Recuerdo la última vez que vi en persona a Juana Bignozzi. Era de noche, nos veo abrigados, temblorosos. Ella, altísima, ojos verdes de búho y un llamativo saco de leopardo. Imponente. Nunca pasaba desapercibida.
Éramos un pequeño grupo de gente esperando que abran un mini boliche donde nos juntábamos a escuchar poesía. Año 2010 o 2011, calle Bulnes, Buenos Aires. El lugar era una especie de cuartito vidriado a la calle. En un momento de la noche siempre ardían los ojos de tanto humo. Esa vez, como se demoraban en abrir porque los organizadores no llegaban, peregrinamos de un lado a otro, buscando cigarrillos, bebida o algo para comer. La poeta consagrada se paseaba con nosotros. La recuerdo del brazo de Horacio Fiebelkorn, uno de sus amigos poetas. Yo observaba a una distancia prudente, muchas veces la admiración me hace actuar de formas ridículas.
“Juana iba siempre a escuchar (poesía), junto a Hugo, su marido. La pasaba bien con poetas de otras generaciones. Era una lectora muy ávida y una gran conversadora. Lengua filosa, siempre. «Hagan callar a ese pelotudo», exigió una vez al escuchar leer a un tipo realmente malo. Recuerdo cuando surgió el tema de su amistad con Alejandra Pizarnik y sus diferencias estéticas y existenciales. Juana lo resumió de esta manera: «Yo fui una chica amada por su padre»”, recuerda Fiebelkorn para Kranear.
Juana contaba que siempre pasaba lo mismo. Se juntaban a charlar y a leer poemas. De pronto Juana miraba la hora y decía que se tenía que ir. “Debe tener que ir a hacer algo comunista”, decía Pizarnik y entonces Juana se reía y se iba.
Bignozzi vivió en España entre 1974 y 2004. Allí trabajó de traductora.
Patriotera, portuaria mítica
Juana Bignozzi nació el 21 de septiembre de 1937 en el barrio de Saavedra, Buenos Aires, en el seno de una familia obrera de anarquismo fabriquero. Hija de Atilio, panadero anarquista, y de Amelia, costurera. En sus palabras, padres que siempre trataron de entender. 'Todo lo que soy se lo debo a una formación familiar, amistosa y política de izquierda', contaba Juana y hablaba de la “aristocracia obrera”. En su casa, sede de reuniones políticas, faltaban muchas cosas pero nunca los libros. También se escuchaba ópera y una vez por mes iban al Teatro Colón. Solía decir que esa había sido la mejor manera que su familia había encontrado para ayudarla.
Su primer trabajo fue en la redacción de La hora, el periódico del Partido Comunista donde conoció a escritores como Juan Gelman, quien la invitó a El pan duro, un grupo de acción ligado a la Juventud Comunista. Organizaban actos, publicaciones y lecturas en lugares públicos. Una de ellas fue en el viejo teatro La Máscara adonde asistió Raúl González Tuñón. De algún modo los apadrinó.
En 1967 publicó Mujer de cierto orden. El libro empieza así: «Hace unos días he decidido luchar/ y la sola idea de la lucha/ me ha producido un cansancio tan infinito/ que hasta mis mejores amigos guardan una distancia respetuosa». El título del poema avisa la que viene: Sprit o sentido del humor, como gusten.
Finalmente la expulsan del Partido. También de El pan duro. Al parecer, se burló de los versos de Atilio Castelpoggi, un compañero: “Me hicieron una especie de juicio moral y me dejaron afuera”. En esa época, su camarada Juan Gelman se reía de ciertos métodos del Partido: “En mi caso, me echaron porque me fui. Una medida higiénica necesaria: si un tipo se va, hay que echarlo, por las dudas”.
Hurgo en el blog de la poeta Irene Gruss, las he visto juntas escuchando alguna lectura de poesía. Incluso le dedicó poemas. Se querían y se respetaban. Encuentro lo que publicó Irene cuando murió Juana en 2015: “Cuando la conocí, a inicios de los ’70, transmitía la misma imagen que la de quien habla en primera persona en sus primeros libros. Especialmente, me refiero a Mujer de cierto orden: rodeada de amigos varones que, a su manera, la consideran amiga y compinche (no tanto una mujer), compañera de militancia y de noches, madrugadas. Los compañeros de esas noches fueron, entre otros, Juan Gelman, José Luis Mangieri, Alberto Szpunberg, Juan Carlos Portantiero; hombres no tan fuertes como ella, y que junto a Juana marcaron a raya la poesía argentina venidera, sin hablar de la historia de la Argentina venidera”.
