce. No sé si tiene que ver tanto con resignificar, sino que lo que hace es visibilizar, ponerle una lupa.
En “La Mente del Poder” interpretás a la Primera Dama de la Nación. Junto al Presidente electo (Mike Amigorena) conforma una especie de sociedad táctica, a propósito de la cual, el devenir de los acontecimientos coloca en sus manos decisiones urgentes. ¿Qué balance hacés respecto al desarrollo de tu personaje y el protagonismo que adquiere?
Ella lo dice en un momento, es artífice en la construcción del poder de su marido. Ellos decidieron ser una alianza, un equipo; ella dejó todo para acompañarlo y para que él pueda brillar, pero yo creo que es ella quien mueve las piezas de ese juego. Cuando él rompe ese acuerdo, lo que empieza a suceder es que se ve que ella tiene ‘el’ poder, entonces creo que, desde el cuento, se va poniendo de manifiesto. El mío es un personaje que acompaña y que tiene un buen desarrollo; hay muchos personajes y hay dos historias muy fuertes dentro de lo que es “La Mente del Poder”. Me gustó hacer Ana y considero que en una segunda temporada tendría un papel muy estratégico, más aún de lo que vimos en la primera.
¿Cómo evalúas la incipiente preponderancia de las plataformas de streaming que alojan y visibilizan ficciones nacionales?
Esto se hizo más profundo y abarcó a todo nivel a partir del momento de la pandemia, según yo evalúo. Hay algo que se transformó, y es la posibilidad de tener la elección de poder ver tus contenidos en el momento que quieras, cuando quieras y como quieras. La plataforma cobró un espacio universal enorme, y es lo que viene de ahora en más. Creo que nuestra industria audiovisual se vio, desde ese momento, cada vez más afectada y hoy por hoy, atraviesa una enorme crisis. En lo que nos toca, mundialmente, hay cada vez menos posibilidades de hacer cine. Por ejemplo, una ópera prima o un director independiente con menos posibilidades de mostrarse teniendo un tanque detrás, o siquiera pudiendo filmar. Si una película va al cine con todo el esfuerzo y no tiene una plataforma que la apoye, donde la rueda puede seguir girando y pueda seguir viéndose, desaparece. Considero que la plataforma acapara absolutamente todo y no digo que sea algo malo, sino que tiene que ver con distintos momentos sociales, como lo que ocurre con la TV abierta o el cine; si no estás en alguna de ellas hablamos de algo que tiene muy corto vuelo.
En la nueva película de Alejandro Agresti “Lo que Quisimos Ser”, protagonizás, en compañía de Luis Rubio, una historia de amor ambientada en la Buenos Aires de fines de los ’90 y principios de los 2000. ¿De qué trata este juego de inventarse una ficción -otra realidad- que se sienta igual de verdadera?
Es una película que me encantó desde que la leí. Con cierta melancolía y un abanico cronológico que atraviesa situaciones sociales, pero focalizándose en el vínculo de dos personas desconocidas y lo que se genera a partir del juego de lo que quisieron ser. Siempre hay algo de eso que imaginamos, entonces habla de permitirse ese juego del mundo no real versus las cosas mundanas, mientras los problemas de la vida suceden y el mundo de fantasía los resguarda. Es una historia de amor, conjugada con el deseo de ser lo que alguna vez se quiso, con pinceladas de lo social. Es un juego maravilloso, y se trata de dejar afuera la realidad para crear ese mundo aparte entre los dos; una historia de amor en donde no se permite que la realidad invada absolutamente nada. Y es ese momento mágico, único e irrepetible que generan ambos y es lo que les permite poder atravesar la cotidianeidad de sus vidas de una manera diferente. Es como una planta que se riega y va creciendo y va dejando sus frutos y sus flores, y que, de alguna manera, también acompaña la soledad de esos seres. Durante ese rato, esos encuentros por fuera del mundo real, les permiten disfrutar de un momento en la vida sumamente singular.
Y allí incorpora la película una temática fundamental, guiños mediante, como lo es la ficción dentro de la ficción.
Claro, hay algo que aparece muy claro como tema de la película y es justamente ese. Cómo ellos se conocen mirando un clásico de Howard Hawks y empiezan hablando de los actores, de cómo son estos en la vida real. Ahí te va introduciendo la película, porque es como generar una ficción dentro de otra.
¿Es correcto ver al film como un manifiesto homenaje de amor al cine clásico y al oficio de escritor?
