Texto: Laura Fuhrmann. Foto: Cooperativa La Vaca.
Despertarse y comprobar que no había sido un sueño: los votos seguían ahí y la dicha y la ilusión, también. No fue magia.
La felicidad de sabernos prójimo está volviendo. El lucir con orgullo los guardapolvos blancos de los que (no) cayeron en la escuela pública vuelven. La reapropiación del espacio público, las manifestaciones sin vallas y la Justicia con vendas en los ojos. Los pibes y las pibas en las escuelas y en la calle, también, vuelven.
Vuelven el recuerdo de la Plaza con los hijos y con las Madres, las canciones que estaban atoradas en la garganta, los abrazos detenidos.
Volverán el Amor que vence al odio y la Patria que es el Otro.
Volvieron las bocinas de los autos, los festejos hasta tarde (aunque hoy hubiera que ir a laburar y aunque no hayamos ganado el último Mundial), los mensajes de aliento y complicidad mientras esperábamos, ansiosos, los resultados, y las ganas de que nadie nos mande a dormir. El codearse con el compañero de trabajo y buscar la excusa para hablar del único tema del que hoy queríamos hablar, y reconocernos, y aceptar que sí, que falta mucho y que no sabemos qué sucio juego van a jugar a partir de ahora, pero que hoy, ¡hoy es un día para celebrar!
Despertarse y comprobar que no había sido un sueño: los votos seguían ahí y la dicha y la ilusión, también. No fue magia.
La felicidad de sabernos prójimo está volviendo. El lucir con orgullo los guardapolvos blancos de los que (no) cayeron en la escuela pública vuelven. La reapropiación del espacio público, las manifestaciones sin vallas y la Justicia con vendas en los ojos. Los pibes y las pibas en las escuelas y en la calle, también, vuelven.
Vuelven el recuerdo de la Plaza con los hijos y con las Madres, las canciones que estaban atoradas en la garganta, los abrazos detenidos.
Volverán el Amor que vence al odio y la Patria que es el Otro.
Volvieron las bocinas de los autos, los festejos hasta tarde (aunque hoy hubiera que ir a laburar y aunque no hayamos ganado el último Mundial), los mensajes de aliento y complicidad mientras esperábamos, ansiosos, los resultados, y las ganas de que nadie nos mande a dormir. El codearse con el compañero de trabajo y buscar la excusa para hablar del único tema del que hoy queríamos hablar, y reconocernos, y aceptar que sí, que falta mucho y que no sabemos qué sucio juego van a jugar a partir de ahora, pero que hoy, ¡hoy es un día para celebrar!