'Los poetas al morir si no se defienden/ quedan en las manos que siempre despreciaron', escribió Bignozzi.
Preparada para una eterna carrera de fondo
Entre 1974 y 2004 vivió en España donde trabajó de traductora. Trabajé como un perro toda la vida, subrayaba ella. A mediados de los 90, empezó a viajar periódicamente a la Argentina. Siempre quiso volver. Esos 30 años fuera del país, según sus relatos, se la pasó llorando. Pero a la vez costaba volver. Alguien tiene que decir que hay consuelo, consideró: en los poemas no todo termina.
En el 89 publicó Regreso a la patria, un libro que comienza con un epígrafe de Juan L. Ortiz: “Alma, inclínate, sobre los cariños idos…”. Conocía a Juanele, lo había entrevistado. Compartían la poesía y la ideología.
Para ese entonces, ella que tenía el mote de “poeta del 60”, empezó a ser leída por los poetas que empezaron a publicar a fines de los 80 y comienzos de los 90. La redescubren. «Pero aquí no habrá salvadores / lúcidos detectives jóvenes enamorados / sólo héroes que miran cómo agonizan/ y simulan vivir una vida/ ¿quién la llamó vida? / sin revolución», anotó en uno de esos poemas.
En su obra hay más claves y guiños generacionales que indicios propiamente biográficos. Y al hablar de generación, más que referirse a términos literarios, se refería a términos sociales, de amistad y edad -«Dejé de hablarle todo a alguien/ e intento decirles algo a todos»-. Sensibilidad, experiencia, historia. Contaba que para escribir había creado un personaje. Ella decía que en la poesía estaba haciendo un planteo literario de una vida.
Escribía en papelitos, márgenes de libros, sobres de facturas e impuestos. Su poesía es directa, nos toca su ritmo, su frescura, sus repentinos giros. No busca ser condescendiente, celebratoria ni efectista. No pretende aleccionar ni impresionar más allá de lo que narra.
En un poema cuenta que pide al espejo todos los días una serie de cosas como por ejemplo no perder el gusto de la amistad y volver a desagradar a los que hace décadas desagrada. Necesitamos estar seguros de que lo que escribimos ofende a la gente apropiada. La ley tu ley, todo escritor es, a veces, una ley para sí mismo. Quizás así se transforma en un clásico: poniendo sus propias reglas de juego escriba en el tiempo que escriba.
La poesía es una escuela del carácter
La primera vez que Mercedes Halfon, escritora, periodista y albacea de Juana Bignozzi, la vio en persona fue en la cárcel de mujeres de Ezeiza. Se celebraba el Primer Festival de Poesía de Yo no fui, el colectivo que trabaja en proyectos artísticos y productivos, dentro y fuera de las cárceles de mujeres del país. Un proyecto político: ejercitar un acto de intimidad en un lugar donde la intimidad está borrada por el control total y permanente.
Las crónicas de la prensa que relatan lo sucedido ese día de 2005 cuentan que Juana fue la última que leyó y generó una ovación entre las mujeres privadas de su libertad. Una de las asistentes contó que varias se quedaron con una definición de Bignozzi, la que habla de la función social de la poesía: «Si toda vida es referencia a nuestra vida/ espero dejar una palabra/ que ampare a alguien/ en estas tardes inhóspitas de recuerdos».
“Es hermoso haber tenido la posibilidad de vincularme con una poeta que tenía 40 años más que yo y se interesó en mí y en mi vida. Es muy valioso ese cruce, tener una amiga que tiene 70 años y viene del futuro a contarte cómo es ese momento. Era mi poeta favorita y lo sigue siendo ahora”, dice Mercedes Halfon para Kranear y cuenta que se preguntó muchas veces por qué la eligió como su albacea. No tiene una respuesta clara pero sí sabe que “es un trabajo para toda la vida que requiere amor. Son tareas de cuidado literario”.
Al morir, Juana dejó indicaciones precisas: debía ser enterrada en una tumba sin cruz, en un cementerio público, sin velorio ni discurso de despedida, los amigos que lleven flores amarillas. A Mercedes la nombró guardiana de su obra. «Los poetas al morir si no se defienden/ quedan en las manos que siempre despreciaron», leemos en uno de los poemas de Novísimos, libro póstumo que publicó en 2019 la editorial Adriana Hidalgo.
'Sus poemas fueron escritos para los días que vivimos en peligro', dice Arnolfi.