Si, es correcto, verlo como un homenaje al cine y a ese mundo que recrea cada escritor en sus historias.
Hablemos acerca de tu vocación. ¿Cuándo y cómo nació en vos?
Tuve una vocación muy marcada desde chica, incluso desde antes de ir al jardín; en mi casa había mucha comedia musical. Escuchábamos a Louis Armstrong, a Danny Kaye, y Jerry Lee Lewis y muchos más. Veíamos “Siete Novias para Siete Hermanos” (NdR: estrenada en 1954, película musical de Stanley Donen), todo un mundo de música por parte de mi papá, a quien le encantaba. Tengo un montón de recuerdos de ver comedias musicales en la tele, y había algo en mí muy arraigado, porque desde muy chica creaba, escribía obras de teatro, y armaba personajes con mi hermana y mi prima. Cuando venían compañeritos a casa, siempre era armar una obra de teatro y torturaba a sus papás para que la vean. Y en los actos de la escuela estaba lista para actuar, y obviamente siempre iba. Más adelante salió el concurso en el diario de la comedia musical “Annie” (NdR: estrenada en 1983, con dirección de Wilfredo Ferrán), el cual ya estaba cerrando y mi papá me preguntó si quería ir y yo ya estaba preparada, ¡imaginate! …ahí quedé seleccionada.
¿Sentiste alguna vez miedo escénico?
No, pero sí tuve una crisis a los trece o catorce, en donde no quería actuar…había algo que no me generaba placer. Estuve como un año entero sin actuar hasta que llamaron para hacer un reemplazo en la comedia musical “Alta Sociedad” (NdR: con dirección de Edgardo Borda, 1986) y cuando subí al escenario me di cuenta la felicidad que sentía haciéndolo. Si bien pánico escénico no tuve, muchas veces antes del estreno, me pregunto qué hago acá, porque estoy haciendo esto y no me voy a mi casa; pero, una vez que salgo al escenario, todo eso desaparece.
¿Pensás que en el cine y en la TV el actor es un instrumento al servicio del director?
Sí, al servicio del director en una película, y en la televisión - al menos en la TV abierta- es más al servicio de la producción que de la dirección. Porque en el audiovisual nosotros somos una especie de rompecabezas de quien lo está armando. Y creo que, finalmente, es el director quien decide cómo va a querer contar esa película con determinados personajes. En el caso de la tele, lo que yo sentía es que estaba muy metido el productor, la cabeza creativa, mucho más que el director. Pienso en el caso de Adrián Suar -en Pol-ka- que estaba muy empapado de las ficciones. En TELEFE no tanto, pero funcionaba un poco así. No te olvides que la TV abierta trabajaba mucho con el minuto a minuto, que los capítulos se iban viendo y que la gente iba ‘comprando’ o no. En mi experiencia, salvo en el caso de “Amar Después de Amar” (NdR: con dirección de Miguel Colom y Pablo Vásquez, se estrenó en TELEFE, en 2017), que ya estaba escrita pero salió al aire después de filmada, lo demás funcionaba con lo que le pasaba al público, a excepción de las series que luego vinieron; algunas eran para plataformas y otras funcionaron para TV abierta, pero en ese caso el cuento ya estaba contado, algo muy distinto a lo que ocurre en el cine.
Eleonora en la obra "El Testamento de María".
¿Qué diferencias encontrás entre el lenguaje teatral y el audiovisual a la hora de abordar tu oficio de actriz?
Sí, hay un lenguaje diferente, que tiene que ver con el cuento, que en el teatro empieza y termina. Vos tenés el desarrollo, y hay algo que tiene que ver con lo que te pasa en el cuerpo. En cambio, en el audiovisual podés empezar por el final, después vas al principio y luego vas al medio, por ejemplo. Debés tener muy bien armado ese rompecabezas y depende de cómo lo disponga el director. Vos le preguntas si es un plano abierto, corto o muy corto; por dónde va a empezar, cómo lo va a contar. Como intérprete, hay que estar muy presente momento a momento. Si bien vos podés pensar y armar algo, en determinado momento podrías llegar a frustrarte…entonces, justamente, la experiencia me dio esto de poder estar con apertura a que quizás algo te sorprende, porque se modifica y cambia, y vos conocés las herramientas para adaptarte a eso. O, también, podés decirle al director ‘podemos empezar con una escena muy exigida, con un plano corto, porque necesito poner toda la carne al asador ahí’, eso sucede también.
¿Tenés algún método especial para aprenderte los textos?
