Con Kranear contamos con la visita de los protagonistas de una de las obras de mayor suceso en Avenida Corrientes durante la temporada 2023. Los intérpretes Tupac Larriera, Ailín Zaninovich y Paula Ransenberg, junto al director Héctor Díaz, conversan en un cálido y ameno intercambio, brindándonos detalles y pareceres acerca de la adaptación de este renombrado éxito internacional. “Para Mí, Para Vos”, nominada a múltiples Premios ACE y actualmente en cartelera en el Teatro Multitabaris, es una obra con gran poder de identificación, que utiliza el registro de comedia y las influencias chejovianas para indagar en el universo familiar, retratando el reencuentro de tres hermanos en busca de saldar viejas deudas emotivas del pasado.
Héctor, ¿cómo te llegó la propuesta de dirigir “Para mí, Para vos”?
Héctor Díaz: Estaba en Mar del Plata, en plena temporada de “Laponia”, la obra que venía haciendo con Jorge Suárez, Laura Oliva y Paula Ransenberg, y un día recibo un llamado de Tomás Rottemberg, diciéndome que su llamado me iba a extrañar, porque no era para ofrecerme una obra como actor, sino para dirigirla. Ahí me contó que el proyecto estaba ya en conversación, entre él y Soledad (Villamil), quien era hasta el momento la única actriz comprometida. A Soledad yo la conozco hace muchísimo tiempo, cuando ella era chica y yo un poco más chico, ¡ja, ja! Venimos de hacer teatro en la zona de la familia de Pompeyo Audivert y Ricardo Bartis, compartimos muchas experiencias formativas. Entonces, ella que había visto mis trabajos anteriormente, me propuso como candidato. Por el tipo de material, que es una comedia muy particular, ella sintió que yo conocería la manera de extraerle el potencial que anidaba allí. Tomas, por otra parte, había visto una obra de autoría mía que también dirigí (NdR: “Esto no es un Telo”), le pareció muy bien y lo acordamos. Así que el paso siguiente fue, con sorpresa, recibir el material. El hecho de llevar adelante este proceso junto a Sole fue muy especial, terminó siendo un reencuentro, en el cual laburamos mucho en el proceso de adaptación. Se dieron así las cosas, le dije que sí a Tomás y empezamos a terminar de darle forma a una versión nuestra, por decirlo de alguna manera.
¿Qué te atrajo de este material?
H.D.: Como te comentaba, me encontraba en Mar del Plata y era ideal utilizar el tiempo para leer. En la primera lectura encontré una versión mexicana difícil de abordar, que tenía una adaptación hecha de modo un poco precario, pensada parar traducir, medio a las apuradas, términos autóctonos. Pero la leí y me produjo un gran impacto. Me pareció una obra también arriesgada para llevar al teatro comercial, y en Tomás valoro su movimiento jugado como productor, por el hecho de atreverse a un material tenía elementos atrapantes y, a priori, mucho potencial. Me gustó de inmediato, me pareció muy de cuento la historia; empaticé rápidamente con el autor, me pareció que manejaba una fina ironía, un humor oscuro, y, a la vez, gracioso. La obra se había hecho en varios países -fue éxito en España y Broadway-, y su versión original duraba dos horas y diez minutos. Uno de los condicionamientos que tiene el teatro comercial acá es que las obras no duren más de determinado tiempo, porque el público tiene un nivel de saturación inferior respecto al de otros países. Debíamos lograr que dure una hora y veinte minutos, de manera que el proceso de adaptación tuvo que ver con ver dónde se podían hacer recortes inteligentes y que no dañaran la estructura de la obra. Fue un proceso de relojería bastante arduo, pero atractivo. Te diría quemante para la cabeza, pero un aspecto muy divertido por el acto en sí de recrear algo.
¿Qué desafíos distintos al de actuar te propone dirigir?
