“Háganle caso al corazón. Trabajemos bien la cabeza, seamos fuertes de espíritu, entendamos que viene una muy mala para todo el pueblo y tratemos de estar más cerca de cada vecino y vecina para poder acompañarlo”. Máximo Kirchner.

20 de septiembre de 2024, Club Atenas.


Hace unos días, Máximo Kirchner reapareció en un acto en La Plata, luego de más de un mes de silencio, y resulta por lo menos llamativo que el recorte que queda de un hecho político de esas características es una estrofa de una canción militante que sonó durante el encuentro. Una estrofa que busca chicanear, y que es el marco desde el que se introduce un discurso eminentemente político, ideológico, y de una enorme profundidad. Una estrofa que solapó todo eso.

Ni los propios dirigentes que asistieron al acto previeron el efecto que iba a tener, incluso mientras la escucharon entonar por la militancia en el Atenas. Algunos revisaron en las redes sociales y se enteraron ahí mismo del revuelo que se había armado. Pero en los días previos, la catarata de comentarios en las publicaciones que convocaban al acto, a “armar de nuevo”, fueron el prolegómeno de lo que se produjo en los días posteriores. “Es con Axel”, “Nada sin Cristina y sin Axel”, y otros mensajes similares. La contundencia fue notoria.

Sin embargo cabe la pregunta. ¿Está mal que el Presidente del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires y conductor de la organización política más grande del país convoque a un acto en el que es el principal y único orador? ¿Por qué se lee necesariamente como un hecho hostil? ¿Por qué cuando se trata de La Cámpora, y más específicamente de Máximo Kirchner, la lupa que mira y juzga se agranda hasta cubrirlo todo? ¿La responsabilidad en esta tensión que se percibe se puede atribuir solo a una de las partes involucradas?

Hace unos pocos días, Roberto Navarro, luego de que se conociera otro recorte malintencionado que hicieron de una entrevista a Wado de Pedro en la que planteaba que en el segundo gobierno de Cristina tuvimos un “ministro que no hablaba con los empresarios”, señalaba que estaban atacando a Kicillof con las mismas críticas que históricamente hicieron la derecha y los sectores conservadores. Como diría Cristina, “hola, ¿qué tal?”. Sin la parte de la Playstation, a Máximo lo construyen como un nene despechado que está enojado porque la mamá no lo elige, que divide, que no le da, que es un inútil. Le pegan a diestra y siniestra, propios y ajenos, a él y a La Cámpora, en un intento desesperado por despegarse de su figura.

Pero cuando repasamos un poco quién es Máximo, qué hizo en los último años, podemos mencionar que fue por ejemplo uno de los primeros en señalar que Alberto no estaba a la altura de las circunstancias, o fue el que se apartó de su lugar como Presidente del Bloque de Diputados (pero sin irse) por sus críticas al acuerdo con el FMI. Fue también el autor de la ley de grandes fortunas que permitió entre otras cosas la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner, el financiamiento del RENABAP o del Progresar. También lo señalan como el gran responsable de la “intervención” del gobierno de Kicillof con el desembarco de Insaurralde como jefe de Gabinete, cuando todos los intendentes que lo acompañaron y sumaron volumen al armado, son los que hoy apoyan y sostienen al gobernador.

¿Y vamos a enojarnos por la estrofa de una canción sin ni siquiera escuchar lo que dijo durante su discurso? Quizás esa chicana, esa canción -por cierto muy pegadiza-, sea una forma de levantar el autoestima de la militancia, y frenar un poco el autoestigma. Así lo dijo, abiertamente, en el Atenas: “lo único que les voy a pedir es que cuando lean en algún lugar: ‘no Máximo, esto, lo otro’, ustedes me conocen y saben: acierto y erro como cualquiera, pero boludo, defeccionador y traidor, nunca lo fui ni lo voy a ser. Yo siempre tuve claro las principales contradicciones. Y si no me creen, miren para atrás y verán realmente cuáles han sido los comportamientos de cada uno de nosotros y de nosotras”.

Por supuesto que están aquellos que realizaron el recorte de manera malintencionada, precisamente para tapar las definiciones que Máximo compartió con la militancia y las fuerzas políticas que componen el peronismo. Otros quizás todavía no se tomaron el trabajo de escucharlo, y deberían hacerlo, porque hay mucho material para el debate, no solo sobre las razones que pusieron a Milei en la Casa Rosada, sino también sobre la vigencia de Cristina como conductora estratégica de nuestra fuerza política, y también la construcción de una mirada de futuro que tanta falta hace en este momento catastrófico.