No tengo un método específico, pero trabajo con alguien hace muchos años, con Cony (NdR: la actriz y coach actoral Constanza Nacarato), y junto a ella vamos abordando según lo que tengo que hacer: si es un monólogo, si es una obra de teatro, si es una película donde estoy todo el tiempo, o una serie en donde estoy en determinados capítulos. Por lo general, lo que hago es dedicarle mucho tiempo -a veces más, a veces menos, depende cuánto me exija lo que voy a hacer- a la lectura. Hay momentos en que voy desde adentro hacia afuera o viceversa, y hago foco en la repetición, a veces no entendiendo lo que digo, a veces sí. No tengo un método en particular, pero los monólogos son, ponele, dos páginas por día -depende de las que tengas en total- y a partir de ahí vas dándole profundidad a lo que tenés que decir en el trabajo junto al director. Lo fundamental es la letra; si yo sé la letra puedo empezar a jugar a todo nivel. ¿Cómo habla es personaje?, ¿cómo arma las palabras?, ¿cómo las dice? Algo ahí ganás, entonces después vas profundizando con el director y con tus compañeros, pero el punto de partida es saber bien el texto.
¿Qué tan importante resulta el instinto a la hora de conocer a tus personajes? ¿Cómo construís la historia previa de ellos?
El instinto está buenísimo, porque es la primera impresión o sensación que uno tiene, pero trato de no quedarme con eso porque a veces me deja en un solo lugar, y no me permite llegar a otros lugares, entonces una de las cosas que trabajamos con Cony es que sí, hay una primera impresión que me dice ‘esto lo quiero hacer, es por acá’ y, a veces, cuando uno va trabajando se va metiendo y descubrís que no. Me pasó con Ana -mi personaje de “La Mente del Poder”-, pensé que era de una forma y luego, a medida que me fui metiendo, me di cuenta que no era así. Eso es hermoso, porque te da la posibilidad de estar más vivo al momento de la creación. Creo que es una de las partes más lindas de la creación de estos seres que uno va a encarnar, darte la posibilidad de que te sorprenda. Y que digas, ‘¡guau!, mirá lo que me pasó acá’. Trabajás y trabajás, y el personaje es de determinada manera…finalmente, te das cuenta de que no hay que quedarse con una idea prefijada por instinto de cómo tiene que ser. Mi consejo es: dejá que te atraviese, que te penetre y te puede llegar a sorprender maravillosamente.
¿Existen personajes de los que cuesta entrar y salir más que otros? ¿Nos darías un ejemplo?
Si, claro que sí, tanto entrar como salir. Tiene que ver con adónde te llevan, desde qué lugar los construís y qué te mueven. Hay personajes mas lejanos y otros mas cercanos. Por ejemplo, el ultimo que hice, que aún no se vio, una serie que se llama “La Bastarda” (NdR: con dirección de Jorge Nisco, próxima a estrenarse a través de Star+), era un personaje, Marichu, muy intenso y con bastante oscuridad. Y al mismo tiempo estaba ensayando en conjunto mi personaje de Ana en la obra de teatro “La Mentira” (NdR: se estrenó el pasado mes de septiembre en Picadero), uno de características muy diferentes. Y cuando tenía que grabar la última parte, sentí que Marichu no estaba del todo como estaba antes…tenía mezclado un poco los dos personajes. Y en otras ocasiones, me doy cuenta de que reacciono como el personaje que estoy profundizando en el momento, que esa no soy yo, Eleonora, que está como otra metida adentro. Otro ejemplo que tuve fue una peli durísima que hice, que se llamó “Algo Incorrecto” (NdR: con dirección de Susana Nieri, 2022), acerca de un juez abusador que existió en Mar del Plata y yo hacía de la hija, y ella se entera que su padre abusó de sus amigas. Hay una escena que filmé en donde ella, luego de este descubrimiento, tiene un grito ahogado, mirando la luna en playa. Cuando vuelvo de rodar, me doy cuenta que no puedo tragar. Voy al otorrino y me explica que tenía una inflamación en el hioides…justamente, ¡la tensión de no poder tragar! lo que no podía tragar era esa historia. Y yo pensé que era algo que ya había salido, ¿entendés?
¿El oficio se aprende o es innato y se perfecciona?
Yo creo que no hay una formula, que el oficio se aprende. Después hay personas que aparecen con algún talento especial que viene innato. Como un pianista o como alguien nace con una condición determinada, que está y es inherente; porque sucede y aparece. Eso es el talento. Siempre se afina, se perfecciona y se entrena.
