Con el apoyo de ProTeatro y del Instituto Nacional de Teatro, llegó durante el presente año a los escenarios porteños “Estado del Tiempo”, autoría del experimentado dramaturgo de origen platense Daniel Dalmaroni. Con dirección de Ana Alvarado, y tres estupendos protagónicos a cargo de Irene Almus, Guillermo Aragonés y Marcela Ferradás, la obra estuvo exhibiéndose exitosamente en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) durante los pasados meses, arribando el pasado 11 de noviembre a las tablas del Teatro Estudio de la ciudad de La Plata, un espacio dedicado a la actividad formativa, artística y cultural, que transita sus veinte años de vida.
Teatro, ideología y política conviven en “Estado del Tiempo”, una especie de obra endogámica que dialoga con un cuerpo de trabajo profundamente influenciado por los principios partidarios que profesa el autor. La pieza teatral pertenece a un volumen denominado “Perón Vive”, el cual reúne cuatro de un total de ocho piezas que Dalmaroni reconoce de temática afín, un movimiento que, afirma, siempre le ha brindado respuestas de índole existencial. Como valor testimonial, podemos comprender la presente puesta como un implícito homenaje a Julio Troxler, dirigente peronista en el ’73, sobreviviente de los fusilamientos en los basurales de José León Suárez y luego asesinado por la Triple A.
Un antes y un después demarca la construcción teatral y temporal. La fecha es concreta: 1 de julio de 1974, bisagra histórica insoslayable. La muerte del Teniente General Juan Domingo Perón, tres veces presidente constitucional de los argentinos. Durante los años siguientes se desarrollará la acción del relato, bajo un telón de fondo escalofriante. El nefasto lapso de tiempo será marcado por el golpe de Estado a Isabel Martínez de Perón y la instauración de la última dictadura militar en Argentina. En medio de este violento panorama, un hombre agobiado por su pasado confiesa a su esposa, entre delirios, equívocos y olvidos, las vicisitudes de un antiguo amor al que puso punto final. Una vida paralela, que, a fin de cuentas, no fue tal.
Con música original de Juan Cristóbal Sleigh, la brillante “Estado del Tiempo” reconstruye la historia personal de Roberto, junto a Marcela y Graciela, las mujeres de su vida. Entre lagunas que generan tensión y trampas del inconsciente para fijar aquello que nunca sucedió, se desdibuja lo que sí, porque noviar mucho no iguala a conocer. Como cualquier familia, sin importar la clase y procedencia, el equilibrio podría romperse con una ecuación de doble incógnita, sea separación o desaparición. Hay excusas que no perecen: el inagotable chiste de ir a comprar cigarrillos y no volver pareciera ser el motivo perfecto para dejar de aguantar. La auto impuesta proscripción. Huir, de cualquier modo, es también una toma de decisión.
Irene Almus, Guillermo Aragonés y Marcela Ferradás protagonizan la obra.
La dirección de Alvarado se muestra atenta al detalle, vestuario y ambientación nos sitúan en precisas coordenadas. Mientras tanto, Dalmaroni recurre, tal y como él gusta definir, al grotesco-absurdista que abreva la rica tradición del teatro histórico-político argentino. A lo largo de una hora de duración, los diálogos se nutren de versiones discordantes y latiguillos humorísticos que ayudan a distender y sobrellevar un asunto delicado. A punto de llover, la alusión al clima permite trazar ciertas alegorías. La inestabilidad del afuera, refleja el adentro, mientras tres amores desmemoriados debaten en el jardín. Es hora de entrar a casa y mirarse cara a cara: el triángulo amoroso improbable rebate las leyes espacio-temporales.
A la nublada remembranza acuden recuerdos de una ex y la latente violencia política sufrida en carne propia. El país, el hogar, el partido político. Lugares de pertenencia que la obra explora con autoridad y vuelo metafórico. Roberto, que sabe de pasiones, está pendiente del resultado del club de sus amores: en la radio dicen que Racing pierde por goleada contra Independiente, de local, prefigurando el enésimo guiño. El estadio de la Academia, el mítico ‘Cilindro’, denominado “Juan Domingo Perón”, fue construido entre 1944 y 1950. A su inauguración, la institución de Avellaneda designó presidente honorario a Perón y socia honoraria a Eva Duarte.
La palabra militancia cobra magna importancia, justo cuando Roberto recuerda la resistencia a la Revolución Libertadora y su tiempo preso. Fiel a los ideales que honró, y al trabajo y los derechos que el Justicialismo le dio acceso, el hombre resistió. Producto de los golpes recibidos, hoy no puede recordar, y es así como reconstruye su fragmentada historia, y, paradójicamente, quedan desbaratados los mecanismos que el recurso de la elipsis temporal propone. Con pronóstico reservado, hay blancos en la memoria, pero una fecha en el almanaque personal persiste. Antes de la muerte física, hubo otra que fue espiritual. La caída de Perón en el ’55 se asemejó a la muerte de un padre: el líder ya había desaparecido una vez y el movimiento quedado huérfano.
En “Estado del Tiempo”, el pasado afectivo es desnudado, mientras el trasfondo político enuncia una verdad incontrovertible: todos podemos desaparecer. ¿O de que hablamos cuando hablábamos de no existir más? ‘No era un invento, esto pasó’, reflexionan, no sin cierta incomodidad, sendas mujeres. En la escena final, un simple objeto perdido traza el evidente paradigma respecto a la desaparición de seres queridos y la supresión de la identidad. Casi cincuenta años después, los ojos que hoy ven saben que la acción negadora nunca será una opción.