El 10 de diciembre del 2015 Macri daba sus primeros pasos de baile como representante del poder ejecutivo, el mejor equipo de los últimos 50 años posaba para la foto y comenzaba la fiesta para unos pocos. La timba financiera se desataba sobre un país que se había puesto en marcha luego de 12 años de políticas que habían cimentado una patria libre, justa y soberana. María Eugenia Vidal, en un rapto de sinceridad, dijo "Cambiamos futuro por pasado", volvían los 90 recargados, y se les abrían las puertas a los inversores para que amasaron ganancias siderales sin someterse a ningún tipo de control.
Los economistas con pensamiento formado lejos de las usinas de poder, léase Alfredo Zaiat, Carlos Heller, Raúl Dellatorre o Julián Zícari, vislumbraban un apocalíptico final para esta fiesta y anunciaron que el globo iba a estallar con gravísimas consecuencias. Hoy estamos atravesando esos pronósticos que nos muestran un cielo encapotado, en el cual vemos cómo escapan los capitales golondrinas, fiel a su estilo de oler la tormenta que se avecina, dejando a un país quebrado en manos de un gobierno que solo atina a culpar de esta catástrofe a Alberto Fernández, y como siempre, al kirchnerismo.
El ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, lejos de entrar en el juego mediático, se presenta con mucha prudencia frente a las cámaras y deja en claro que por ahora es solo el candidato a presidente del Frente de Todos. Se reúne con el FMI para renegociar una deuda que no contrajo, dialoga con la Mesa de Enlace y se junta con gobernadores e intendentes con el objetivo de seguir construyendo un frente amplio que incluya a todos y que esté dispuesto a tomar las riendas de la Argentina, si el 27 de octubre el pueblo reafirma lo que expresó en las PASO, o dicho de otra manera, que #MacriYaFue.
La resistencia en la calle al avance de Cambiemos es uno de los elementos a considerar para analizar la derrota electoral del oficialismo.
Mientras tanto el gobierno hace un cambio de figuritas, sale Dujovne e ingresa el encargado de endeudar a la Provincia de Buenos Aires, Hernán Lacunza. Es más de lo mismo. El flamante ministro es un tipo que se mueve sin plan B y que hace analogías comparando a la Argentina con un barco, el objetivo es estacionarlo el 10 de diciembre en un puerto seguro, dijo, pero desconoce que los barcos no estacionan sino que amarran. Siguiendo con los comparaciones podríamos decir que el mejor equipo de los últimos 50 años chocó un crucero que navegaba por las aguas tranquilas de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.
El paso de la coalición entre el PRO y la Unión Cívica Radical deja herido de muerte a un pueblo que tenía la vida ordenada, y sobre el cielo argentino nuevamente revolotean los buitres. El capitán del barco ya no baila, está solo, y en la foto ya no posan varios de los que lo acompañaban. Los representantes de las entidades gremiales agrarias son un ejemplo. Macri les está pidiendo que liquiden una parte de lo que obtuvieron gracias a cosechas record, pero los representantes de la Mesa de Enlace hacen oídos sordos. Macri les habla con el corazón y ellos les contestan con el bolsillo. Así y todo, el ingeniero no está solo. Cuenta con un grupo fiel que ocupó un sector de la Plaza de Mayo con sus exclamaciones de odio y pidiendo a los gritos que no vuelvan los morochos a poner sus patas en la fuente.