H.D.: Infinitos desafíos, porque se atraviesa un momento en donde hay fuego cruzado de muchas áreas, y todo pasa por uno, todos te preguntan y suponen que uno tiene que resolver, cuando, en realidad, estas a tientas y a ciegas, como todos los demás. Sobre todo, para alguien que está todo el tiempo actuando y, a pesar de haber dirigido varias cosas, no tengo el ejercicio permanente de la dirección. Como toda actividad, cuando la vas repitiendo, la adquirís, y esta es una especie de gimnasia mental. A fuerza de ir, la incorporás. Hay algo en este proceso que fui aprendiendo un montón, y es a decir ‘no sé’. Por ejemplo, preguntas respecto a la escenografía o a la iluminación. No, me tenés que enseñar vos a mí. Incluso respecto a los actores, y zonas que no identifico o estoy perdido. Lo más difícil es aprender lo que uno no sabe, durante el proceso mismo. Hubo momentos en donde estaba súper orientado hacia dónde iba la nave, hacia dónde la quería dirigir, pero, cuando uno va entrando en el detalle, te vas metiendo en un territorio del cual vas conociendo sus diferentes especies, como si fueran árboles de un bosque, a los que vas identificando más de cerca y te sorprendés… para bien y para mal, de cosas que aparecen y vas quebrando la cintura para seguir adelante.
¿Podrías dirigirte a vos mismo?
H.D.: Siento que no podría, eso sí lo he pensado. Veo gente que lo consigue, pero si estoy mirando desde afuera, soy tan obse de los detalles, que estando adentro pierdo eso. No sé si estoy dispuesto a entregar una mirada en particular que solo puedo sacarle algún brillo en particular si estoy afuera. Siento que adentro empiezo a tener otros problemas y mi cabeza está ocupada en una dirección diferente. No creo que pudiera dirigir y actuar a la vez.
¿Y qué ventaja sentís que te otorga el ser actor al momento de dirigir?
H.D.: A mí me fue bastante a favor con actores, por el hecho de conocer de cerca esos padecimientos de la condición y lo que se sufre en estos procesos. Algo que nos pasa a todos, y es el miedo a fallar. Buscamos ir en la dirección correcta y seducir la mirada de quien está mirando. Lo típico, es una actividad muy de niños en este sentido. Por más que el tiempo pase, sigue siendo una actividad super infantil, en el mejor de los sentidos lo digo. Y, en este caso, encastraba bastante con el material, al cual focalicé como una especie de cuento infantil para adultos. En ese plano, en relación con los actores, fue un proceso hermoso, de mucho trabajo, pero muy divertido. Realmente la hemos pasado muy bien, ha sido todo muy fresco, con mucha simbiosis grupal y de avanzar juntos. Lo que me costó más te diría que fue en un momento soltar la mano de la hermandad que tengo con los actores y pasar al otro lado que me tocó ocupar, a la hora de tomar ciertas decisiones. Estábamos divirtiéndonos, pero hay cosas que no pueden suceder, porque si nos quedamos con todo, no se terminan valorando ciertas cosas. Entonces tuve que tomar cierta distancia, siempre en comunión con ellos y consultándoles todo, pero hay decisiones que tienen que ver exclusivamente con el director y hay cosas que hay que perder y lamentablemente dejar afuera, forma parte del rol que me toca ocupar.
¿Qué sensaciones te despierta a vos esta historia?
H.D.: Siempre me pareció que tenía un espíritu y una actitud de cuento, que nos obligaba de alguna manera -o a mí como primer espectador de lo que iba pasando- a despertar el pasado, porque evocaba mi niñez, y es un poco lo que está pasando con la obra. En muchos comentarios que recibo existe la coincidencia de que produce una especie de ‘refresh’, porque, a pesar de que crecemos, seguimos jugando a los vínculos. También está el detalle no menor de los disfraces, que colabora con eso.
¿Cómo trabajaste las influencias de Anton Chejov para recrear su imaginario en el texto adaptado?