Un consejo que darías a jóvenes actrices y actores cuando una función o un rodaje no salen como era esperado.
Que sigan trabajando, siempre aparecen frustraciones. A veces hay aciertos y uno siente que hace un gol. Por otra parte, una función nunca será igual a la otra, y siempre hay una posibilidad de repechaje. Y en una película o audiovisual donde algo queda plasmado, tampoco depende de uno, sino de la mirada del director cuando hace el montaje y qué queda de todo eso registrado. Nos preparamos para poder contar aquello que se tiene que contar de la mejor manera posible y a veces hay situaciones externas que hacen que eso no suceda. A veces uno no está afilado o, a veces, no tenés un compañero o un director que te ayuda, pero siempre hay que seguir trabajando y aparecerán posibilidades de encontrar la mejor oportunidad para poder expresarte. Aunque muchas veces no depende de uno; frustraciones habrá y de eso se aprende mucho, mucho también.
¿Cada función es distinta a otra? ¿Por qué?
Porque es un momento único e irrepetible, intransferible. Vos respirás con la gente, es un momento vivo. Nunca el público es igual, nunca nosotros estamos igual. Es un engranaje de piezas y vibramos todos en conjunto. Es mágico. Por más que repitamos lo mismo, nunca una función será igual a la otra y eso lo hace maravilloso y es un vuelo, un juego hermoso.
¿De qué modo varía el uso de tus herramientas interpretativas cuando estás actuando en una sala grande a diferencia de una pequeña?
Es la intimidad que logras. En una sala grande la proyección es otra, tu cuerpo es otro y todo tiene que ser visto, entonces hay algo de las proyecciones que son diferentes. No es igual en una sala más intimista, en donde la gente está sentada y respira muy cerca tuyo. Donde la proyección de tu cuerpo, de tu voz, de tus movimientos y de tu decir tienen que ser diferentes.
Si pudieras nombrar una obra de teatro, película y trabajo en TV que modificaron tu trayectoria, ¿cuál sería?
Una obra de teatro fue “La Tempestad” (NdR: en Teatro San Martín, con dirección de Luis Pasqual, 2000-2001) que hice con Alfredo Alcón, donde tuve un casting y fue una felicidad absoluta cuando me enteré que había quedado. Yo soñaba con hacer una obra de Shakespeare, de hecho, mi hija se llama Miranda por esa obra, en referencia al personaje que interpreté. Fue algo bisagra para mí, y un sueño cumplido cuando me enteré que iba a trabajar con Alfredo. En la TV tengo varias, “Valientes” (NdR: se exhibió durante 2009 y 2010 en Canal Trece, y Eleonora ganó el Martín Fierro a Mejor Actriz Protagonista de Novela) significó algo popularmente muy distinto para mí. Otra maestra que tuve en el medio fue María Herminia Avellaneda, quien me enseñó a trabajar, y con ella hacía “Alta Comedia” (NdR: entre 1994 y 1995, emitida por Canal 9), aunque yo era mucho más chica en ese entonces. Como película elijo esta que acabo de estrenar, “Lo que Quisimos Ser”; particularmente, haber trabajado con Alejandro Agresti era otro sueño a cumplir. Hacer algo tan hermoso fue muy significativo y me llena el corazón.
¿Te gustaría pronunciarte respecto a la situación que atraviesa nuestro ámbito cultural durante un año tan complejo y cómo lo vivís desde tu lugar de artista?
Por supuesto. La cultura marca la identidad de un país. Es una actividad que genera mucho dinero y que mueve muchos aspectos, entonces, no darle un espacio es un grave error. Tenemos una historia increíble en cuanto al teatro, el cine y la televisión, somos generadores de contenido y tenemos un muy alto nivel, por el entretenimiento y la reflexión que promueven las historias que se han contado y que se siguen contando. Por ello, la cultura es parte fundamental. En Argentina tenemos una de las capitales de teatro con más espectáculos en cartelera a nivel mundial. En todo orden, tanto en el teatro comercial como en el off; creo que es algo que en Latinoamérica no existe y que en Europa podés encontrar en algunos pocos lugares; entonces no darle un espacio es una verdadera pena, sumado a la falta de información, ¿no? Cuál es la línea, cuál es el pensamiento, la bajada, respecto a no contar la verdad acerca de todo lo que genera nuestra industria y quedarse con el chiquitaje. Un poco tiene que ver con eso mi postura.