Hace unos meses alguien preguntó a Mercedes si Juana estaba dando taller de poesía. Debe pasar seguido porque su poesía viene del futuro. “Uno puede hacer el ejercicio de abrir un libro de Juana en cualquier lugar y siempre parece que ese poema recién hubiera sido escrito. Uno conecta de forma automática. El humor y la pared de transparencia que tiene su poesía la acerca al presente”, dice Mercedes.
Recientemente Adriana Hidalgo publicó La vida en serio, un primer tomo que reúne lo publicado por Bignozzi desde 1998 hasta su libro póstumo de 2019. Incluye materiales de diferentes períodos hasta ahora no editados en libros, entre otras perlas literarias. El libro se realizó al cuidado de su albacea Mercedes Halfon y fue revisado por Malena Rey. ¿Por qué eligieron ese nombre? Responde Mercedes: “A lo largo de su obra, aparece mucho la palabra vida. La poesía de Juana es una poesía muy de vivir la vida, una vida muy social, muy conversada, llena de amigos, viajes e intereses. Además de que es un verso de ella, me parece que ese título condensa buena parte de la intensidad de su poesía, la vitalidad de su poesía que no es una poesía escrita desde un escritorio, intelectual o demasiado encerrada o demasiado ensimismada. Es una poesía que va hacia el mundo y que tiene el ruido del mundo”.
El camino de la revolución eternamente perseguido
¿Sobre qué creés que has escrito vos toda la vida?, le preguntó Valeria Tentoni en 2014. Juana respondió: “La ideología. A mí no me desilusionó mi ideología. No soy una escéptica ni mucho menos, me molesta el escepticismo en política. Hay momentos de la historia que son de derrota, pero la historia no es derrotada. Confío en el pueblo. Lo creo sinceramente. Yo siempre repito lo de Negri: “Mientras hay un territorio de necesidad, va a haber lucha”. Mientras haya un territorio donde exista la desigualdad, va a haber lucha”.
Ella marcaba diferencias entre dos categorías: poesía ideológica y poesía política. Explicaba que la política es la aplicación de una ideología. Dicho de otro modo, la política es un camino. La ideología sobrevive a la política porque no siempre esta última expresa debidamente a la ideología y se precisa hacer correcciones al andar. De este modo, establecía que la ideología es la forma de eternidad que tenemos. “Yo no concibo que una se pelee con el Partido que le da identidad sólo por confundir al dirigente miserable que transitoriamente está en el frente con la ideología que a una la sustenta”, dijo a Fondebrider.
“Ella se definía como poeta ideológica y asumía que no tenía voz como para intentar hacer poesía política, que siempre es el mandato que pesa sobre los y las poetas que tienen militancia: hacer explícita su pertenencia. Esto sigue generando lecturas muy pobres de la obra de muchos poetas, caso Urondo o Szpunberg o Gelman. Como si la vida se pudiera reducir a tres o cuatro consignas o como si la condición militante te convirtiera de por sí en un mejor escritor. De todas maneras, en el caso concreto de Juana, hubo dos cosas que señalaría como un rasgo ideológico: atenderse siempre en hospital público y pedir que la entierren en la Chacarita”, dice Fiebelkorn, quien también subraya que en su obra “palpita una experiencia vital sin autocompasión y con un humor que suele tener por blanco al mundo cultural y literario, con su carga de simulaciones y tilinguerías”.
Abro sus libros como un oráculo como hice siempre y pienso que Juana escribió tal poema justo para este momento que nos llevará tantos años comprender. La releo y creo que sus poemas fueron escritos para los días que vivimos en peligro. En estos tiempos de impotencia, la poesía también es una pregunta que acciona.
“Su voz es muy reconocible. Muy combativa, beligerante, tiene mucha lucidez, no se muestra como una persona herida y sin embargo hay dolor que aparece como debajo de las muchas capas de ironía que tiene su poesía. La política en su obra, a diferencia de muchos compañeros de su generación, no es una cuestión programática. La idea de la revolución y de ciertos anhelos políticos siempre aparecen como perdidos, como un desgarro, una desilusión”, apunta Mercedes Halfon.
De 2 a 5 de la mañana no duermo es el título de un poema. Pienso en cómo luchar, cuenta. Una poesía del futuro sabe que el ahora es el ahora y debe ser tratado con respeto. «¿Quién la llamó vida sin revolución?». Esa desilusión, ese desgarro, elogia una vida, un anhelo político, que si somos tenaces, aún podríamos vivir.
La vida en serio, camaradas.
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Para leer/ ver más:
- Todo se une con la noche, biografía de Juana Bignozzi escrita por Vanina Colagiovanni, publicada por la editorial Gog & Magog.
- Las poetas visitan a Juana Bignozzi, documental dirigido por Laura Citarella y Mercedes Halfon.