H.D.: Yo sentí que, si nosotros no le tirábamos un tiro al corazón al material original, por suerte venía bastante dado de parte del autor; lo que había que intentar era no dañar ese espíritu con el tipo de diálogos. Es decir, que no fueran toscos, sino ir para el lado de cierto refinamiento. Todo el tiempo estamos midiendo hasta dónde se bancaba también esa zona chejoviana, que, sobre todo, está en las referencias, más que en el espíritu de lo que pasa. Fue un trabajo avasallante, pero muy divertido. Durante mi temporada veraniega de “Laponia”, durante un mes y medio al menos, me propuse cada día dedicar unos zooms largos, junto a Soledad, a la tarea de ajustar el texto, en donde medíamos que no se perdiera nada. Esa poética en la estructura ya venía incluida y si lo argentinizábamos demasiado, se perdía. Es muy delicada la obra, pero no nos pusimos ese problema en el centro de la cuestión, sabíamos que a los dos nos gustaba y no lo íbamos a quebrar. Las referencias iban a permanecer a conciencia de que hay un público que las captara y otro que no, pero eso no tenía que importar para que la obra siga contando lo que estaba contando. Medimos que no hiciera falta ser erudito en Chejov para comprender de qué nos está hablando la obra.
¿Cómo viviste el hecho de reunir en este elenco a dos actrices cómo Laura y Paula, con quiénes trabajaste en “Laponia”?
H.D.: Uno puede leerlo como una casualidad, pero es como venía dado. Cuando empezó el proyecto con Tomás, se nos dio la derecha a Sole y a mí, y nos sumamos con él a otro aspecto que es muy divertido, que es armar elenco; todo un tema, porque uno va armándolos en función de cómo van las combinaciones de actores. Y después, te encontrás con quienes no pueden o no encajan. Es algo sumamente difícil. Lo de Paula en particular, sucede así: de arranque, le comenté a Tomás que pensé en ella, porque sentía que era un personaje muy especial y nos permitiría jugar con mucha libertad para encontrar lo que finalmente encontramos. No sé si su rol lo podrían hacer muchas actrices. Fue producto de mucha investigación, y siempre recordamos como fue la búsqueda, que pasó por muchas zonas distintas y multicolores. Toda esa información se ve que en algún lado quedo y nutrió su comportamiento actoral. Y en el caso de Laura se dio porque yo la nombré como ideal para el personaje de Sonya, al principio de la búsqueda. Sin embargo, antes de que termine de cristalizar que tenía que ser ella, nos encontrábamos buscando actrices cuyo perfil iba por otro lado, y lo curioso es que Sole, sin haber hablado conmigo, un mes después de que yo se lo sugiriera a Tomás, la nombra también. En dos distintos momentos, no podía ser casualidad. Entonces había algo que unimos, y por suerte, porque para mí fue muy importante. Además, nos hicimos muy amigos los cuatro.
Indudablemente, esta segunda experiencia profundizó el vínculo que ya habían establecido.
H.D.: Es habitual tener muy buena onda, pero pasar al estadio de amistad implica algo más. Entonces, tener esta continuidad de trabajo con ellas, es especial. Y algo más: cuando estábamos finalizando “Laponia” (NdR: su etapa posterior al Teatro Picadero, luego de la temporada veraniega, fue en C.A.B.A, en el Multiteatro), nos encontramos ensayando “Para mí, Para vos”, en el mismo teatro, ahí, en la misma escenografía, en la misma sala donde actuábamos. Después, finalmente, terminamos estrenando en el Tabaris. Por eso, reunirnos acá fue algo muy importante, porque, más allá de dos actrices, siento que tuve dos cómplices en el proceso. Tener a Laura y a Paula en el escenario me daba mucha tranquilidad y a la vez mucho desafío, porque ellas me tenían visto en otro rol distinto. Ahora tenían que confiar en mí desde otro lugar, yo nunca la había dirigido, por eso tenía cierto resquemor, en pensar ‘tengo que dirigir a estas dos bestias, ¿confiarán en mí?’…uno empieza a dudar de sí mismo. Y al toque me di cuenta de que eran de mi equipo, totalmente a favor y tirando para delante. Fue crucial la presencia de ellas dos, al punto que quedamos en cosas a fututo. Fue una experiencia de mucha afinidad y humor esparcido y me parece que ambos trabajos están fantásticos, súper bien.
¿Cómo recibís las recientes nominaciones obtenidas a los Premios ACE?