Habló de Cristina. La caracterizó como conductora política del movimiento, y el parte aguas en la línea del tiempo lo fijó en octubre de 2010, cuando murió su compañero de vida y militancia. Las peleas que tuvo que dar dentro y fuera del peronismo para no traicionar al pueblo que la había votado. Recordó que “un dirigente no es víctima. Un dirigente se propone a sí mismo, a la sociedad y asume las responsabilidades y busca sintetizar y conducir al conjunto. Salió para adelante y entendió también que era momento de producir una oxigenación en la política argentina. Y le dio lugar a miles y miles de pibas y pibas para que se involucraran en el destino de su país”.

Vale la pena detenerse en el concepto de víctima. Porque incluso ahí puede haber un guiño al gobernador de la provincia de Buenos Aires. El comunicador Rebord lo dijo hace unas pocas semanas en una de sus editoriales, cuando se refirió a la reacción del peronismo ante el intento de asesinato de Cristina: las víctimas no producen liderazgos atractivos. 

¿Estamos seguros de ubicar a uno de los pocos dirigentes candidateables que tenemos en el lugar de víctima de un sector del kirchnerismo? Quizás, el que más entiende esto es el propio Kicillof, quien insiste en centrarse en la gestión de gobierno y no hace declaraciones altisonantes sobre esta puja a cielo abierto. Sin embargo, los dirigentes que lo rodean y que están sosteniendo su armado, sí lo han hecho, y no dudan en cuestionar la conducción o la mirada de Cristina. Y ahí la fricción.

¿Hay un encono caprichoso con Axel? ¿Podemos decir eso cuando fue justamente Cristina quien quiso que fuera como candidato a la presidencia en 2023? Ante ese pedido, florecieron carteles por toda la Provincia de Buenos Aires relanzándolo como gobernador. Era una oportunidad para cantar nuevas canciones. Pero Cristina lo dijo clarito: no voy a obligar a nadie a hacer algo que no quiera. Y fuimos a las elecciones con Massa. “Hubiéramos perdido la Provincia”. Quizás sí. ¿Y si estos cuatro años Axel quedaba liberado de una gestión aplastada por los recortes y el brutal ajuste del ejecutivo nacional, y podía caminar el país? Contrafáctico, pero ¿por qué no pensarlo?

No pasaron ni diez meses desde que Milei asumió la presidencia y ya aparecen este tipo de denuncias: “MIENTRAS JUGÁS A SER PRESIDENTE, en la provincia de Buenos Aires desde que sos gobernador mataron a 3589 personas por inseguridad. Más gobierno y menos campaña. Spoiler: Axel, nunca vas a ser Presidente!”. El tuit lo firma Diego Santilli. ¿Cuántos muertos le tirarán de cara a una campaña en 2027? ¿Y si es Axel pero mientras tanto también se ponen a rodar cuatro o cinco nombres más para cuidarlo de que no le caigan con toda la artillería pesada? ¿Es ahora el momento de pensar en candidaturas?

Por otra parte, Máximo recordó la campaña de persecución judicial que le tiró encima Macri a Cristina una vez que empezó a ponerse en evidencia el fracaso de su gobierno, y también recordó cuando la dos veces presidenta, para las elecciones intermedias de 2017, se puso los jeans y salió a recorrer la provincia de Buenos Aires como candidata a senadora. Perdió las generales, y dijo “hoy empieza todo”. Fue el primer paso para que dos años después, el peronismo y el pueblo volvieran a ser gobierno.

Máximo también repasó el complejo gobierno del Frente de Todos. La gestión de la pandemia, el altísimo nivel de aprobación que tuvo Alberto durante los primeros meses, y el permanente llamado de actores del peronismo para que el entonces presidente aproveche aquella espuma para cortar con Cristina, quien a su vez, al poco tiempo, empezaría a hablar de funcionarios que no funcionaban y políticas que tampoco. Y habló de la decisión de nombrar a Wado como candidato para las PASO del 2023, y la negativa de sectores corporativos del peronismo. “Lamentablemente hubo personas que dudaban si tenía que ser Scioli o tenía que ser Wado. ¿A ustedes les parece? Miren dónde está el compañero, miren dónde está Scioli. Y nos vienen a pedir autocrítica a nosotros. ¿Por qué no hacen de una buena vez por todas la autocrítica ustedes?”. Y sentenció: “Basta de Sciolis”.

