Desde 2018, Gustavo Reinoso recorre las calles y escucha historias de quienes viven a la intemperie. Esas experiencias se transforman en retratos, collages e instalaciones que resignifican la precariedad como lenguaje artístico y político. La producción artística como forma de denuncia es una práctica que desde hace décadas convoca a artistas de todas las disciplinas y lenguajes. Reinoso, por su parte, se vuelca a recoger de la calle cartones de descarte e historias con nombre propio que parecen correr la misma suerte. La leyenda 'FRÁGIL' que se ve en diferentes formatos y momentos del relato, nos recuerda que no somos irrompibles. Su nueva muestra propone romper con esa indiferencia y mirar de frente.

En esta entrevista con Kranear, el creador de Invisibles habla sobre el origen de la serie, la elección de materiales y su vínculo con referentes como Berni y Siqueiros.

Invisibles nace cuando empezaste a ver familias viviendo en la calle en 2018. ¿Qué te pasó singularmente ese año —y no por ejemplo en 2001— qué te llevó a decir algo sobre eso hoy?

Voy a ir un poco atrás. Soy parte de una generación adolescente en democracia, que disfrutó de esos años pero sin un compromiso político muy marcado. Vengo de una familia de comerciantes; estudié arquitectura y trabajé en un estudio, una especie de burbuja. En 2001 sentí los cimbronazos, mi viejo fundió la fiambrería, y mi mirada se volvió más hacia adentro que hacia afuera. Con los años me fui involucrando más: el arte y conocer otras realidades me ayudaron. En 2018 lo que vi en la calle fue abrupto. Tenía el estudio en la calle Medrano, Almagro, y en la esquina una familia empezó a vivir con sus dos hijos. Rompí la barrera, me acerqué, conversamos; les llevaba comida y café. Ese vínculo directo me tocó y fue el punto de partida de Invisibles.

El collage 'La familia de Brian'.

¿Ese fue un punto de inflexión en tu trabajo artístico?

No fue un cambio de rumbo, sino de foco. Como arquitecto siempre miré la ciudad y sus habitantes. Antes de Invisibles hice una muestra sobre el mercado Urquiza, donde me crié, contando historias y personajes. Invisibles trata otra temática, pero el punto de vista es similar: retratar realidades concretas, desde lo micro hasta lo macro.

En esta serie los materiales son parte del mensaje.

Sí. No me considero un artista “reciclador”. Uso materiales con valor simbólico: me interesa resignificarlos, darles otra oportunidad. Traen su propia historia y me ayudan a contar otra.

¿De dónde provienen esos materiales?

La base son cartones que me dan amigos que trabajan en una cooperativa de cartoneros y recicladores urbanos, en la zona de General Paz y Libertador. Me separan los mejores. El resto lo encuentro en la calle, buscando lo que necesita cada obra. Es un proceso largo, pero siempre aparece algo que reemplaza lo que imaginabas.

¿Cómo fueron los primeros pasos de Invisibles?

En 2018 eran dibujos grandes en papel obra, hechos con crayón, con estética de afiche callejero. Después de la pandemia sentí que había que contarlo distinto, con más impacto y un registro más real, evitando el contexto que a veces incomoda y aleja. Quise representarlo de la manera más directa posible.

La materialidad parece tan importante como la imagen.

Totalmente. Durante mi formación como arquitecto siempre trabajé con cartones, maquetas y planos. En Invisibles, la precariedad no es solo el contenido: también es el continente.

En la muestra aparece El Braian, que algunos vinculan a Juanito Laguna.

No fue mi intención crear un Juanito Laguna contemporáneo, aunque me gusta que lo lean así. Admiro a Berni, pero mis referentes más fuertes son los muralistas latinoamericanos, especialmente Siqueiros. La comparación la hicieron otros y la tomo como un elogio.

¿Y qué te parece que le diría El Brian a la sociedad hoy?

Creo que pediría algo muy simple: que nos tratemos mejor. Hay una carga de odio y violencia en estos tiempos que yo no había visto nunca. Y no se trata de buenos o malos según la ropa o el lugar: hay gente mala tirando de un carro y gente mala con saco y corbata en pleno microcentro. El Brian, como niño, pediría no ser descartado, que no lo abandonen, que lo dejen ir a la escuela, tener una bici, dormir calentito. No mucho más que eso.Que hoy yo esté representando con el Brian lo mismo que Berni en aquella época no habla muy bien de nosotros. Es como que no pasó nada. El problema sigue ahí, intacto. Ningún pibe nace chorro. Si en vez de libros lo que recibe es un arma, es porque lo abandonamos. Y la política somos nosotros: lo que nos gobierna es nuestro propio reflejo.