H.D.: Este reconocimiento es muy especial la verdad para mí, porque he tenido otros como actor a lo largo de mi carrera, pero, a la primera de cambio, dirigir una obra que la siento especial y compleja, es muy gratificante. Lo primero que me sorprende cuando voy a ver funciones es la llegada que tiene al público. Ese premio, que en verdad lo es, es saber que están disfrutando y pasándolo bien. Siendo partes de algo que en un momento fue un laboratorio. Me sorprende desde mi rol de director, por otra parte, porque se abrió n canal importante en este caso para mí. Para futuros proyectos, que si no surgen me los voy a armar yo, porque siento que se abre una posibilidad, que el reconocimiento de una nominación no hace más que sumar. Yo soy el típico neurótico que duda bastante de todo lo propio y acá no puedo tampoco tapar el sol con las manos. Evidentemente hay algo que disfruté hacer y que tuvo buena llegada, tanto en el público como en el jurado. Lo recibo con alegría y para mí ya es más que suficiente esa distinción. Además, hay unos competidores en la terna muy avezados e instalados como directores, es un honor compartir con ellos. (NdR: en el rubro de Mejor Dirección de Comedia, Héctor Díaz compite con los nominados Daniel Barone por “Votemos”, Nicolás Cabré por “Tom, Dick & Harry”, Mariano Demaría por “Tootsie”, Santiago Doria por “Los Empeños de una Casa” y Nelson Valente por “El divorcio”). De manera que lo vivo como un aval, de que estuvo bien el trabajo que hice. Lo leo así, más simple imposible.
Paula, ¿pensás que el registro de comedia facilita el abordaje de la temática planteada?
Paula Ransenberg: La obra aborda temas que nos tocan a todos: los vínculos fuertes con los hermanos, el paso del tiempo y como llegamos o no a cumplir nuestros sueños, la relación con los padres, el ser amado, deseado y valorado como persona. Creo que esta comedia, tan bien escrita, tiene una mirada humorística de todos esos conflictos, pero esa mirada también es amorosa y compasiva. El espectador puede reflejarse en todas las situaciones, reírse de sí mismo y entenderse. Eso es maravilloso. Saldrá con una sonrisa y el corazón enternecido
¿A dónde van los sueños frustrados de la juventud? ¿Qué ocurre en ese momento cuando vemos la vida de otros -y no la propia- transcurrir delante de nuestros ojos?
P.R.: Creo que los deseos de la juventud deben perseguirse, mutando, por supuesto. Creo que, tal vez, en la juventud pensamos que, si tenemos aquello o esto otro, si logramos ser así o asá, seremos felices …y con el tiempo descubrimos que la felicidad son pequeños momentos que se van sucediendo durante la búsqueda de esos sueños.
¿Qué fue lo que más les atrajo de interpretar tu personaje y formar parte de este grupo de trabajo?
Ailín Zaninovich: Lo que más me atrajo de interpretar a Nina fue envolverme en la frescura y dulzura que tiene. Nina es un personaje fundamental en la obra porque, al ser tan inocente, rompe con la tensión que hay entre los hermanos y eso le da alivio a la narración. Me encanta poder encarnar este personaje que descomprime la tensión dramática. Además, interpretar a Nina de Chejov siempre fue un sueño para mí. Cuando Héctor Díaz me trajo la propuesta, lo primero que me entusiasmó fue poder ser dirigida por él; yo soy una gran admiradora de Héctor desde siempre. En 2020 había ensayado otra obra que él dirigía y que no pudimos estrenar por la pandemia y me había quedado ese pendiente. Ser dirigida por él y conocer al resto de mis compañeros, con quienes comparto escenario, es otro de los sueños que estoy cumpliendo como actriz.
