Por Diego Bandieri

Salvo que creamos que el kirchnerismo representa un 6,7,8% de la sociedad argentina (el porcentaje de votos que le asignan a Grabois las encuestas nacionales), pareciera que la mayoría del votante kirchnerista no considera que Juan XXIII sea su último refugio.

Ahora bien, es evidente que su candidatura oxigenó un escenario que para muchos era asfixiante aquella noche de viernes. Sin embargo, la línea discursiva que ha adoptado Grabois en el escenario pre electoral está complicando el futuro de Unión por la Patria y el del candidato que competirá en octubre contra los amarillos: Sergio Massa.

No tiene demasiado sentido meternos nuevamente en el barro de cómo se decidió que fuera Massa el candidato de unidad del peronismo, pero calificar la decisión (no unilateral ni arbitraria, sino negociada, es decir, política) de Cristina de Golpe de Palacio (https://www.pagina12.com.ar/573925-juan-grabois-votar-a-massa-es-un-cheque-en-blanco-a-alguien- ) implica quitarle a nuestra líder la capacidad de decisión y convertirla en víctima de una operación. Casualmente, esta lectura corre a Sergio Massa de su lugar de candidato de unidad y lo convierte en un conspirador. Un escenario hecho a medida del candidato de los de abajo.

La conductora de la facción mayoritaria y más progresista dentro peronismo (eso somos), permitió que Grabois se presentara como alternativa en la interna de Unión por la Patria. ¿Fue una venganza contra el conspirador? Si así fuera, el acto realizado con Sergio Massa tres días después del anuncio de la fórmula carecería de sentido (salvo que creamos que está secuestrada). Que las listas hayan sido elaboradas y acordadas con el resto de las corrientes internas del peronismo (cómplices o partícipes necesarios de la conspiración) tampoco pareciera ser muy lógico si somos víctimas de una operación. Las fotos de Cristina con Massa (y no con Grabois) tampoco acompañan la lectura que victimiza a Cristina.

Más adecuada parece la interpretación de que la colectora de Juan XXIII fue habilitada para competir en la interna para evitar fuga de votos hacia la izquierda, para atraer potenciales votos de izquierda al movimiento nacional y para disputar un voto joven, enfurecido y desamparado que engorda los números de Javier Milei.

Si Juan obtuviera un importante número de votos que sin su candidatura hubieran optado por otras fuerzas políticas, y si, además, esos votos no se fugaran si Grabois perdiera la interna, la jugada permitiría que Unión por la Patria tuviera serias chances de ganar la elección. Para eso, el discurso público debería, por un lado, incluir propuestas progresistas en la línea Tierra, Techo y Trabajo, terreno en el que el candidato se maneja muy bien, y, lo que es más difícil, canalizar la bronca y la frustración de la juventud (y no sólo) hacia los verdaderos responsables de la situación que nos toca atravesar (sectores concentrados del capital, poder judicial, el PRO y la UCR, conglomerados comunicacionales, etc). Dentro de esa búsqueda de pescar en la pecera de Milei, las propuestas económicas que competirían con la dolarización (moneda única con Brasil, por ejemplo), parecieran más incómodas para Juan y tan poco realistas como la propuesta de dolarización.

El problema que se evidencia es que las apariciones públicas de Grabois, lejos de escenificar la búsqueda para la que fue conminado (recuperar votos de kirchneristas en fuga, atraer votos de izquierda tradicional, convertir voto bronca o voto libertario en voto patriótico), intentan convertir votos de Sergio Massa en votos de Grabois, poniendo a Massa en el lugar que le correspondería a Juntos por el Cambio: los enemigos a vencer, los responsables de la mayoría de los problemas del país.

El discurso público del candidato del Frente Patria Grande no sólo atenta contra la misión para la que fue convocado por Cristina, sino que perjudica al candidato de unidad, quien una vez atravesadas las PASO será EL CANDIDATO. Resulta difícil de explicar cómo va a hacer Grabois para convertir al traidor, taimado, conspirador, amigo de la embajada, etc, en el candidato que hay que acompañar en octubre.

Sabemos que el voto encierra y combina componentes racionales y emocionales de todo tipo y en distintas proporciones. La relación entra la razón y la emoción rara vez es armónica.

Sabemos que Grabois toca las cuerdas de la sensibilidad progresista con mayor facilidad que Massa: nos emociona más. Sin embargo, la razón nos indica que nuestro candidato en octubre tiene que llegar con la mayor fuerza posible. Tiene que ser el candidato más votado en agosto. Y Unión por la Patria tiene que ser la fuerza más votada también. A eso apuntó la decisión de Cristina y eso es lo que debemos construir. Para que eso suceda es importante que vayamos a buscar los votos de quienes no nos votarían y no los de aquellos que ya nos iban a votar. Tenemos que movilizar a los desmovilizados, a los que no piensan acercarse a las urnas o contemplan votar en blanco. Eso no se consigue hablando pestes de nuestros adversarios circunstanciales en una interna. No se trata de quedarnos tranquilos con nuestra conciencia: en los sistemas democráticos todos los votos valen lo mismo, y es maravilloso que así sea. La búsqueda de escapar de esa lógica para que nuestra conciencia permanezca impoluta no sólo es individualista y vanidoso, sino profundamente inútil: todos los votos siguen valiendo uno. Si gana la derecha el sufrimiento del pueblo está garantizado. Conservar las manos limpias, no haber traicionado los principios y todos esos lugares comunes bienpensantes sólo pueden consolar a los que se priorizan a sí mismos.

Ser consecuentes con nuestra historia no es perder con las botas puestas. Es ganar con los votos para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.