¿Cómo se equilibra la crudeza de esta realidad con la potencia estética de la obra?

Para mí, la potencia estética nace de la carga emocional. No me interesa tanto que un galerista me analice la luz de la obra, sino que alguien común, que pasa por la calle, se detenga y sienta algo. Ahí la composición es clave, porque organiza el mensaje y permite que el ojo vaya directo a lo que quiero transmitir. La estética aparece sola cuando el mensaje es claro.

Collage 'Acolchonados'.

Mostraste tu trabajo en ferias internacionales y también en el subte porteño. ¿Qué cambia —o no— cuando el público es un coleccionista en Miami o un trabajador que pasa apurado por Pueyrredón?

Me hace sentir que el mensaje puede llegar tanto al coleccionista como al laburante que pasa apurado. Y eso me vuelve más horizontal. No hago obras para un público y otras para otro. Quiero que sean entendibles, frontales, sin claves ocultas ni metafísicas”.

¿Qué te gustaría que le pase a una persona después de recorrer Invisibles?

Que se sensibilice, que no pueda mirar igual que antes. Algunos se enojan conmigo, me dicen: “Sos un hijo de puta, porque ahora veo a los pibes en la calle y no puedo dejar de pensar en esto”. Y me parece perfecto, porque significa que la obra movió algo. Otros seguirán odiando esas realidades, pero aunque sea les metí el dedo en la herida. Ojalá también sirva para que alguien vote distinto la próxima vez, que piense en las consecuencias de sus actos.

¿Qué aprendiste vos con esta obra?

En ese sentido, Invisibles también fue un proceso de aprendizaje personal. Me hizo crecer como artista. Yo me considero un buen dibujante, pero no un gran pintor. Sin embargo, en esta obra encontré una madurez distinta, más escenográfica, más material. Me dio solidez y me siento cómodo con lo que logré. Sé que a futuro será un escalón más, pero por ahora estoy satisfecho.

¿Cómo surgió la nota de la periodista  Maja Schirrle en la revista GEO?

A Maja la conocí de casualidad en una muestra en San Telmo. Esa muestra no tenía nada que ver con Invisibles, era otra cosa, totalmente lúdica, mucho más abstracta. Obras hechas “para no pensar”, digamos. Ahí también usaba cartón como soporte, y eso fue lo que le llamó la atención.Ella se llevó mis redes, se puso a mirar y se encontró con Invisibles, que en ese momento ya lo estaba trabajando. El proyecto estaba conceptualizado y se entendía. Justo coincidía con que ella estaba escribiendo en Argentina sobre gente en situación de vulnerabilidad: hacía notas a pibes de Constitución y Retiro, y le impresionaba cómo usaban el cartón para dormir, para abrigarse o para armar un lugar en la calle. Entonces, cuando vio a un artista trabajando con cartón, le cerró todo.Me contactó, nos juntamos, y terminamos laburando como quince días. A ella le interesaba mostrar ese cruce: el cartón como símbolo de vulnerabilidad, pero también como soporte artístico. Lo más lindo es que estaba recién recibida y había ganado una beca para hacer su tesis en Argentina. Su tesis fue, justamente, esa nota: incluyó todo su trabajo de investigación y también mi obra Invisibles. Con eso se recibió.Después, cuando la terminó, salió a vender la nota y logró algo increíble: la publicó en GEO, una revista enorme en Alemania. Ella misma no lo podía creer, me decía que era como ganarse la lotería, porque a una periodista recién recibida eso casi no le pasa.La nota salió hace unas semanas y coincidió con todo lo que estaba pasando acá: la movida de la multa de 900 mil pesos, la policía cayendo sobre los cartoneros, la gente revolviendo la basura. Todo eso se conectó con el tema de Invisibles. Para mí fue importante porque abre la posibilidad de que el laburo circule afuera, de que se conozca en otro nivel.

Reinoso es artista plástico y arquitecto.

Datos de la muestra

Invisibles, historias sin sombra
Palacio Bisconti — Av. Santa Fe 2729, CABA

Horarios jueves, viernes y sábados de 16 a 20h hasta el 12 de septiembre.

Entrada libre y gratuita
Más info: www.gustavoreinoso.com.ar 

IG: @gustavoreinosoart