Tupac Larriera: Mi personaje (Biggo), me pareció un gran desafío. No me identifico con nada de él, y eso me gusta. Biggo vive el presente todo el tiempo, pero solo el suyo, no alza la cabeza para empatizar con el entorno. Todo es superficial para él y carece de buenos modales, pero nada lo hace con maldad, tiene los ojos vendados detrás de su ego. Es promiscuo e inconstante con las relaciones, se aburre fácil. Es un nómade contemporáneo atrapado en la época del ‘yoísmo’ y el mal uso de la tecnología. Fiel e inconsciente impulsor del egocentrismo, todo gira alrededor suyo y todos lo miran. Pasa horas en el gimnasio porque quiere pertenecer a ese grupo de chicos “musculosos” ...es decir, no lo hace por salud, solo por estética. Me divierte mucho interpretarlo. “Para mí, para vos” es un aprendizaje constante que estoy viviendo, y la posibilidad de compartir escenario con actores que admiro me tiene loco. Cuando hacemos el saludo final, miro a la gente e intento retener esa sensa'ión. Soy muy feliz con esta obra, no quiero que termine nunca.
En ese hogar en crisis, ¿el encuentro entre tres hermanos es un encuentro también de cada uno de ellos consigo mismo?
A.Z.: Sí, creo que en este hogar en crisis el encuentro entre los hermanos es realmente el encuentro de cada uno de ellos consigo mismo, porque la llegada de Masha a la casa de Sonia y Vanya rompe con las burbujas de los tres. La burbuja desordenada de Masha que viene de la ciudad, los rodajes y los matrimonios, y la burbuja rutinaria de Sonia y Vanya con la presencia de la garza azul y las tazas de café. La garza nunca llega, el café se desploma por el living y Masha viene a romper con esa rutina, incluso queriendo vender la casa dejando a sus hermanos en la calle. Creo que estas situaciones llevan a los personajes a preguntarse quienes son. A preguntarse si sus vidas así tienen sentido. Sonia ahora se disfraza de bruja y tiene éxito en la fiesta con un hombre, Vanya se anima a mostrar su creación artística y Masha termina reflexionando que sus verdaderas raíces no están en los sets de filmación sino allí, con sus hermanos.
T.L.: Sí, sería raro que no sea de tal forma. Uno puede cambiar muchas cosas; puede cambiar de religión, de pasión, de carrera, etc …pero, te ocurran sucesos como en esta obra o no, creo que es imposible no sentir tus raíces (las consideres buenas o malas).
¿Dónde piensan que reside el poder de identificación del público con cada uno de los personajes?
T.L.: En las cosas simples, como el amor, el desamor, la nostalgia, el egoísmo. Todos tenemos un grado de cada personaje, y puede ir variando. Es una obra para verla y volver a verla, es hermosa.
P.R.: Masha es el deseo de juventud y éxito, tarde o temprano todos chocamos con una pared que nos muestra que no somos ni inmortales ni infalibles. Vanya (interpretado primero por Boy Olmi, actualmente por Guillermo Arengo en su reemplazo) y Sonia son quienes se quedaron esperando algo que nunca llegó en sus vidas y se dan cuenta que tal vez ya es tarde. Eso los moviliza para cambiar. Mi personaje, Casandra, es la que ve lo que va a pasar y nadie oye. Nina es la esperanza, la juventud deseosa y vibrante de sueños. Biggo es el objeto del deseo, el trofeo de Masha.
A.Z.: Está en la trama principal, que es la familia. Todos venimos a este mundo dentro de un entramado familiar, el que también más conflicto nos da en la vida. Creo que el poder de identificación viene de que esos personajes, en la vida, existen. Es muy común para nosotros, los actores, salir de función y recibir comentarios tales como “tengo una tía igual a Masha”, “mi hermana me hacía acordar a Sonia”, o “Nina me recuerda a mí”. Es fácil llegar al público porque le estamos entregando personajes y conflictos cotidianos que tienen su profundidad, que es lo que también trae identificación. Que esta obra tenga, además de diversión, profundidad, le da realidad. Nosotros como seres humanos tenemos profundidades, oscuridades y conflictos internos. Poder verlo en los personajes le da al público la oportunidad de no sentirse solo. Incluso a mí, a medida que avanzan las funciones me van cayendo fichas y vuelvo a encontrar personas entre mi familia que me recuerdan a los personajes. ¿Es posible que una obra que no habla de vos, hable de vos? Es posible. Y esa obra se llama “Para mí, Para vos”.