Fotos: Martin Cossarini
Una de las razones para festejar la remontada de ayer y respirar algo de alivio, fue que la mayor parte de la sociedad argentina le dijo que no al negacionismo que pregonan quienes salieron de sus cuevas, envalentonados con los resultados de las PASO. Hubo un rechazo al negacionismo e incluso al apologismo del terrorismo de Estado que nuestro país decidió condenar hace varios años dando lugar a un amplio consenso democrático, con los pilares de Memoria, Verdad y Justicia, y la reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad.
Otro motivo para festejar: recibió un mayor caudal de votos el espacio político que defiende el rol del Estado y la cuestión pública, aún con todas sus falencias, faltas y deudas. Parece haber ahí un anticuerpo y una memoria histórica en relación a la falacia de la privatización como promesa de futuro. Las políticas públicas no solo acompañan y protegen: también habilitan y construyen posibilidades.
Lo de ayer fue histórico, una vez más, digno de estudio para el sueco que había ficcionado el compañero y enorme periodista político Mario Wainfeld para hablar de peronismo: con una mediocre, siendo benévolos, o pésima, si no se le da vueltas al asunto, gestión de gobierno, un 150 por ciento de inflación anual, altísimos niveles de pobreza, una interna feroz y a cielo abierto hacia el interior del Frente de Todos, los grandes empresarios, el sistema de medios y el Partido Judicial en contra, el dólar por las nubes, y la macroeconomía casi descontrolada, el peronismo remontó una elección de manera notable.
Mejor país del mundo.
El antiperonismo, por su parte, desde hace varios años nucleado en su representación parlamentaria y electoral, Juntos por el Cambio, vuelve a darse la cabeza contra la pared, porque no interpretan la realidad, solo escupen odio y su único combustible es hacer antikirchnerismo. Algún asesor con un dedo de frente, debería sugerirles: el día que lo entiendan, quizás les ganen.
Unión por la Patria (UP) logró el ingreso al balotaje –el objetivo que debía cumplir la fuerza política, según lo adelantó Cristina hace cinco larguísimos meses-, no solo por las cualidades de nuestro candidato, Sergio Massa –templanza, experiencia en gestión, seriedad, moderación para un tiempo que requiere alejarse de los extremos-, sino también por el rechazo que generan los representantes de la oposición, una oferta electoral impresionable, que la tenía a Bullrich como la opción moderada, y al Loco de la motosierra como la alternativa radicalizada.
Por eso será que Sergio Massa, en el centro de campaña de UP, frente a la militancia, la dirigencia, y varios millones de espectadores que miraban su discurso en sus casas, diseñó su intervención en tres cimientos fundamentales para contrastar con su rival, de cara al 19 de noviembre: la familia –una institución nacional-, el fin de la grieta, y la convocatoria a un gobierno de unidad nacional.
A los que nos identificamos con el kirchnerismo, nos hubiese gustado un discurso más combativo, una mención para Cristina, menos formalismos y gestos sesudos, y más narrativa de trinchera, como lo hizo Axel Kicillof, un rato antes, con el 45 por ciento de los votos y la reelección en la espalda, pero estamos ingresando en una nueva etapa histórica, en sintonía con las demandas de las mayorías, y eso estuvo claro desde el momento en que se definieron las candidaturas.
Un apartado para Santoro: gran elección en la CABA, con la posibilidad de ir a una segunda vuelta con el macrismo. Se trata de más de un 32 por ciento de los votos, una cifra que está en los niveles históricos más altos del campo nacional y popular, desde que el distrito se convirtió en el reducto millonario y caja de resonancia del PRO para saltar a la política nacional. Sin embargo, es necesario evaluar si es conveniente iniciar ahora una campaña de polarización con el macrismo en la ciudad, cuando son precisamente esos votos los que necesitamos sumar para ganar la nacional. ¿Qué se priorizará?
Lo de Axel es notable: recibió un reconocimiento contundente en las urnas luego de hacer una gestión de gobierno sobre una provincia quebrada, y lo hizo con muchísimo compromiso y responsabilidad, en un trabajo conjunto con los intendentes de todas las fuerzas políticas, y mucha obra pública de parte del Estado nacional; en todo momento lo hizo a favor del pueblo bonaerense, y caminando todos los distritos, cerca de la gente, en un cuerpo a cuerpo fundamental para aquellos que entienden la política como herramienta de transformación de las condiciones de vida del pueblo.
Un último dato: La Cámpora amplía la cantidad de distritos bonaerense en los que gobiernan militantes de la organización: Quilmes, con Mayra Mendoza; Mercedes, con Juan Ustarroz; Hurlingham, con Damián Selci; y Lanús, con el exsecretario de Justicia, Julián Álvarez; aparte, Suipacha, Colón, Carmen de Areco, Brandsen, Rosales, Bahía Blanca, Olavarría y Azul. También se puede sumar a Lomas de Zamora, con Federico Otermín (a pesar del escándalo del yate que protagonizó su jefe político, Martín Insaurralde).
En la noche de ayer, Sergio Massa no se subió a un tren de triunfalismo. Mostró cautela. La llave, como dijimos: el fin de la grieta y la convocatoria a la unidad nacional. Es por ahí de acá a noviembre. Habrá que salir a ganar esos votos de centro derecha, y en caso contrario, militar para que se vayan al blanco.
Milei, por su parte, dejó atrás el discurso anticasta para limitarlo a una polarización directa con el kirchnerismo. Se apropió de la retórica de Bullrich en un movimiento un poco obvio, e incluso burdo. Las palabras “cambio”, “república”, “orden”, y “kirchnerismo” fueron reiteradas de una forma casi automática e incluso alevosa. Resta saber si sus votantes comprenderán la estrategia -la única que le queda para rascar votos de algún lado-, o si se incomodan con este giro tan abrupto de los bastiones sobre los que forjó su identidad.
A partir del 10 de diciembre, La Libertad Avanza va a pasar de tener 2 a 38 diputados en el Congreso. Un crecimiento notable. Ninguna fuerza política tendrá mayoría propia.
Cautela, prudencia, y amplitud. Faltan tres largas semanas. En este partido ya no se juega kirchnerismo-antikirchnerismo, el debate real es entre la defensa de valores democráticos, y la defensa de un modelo que ubica al mercado en el centro de las agendas, con un discurso de odio que construye al otro como un enemigo que hay que eliminar.
Hacia allá vamos, con la fuerza de las convicciones y una vocación democrática inquebrantable.