Vaya definición.

Máximo Kirchner, rodeado de militancia y dirigencia.

Sobre la derrota electoral de 2023, Máximo recordó que algunos la explicaron por la interna. “El problema fue que quien gobernaba tomó las decisiones que tomó y que Cristina fue diciéndole que no. Incluso hasta un momento tuvo que contarle a los argentinos y argentinas que había ido 19 veces a la quinta de Olivos tratando de torcer el rumbo para que alguien como Milei no fuera presidente”.

Y lejos de profundizar una discusión con Kicillof, Máximo planteó que hay que parar la oreja, escuchar a nuestra gente. Y se preguntó, “¿de qué hablamos cuando hablamos de educación pública? ¿De qué hablamos cuando hablamos de salud pública? ¿Cómo vamos a afrontar la inseguridad creciente? Estas son las cosas que le interesan a nuestro pueblo”. Repensar, volver a las bases, comprender las nuevas demandas.

También llamó a ser prudentes con la palabra y valientes con la acción. “De a poquito nos vamos a ir reencontrando con nuestro pueblo”, aseguró. A los que no toleran la idea de que el pueblo le haya dado su voto a un tipo que anda con una motosierra, interpeló a la militancia preguntándose “imágínense cómo nos veían a nosotros. No nos podemos hacer los distraídos. Por más que hayamos tenido la intención de rescatar y reconducir el destino de la política económica de un gobierno, fuimos parte”.

Ahí está la autocrítica que tanto le piden a La Cámpora.

Y convocó a armar de nuevo. Esa fue la consigna del acto. Hay que armar como siempre, junto a la gente, en los lugares de trabajo, de estudio, en los barrios por medio de las unidades básicas, en las cooperadoras escolares, en todos lados. Involucrarse en el destino del país, ser parte de algo mayor. “Hay que dejar de patalear y ponerse a construir. A organizar.”

En los últimos días Cristina tuvo una serie de apariciones. Fue a La Matanza de la mano del Padre Tano Angelotti. Se subió a una tarima improvisada en una parroquia y conmovió a los que estaban ahí escuchándola, y también a quienes la vimos a través de las redes sociales. Al día siguiente dio el presente en la marcha por la defensa del presupuesto universitario. ¿Cómo no iba a estar si durante las gestiones de Néstor y Cristina se crearon 16 nuevas universidades nacionales?

Con esos dos movimientos capitalizó toda la atención pública, y se desataron todo tipo de especulaciones. Trajo esperanza y expectativa. Y de pronto, una internita que nos tenía a todos en vilo, se redujo a algo raquítico e insignificante sin ninguna trascendencia más que un chisme. Ese es el poder ordenador de Cristina. De poner en perspectiva.

Todo parece indicar que va a ser la próxima Presidenta del Partido Justicialista a nivel nacional. Si hay consenso, habrá lista única y se convertirá en la conductora del peronismo y jefa de la oposición, avalada institucionalmente. Un momento interesante para que al PJ lo gobierne una mujer, algo que nunca sucedió en la historia del peronismo, además de considerar que el último representante que tuvo el partido fue Alberto Fernández, quien hoy se encuentra atravesando un proceso judicial por las denuncias por violencia de género que hay en su contra.

Es tiempo de mujeres.

Cristina Fernández de Kirchner saluda a la militancia desde el balcón del Instituto Patria.

Cristina saluda a la militancia desde el balcón del Instituto Patria. 

Si estas tensiones se profundizan, y el armado que ya impulsa a Axel como candidato para 2027 decide ir con lista propia, quizás se dirima a través de los votos peronistas una discusión a la que muchos asisten con angustia y desconcierto. Porque el que gana conduce, y el que pierde, acompaña. Y si gana Cristina, conduce Cristina. 

El día de la marcha Cristina salió al balcón del Instituto Patria con una cuadra atestada de militancia orgánica y otro tanto suelta. La saludaron, lloraron, le gritaron. Cantaron la marcha, y cuando terminó de sonar la última estrofa -“resistimos en los 90, volvimos en 2003, junto a Néstor y Cristina, la gloriosa JP”, en una escena cinematográfica que parecía planificada, estallaron los fuegos artificiales del cierre del acto central, en la Plaza de los Dos Congresos. Una estrofa, una canción que en aquel entonces cuando se inventó fue nueva. ¿Ya es vieja? ¿Podremos sumar nuevas canciones pero que se edifiquen sobre las que ya existen?