Elegida para competir en la preselección de los próximos Premios Oscar y Premios Goya, también premiada en la prestigiosa competencia de San Sebastián, “El Jockey” se adjudicó, por varios cuerpos, el favoritismo generalizado, como uno de los estrenos más esperados de nuestra cartelera cinematográfica. Finalmente, arribó a las pantallas locales el pasado 26 de septiembre.
En su siguiente película desde “El Ángel” (2018), el director Luis Ortega aborda un terreno genérico que se acerca a la comedia y difiere de sus anteriores experiencias detrás de cámaras. Para la presente ocasión, el realizador de las elogiadas obras independientes “Caja Negra” (2002) y “Monobloc” (2005) se adentra en el ambiente de turf para relatar la historia de una leyenda maldita e incorregible, acaso un extraño milagro de la ciencia. Tenemos aquí el más delirante de los posibles acercamientos a la relación existente entre el caballo y el hombre, firmado por el propio Ortega, en compañía de los guionistas Fabián Casas y Rodolfo Palacios.
El singular jockey que otorga título al film es un joven talentoso y excéntrico, aunque con un perfil ciertamente autodestructivo. Atraído por el continuo desastre e inmerso en toda clase de excesos, supo llegar lo más lejos posible dentro de una actividad que conlleva considerables peligros. Y aunque su don sea, de por sí, una bendición, la mejor escuela suele ser el fracaso, tal como anuncia una experimentada voz. Víctima de su errático comportamiento, la tragedia parece rondar los días del veloz Remo Manfredini, a la postre convertido en malogrado vagabundo. Aunque no deberíamos subestimar el instinto de supervivencia de toda presa…
En “El Jockey” prima una mirada poética, metafórica y plagada de simbolismos; en absoluto se trata de una búsqueda comercial que pretenda complacer el gusto del espectador más ocasional. Su puesta en escena, onírica y lisérgica, se aprecia como un ejercicio estético que presta especial atención al manejo de espacios dentro del plano, en adición a una esmerada fotografía y paleta de colores elegida, dentro de un film en el cual el sentido coreográfico y su omnipresente banda sonora (con música de Leo Dan, Sandro, Virus, Carlos Gardel y, por supuesto, Palito Ortega) cobran notable incidencia.
Con espesas pinceladas surrealistas, Ortega construye una ambigua fábula, de a ratos excesiva y dispersa, acerca de una huida que no es más que un encuentro con el propio dilema existencial: estar o no estar, ser o no ser, parecerse a sí mismo o no, dejarse ver o no. Ingrávido, el jinete travestido y en conflicto de identidad se pasea por una Buenos Aires marginal, a la que el autor describe posando su atención en personajes pintorescos, patéticos o violentos, artífices de vidas imperfectas.
Una de las más rescatables virtudes de la película es congregar a un elenco de lujo, conformado por notables intérpretes: Nahuel Pérez Biscayart, Úrsula Corberó, Osmar Núñez, Roberto Carnaghi, Daniel Fanego (¡un Fanego inolvidable!), Daniel Giménez Cacho, Roly Serrano, Luis Ziembroski y Mariana Di Girolamo, se muestran capaces de entregar retratos tan enternecedores como implacables. 'El Jockey', profundamente rupturista, abre múltiples vías de lectura.